El oportunismo y la hipocresía de los populistas

En estos días, el presidente de Estados Unidos y nuevamente candidato a la presidencia, Donald Trump, ha criticado duramente la gestión del gobierno de Bukele en relación al tema del descenso del crimen en El Salvador. Afirma que en realidad lo que sucede es que Bukele está enviando a los criminales a Estados Unidos. Esto, seguramente, en referencia a los líderes de la pandilla MS-13, como Élmer Canales, alias “Crook”; Fredy Iván Jandrés Parada, alias “Lucky”; o César López Larios, alias “Greñas”. El primero de ellos fue capturado en México luego de haber sido liberado ilegalmente por el gobierno de El Salvador, y los otros dos fueron capturados en Estados Unidos. En ese país, todos ellos están siendo procesados o serán procesados por cargos criminales.

No hay que ser un gran analista político para descifrar a qué se refiere Trump: la bien documentada tregua entre las pandillas y el gobierno, que explotó en aquel fin de semana sangriento de marzo de 2021, ha provocado que estos líderes de la MS-13 se hayan refugiado en México o Estados Unidos, seguramente con la ayuda del mismo gobierno salvadoreño. El caso del “Crook” es un ejemplo: fue ayudado por funcionarios del oficialismo para huir primero a Guatemala y luego a México.

Trump conoce esta información, y aprovechándose del oportunismo propio de los populistas, está utilizándola para obtener ventaja electoral en su carrera a la presidencia frente a Kamala Harris. Ella es la llamada a tomar la estafeta de la candidatura demócrata después de que este 21 de julio Joe Biden decidiera dar un paso al costado.

Luego de que el 20 de julio Trump arremetiera nuevamente contra el presidente de El Salvador, mencionándolo claramente y afirmando una vez más que los criminales estaban siendo enviados a Estados Unidos, las defensas de los seguidores del oficialismo, quienes aseguraban que Trump en realidad se refería a Venezuela y no a El Salvador, han quedado evidenciadas como infantiles ante la contundencia de las afirmaciones del expresidente de Estados Unidos.

Más allá de que no quede duda alguna de que se refiere a El Salvador, llama la atención el nuevo discurso de Trump con respecto a la seguridad de su país, manifestando que en su gobierno no aceptará ningún otro criminal y que, por el contrario, se encargará de enviar masivamente a los criminales de regreso a El Salvador.

Si bien Trump no es presidente aún, se puede hablar de cambio de actitud porque hasta el momento, al menos en el discurso público, Bukele lo consideraba su amigo, y Donald Trump no había hecho nada para atacar al presidente inconstitucional. Pero las cosas cambiaron este 18 y 20 de julio con esas claras acusaciones: Trump no considera “amigo” al presidente inconstitucional, y ese cambio de actitud puede dar luz a cómo será la política exterior de Estados Unidos con respecto a El Salvador en caso de que los republicanos ganen la presidencia de Estados Unidos. Se tratará, muy probablemente, de una política exterior que estará basada en impedir la migración ilegal hacia ese país, como ya se observó en su primer mandato, y que –hasta cierto punto– fue el detonante de las famosas caminatas de migrantes que salieron desde Honduras, Guatemala y El Salvador.

El cambio de posición de Trump con respecto a El Salvador obedece a su único objetivo a corto plazo: ganar la presidencia de los Estados Unidos de América. Con este tipo de discursos, sabe que sigue obteniendo el beneplácito electoral de la mayoría conservadora y nacionalista de su país. Así son los populistas: cambian el discurso de acuerdo con sus intereses. Un ejemplo claro es la posición de Bukele con respecto a Honduras o Venezuela. Antes, cuando era candidato, no tenía ningún problema en reconocer que Nicaragua estaba regida por una dictadura y Honduras por una narco-dictadura.

Sin embargo, después de eventos como el 9F (cuando Bukele casi disuelve la Asamblea Legislativa irrumpiendo con el ejército en el recinto de un congreso que en esos momentos estaba dominado por la oposición), y después del Golpe de Estado del 21 de mayo de 2021 (cuando la nueva Asamblea Legislativa, dominada ahora sí por el oficialismo, destituyó inconstitucionalmente, sin garantizar el derecho de defensa y el debido proceso, a los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al entonces Fiscal General de la República), la comunidad internacional criticó las decisiones autoritarias de Bukele. Estas decisiones prácticamente dejaban a El Salvador sin ningún tipo de frenos y contrapesos frente a la arbitrariedad, y sin una adecuada separación de los órganos del Estado, instaurando, en la práctica, una dictadura que se consolidó con la autorización para optar a la reelección inmediata y con la inconstitucional reelección que ya todos conocemos.

Esa crítica de la comunidad internacional, que se mantenía en la medida que los actos autoritarios se iban dando, dejaba a El Salvador expuesta a los señalamientos dentro de organismos internacionales como la OEA, lo cual significaba un impacto negativo para su imagen; una imagen tan bien cuidada en base a la propaganda millonaria fuera de sus fronteras, y labrada también gracias al descenso de la criminalidad.

Así pues, en la medida en que El Salvador era señalado por sus acciones antidemocráticas, se iba quedando solo dentro del concierto democrático internacional. Por lo tanto, repentinamente ya no criticaba a la dictadura nicaragüense; lejos de ello, se abstuvo varias veces cuando la OEA emitió resoluciones en contra de la dictadura Ortega-Murillo. De esta manera, buscaba obtener el favor de estos mediante la abstención o el silencio hacia cualquier resolución en contra de las medidas que socaban la democracia en El Salvador.

Ahora, la dupla Ortega-Murillo se derrite en elogios hacia Bukele, llamándolo “hermano” y “amigo”. Así son los populistas: oportunistas e hipócritas, a ellos solo les interesa el favor electoral de la gente. De manera tal que no es de extrañar la posición de Trump, porque él también es un demagogo y un populista.

Sus declaraciones solo vienen a confirmar algo que internamente todos sabíamos: que el gobierno de El Salvador ha ayudado a los líderes de la MS-13 a huir del país. Esto como resultado de una tregua malograda que trajo consigo la imposición de un régimen de excepción que ya no es excepción sino la regla, y con ello el descenso de las tasas de criminalidad.

Paralelamente, y mientras la gente gozaba de un mejor clima de seguridad, también se dieron pasos gigantes para el desmantelamiento de la democracia y la instauración de una dictadura. Todo esto ante la pasividad de un pueblo que ha entregado su país a cambio de la seguridad.


*Alfonso Fajardo nació en San Salvador, en 1975. Es abogado y poeta. Miembro fundador del Taller Literario TALEGA. Su cuenta de Twitter es: @AlfonsoFajardoC.

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