Decencia

Este es nada más un pequeño comentario con dedicatoria.

En los años que tengo de reportear la Asamblea Legislativa, no había visto una mejor oportunidad de lavarse la cara y las manos para ustedes, diputados: el infame 9-F. Los ojos del mundo ―luego de la idiotez de meter militares armados al Salón Azul, todo gracias a las genialidades de la voz que le habla a la conciencia del señor presidente― se han puesto sobre el órgano de Estado que ustedes tan mal han representado por décadas.

Se la pusieron de rebote, señoras y señores, frente al marco y sin portero. La tienen fácil. Solo ustedes pueden salvarse siendo, al menos por una vez, obedientes al pueblo que dicen representar.

Me refiero al pueblo que necesita justicia porque los militares o los guerrilleros mataron a sus familiares en la guerra; el pueblo al que le sale agua contaminada de los grifos de sus casas ―y eso que ya son privilegiados por tener tuberías de la ANDA― o no les sale nada. Ese mismo pueblo que trabaja y que su futuro es gris porque lo más probable es que no tendrá una pensión digna en su vejez. El que espera que haya medicinas en los hospitales, el que se la rifa todos los días en la calle contra ladrones, violadores y asesinos, el que se muere de insuficiencia renal por pesticidas que ustedes no quieren prohibir. A ese pueblo, padres y madres de la patria, para el que lo básico es un lujo y a veces le toca apostar a la providencia, es al que se han debido toda la vida y lo han ignorado por el mismo tiempo. Todo por favorecer sus intereses personales y los de sus amigos o clientes.

Deberían enmendar. Y qué oportunidad tienen. El 2020 puede ser ese año en que veamos cómo logra dignificarse la legislatura salvadoreña, con diputados que trabajen sin descanso para aprobar la mejor ley de reconciliación nacional, que permita castigar a los autores de crímenes graves durante la guerra y que le den, por fin, la anhelada justicia a las víctimas. Aprobar una ley de aguas que garantice este recurso como bien público y como derecho inalienable de los salvadoreños. Y una reforma integral al siniestro sistema de pensiones en que nos metieron los gobiernos pasados de Arena y que el FMLN apenas parcheó, pero no para revertirlo, sino para continuarlo.

Deberían ponerle todavía más refuerzos a la Ley de Acceso a la Información Pública que este nuevo gobierno retuerce a su antojo. Sentar un método rigurosamente técnico, más que político, para elegir a los funcionarios de segundo grado que les toca nombrar a ustedes. Dejar de premiar con dinero un transporte colectivo degradante. Deben reformar de una vez la Ley de Ética Gubernamental para que a los corruptos el tribunal les provoque miedo en lugar de risa.

Parece que llegó la hora, bisagras. Entiéndase bisagras como aquellos partiditos que han sido necesarios para que los partidotes aprueben sus chanchullos: los primitivos pecenistas y pedecistas y los neófitos ganeros, los minoristas como el CD y el no partidario. Solo hagan el trabajo que por ley deberían hacer siempre: legislar por el bien común en el contexto de un país empobrecido.

Parece que ya fue suficiente, areneros y efemelenistas, dueños aún de los últimos reductos de poder que les quedan, de usar ese poder para beneficiar a sus patrones económicos e ideológicos. De ustedes depende que los pesos y contrapesos en esta democracia raquítica se mantengan.

Porque habrá quienes estén decididos a no permitir que un único grupo político domine el Ejecutivo y el Legislativo, pero parecería que no tienen opciones decentes para elegir entre la oposición. Y se defraudan más cuando los ven a ustedes cada semana haciendo su circo, dejando todo para última hora y mal hecho, legislando a la medida de los intereses del poder, y llenos de privilegios que deberían merecerlos por su trabajo y no por el default de sus cargos.

Deberían lucirse. Dejar de tomarse vacaciones, de viajar por el mundo con los impuestos de la gente, de mirar sobre el hombro a los demás, de ser corruptos, de contratar familiares y amigos con dinero público, de venderse a los intereses de poderes económicos, de jugar a la politiquería barata. Ya deberían pararle a esa tomadera de fotos en las sesiones plenarias en poses de modelo si no legislan nada para bien, a tuitear cada tontería, a ausentarse de las comisiones, a polarizar, a coquetearle al presidente para que les tire un hueso, a dejar de sesionar por andar en campaña, a pedir el voto a cambio de escobas y camisetas, a los madrugones, a pasar por encima del país.

Creo que nunca habían tenido mejor oportunidad que esta, ahora que las cámaras las tienen sobre sí y el mundo está expectante. No sé si va a ser la última legislatura para muchos de ustedes, pero al menos deberían dejar un legado decoroso. Hagan que a la gente le cueste un poco llamarles ladrones, corruptos (algunos definitivamente ya son casos perdidos). Sean decentes.

Decencia. Eso es lo que han esperado de ustedes por décadas.


*Fernando Romero (El Salvador, 1977) es periodista desde 2007. Coordinador editorial y editor de Opinión de Revista Factum. Especializado en investigaciones sobre política y corrupción.

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