Adrenalina en el Teatro Nacional: una oportunidad desperdiciada

La icónica banda de rock salvadoreña Adrenalina llevó al cine el documental “Adrenalina en el Teatro Nacional”,  con el que celebra un triunfo: realizar un concierto a tope en uno de los espacios culturales más importantes del país. El filme, no obstante, presenta numerosas fallas técnicas y de estructura; y reduce el punto más alto de una carrera musical a un ejercicio de ego mal logrado.

Fotos del teaser/Adrenalina


El 31 de agosto de 2019, la banda de rock salvadoreña Adrenalina celebró su trayectoria musical con un concierto realizado en el Teatro Nacional de San Salvador. Este hito en su carrera ahora vive en un documental llamado “Adrenalina en el Teatro Nacional”, realizado por 2M Production y SYSNET. La película debutó en cines salvadoreños este pasado 4 de febrero y algunas de las proyecciones incluyeron un concierto acústico de 45 minutos para los asistentes. De acuerdo con la agrupación, un día después de su estreno, la empresa Cinemark confirmó este documental como la segunda película más taquillera de El Salvador. Un filme con esta demanda parecería indicar una película imperdible. Primero, porque es el primer documental musical de una banda nacional. Segundo, porque el cine salvadoreño sigue luchando por lograr calidad y convocatoria a partes iguales. 

Y puede que a esta cinta no le falte audiencia. Que este documental tenga suficiente para ofrecer es una pregunta diferente. La respuesta parece ser un rotundo no. 

El primer obstáculo es la inmensa selección de canciones. El concierto original duró casi tres horas, reducidas a dos para el cine. Gran parte lo llenan temas que en su mayoría son tranquilos y los éxitos se agrupan hasta el final. Quien conozca a Adrenalina por “Maldita”, “Pinche” u “Oscuridad” debe prepararse para esperar. Esto genera hastío y el celular se vuelve un aliado para pasar el tiempo. La puesta en escena –desde el vestuario hasta los visuales– no ofrece un extra: parece un concierto cualquiera para la banda.

Los invitados que lograron aparecer en pantalla –Amnésica, Dino (Diente Amargo) y Checho (Malas Influencias)– rompen un poco con la monotonía. Mientras que otros, como el rapero Zaki, no fueron incluidos en el documental.

El público en las butacas corea ciertas letras y aplaude, pero en general no hay mucho movimiento y más de alguno recurre a su pantalla para entretenerse.

Los contados espacios de interés –como “Pater Noster” y “Pinche”– son opacados por el hedor a machismo de temas como “Verde”, “Mamasssita” y todavía alcanza a su éxito más representativo: “Maldita”. Aunque la banda ha explicado que “Mamasssita” es una crítica al acoso callejero, mucho del humor que emplea el vocalista Carlos Galicia para interactuar con el público tiene el mismo tono y contenido. Hay que cuestionar por qué el documental no incluye una posición clara al respecto. Tampoco hay contexto para letras misóginas que no tienen cabida en pleno siglo veintiuno. 

El documental no incluye en sus créditos a ningún director ni guionista. Solo Rafael Olmedo y Rubén Ruiz aparecen como responsables de post producción y edición gráfica, respectivamente. Esto lo paga caro la película.  No hay un hilo conductor. No hay un atractivo sentimental. No hay un plan para entender qué es Adrenalina. Las entrevistas a medias con fanáticos y colaboradores que no paran de alabar a la banda no aportan datos nuevos ni motivos para quererlos. ¿Por qué esta es una historia importante de contar? La banda se rehúsa a preguntárselo.

Esto no quiere decir que no existan motivos. Adrenalina tiene ganado su puesto como uno de los referentes de la música alternativa salvadoreña en la década de los noventa. La agrupación fue clave para cerrar la brecha entre ritmos tropicales y rock, facilitando así el paso a una saludable promiscuidad de géneros que aún ejerce influencia. Cuajaron una identidad sonora que adoptaron como zona de confort. La banda ha hecho un esfuerzo por mantenerse presente en el imaginario artístico salvadoreño, con recopilaciones de grandes éxitos y un par de discos con nuevas canciones. 

Nada de esto es abordado en el filme. En su lugar, el espectador debe soportar segmentos de “entrevistas” entre canciones. Los músicos reciben preguntas generales y están ocupados en bromear, regalarse cumplidos, nombrar patrocinadores, contar anécdotas irrelevantes, repetir que siguen impresionados por lograr llenar butacas o comentar momentos del concierto que –ellos mismos confiesan– no se muestran en el documental. Todos los involucrados parecen pensar que el espectador sabe quién es Adrenalina. Nadie justifica por qué Adrenalina merece espacio en la taquilla mientras el cine local pelea por la oportunidad de llegar a grandes públicos.

Estos segmentos fueron filmados en Coffee Tempo, frente a una ventada afeada por un póster y muebles que en nada representan la estética de la noche o la banda. Ninguna de estas intervenciones agrega sustancia, emotividad o sentido al concierto. De haberse grabado entre botellas de cerveza y en cualquier local nocturno de la capital, el resultado no habría sido diferente. Esta pereza conceptual da una impresión de arrogancia: tal vez la banda considera que ya cultivó fama suficiente y ahora se echa a dormir.

“Adrenalina en el Teatro Nacional” está disponible desde el 4 al 14 de febrero (a las 7:00 P.M.) en las salas de Cinemark La Gran Vía, Metrocentro San Salvador y Metrocentro San Miguel.

La calidad técnica de la película también tiene bastantes fallas. Abundan las tomas desenfocadas, sobreexpuestas y de resolución insuficiente para salas de gran dimensión. Tanto cortes inesperados como transiciones mal logradas no tienen cabida en un producto para consumo masivo y es inexplicable cómo la banda dio luz verde a una versión con estos detalles. El audio, por momentos, se percibe saturado y distorsionado, impidiendo disfrutar de momentos clave del concierto. 

Es lamentable que una banda de esta trayectoria malgaste la oportunidad de contribuir a la historia musical salvadoreña. En lugar de cimentar su legado y esparcir luz sobre contextos poco conocidos de la música salvadoreña, una agrupación cómoda en sus contados laureles masturba su ego por horas en un espacio que otros colegas matarían por ocupar de maneras más significativas. 

“Adrenalina en el Teatro Nacional” es un ejemplo de cómo la actitud de hacer todo igual “para los fans” o “por amor a la música” se vuelve una excusa para evitar el cambio. La fuerza de la nostalgia no es suficiente para sostener el éxito. Quienes crecieron con la agrupación corearán los éxitos del ayer, pero no escucharán a Adrenalina como una banda del presente. La atención de quienes no los conocen tampoco alcanzará para entender por qué importaron en el pasado.


  • Adrenalina en el Teatro Nacional está disponible desde el 4 al 14 de febrero a las 7:00 P.M. en las salas de Cinemark La Gran Vía, Metrocentro San Salvador y Metrocentro San Miguel. El precio por entrada es $10.00 para función con sesión acústica y $5.00 para función regular.
  • Fe de erratas: originalmente, se publicó que las entrevistas habían sido grabadas en La Dalia, cuando en realidad se realizaron en Coffee Tempo. También se publicó que un afiche que aparece en esas tomas es de un patrocinador, cuando en realidad es de Adrenalina.

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