“Hoy”: una turbulenta oda a San Salvador

Después de tres años, el debut de Ricardo B’atz finalmente llegó a los cines salvadoreños. “Hoy” no solo cambió de nombre (antes “Ambulantes”); también partió su historia a la mitad. Aún con deficiencias en el guion, la película atrapa al espectador en el caos de la capital y las vidas que transitan por ella, en eterna colisión. De momento –y a falta de actualización–, la película estará disponible en las salas de cine salvadoreñas hasta este miércoles 3 de marzo.

Fotos/Capturas del trailer de la película


La espera terminó. Luego de filmar, recaudar fondos y viajar hasta Francia para completar el proceso de edición y posproducción, el salvadoreño Ricardo B’atz culminó tres años de trabajo y se estrenó como director de la mano de una historia basada en las calles de San Salvador.  En entrevistas anteriores, el cineasta habló de la historia de cuatro hombres involucrados en un accidente automovilístico, quienes conspiran entre sí antes de ir a juicio. La versión que el público ha encontrado en cartelera no solo cambió de nombre; además, la cinta partió el relato a la mitad en favor de mostrar a los involucrados antes del choque.

Guionizada por B’atz y Leonel Novoa, la historia nos muestra cómo transcurre la vida de los personajes en un vehículo. Un joven de clase media en un vehículo particular; un hombre buscando redención en un taxi maltrecho; el veterano motorista de un bus; y el ingenuo conductor de una coaster. Cada uno parece llevar a cuestas un peso invisible, muy propio. Como sucede en las ciudades, donde el pulso de la subsistencia no para por nadie, sus vidas se encontrarán de maneras que nunca imaginaron.

El primer acierto (y probablemente el más importante) es el ambiente sonoro. Antonio “Topi” Menjivar captura a bocanadas al Gran San Salvador: calor pegajoso, filas de autos interminables, humo, bocinas, el barullo de los motores. La edición de sonido –a cargo de los franceses Olivier Laurent, Harald Ballié, Nassim El Mounabbih y Thimotée Bost– sumerge al espectador de patada limpia en una trabazón. Lo sofocan. Aquí se consigue algo que es difícil para las producciones locales: suspender la incredulidad del público y atrapar su atención durante toda la función.

El segundo punto a favor es la excelente labor de casting realizada. Entre actores novatos y veteranos, una dirección firme logra exprimir de ellos lo máximo en un país donde la formación en artes escénicas aún escasea. A pesar de que las inflexiones vocales propias de teatro o ciertos diálogos acartonados dificultan esta labor, el conjunto cumple la tarea. Además, bajo la colorización de Serge Antony, la piel morena resplandece, los rasgos de distintos tipos de salvadoreños invaden la pantalla y crean cercanía entre la ficción y las experiencias diarias del público. La fotografía asfixiante (en un buen sentido) de Ricardo A. Leiva no permite escapar de lo que siente cada personaje. 

El corazón de la película radica en los personajes de Gregorio (Ciro Rivera) y Wendy (Ariana Chong), como el curtido motorista de bus y la pequeña pasajera que se rehúsa a hablar. Ambos comparten candor genuino y Chong rinde una actuación formidable al no fingir “ser una niña”: solo canaliza su energía en un contexto imaginario, que sirve de contrapunto al duro exterior del personaje de Rivera. Se da ahí un diálogo simbólico entre inocencia y resignación. 

Todos estos aspectos ayudan a que la película sea un producto viable y justifiquen comprar un boleto. Sin embargo, “Hoy” no se salva del mal que aqueja a gran parte de las producciones hechas en El Salvador: el guion. Una propuesta de cuatro historias paralelas –muy a lo “Amores Perros”– es caldo para explorar de maneras creativas diversos aspectos del imaginario nacional. Pero la premisa de cada protagonista se queda corta a mitad de la película: falta más contexto para conocer al conductor de microbús, para entender al taxista que busca huir del país, para simpatizar con el empleado de call center cuya vida es, en apariencia, cómoda, pese al trajín diario. 

“Hoy” se estrenó el pasado18 de febrero en las salas de cine salvadoreñas. Foto del trailer.

Aunque dividir la historia en dos para no abarcar más de lo que estaba en su capacidad fue una decisión sabia de parte del director, queda la sensación de que B’atz tuvo problemas capitaneando el barco; como si más allá de su idea general no supiera qué más deberían hacer o decir los personajes salidos de su propia pluma. Surgen momentos en los que la trama no avanza y las acciones se vuelven repetitivas. Esto, unido al sentimiento apremiante de la misma película, genera impaciencia y el clímax deriva en un alivio más que en una verdadera resolución.

Las carencias del guion se resuelven con remiendos de edición que sacan a la película del atascadero. No es difícil perdonar algunos de ellos y aún así la historia no pierde sentido. Sin embargo, genera confusiones en ciertas líneas de tiempo, donde no se entiende si lo sucedido es parte del mismo día, de la noche anterior, o del día siguiente.  

Con estos baches tomados en cuenta, el trayecto no resalta por la fortaleza de su argumentación, pero es un debut aceptable. Cumple los requisitos mínimos para mantener la atención durante el tiempo no tan largo de su duración: alrededor de una hora. Provee momentos de humor cotidianos sin abusar de las frases locales para lograrlo. Presenta a personas de carne y hueso que no costaría encontrar por la calle. Entretiene e identifica. No es desmerecer a la producción, todo lo contrario: estas dos características parecen faltarles a cineastas salvadoreños más experimentados.

“Hoy” es prudente al no pretender ser más de lo que le ajusta la cobija: una oda a San Salvador. Una oda a una capital que resume en sus calles sucias, ciudadanos ajetreados, violencia y contaminación lo que significa sobrevivir en y a un país de tercer mundo, con su ruido sin pausa de una realidad que guarda misericordia para muy pocos y es una pesada cruz para la mayoría. Todo ello nos resulta familiar a la mayoría de los salvadoreños. Para quienes tienen el privilegio de no conocer esta precariedad –ya sea por condición económica o geográfica–, la película es una cucharada rebalsada de humo.

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