Siempre he creído que la persona detrás del traje del murciélago es la que debía hacer creíble que un tipo se convirtiera en el vigilante de una ciudad hundida en la corrupción. En muchos tramos de “The Batman”, el Bruce Wayne que nos presentan Matt Reeves y Peter Craig es presentado como un enigma que refleja un trastorno mental que empata lo que piensa Wayne con lo que actúa. La atmósfera de este personaje es la mejor construida de todas las películas que se han hecho de Batman, al grado que no sabemos si va a ponerse el traje o a cortarse las venas.
Para lanzarse de justiciero en una Ciudad Gótica tan claustrofóbica como Nueva York y con funcionarios y políticos tan sucios de corrupción como en El Salvador, definitivamente, hay que estar loco. Es una forma sencilla de decirlo: loco. Pero si profundizamos en ese término, descubriremos que la esencia de donde nace un personaje como Batman, encarnado por Bruce Wayne, es nada más que un trastorno mental generado por el impacto de haber visto a sus padres ser asesinados por delincuentes.
Ese trastorno es lo que ha querido dibujar Matt Reeves. Y sí: lo ha logrado y ha tenido mejor éxito que sus antecesores. Y qué mejor que presentar a un personaje trastornado con su pasado familiar que reconstruyéndolo a partir de la visión grunge de los años noventa. El ambiente depresivo que le impregnó el director a todo lo que camina sobre Ciudad Gótica, y a la ciudad misma, con esos filtros de luz opacos y la oscuridad total, le provee a su Bruce Wayne el mejor suelo para moverse.
En esa ambientación, la música no es accidental. Si Matt Reeves se atrevió a musicalizar “The Batman” con “Something in the way” de Nirvana, cómo no voy a venir yo a apuntar que, para ayudarle con su contexto de personaje, también hubiera incluido a Radiohead, por ejemplo. Este director nos ha presentado a un Bruce Wayne al que no le quiso explotar su faceta de playboy fiestero multimillonario y, más bien, nos ha dejado solos con él en su ensimismamiento, en su soledad y en sus silencios.
Wayne es presentado como un enigma. No sabemos si va a ponerse el traje o a cortarse las venas. La atmósfera de este personaje es la mejor construida de todas las películas que se han hecho de Batman. Y eso debe tener su reconocimiento. Quizás no estemos ante el mejor actor que ha interpretado a Bruce Wayne, como lo sigue siendo Christian Bale. Pero es notable en todo momento que para la película intimista que nos ha presentado Reeves, Robert Pattinson se esmeró mucho en su personaje.
Es innegable que Warner Bros no se va a ir a la cama sin cenar. Y cuando vemos todas las licencias de Reeves para crear su propia Gótica, su propio Wayne y su muy peculiar Batman, llama fuertemente la atención ciertas cosas que no se pudieron quitar: la presencia de “la chica” del superhéroe, que para esta película es su romance eterno: Selina Kyle, alias Gatúbela, intepretada por Zoe Kravitz. Claro, Batman debe tener siempre una chica a quien besar en sus películas. Pero en la pintura gris que nos presenta Reeves, con un Wayne sumido en la soledad y en sus demonios internos, simplemente esos detalles no cabían. Y al no caber, es notable que se ajustan con calzador.
Lo mismo sucede con la aparición del Joker, que sirve para anunciar tácitamente que vendrá una secuela y que Warner Bros no va a parar de darnos más películas del Caballero Oscuro. Una producción como la que ha logrado Reeves, en realidad, es parte de joyas que pueden brillar con luz propia y no ser “la primera” de una trilogía o sepa cuántas cintas más se vengan después de su obra. Está muy lejos de ser la premiada “Joker” (Todd Phillips, 2019), pero a veces daba la impresión de que Reeves la creó para que su visión allí empezara y allí mismo terminara.
El Batman de Pattinson es espeluznante. La simbiosis con Wayne resulta perfecta y podemos ver más realismo en su atuendo: un chaleco metálico que lo protege de las balas; varillas de hierro vistas para amortiguar los impactos con los brazos y, por supuesto, para infligir más daño al golpear. En tomas de primer plano, podemos ver cómo su máscara del plástico está maltratada por el uso. Eso podemos agradecerle también a Reeves: hacernos olvidar de aquellos Batman de pesadilla de Joel Shchumacher en los noventa, con Val Kilmer y George Clooney, con trajes prístinos, brillosos, con pezones y con tomas de cámara a las nalgas.
“The Batman” no es una película de acción, en su más llano significado. Más bien es una drama policial. Paul Dano es el actor que debió cargar con la responsabilidad de darle profundidad al villano, el Riddler, un asesino en serie que se convierte en el principal enemigo al que Batman persigue en la película, pero debe atravesar una maraña de corrupción política a la salvadoreña en la que revolotean personajes como los primeros mafiosos de Ciudad Gótica: Maroni, Falcone y Oswald “Oz” Cobblepot, alias el Pingüino.
Las pistas que va dejando el Riddler retan las habilidades del “mejor detective del mundo” y si bien que los “pum, zas, poff” de los puñetazos no faltan y están bien distribuidos en el metraje, es la investigación criminal la que llenará de intriga las casi tres horas de cinta. Todo el entramado está muy bien narrado y los plot twist, en especial con lo que respecta a los padres de Wayne, es creíble y se sale de los cánones del superhéroe que muchos conocen.
Reeves ha hecho una película que si bien no ha revolucionado a Batman, ha aportado una invaluable evolución en su personaje principal. Esa introspectiva sobre Bruce Wayne a la que muchos directores y guionistas le han huido por temor a revelar una verdad que puede ser chocante:
Batman en realidad es una personas con trastornos.
La creación del mito del personaje dentro de la película es magistral: todo delincuente teme a los rincones oscuros en Gótica, porque allí puede estar vigilando, silencioso, su justiciero. De hecho, es desde las sombras que siempre aparece, con paso pausado, como de marcha fúnebre, el murciélago.
En resumen, una película redonda. No decepciona, como se preveía desde que anunciaron a Pattinson como Bruce Wayne. Al contrario, el británico ha callado bocas y de la mano del director ha dado un giro más profundo al mundo de este personaje de DC Comics. Esta película es deslumbrante, pese a su opacidad visual.
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