El sentido de las cuerdas es el más reciente documental de la directora salvadoreña Marcela Zamora. Es una historia de resiliencia pero también de salvación, una salvación a través de la música. Es, además, una prueba de que la mano dura -o un eterno régimen de excepción- no es la solución para una sociedad rota.
Foto FACTUM/Cortesía Kino Glaz
La documentalista Marcela Zamora Chamorro decidió dejar el cine después de su película Los ofendidos, que retrata las torturas cometidas durante la guerra civil en El Salvador. “Yo me había prometido nunca hacer cine desde la oscuridad”, dijo. Cinco años después encontró la luz. Lo hizo en las historias de vida de Daniela, Karina y Brenda, las tres protagonistas de su más reciente documental El sentido de las cuerdas. “Encontré en ellas algo que no podía ver en mí”, aseguró.
“No es una historia de pandillas”, comentó en una plática con Factum. Zamora acompañó durante tres años a las protagonistas, jóvenes que recibieron violencia física y psicológica en su infancia. Como consecuencia buscaron refugio en las calles. Es, según la directora, un viaje de restauración y empoderamiento. “La decisión de refugiarse en las pandillas las llevó a la cárcel en dónde deciden tomar un taller de música y unirse a la orquesta Sinfónica del centro penitenciario, ahí encuentran el sentido de sus vidas a través de violines y chelos”, explica Zamora.
El sentido de las cuerdas se estrenó en El Salvador, a puerta cerrada, el pasado 15 de octubre. Luego de dedicarle cinco años a la realización del documental, Zamora dice sentirse muy empoderada con su película.
En esta entrevista, Zamora también habló sobre los efectos del actual régimen de excepción (que ya supera los 8 meses) en sus protagonistas y lamentó no haber podido presentar su documental a puertas abiertas. La directora considera que el régimen de excepción por sí mismo no resolverá los problemas -el iceberg lo llama ella- que hacen que jóvenes no tengan educación, información o cultura y, en muchos casos, terminen en cárceles o centros de internamiento.
¿Cómo llegaste a este documental?
Llegué hace cinco años. Fíjate que todo nació cuando terminé Los ofendidos, mi anterior documental que es sobre los torturados de la guerra civil salvadoreña, en donde me di cuenta de que mi padre había sido torturado por la Policía Nacional durante 33 días. Mi premisa para hacer un documental es la luz, encontrar la luz en los lugares más oscuros y filmar ese documental documental fue doloroso.
Mi reflexión de abandonar el cine por un tiempo comenzó después de leer una entrevista que le di a Factum en la que no me reconocí. Al leerla pensé ‘¿quién es esta mujer tan oscura?’ Mis documentales, siempre he dicho, retratan la oscuridad pero siempre desde la luz. Un poco como el cine, es decir, tú no puedes tomar una foto, no puedes hacer una toma sin tener un poco de luz porque no te saldrá nada más que oscuridad. Me descubrí muy enojada,indignada, muy, muy molesta, con mucha rabia. Uno puede sentir rabia, pero como documentalista debes enfrentarla. Esa rabia no puede dirigir tu documental.
Hasta que un día, hace casi 5 años, me habló una persona y me dijo “tengo un tema para que hagas un documental”. Le dije que había dejado de hacer películas pero que debido al tema tan interesante que me planteaba podía llegar a levantarle una nota en video. Me explicó: “Es un grupo de niñas dentro de una cárcel de menores del ISNA”. Estas niñas vienen de sectores de pandillas rivales; han pertenecido o colaborado con las pandillas.
Ellas están en la cárcel y por primera vez se arma un grupo en donde se juntan jóvenes y niñas que vivieron en sectores o colaboraron con la MS (Mara Salvatrucha) o la 18 (Barrio 18) e incluso las que llegaron ahí sin hacer nada.
Iban a dar su primer concierto en el Teatro Nacional. Me fui a filmar con el fotógrafo Guillermo Argueta y con un sonidista. Hicimos lo que en su momento fue el inicio del documental y fue impresionante porque hice varias entrevistas. Comencé a encontrar en ellas una carencia de sentido de vida muy fuerte. Tenían miradas perdidas. Hablaba con ellas y se iban al pasado. Era una conversación muy profunda, muy íntima, sin siquiera conocerlas tanto. Pero les mirabas un destello de querer recuperar ese halo de luz, ese halo de vida. A una niña le pregunté: “¿qué es lo peor que te pudieran hacer ahorita?” Ella se quedó pensando, de hecho era la líder del sector de la MS, y me dijo: “Que me quiten el violín”. ¿Por qué?, le dije. “Porque para mí el violín es todo. Para mí el violín es volver a pensar que valgo la pena”.
Me rompió por dentro.
Comencé a visitarlas porque quería. Nunca creí que estas niñas que tenían tan poca luz me iban a dar a mí tanta luz, que yo iba a recuperar esa luz que yo había perdido y que tanto necesitaba para poder volver a filmar.
Fue un proceso largo darme cuenta que quería hacer una película sobre ellas. Después de unos meses decidí hacer el documental pero llegó la pandemia, entonces me cerraron todo, el acceso a las cárceles. Luego entró el gobierno de Nayib Bukele, donde fue imposible entrar a cualquier cárcel y junto a eso las represiones y las capturas masivas.
Entonces, decidí darle un giro al documental y centrarme en tres personajes que acababan de salir del centro penitenciario y preparaban juntas, en un albergue, una gira musical por España. Yo creo que en dos años de posproducción edité unas siete películas. De hecho, uno de los editores, Leopoldo Nakata, hizo todo un trabajo psicológico conmigo. Él no terminó editando la película, pero con Leo tuve un momento muy interesante porque los editores son como los psicólogos dentro de la producción cinematográfica, porque les llega todo el material y un director bien dañado.
Creo que mucho tiene que ver con mi hija y por eso está dedicada a ella. Mi hija atravesó este camino de transformación a mi lado, (y) aunque yo intenté nunca meterla en la oscuridad, los niños perciben todo. Cuando la escucho tocar su batería y oírla hablar sobre su batería se le enciende un orgullo y se le iluminan los ojos, como a mis personajes. Así llegué al documental: me quedé filmando a estas chicas, ellas en su proceso y yo en el mío.
¿Cómo estuvo presente María (su hija) en el documental? ¿Cómo la ves reflejada?
Fui a visitar a mi padre. Lo encontré en su cama escribiendo en su computadora, me senté junto a él a platicar de James Garbarino, de su libro Listening to Killers, en donde explica que tenemos una parte del cerebro que genera la piedad. Y cuando un niño pequeño es expuesto a un acto de violencia o comete un acto de violencia grande, esa parte del cerebro se anula, se endurece y pasan de ser sociópatas a psicópatas. Estos niños, si crecen en un entorno violento y se les presenta un momento de violencia, pueden levantar una pistola y tirar un balazo sin sentir remordimiento.
Le decía: “Papá, fíjate que yo pienso mucho en lo que le pasó a estas niñas, en la violencia que vivieron de pequeñas y también pienso en lo que me pasó a mí de chiquita”. En la guerra también fui víctima de violencia. Volaron mi casa en mil pedazos, unas bombas. Querían matar a mi papá en varias ocasiones. Le comenté que nunca sentí mucho valor a la vida; le sentía valor a la vida de los demás, siempre en mis documentales quise darle valor a la vida de los otros.
Creo que mi hija vino a salvarme. María vino a activar esa parte de mi cerebro que no se activaba, esa profunda necesidad de querer vivir por alguien. Cuando ella nació, se me activó un miedo profundo a la muerte. Sé que María no va a ser una niña que va a quedar sola, ¿me entendés? Pero tengo un pánico a morir que nunca había sentido antes.
Creo en todos los tipos de maternidades. Respeto a las madres que no son tan maternales y le doy mucho valor a las mujeres que no quieren pasar por la maternidad. Pero también hay mujeres súper maternales. Siento que cuando vos sos madre te despojas de muchísimas máscaras, tabús, vergüenza. Te despojas porque no tenés tiempo para eso, te despojas de tantas cosas que queda la esencia nada más. Soy feminista y creo que el feminismo es empoderarte como mujer y para muchas de nosotras una parte fundamental de ser mujer es la maternidad. Ese es mi caso.
Desde que tuve a María comencé a hacer documentales desde otro punto, desde una Marcela mucho más madura, mucho más consciente del riesgo, mucho más consciente del dolor. Ya lo era, pero mucho más consciente del dolor de la otra, de lo otro de mi misma. María me ha aportado humanidad.
Ahorita que mencionas que sos feminista, ¿fue adrede hacer un documental tan empoderador?
Es parte del proceso. No, yo creo que nunca hago nada adrede. Es que no me sale. Y creo que mis personajes un poco reflejan el estado de vida por el que estoy transitando. De hecho sos la primera persona que me pregunta eso. No lo había visto así.
Fíjate que hay unas tomas que no salieron en el documental. Quería comenzar el documental con unos espejos y me hice una toma con un espejo reflejándome, y a cada una de mis tres personajes. La idea de comenzar con eso era un poco que este documental es un reflejo mío y de mis personajes.
Les enseño las películas a mis personajes cuando están terminadas. Hice una proyección con ellas y fue durísimo. Podrían haberme dicho que no les gustaba -era bastante probable- o que no querían que expusiera las violencias por las que transitaron, pues son cosas muy fuertes y fue muy duro para ellas. Pero se sintieron representadas de una manera muy respetuosa, que es lo que quise hacer.
Hablemos de Daniela, Brenda y Karina, ¿qué significan ellas para tí?
Creo que es un poco lo que dije en el discurso antes de la película. Encontré en ellas algo que no podía ver en mí. Encontré en estas jóvenes que sí cometieron errores en su vida, pero venían de ser violentadas de unas maneras tan duras, tan inhumanas, que ellas no merecían una condena. Ellas merecían piedad, atención y apoyo. Ellas merecían volver a soñar, sentido de vida. Ellas necesitaban oportunidades tangibles para salir adelante.
Para mí ellas son eso. Me enseñaron, como cuando uno está dañado, cuando uno tiene enojo o rabia, cuando uno viene de ser violentado, que uno comete errores grandes, pero uno no merece tener una condena tan fuerte como la que se nos impone a las mujeres cuando cometemos un error. Merecen aprender a perdonarse, eso también me han enseñado. Porque uno perdona a los demás, pero no se perdona a uno.
Ellas han trabajado mucho en el perdón de ellas mismas. Entonces surgen preguntas como: ¿Por qué me dejé que mi papá llegara a eso, a nivel de violación? ¿Por qué me enamoré de alguien con el que llegué a la cárcel? ¿Por qué me dejé maltratar tanto por mi padrastro? Bueno quizás porque tenían diez años de edad, o quizás porque necesitaban cuidado y nadie se los otorgó. Encontré complicidad en ellas, mucha resiliencia. Perdón que repita tanto esta palabra, pero creo que este documental habla mucho de la resiliencia y de la resiliencia con ofertas concretas. Pero cuando tenés la resiliencia a la par de oportunidades concretas, vos podés arreglarte, podés comenzar una nueva etapa de tu vida. O crear una nueva etapa.
¿Te imaginaste alguna vez que el estreno iba a ser en medio de un momento como el régimen de excepción en el que estamos?
No. Ese es otro tema gigantesco. De hecho, para mí esto ha sido bien duro porque toca a mis personajes directamente. Y fue un poco lo que también dije el día de la charla. A mí este documental me ha ayudado a ver desde otra perspectiva este régimen de excepción, tan inhumano, tan violento y violador de derechos humanos. Mucha gente lo aplaude. Yo creo que no, que hay otras alternativas. Creo que mi documental es un ejemplo de eso.
Y es un poco lo que decía en el conversatorio: ¿Qué encontró Karina, que encontró Brenda, que encontró Daniela cuando necesitaron escapar de la violencia? Encontraron en las esquinas a un pandillero, no encontraron una escuela de danza, una academia de música, un centro de atención psicológica y psiquiátrica. No encontraron al Ministerio Público, no encontraron información. No encontraron un gobierno que las defendiera o que las protegiera.
Si ellas hubieran encontrado una academia de música, ellas no hubieran tenido que pasar por la pandilla ni por la cárcel. Ellas fueran músicas porque se hubieran ido a refugiar a la música. Serían mujeres más empoderadas de lo que ya son y no hubiera tenido que pasar por todo lo que pasaron. Creo que encarcelar la punta del iceberg no te soluciona todas las otras violencias que están abajo. ¿Y ahora qué vas a poner en las esquinas? Ya quitaste a los pandilleros de las esquinas. Vaya, bien. Pero esto de abajo sigue. La violencia sigue. La falta de información sigue. La falta de cultura sigue. La falta de información sobre género, sobre educación sexual y reproductiva sigue. Los prejuicios, la pobreza, la falta de oportunidades.
Ahora que estamos en el régimen me llama la atención muchísimo eso que mencionas. ¿Ahora qué viene para ti respecto al régimen?
Estoy viviendo lo que mis papás ya vivieron, por lo que dio su vida mi tío Mario, por los que torturaron, por todo lo que pasaron mi familia y nosotros como niños. No quería que María pasara por esto. Ya hubo una guerra para tener un poco de democracia. Claro que tampoco estoy de acuerdo por cómo iban las cosas, pero siento que teníamos democracia. Ahora siento que hemos retrocedido muchísimo.Y tengo miedo. No tengo un miedo que me paralice; tengo un miedo que me pone en alerta. Con lo del estado de excepción el problema es que, claro, esto no se puede mantener para siempre. Primero porque económicamente no se puede costear, es insostenible este régimen de excepción. No se puede mantener tanto tiempo fuera a los militares y a los policías porque es un régimen de excepción, no de normalidad y están aplaudiendo una normalidad que se esfumará cuando termine este estado de excepción.
Esto le está costando mucho al país. Van a tener que reducir en educación, reducir en sectores necesarios para sostener la paz y tranquilidad. El régimen está siendo una gran olla de presión en donde la gente aguanta, aguanta, aguanta, aguanta porque sabe que ahorita no podés hacer nada ni decir nada, pero cuando eso se destape, ¿qué va a salir? O nos convertimos en la segunda Nicaragua de Centroamérica. O aquí va a haber un levantamiento muy fuerte. Mira cuántas madres han perdido a sus hijos inocentes capturados por la PNC. Son miles. Mira las violaciones a los derechos humanos.
¿Vos creés que el régimen tuvo que ver con que no te dejaran proyectar en cines?
Sí. Claro, porque bajo este régimen no te puedes defender. Los cines han sido muy amables conmigo, mi documental no es sobre pandillas ni sobre pandilleros. Pero bueno, es como querer hablar de un tema social sin hablar de migración. Es que no se puede, no podés hablar de un tema de El Salvador sin hablar de las pandillas porque es un tema transversal en casi todos los ámbitos de la sociedad. Mi documental va sobre niñas que fueron abusadas en su niñez y encontraron refugio en las pandillas, pero fue transitorio para llegar a otro momento de sus vidas.
Se ha profundizado mucho sobre el actuar de las pandillas, pero no hemos hablado de qué pasa, por qué llegan los jóvenes a esos grupos delictivos, cómo salen, qué secuelas tienen al salir de las pandillas, si es que logran salir. Entonces, claro, si llega algún fanático o alguien que quiere hacerme daño o hacerle daño a esta manera de contar la historia desde otro punto, de otra manera y desde otra alternativa, ¿verdad? Le ponen una demanda al cine. El cine no se puede defender porque estamos bajo el régimen de excepción.
No puedo proyectar mi película en cines ahorita porque no tienen garantía los cines para defenderse. No es porque ellos no quieran. No ha sido una mala actitud, solo me queda esperar. Lo que voy a hacer es que voy a comenzar afuera. Es una tristeza porque nunca me había pasado, nunca había hecho la premier a puerta cerrada. Siempre hice mi premier a público abierto. Es un orgullo poder hacer cine en este país, entonces hacer una premier a puerta cerrada, sin prensa, es frustrante.
La premier fue un día hermoso, pero fue para unos cuantos y el cine no está hecho para unos cuantos. Hago cine para el mundo entero, no solo para los salvadoreños. Y no pude.
*La hermana de una de las protagonistas fue capturada por la Policía Nacional Civil, en el marco del actual régimen de excepción, diez días después del estreno de la película. En la actualidad, organizaciones de la sociedad civil han iniciado un juicio para que la hermana de la protagonista vuelva con su hija de dos años.
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