Jaime "Hulk" Varela

“Los veinte años que estuve aquí fueron mi escuela para ir a Estados Unidos y no ser un novato”

Entre una mesa de billar y la barra del Café del Ché, el músico Jaime “Hulk” Varela habló con Factum en La Mayor, tonalidad de rock & roll. Se le notaba un timbre de felicidad y melancolía en la voz. Es lo que tiene regresar al calor de una escena que le enseñó las bases para trascender en Estados Unidos.

El músico salvadoreño Jaime Varela migró en 2017 hacia Estados Unidos, junto a su familia, en búsqueda de un futuro mejor. Desde entonces, se estableció en la ciudad de San Antonio, Texas. Dueño de una larga carrera musical y considerado como uno de los guitarristas más talentosos de su generación, “Hulk” –como fue apodado desde temprana edad en El Salvador– ha integrado ahora también distintas bandas de la ciudad tejana.

Su talento lo llevó, incluso, a grabar una canción en el estudio American Sound, en Memphis, Tennessee. No es un logro menor. Se trata del mismo estudio en el que en algún momento grabaron artistas legendarios como Elvis Presley, Neil Diamond y The Whites Stripes. Jaime Varela –el mismo que formó parte de bandas salvadoreñas como P.I.G., La Iguana, Aborígenes, El Gruve y los proyectos de Lorena Cuerno y Pamela Robin– es el primer salvadoreño en alcanzar este logro.

A sus 47 años, “Hulk” puede jactarse de haber sido parte esencial de la generación musical de la posguerra salvadoreña. Desde 1992, cuando tuvo acceso a su primera guitarra, Varela destacó por su estilo y técnica. Produjo música con artistas locales, antes y después del nuevo milenio. También compartió escenario con artistas internacionales. En 2015 presentó “Gracia Activa”, su disco solista . Y dos años después se fue de El Salvador.

Foto FACTUM/Gerson Nájera. Derechos reservados. ®

Pero las cosas no fueron fáciles. En 2020, la pandemia por Covid-19 lo obligó a buscar fuera de la música otras formas de generar ingresos económicos, ya que los conciertos y presentaciones en vivo fueron clausurados para evitar la propagación del coronavirus. 

Entonces, durante el confinamiento, se enfocó en moldear su propuesta musical como solista y formó su propio trío musical. El año pasado, con el relanzamiento de su marca personal –y ya enfocado en el mercado estadounidense–, Jaime lanzó el sencillo “Hope”.

Varela pasó cinco años sin poder regresar a El Salvador. El mes pasado, cuando su proceso migratorio le dio luz verde, “Hulk” empacó la ansiedad junto al estuche de su guitarra. Bajo su brazo, para compartirlo con el público de su país, trajo su nuevo material discográfico. Fue una visita fugaz. Duró una semana y, para tocar base, programó dos conciertos. La siguiente entrevista fue realizada una hora y media antes de su última presentación en la playa El Tunco, en La Libertad.


Después de varios años de no venir al país, ¿cómo te sentís en los escenarios de Sivar?

Con toda honestidad, cuando faltaba una semana para venir, estaba ansioso porque no sabía qué esperar. Pasó tanto tiempo. Bueno… Cinco años que para mí fueron eternos. Y de alguna manera sentía ese dicho tan palpable cuando dicen que «no sos ni de aquí ni de allá», porque en Estados Unidos yo peleo para que la gente me conozca. Aquí hay gente que me conoce, pero no sabía qué esperar. Siempre comparo. Soy un músico bien activo en redes sociales, posteo todos los conciertos, a dónde estoy y con quién estoy. Todas las semanas estoy trabajando. Me ha costado y, ciertamente, la reacción con el sencillo del año pasado fue tibia con la gente de aquí. Obviamente, sé que hay un relevo generacional; sé que hay más bandas y músicos nuevos; pero siempre hay gente que sigue ahí y te comenta, te alienta, te recuerda y te saluda. Esa gente es la que hace [hace] que te den ganas de venir, que no es sencillo. 

¿Ha cambiado tu estilo para abrirte camino como músico en Estados Unidos? 

Desde antes de irme de aquí, siempre me consideré una licuadora de estilos. A mi me gusta casi todo. Y, por ser músico –porque yo me considero músico–, siempre querés aprender más. Entonces, ese bagaje de varios estilos fue lo que me hizo sacar [el disco] “Gracia Activa”, que es una mezcla de un montón de cosas. Desde que estoy en Texas, mi afición por el blues creció exponencialmente. Ahorita es el género de música que más estoy escuchando. El blues, el funk y el jazz siempre han sido mis [géneros] favoritos. Por eso, mi nuevo disco viene enfocado más en blues.

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¿Volverías a hacer música aquí en El Salvador?

Por supuesto que sí. De hecho, una de las sorpresas en mi próximo sencillo es que tendrá un invitado salvadoreño, que en su momento lo vamos a ver. Aparte de eso tengo otras colaboraciones, porque la música es compartir. De hecho, el concierto de presentación de “Gracia Activa” fue una cronología de mi trabajo. Estuvo Carlos Galicia, Mario Soriano, Eduardo Rodríguez (“El Conejo”), César Magaña y Nadia Maltez. Fue la apertura de lo que he hecho con estos artistas, para darle paso a lo que ya fue mi disco solista. Siempre he colaborado con mucha gente y mucha gente ha colaborado conmigo. 

Cuando vivías en El Salvador, ¿trabajabas a tiempo completo en la música o tenías otros ingresos?

Aquí, en El Salvador, siempre tenía que tener un trabajo y la música era algo complementario. Siempre tuve algo más que hacer; no solamente música. En Estados Unidos, desde el 2019, me he dedicado solo a la música. En el 2020, como todo se cayó por la pandemia, tuve que buscar trabajo y agarré uno por unos cuantos meses para sostenerme. A partir de la segunda mitad de 2020, nuevamente, he estado haciéndole “huevos” solo a la música. 

¿Qué es vivir de la música en otro país?

Vivir de la música es hacer que sea tu pasión. Y si te pagan por eso es una bendición. 

¿Y es lo que siempre quisiste?

Claro… (suspira).

Cuando estabas adolescente –allá por 1992– y empezabas a tocar la guitarra, ¿te propusiste vivir de la música?

Tal vez cuando empecé no lo tenía muy claro, pero a medida que mi pasión fue creciendo… Bueno, ni mi papá quería que yo fuera músico. Y él me inculcó aprender a tocar la guitarra. Él quería que yo estudiara cualquier otra carrera y, además, la música. Él nunca quiso que yo fuera músico, en una primera instancia. Entonces, ahorita ya te puedo decir que sí, la música es mi cien por ciento. O sea, me levanto y tengo que ir a tocar, porque no sólo estoy tocando en bares; también estoy tocando música para pacientes con cáncer. [Lo hago] durante el día, en algunos hospitales de la ciudad de San Antonio, con dos organizaciones que se dedican a eso, a poner arte a los pacientes.

Foto FACTUM/Gerson Nájera. Derechos reservados. ®
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Hoy que tenés 47 años, ¿cómo valorás tu trabajo y toda tu experiencia? 

¡Puta! Buena pregunta. Mirá, lastimosamente, a veces, uno mismo se desvalora de lo que uno hace. Muchas veces, uno piensa que lo que hace no merece que te paguen. Y es al contrario: todas las formas de arte deberían ser bien pagadas. Cuando estás convencido de que tu arte vale, tenés que proyectarlo, tenés que hacerlo ver, tenés que hacérselo entender a la gente que te contrata; porque aquí y allá hay gente que anda tocando por nada. Eso es en todos lados. No solo aquí. Allá es igual. 

Allá hay gente que te dice: «déjame tocar, solo voy a tocar por propinas, por tips». Porque allá la gente sí te da tips. Llegas allá y querés cobrar bien. Sin embargo, hay mucha gente que también valora si este es un músico profesional, y te pagan.

¿Te consideras un músico profesional? 

Sí, aunque a veces me ha costado, porque en muchas etapas de mi vida pensé que no era lo suficientemente bueno para ser un músico profesional. 

En retrospectiva, ¿cómo ves al Jaime Varela de los años noventa y de los dos mil? ¿Y cómo te ves ahora?

Hoy soy mejor músico que en esos años, aunque en esos años tocaba más rápido (ríe). Pero ahora tengo más criterio musical. Tengo más vocabulario musical. He tenido la suerte de tocar con diferentes tipos de músicos, artistas y géneros. Entonces, ciertamente, es como de repente hablar en otro idioma. Ahora, mi lenguaje es el blues rock. 

¿En qué momento te propusiste vivir de la música? 

Muy recientemente dije: «¡Hey! Este no soy yo». Porque no me veo haciendo otra cosa, honestamente. Si me ponés en una oficina, me matás. En varias etapas de mi vida me cuestioné si realmente eso era lo que quería hacer, y me dedicaba a trabajar, pero me desesperaba. Había algo que me faltaba. Y era, obviamente, tocar. 

¿Qué es el éxito para vos?

Siento que tenés éxito en la manera en que te sentís feliz con lo que hacés. Si sos feliz con esa manera de hacer o de vivir, ya sos exitoso. El éxito es una palabra bien relativa. Para alguna gente es tener mucho dinero. Te lo voy a poner así: el éxito de muchos músicos es tocar la canción más complicada de Dream Theater; y para otros es hacer una canción con tres acordes. ¿Cuál es tu visión del éxito? ¿Qué te hace a vos verte exitoso? Hay gente que es exitosa y no es buena. Hay gente que no es exitosa y son virtuosos. La convicción tiene mucho que ver con el éxito. Cuando ponés tu corazón en lo que hacés, la gente lo ve. Podés ser el músico más increíble y tener la técnica increíble, pero si no se lo proyectás a la gente, va a venir alguien con la mitad de tu talento y te va a sacar. Mirá a Carlos Santana. Amo a Carlos Santana, y el 75 % del planeta tierra lo ama. Carlos Santana me hace llorar… Entonces, es cómo ves vos tu éxito. ¿Qué te hace considerarte exitoso? Para mí, es lograr vivir de lo que me gusta hacer. Me considero exitoso en la medida de que he podido tocar covers, pero también tengo mi lado original. He tenido la suerte de poder tocar la música que me gusta y de proponer lo que quiero. Y eso es lo que estoy buscando. Y lo sigo buscando. Lo voy a seguir buscando hasta que pueda.

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Si producir en El Salvador es un gran desafío, ¿cómo es producir en Estados Unidos?

Es un gran sacrificio porque, realmente, producir en Estados Unidos es más caro. Necesitás un productor. Hay mucha gente que está produciendo en su casa. Fijate: hay un montón de softwares que te lo permiten, pero yo, para bien o para mal, soy de esos músicos de la vieja escuela que necesitan a su productor a la par, que esté alguien en la consola, mientras vos estás enfocado en tu performance, y no estar distraído en que tenés que apretar un stop u otros botones. Necesito a mi productor allí, que me dé un poco de feedback, que me diga esto y lo otro. Cuando estás solo, es como «¡Bah! ¡Esto es así y me gusta!». A veces necesitás una crítica constructiva. Y si es destructiva… ¡Hey! No vas a ser ni el primero ni el último.

En cuanto a la música, ¿cómo sentís que se ve a El Salvador desde fuera? 

Así te lo digo: ¡En Texas no saben nada! Cuando les digo que soy de El Salvador, no saben nada. A menos que estés en Houston. La escena más fuerte en San Antonio, Texas, es el Tex Mex, el blues y el country.  Lo que más sale de El Salvador –que en este caso es la música tropical– lo vas a ver en Houston y Dallas, que es donde hay una comunidad grande de salvadoreños. O sea, me pongo a tocar un par de canciones y hasta he hecho un arreglo en blues de “El Carbonero” y digo que eso es de mi país. Pero sí, es un arreglo pensado en el estilo de música tex mex y blues. Entonces, esto también me ha servido un poco porque me ha sacado absolutamente de toda mi zona de confort. 

¿Cómo te has adaptado a la escena musical de Texas?

Llegué y, aún a la fecha, estoy peleando para que la gente me conozca. Llegué siendo uno más. Logré meterme a mi primera banda a los cinco meses de estar en Estados Unidos. Era de country, que a mí me gusta mucho el country. Estaba feliz, pero estar tocando solo country, si bien me gusta, no es mi meta. 

Me salió otra banda que se llamaba The Strayhearts. Con ellos estuve tres años. Trabajamos mucho en varios estados. Nos fue súper bien, pero cuando vino la pandemia, se cayó. El cantante agarró otra onda, tuvo otro hijo, diversas cosas… Entonces llegó la segunda mitad de 2020 y dije: «¿Sabes qué? Yo me voy. Yo no quiero ser parte de… O guitarrista de… Yo quiero hacer mi onda. Yo soy Jaime “Hulk” Varela y quiero hacer mi marca». Así como me despedí de El Salvador, con el disco “Gracia Activa”, así es como me veía. Lo que pasa es que, como no conocía a nadie, agarré lo que me salió. Hoy, cinco años después, ya tengo mi propio trío que se llama Jaime Varela Trío, que es una banda de blues rock. Y también estoy como solista, como Jaime Varela. Peleo para entrar a la rotación de los lugares para tocar. Peleo contra cincuenta bandas. Es exagerada la cantidad de músicos allá. Y es complicado para mí, que soy relativamente nuevo en la escena de Texas.

Prácticamente, es lo que hacen las bandas aquí en El Salvador: pedir fechas en bares para tocar su música. ¿En Estados Unidos cómo es esa experiencia?

Sí, claro. La gente me llamaba cuando estaba aquí. No tenía que llamar. O hacía una llamada y conseguía fechas. ¡Nombre! Allá tengo que escribir cincuenta correos. Los mando y, si me contestan cinco, pues te digo que son muchos. El resto, ni siquiera los responden. 

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¿Cómo manejas tu imagen allá?

Los músicos que somos independientes tenemos que autosubsistir de alguna manera. La mayoría de gente está trabajando así porque los managers trabajan con bandas ya establecidas. Entonces es muy importante tener tu sitio web. Quien no tiene sitio web, no existe. Podés tener Facebook o Instagram; podés ser lo que sea, pero si no tenés un sitio web, no te ves profesional. Es decir, no tenés un kit electrónico. Hoy todo el mundo tiene página de Facebook, pero no todos cuentan con un punto com. ¿Me explico? Otra cosa, la gente se queja mucho de las regalías de Spotify y de Apple, pero ¿sabés qué? Ahí es donde la gente te ve, lamentablemente. O sea, no es un negocio vender música.  ¿Por qué creés que los grandes artistas se vuelven a juntar y salen de gira? Las ventas de discos ya no son lo que eran. Entonces, tenés que tener tu música en plataformas digitales, aunque no te genere ganancia, pero estás ahí. Entonces ya te ves como Ok. O sea, «este tiene su música donde la tiene Toto, donde la tiene Led Zeppelin». Pero hay músicos que son renuentes: «No, no… yo lo voy a meter en Bandcamp, en una plataforma que me genere ingresos directos». ¡La música ya no se vende, men! Tal vez se venden sencillos. Tal vez… Entonces, tenés que tener eso para que, por lo menos, la gente diga: «¡Ah! Este es alguien». 

¿Pero eso no está muy lejos de lo que ya hacías acá en el país? 

Aquí hay gente que está haciendo la cosa increíblemente bien, lo cual me lleva a decirte que los veinte años que estuve aquí tocando fueron mi escuela para ir allá y no ser un novato. En Estados Unidos se trabaja diferente en varias cosas, pero ya tenía yo una noción. Siguiendo a otros artistas que considero como influencia, veo lo que hacen ellos y allí está el resultado. Cada quien se maneja como quiere. 

¿Qué te hizo volver a El Salvador? 

Este ha sido un viaje fugaz. Más que nada, es para tocar base, ver familia, amigos, tocar y venir a presentar el video de mi último sencillo que saqué el año pasado. Se llamaba Hope. Presenté el sencillo el año pasado, pero hasta este año pude hacer video, porque allá todo es caro y soy mi propio productor; soy mi propio manager; y soy mi propio todo.

En Estados Unidos tuviste que recurrir a otro paisano para producir el video de “Hope”…

Claro, ahí hay una cosa bien fundamental y es que hay muchas etnias en Estados Unidos. Hay japoneses, chinos, israelitas, etc. Y se ayudan entre sí. Lamentablemente, a veces aquí en El Salvador, nosotros mismos nos hacemos mierda. Pero cuando estás afuera, de alguna manera, eso cambia. Fijate: hay mucha gente que de verdad quiere ayudar.

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¿Cuál es la participación de Rafa García, ex vocalista de Los Redd?

Mi primer contacto con él fue en el 2020, porque él estaba en Las Vegas. Entonces yo veía que él había sacado un par de videos para Alberto Daglio, ex Ultravioleta, y yo me puse en contacto con él porque ya tenía la idea de hacer el video de Hope. Yo ya había sacado un par de videos con The Strayhearts, con una productora de Austin, pero obviamente no son mis amigos. O sea, lo quiero hacer con alguien que ya conocía. Entonces hablé con Rafa. Y con la mayor disposición del mundo accedió y se fue para mi casa en San Antonio. Se quedó con nosotros. Filmamos y el resultado fue fantástico.

“Hope” lo estrenaste el 1 de julio en Youtube. ¿Cómo influyó la pandemia en tu composición?

Mirá, la pandemia juega en todo porque hice la canción en el garaje de mi casa, encerrado y sin tener trabajo, porque no había conciertos. Entonces, tiene esa melancolía del principio. No sabía cuánto iba a durar [el confinamiento por Covid-19]. Vivía en el estado de Texas y los tejanos son especiales en varias cosas. Entonces, Texas no cerró tanto tiempo. Por ahí de julio, agosto, del mismo 2020, ya empezaba a tener eventos esporádicos. Sabía que todo iba a pasar, pero nunca habíamos vivido una situación como esa, jamás en la historia, desde que estamos vivos. Y fue ese anhelo de esperanza que quise proyectar. Ahora bien, no todo está enfocado en el Covid, porque mi idea también era proyectar ese anhelo de las personas. Por ejemplo, imágenes del «No a la guerra», imágenes de gente quitándose la mascarilla, porque fue una onda tan controversial aquí, allá, en todos lados. Sí eran decisiones políticas… Fue una cuestión en la que la humanidad falló en todo aspecto y quería proyectar cosas buenas. Claro, porque ya veníamos de tanta basura, de tanto ataque. El video de Hope plantea imágenes positivas de unión de familia, imágenes de ser feliz. ¿Quién no quiere ser feliz? Eso quería proyectar. La melodía es alegre, es una canción en La Mayor. Hablando musicalmente es una canción feliz, melancólica a veces, pero es feliz.

Se nota que en “Hope” hay varias facetas tuyas. ¿Todos los instrumentos los grabaste vos? 

Sí, hay mucha influencia, desde la música folk tradicional.También hay mandolina, guitarra acústica al principio; de ahí la melodía del rock instrumental. Estoy bien orgulloso de esa canción. Solo la batería no. El resto de instrumentos los grabé yo. 

Antes de establecerte allá en Estados Unidos, ¿ya habías vivido fuera del país? 

Tanto tiempo no. El período más prolongado, de hecho, fue en 1993. Por siete meses, cuando llegué a San Francisco, pero sabía que iba a regresar. Esta vez me fui con el boleto y me quedé por cuestiones de la vida. Tenía planeado regresar en dos años, máximo tres, pero el Covid-19 se cagó en todo e hizo que el proceso que necesitaba para regresar se tardara más tiempo. Así que no más me salieron los papeles, hice planes y aquí estamos. 

Estuviste cinco años sin visitar El Salvador. ¿Qué se siente?

Como dice el poema de amor de Roque Dalton: «por los hermanos lejanos, que hemos llorado afuera cuando oímos el himno nacional». Así me tocó cinco años.