Un cambio de ciclo

Un querido amigo salvadoreño, buen conocedor de la política del país, por extensión de Latinoamérica, me escribía esto hace unos días, mientras nos deseábamos que el año 2020 sea algo mejor de lo que se está sufriendo y señalaba: “Nosotros por acá luchando con el populista que nos ha tocado. No sé dónde vamos a parar, porque el problema no solo es el régimen, sino que realmente la oposición no existe, tanto Arena como FMLN están en una crisis interna que les ha generado una especie de incapacidad para enfrentar la lucha política. El gobierno es exactamente una oposición exitosa a la oposición con su manejo cada vez más fuerte de los medios de comunicación y por otra parte con una crisis burocrática, fruto de la improvisación, un extremado centralismo en torno a la Casa Presidencial y la ausencia de un programa de gobierno, pero que aún no es percibida por la población, que lo sigue apoyando en una clara mayoría. Todo pareciera indicar que tanto nuestro panorama como el de ustedes en España no es lo más prometedor para el próximo año; y si se viene la recesión global, estaremos fritos”.

Acabo de terminar de leer el último libro de Amin Maalouf, “El naufragio de las civilizaciones”, libro que recomiendo encarecidamente a todos aquellos que les interese la “Política”, con mayúscula, es decir, la implicación del pueblo, de las gentes, en la realidad que les circunda y que no creen que el gobierno de todos debamos dejarlo en manos de aquellos que han sido “elegidos” en una elecciones llamadas democráticas y nosotros no tenemos nada más que votar.

El libro de Maalouf señala: “Cuando los espectaculares avances tecnológicos de nuestros días nos han facilitado el acceso universal al conocimiento, que vivamos más y mejor que el ‘tercer mundo’ se desarrolle… y por primera vez se podría conducir la humanidad hacia una era de libertad y progreso, el mundo parece ir en dirección opuesta, hacia la destrucción de todo lo conseguido. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”.

Si miramos alrededor, y hoy se puede decir eso, en este mundo globalizado, observamos que las manifestaciones del mundo, todas, tienen características similares. Miremos donde miremos, los jóvenes del mundo se han lanzado a decir no nos gusta el mundo que tenemos. Piensen en: Hong Kong, Chile, Francia, España, Argelia, Colombia, Bolivia… y ya no digamos Venezuela, Somalia, Yemen, Afganistán, Siria… ¿Qué está pasando? ¿Hacia dónde vamos?

Y por si ello fuera poco, se observa cómo una joven, una niña cuando empezó, ha logrado concitar a todo un universo, haciendo tomar conciencia de que vamos al desastre. Cierto que en sus actitudes hay cuestiones que extrañan: no se ha negado que la joven Greta Thunberg padece trastorno obsesivo compulsivo y trastorno de oposición desafiante, además de trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH), que su padre es un conocido actor secundario, que últimamente se dedica a ser el mánager de su hija. Pero lo que no se puede negar al margen de estas quisicosas que pueden enturbiar momentáneamente la intención familiar es que la niña ha hablado ante los organismos más importantes del mundo y ha colaborado a un movimiento que plantea realidades incuestionables, y es que estamos al borde del sin retorno, en la realidad del clima y la posibilidad de que, si seguimos como vamos, muy posible en el 2050 el mundo sea bastante invivible en tres zonas inundadas del mundo, en donde más de 500 millones de personas estarán desplazadas y las hambrunas y las sequías serán moneda más corriente que en la actualidad.

La cuestión es cómo hemos llegado hasta aquí. Qué ha pasado cuando, hasta hace relativamente poco, Latinoamérica parecía tener una época de desarrollo eficiente y de pronto nos encontramos con que países que hasta ayer iban bien, Chile, Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, se tuercen; y en Europa, la Unión Europea, los seis países que la fundaron (Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos) han pasado a ser 28: Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Chipre, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rumanía y Suecia. Y posiblemente queden 27, con la salida del Reino Unido y su Brexit, que ha dividido a la sociedad británica entre un 48 por ciento que desea permanecer y un 42 por ciento que desea salir; y por mor de los sistemas electorales y las minorías, mayoritarias, hará que se rompa el Reino Unido, ya que Escocia ya ha dicho que desea separarse para continuar en la Unión Europea, e Irlanda, la que está unida al Reino Unido, también. Todo ello ha hecho que la Unión Europea ya no sea el primer ambiente más conspicuo de libertades y derechos como pasa ya en Polonia y Hungría.

Debe aceptarse que el mundo hoy no acaba de encontrar el equilibrio. En España se llevan siete años largos con un proceso político de difícil solución y encaje, que ha traído como consecuencia que Cataluña, que era la región económicamente más fuerte de España, haya descendido de ese pedestal a consecuencia de que una minoría significativa de catalanes, minoritaria en votos, pero dadas las leyes electorales, mayoría mínima en el parlamento, haya votado la secesión y la separación de España para crear una república catalana que no reconoce al gobierno central ni a la monarquía española. Todo ello ilegal e inconstitucional, así declarado por los tribunales de justicia, y que ha llevado a los políticos que desarrollaron dichos actos a la cárcel, y que ha producido que 6,500 empresas de Cataluña se hayan marchado a otras autonomías, al igual que los dos bancos más importantes de la región y numerosos ciudadanos hayan optado por irse a vivir fuera de Cataluña, con el consiguiente deterioro social, ya que en estos momentos el índice de pobreza de Cataluña ha aumentado. “Un año más, la tasa de riesgo de pobreza crece en Catalunya hasta situarse a un máximo histórico. El 21.3 % de la población está en riesgo de exclusión social, según la Encuesta de Condiciones de Vida del 2018”, siendo el índice más alto en los últimos 15 años, dice la prensa diaria.

Estos son los datos comparativos: “En concreto, el dato es del 21.3 %, superior a todos los cálculos desde el 2004. Peor que el 20 % del 2017, el 20.8 % del 2010. Escandaloso, si se compara con el 16.6 % del 2008. Y es que una de las cifras que destaca de esta estadística es que, por primera vez, más de la mitad de catalanes (el 52.7 %) manifiesta mucha o cierta dificultad para llegar a final de mes”.

Maalouf, que fue premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2010, afirma en su libro que hemos citado: “No sabemos de qué forma, pero el naufragio tendrá lugar”. Vamos como el Titanic, derecho al desastre, si no se hace un impresionante viraje de timón al barco. En declaraciones a la prensa española en la presentación del libro que comentamos ha señalado: “Es evidente. Es un fracaso que viene de lejos. La gente tiene el sentimiento de que han sido robados, expoliados, de que hay una clase política incompetente y corrupta que los utiliza. Y tienen razón. La cuestión es saber en qué va a desembocar. No lo sé. Espero que produzca dirigentes que vengan de todas las comunidades, con una visión diferente. Siempre es más difícil para un movimiento espontáneo producir un liderazgo que expresar la cólera”.

Debe aceptarse, como han señalado connotados especialistas, que el mundo se ha desarrollado científica y técnicamente a una velocidad acelerada. Y esta evolución tendría que ir acompañada de una evolución paralela de la manera de gestionar las relaciones entre las comunidades humanas, en lo que ha habido un estancamiento, un retraso. Es bastante comprensible, pero no era inevitable. Cuando la evolución va muy rápido, no siempre tenemos el tiempo de adaptarnos intelectual y socialmente. Hay factores que han retrasado la toma de conciencia y la adaptación al cambio.

Observando a algunos líderes mundiales, piénsese en Donald Trump y sus declaraciones contradictorias un día sí y otro también en Twitter, o Putin, a Erdogan o Johnson, que reconoció al día siguiente de la votación del Brexit que había mentido y ahora, a pesar de todas las contradicciones y mentiras de su discurso, ha conseguido una mayoría significativa, es obvio que algo ha cambiado en la política.

Hoy se acepta que en democracia, gracias a la afluencia de las redes, los factores de miedo, ansiedad, sorpresa, enfado y orgullo influyan en las votaciones. Analistas sociales han descubierto formas en que los afectos como la emoción y el estado de ánimo pueden influir significativamente en las elecciones de votación del electorado. Por ejemplo, la evidencia ha demostrado que una variedad de eventos que parecen irrelevantes para la evaluación de los candidatos, pero que pueden provocar emociones, como el resultado de los partidos de fútbol o el clima, pueden afectar significativamente la decisión de voto.

Así mismo, la creación de algoritmos de votación. Buena prueba de ello fue el comportamiento de la empresa Cambridge Analytica en las elecciones norteamericanas. No debemos olvidar que Yuval Harari, uno de los científicos más connotados de nuestros tiempos, ha señalado: “Algunas de las mentes más brillantes del planeta llevan años investigando cómo piratear el cerebro humano para que pinchemos en determinados anuncios o enlaces. Y ese método ya se usa para vendernos políticos e ideologías”.

Y continúa: “El liberalismo defiende la libertad humana porque asume que las personas son entes únicos, distintos a todos los demás animales. A diferencia de las ratas y los monos, el Homo sapiens, en teoría, tiene libre albedrío. Eso es lo que hace que los sentimientos y las decisiones humanas constituyan la máxima autoridad moral y política en el mundo. Por desgracia, el libre albedrío no es una realidad científica. Es un mito que el liberalismo heredó de la teología cristiana. Los teólogos elaboraron la idea del libre albedrío para explicar por qué Dios hace bien cuando castiga a los pecadores por sus malas decisiones y recompensa a los santos por las decisiones acertadas”.

Obviamente, todo ello son opiniones, contrastes de pareceres, pero nos indica que vivimos en un mundo cada vez más mediatizado.
Hay que pensar que personajes como Trump, Putin, Bolsonaro, López Obrador, Kim Il-sung, Johnson gobiernan a través de las redes sociales y en unos casos usan más estas que los derechos de gobierno y en otras ocasiones las prohíben, como ocurre en algunos países con el acceso a internet.

Por todo ello les invito a que lean “Sapiens” y “21 lecciones para el siglo XXI”, de Yuval Noah Harari; “Tiempos recios”, de Mario Vargas Llosa; “Capital e ideología”, de Thomas Piketty; y “Mediocracia”, de Alain Deneault. Y formen su criterio leyendo e informándose, pues ello es necesario en el mundo en que vivimos, si no queremos que piensen por nosotros.


*Luis Fernando Valero es doctor en Ciencias de la Educación. Fue profesor y primer director del Centro de Proyección Social de la UCA, de 1976 a 1980. Fue profesor titular en la Universidad Rovira y Virgili de Tarragona, España, y profesor invitado en varias universidades de Iberoamérica: Venezuela, Colombia, Argentina y Brasil.

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