No nos dimos cuenta cuándo exactamente, pero de repente San Salvador se nos convirtió en Gotham, la ciudad ficticia creada por Bill Finger para situar el universo de Batman. Como Gotham, nos llenamos de policías corruptos, de empresarios que transan bajo la mesa, de mafiosos a los que les decimos narcos y de villanos de todos los tamaños. Lo que no venía en el paquete era Batman.
La cosa con la corrupción es que actúa como una enfermedad autoinmune y ataca también a los mecanismos sociales y políticos creados específicamente para restablecer el estado de derecho. Como un círculo vicioso, la impunidad engendra más corrupción, que va atacando más órganos, esos mismos que existen en teoría para combatirla. Después, o quizás al mismo tiempo, la podredumbre se vuelve un problema de auto-selección: las únicas personas que podrían salvar a los organismos de la corrupción que los pudre se alejan, asqueadas por el hedor, y la putrefacción comienza a atraer a los peores elementos. Como moscas al excremento, ahí van, quienes se sienten atraídos por la posibilidad de adquirir y mantener con total impunidad poder y dinero.
Y como no teníamos Batman, tocó inventarlo. En forma de periodismo que incomoda, que no pide permiso y que entre ofender o publicar, escogerá siempre publicar. Lo hicieron a sabiendas de que el periodismo de Batman no da de comer necesariamente -y a diferencia de Batman, no todo el mundo ha heredado fortunas- y que implicaría tocar puertas, corazones y billeteras. Lo hicieron a sabiendas de que les tocaría decirle al que paga el mariachi, en su cara, que no podían dejarle escoger la canción, porque a veces la canción tocaría contactos y amigos, o sería disruptiva del status quo que le permite a algunos vivir tranquilamente.
¿Y por qué enfocarse en la corrupción habiendo tantas cosas que también urgen en nuestro país? ¿Por qué, si la criminalidad, la pobreza, y la falta de educación en El Salvador son temas tan visibles y necesarios de solventar, enfocarnos en destapar cloacas? Porque en gran medida la corrupción es transversal y sus efectos son causales de criminalidad, pobreza y falta de educación. ¿Por qué hacerlo a través de la palabra escrita? Porque uno de los innegables efectos del periodismo bien hecho es la limitación del poder, y la corrupción es al final del día, un abuso de poder, ya se haga detrás de una enorme empresa o de un escritorio gubernamental, con una placa de policía o con una chequera.
Factum se concibió para hacer periodismo de Batman. Porque urge. Porque importa. Porque lejos o cerca de El Salvador, habemos salvadoreños que creemos que Gotham puede ser limpia y diferente. Héctor Silva Ávalos, especialmente, sabe que puede ser diferente porque creció con el ejemplo de un servidor público al que lo movía precisamente el servicio y por eso es que le dedica tantos desvelos a descubrir verdades y sacar trapos al sol: porque sabe que lo actual no es lo posible. Sabe que no hay tal cosa como demasiada transparencia. Sabe que estas ganas de un Gotham diferente son contagiosas y por eso, dos años después, muchos seguimos aquí, ya sea escribiendo, editando o haciendo barra en redes sociales, tan comprometidos con el proyecto de Factum como Alfreds a su Batman. Gracias Héctor, y gracias Factum.
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