Familiares y amigos de víctimas de desaparición forzada se han agrupado en un bloque para exigir al Gobierno una respuesta inmediata y respeto ante las denuncias por desapariciones. 

Textos y fotos: Gerson Nájera


Le pido al señor presidente (Nayib Bukele) que sea empático. ¿Qué tal si fuera la hija de él quien hubiese desaparecido? Ya hubiera desplegado a todos los policías”, dijo la madre de Carlos Ernesto Santos, un joven que desapareció el 1 de enero de 2022. Ella es parte del Bloque de Búsqueda de Personas Desaparecidas en El Salvador, que desde el pasado jueves aglutina a madres, padres y amigos de víctimas de desaparición forzada.

Carlos, de 22 años, desapareció cuando salió a correr cerca de su casa, el mismo día el presidente de El Salvador publicó en sus redes sociales un video publicitario que invitaba a la población a salir a correr para mejorar la salud y prevenir contagios de coronavirus.

El Bloque de Búsqueda de Personas Desaparecidas nació ante la falta de respuestas del Estado y ante la estigmatización pública que sufren los familiares de las víctimas de parte de funcionarios, de policías que reciben la denuncia o de los fiscales de cada caso.

La primera acción del bloque fue ir a Medicina Legal para conocer la identidad de las víctimas exhumadas en la fosa clandestina de Nuevo Cuscatlán, en La Libertad, donde han sido localizados 26 cadáveres, según confirmó el ministro de Seguridad Gustavo Villatoro.

El punto inicial de encuentro del bloque fue en la Calle Gabriela Mistral, en una modesta sala de té de San Salvador, donde, después de leer un comunicado oficial el pasado jueves 17 de febrero, algunas madres alzaron la voz por sus hijos. “Soy María Elsa Rauda y busco a mi hijo desde el 7 de enero,” dijo la madre de Óscar Rauda, un joven de 19 años que fue amenazado por las pandillas y quien está desaparecido desde esa fecha.

María Elsa Rauda, la madre de Óscar Rauda, habló durante la presentación del bloque de búsqueda. Foto FACTUM/Gerson Nájera

La madre de Óscar sostuvo en toda la conferencia de prensa una pancarta donde se leía: “Te amamos mucho Oscarito”. La misma leyenda estaba estampada en su camiseta blanca. Se sentó frente a los micrófonos y quebrada en llanto dijo: “Fui a las 24 horas que desapareció mi hijo. El investigador de la policía me dijo que mi hijo ya estaba muerto, que ya no lo buscara, que me saliera de ese lugar donde estaba viviendo porque corría peligro… Todos los que estamos aquí queremos tener ese ataúd y decir: ‘aquí está mi ser querido’”.

“Te amamos mucho Oscarito”, se leía en el cartel que sostuvo la madre de Óscar Rauda, un joven que fue amenazado por las pandillas y desapareció el pasado 7 de enero.

Afuera del salón, les esperaba un autobús de la ruta 29-A, que tenía pegados en sus costados globos, pancartas, fotografías y textos informativos de las personas desaparecidas. Lo han bautizado como “el bus de los milagros”. Aunque dentro de él viaje una enorme tragedia, como la de los hermanos Guerrero Toledo, cuya fotografía estaba acompañada con la leyenda: “Desaparecieron, fueron encontrados sin vida.”

Carlos Ernesto Abarca, de 22 años, fue visto por última vez cerca del estadio Cuscatlán, cuando salió a correr, el pasado 1 de enero. Ese mismo día fue puesta la denuncia y su caso se viralizó después que Nayib Bukele publicara un video que invitaba a los ciudadanos a que salieran a correr y hacer ejercicios.

Josué Eliezar Elizondo desapareció en Santa Ana el 4 de junio de 2011.

Las madres y familiares de los desaparecidos abordaron el bus. Cinco mujeres se sentaron hasta el final, cerca de la puerta de salida. En ese pequeño grupo había dos madres que buscan a sus hijos. Una de ellas contó que lleva 48 días sin poder dormir.

“Nunca me imaginé estar en estos zapatos. Pasa un mes, y ellos (Policía y Fiscalía) lo hacen caso antiguo. Pasa otro mes y el caso lo van dejando más atrás… Así como hacen los Chivo Pets, deberían destinar recursos para las personas desaparecidas”, dijo la mujer.

“Vale más la vida de un perro que la de un ser humano”, le replicó otra madre que portaba gafas oscuras.

Cristian Quezada, de 28 años, desapareció en San Martín el pasado 10 de enero. Su motocicleta fue encontrada quemada a tres kilómetros del sitio donde fue visto por última vez.

Hasta octubre de 2021, el Estado salvadoreño reconoció 1,191 casos de personas desaparecidas. En una solicitud de acceso a la información realizada por Cristosal, la Fiscalía cambió la categoría de desaparecidos y la sustituyó por el término “ausencias voluntarias”. En lo que va del 2022, según Zaira Navas, abogada de Cristosal, la institución no ha respondido a las solicitudes de acceso a la información pública sobre este tema.

Las madres llegaron al Centro de Gobierno, entre la Corte Suprema de Justicia y uno de los accesos hacia la Asamblea Legislativa.  Un policía permitió el ingreso a una persona a la morgue. Entró Miriam Elizondo, una madre que desde el 4 de junio de 2011 ha buscado por todo el país a su hijo Josué Eliezar Elizondo.

Un bus de la ruta 29-A trasladó al bloque de búsqueda de personas desaparecidas hacia el Instituto de Medicina Legal, ubicado en el Centro de Gobierno.

Del “Bus de los milagros” se bajan las madres que viven un calvario en la búsqueda de sus hijos e hijas. Su esperanza es encontrar una respuesta en la morgue para aliviar su dolor, y dar sepultura a los restos de sus familiares.

Amelia Raquel Ferrufino Rodríguez desapareció cuando salió de su escuela en mayo de 2018. Iba a primer año de bachillerato y estudiaba Hostelería y Turismo. Desde entonces Carmen Rodríguez, madre soltera, la busca incansablemente. Foto FACTUM/Gerson Nájera

Las autoridades salvadoreñas trabajan en la fosa clandestina de Nuevo Cuscatlán desde noviembre pasado. Allí fueron encontrados los restos de los hermanos Guerrero Toledo y de la futbolista Jimena Ramírez. Ambos casos fueron ampliamente difundidos porque pusieron el tema de las desapariciones forzadas en la agenda nacional en el segundo semestre de 2021.  Para Miriam Elizondo, no se puede descartar que haya víctimas de otros municipios en la fosa clandestina de Nuevo Cuscatlán. Y aunque reconoce que su caso es más complejo porque ya pasaron muchos años, eso no detiene su búsqueda.

El corazón de Amelia está tatuado sobre el brazo de Carmen Rodríguez, y es un recordatorio diario de amor, y búsqueda incansable por su hija desaparecida. Foto FACTUM/Gerson Nájera

 

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