Honduras atraviesa un momento político de mucha expectativa para sus ciudadanos y la comunidad internacional, en particular para Estados Unidos. En esta entrevista, el sociólogo Eugenio Sosa explica cómo cambió ese país después del golpe de Estado de 2009. Apunta que la nueva presidenta apostará por una identidad propia, sin imitar a los gobiernos de El Salvador o Nicaragua. Además habla de la oportunidad que tiene Xiomara Castro de transformar ese país si logra garantizar los derechos básicos a los hondureños y el respeto a la institucionalidad.
Foto: @hsoriano via Twenty20
El mundo tiene la mirada en Honduras. Por primera vez una mujer fue electa como presidenta: Xiomara Castro. Su llegada al poder rompe con un bipartidismo de más de un siglo. Por si eso fuera poco, el congreso eligió dos juntas directivas en enero, y este conflicto escaló a violencia física entre los parlamentarios. A esa serie de hechos se sumó otro el pasado lunes: Estados Unidos incluyó al expresidente de ese país, Juan Orlando Hernández, en la Lista Engel por corrupción y vínculos con el narcotráfico.
Para entender mejor el momento político que vive Honduras, Revista Factum conversó con el sociólogo Eugenio Sosa, quien se ha desempeñado como profesor universitario en temas de sociología, es socio fundador del Centro de Estudios para la Democracia, y se declara a sí mismo como un observador activo de la política hondureña y centroamericana.
En esta entrevista explica que la llegada de Xiomara Castro a la presidencia fue un camino de más de una década y que no se puede entender sin repasar la fisura que tuvo la élite política de ese país durante el gobierno de José Manuel Zelaya; la movilización social posterior al golpe de Estado de 2009; la irrupción de nuevos partidos políticos en el espectro electoral hondureño y el desgaste del Partido Nacional en el gobierno debido a la corrupción y el ataque a diferentes sectores sociales.
Este sociólogo hondureño considera que Xiomara Castro no tiene como referente al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, aunque reconoce la popularidad de este en Honduras. Y cuenta que quien lo ve como paradigma político es el nuevo vicepresidente, Salvador Nasralla, pionero de la antipolítica en el vecino país.
Sosa, además, comenta sobre las primeras acciones del nuevo gobierno y la resolución política de la crisis en el congreso. También advierte sobre la hegemonía de la familia Zelaya en el Partido Libertad y Refundación (LIBRE), así como la incorporación de algunos familiares en el gabinete de gobierno, aunque matiza esto al contextualizarlo como un problema de la región.
¿Qué cambió en Honduras entre los años 2009 y 2021 para que Xiomara Castro fuese electa como presidenta?
El triunfo de Xiomara Castro y del mismo Partido Libertad y Refundación no se puede entender si no se ve esta pregunta que tú haces, sin entender qué significó el golpe de Estado del 28 de junio de 2009 y que han significado 12 años de ejercicio de gobierno postgolpe concentrados en en el mismo partido: el Partido Nacional, que es un partido histórico y es parte del largo bipartidismo junto con el Partido Liberal en el país. Para 2009, la democracia en Honduras ya traía un desgaste profundo, traía un desencanto ciudadano muy grande, traía un creciente abstencionismo que iba para arriba. Cuando estaba el gobierno del presidente José Manuel Zelaya Rosales, los análisis más serios –desde independientes hasta Naciones Unidas– decían que Honduras tenía muchas características para que se produjeran crisis políticas muy grandes, esas crisis eran imaginadas como las que en ese momento se vivían en Suramérica. Además, había una economía extremadamente concentrada, lindando con una enorme desigualdad, con grandes ricos, una pobreza extendida y una situación de desigualdad y de exclusión social. Y había una nueva generación de jóvenes demandando oportunidades. A pesar de esto, en las élites políticas no se producían fisuras. También contribuía a esa estabilidad política de Honduras las remesas, que amortiguaban la pobreza. Pero lo que no se imaginaba ningún análisis es que la crisis política iba a detonar por arriba, por una crisis de las élites que iba a irrumpir los sectores sociales populares generando una crisis política de enormes dimensiones. Porque Zelaya, por alguna razón que nadie ha estudiado en profundidad con él, empieza a girar a lo que se conoce como el ALBA, al relacionarse con [Hugo] Chávez, con Evo [Morales], con todo estos gobiernos. Empieza a declararse de izquierda, empieza a tener mensajes antioligárquicos, antimatriz mediática. Es decir, Zelaya, con algunas medidas de salario mínimo, de tener relación con ALBA para combustible y algunas medicinas, etcétera, empezó a oxigenar esta idea de que a la gente no le interesaba la política. Y luego planteó lo que no le iban a permitir, que era querer convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, hacer una encuesta; y se produce el golpe y dos cosas fundamentales cambian con ello: uno, la reacción masiva de la población condenando el golpe. Una irrupción popular de alta dimensión. Grande. Y luego esa irrupción masiva hace que se fragmente el sistema de partidos políticos y entonces emergen, posteriormente para las elecciones de 2013, LIBRE como un partido competitivo que quiebra el ala liberal del bipartidismo, se fracciona un Partido Liberal, que todavía no logra recuperar oxígeno, y el Partido Nacional queda intacto. Y también emergió otro tipo de política que no existía en Honduras, esa política del outsider, de la antipolítica, con el presentador televisivo deportivo y hoy designado presidencial, Salvador Nasralla. Esos dos cambios son fundamentales: una ciudadanía movilizada y un sistema de partidos que se fragmenta, se abre, se pluraliza. Y luego nos vamos aproximando hacia las elecciones de 2017, donde se viene acumulando una serie de hechos muy duros que cambiaron las élites partidarias locales. Uno de estos son las redes de corrupción totalmente abiertas. Y en 2017 hay un pecado capital grandísimo, que es el fraude electoral, totalmente abierto. La misma OEA dijo que las elecciones debían de repetirse, pero luego Estados Unidos se decanta por [Juan Orlando] Hernández. Estados Unidos ha jugado un papel ambiguo apoyando a Hernández, porque era uno de sus hombres más confiables y permitiéndole desastres en corrupción y vínculos con crimen organizado, no dispuestos a actuar, ni siquiera investigarlo. Hernández concentra mucho poder político, concentra el poder de la corte y del congreso y eso le garantiza impunidad, incluso blinda, a través del congreso, a los corruptos. Para 2017 más que un movimiento social clásico era casi una especie de preinsurrección la que hubo realmente, donde quemaron postas, se enfrentaron con la policía, el país entró en un caos. También la pandemia muy mal gestionada, mucha corrupción en la pandemia, unas cosas extravagantes realmente, como comprar hospitales móviles que nunca llegaron. Entonces, llegamos a las elecciones de 2021 con un gobierno profundamente odiado por la ciudadanía y con mucha búsqueda de un cambio.
¿Por qué la gente confió en Xiomara Castro?
Creo que esto no es cosa menor, porque qué había sido Xiomara antes del golpe: una ama de casa que había sido primera dama, casada con un político de toda la vida, pero donde ella no hacía política directamente, ni siquiera acompañándolo a los principales eventos, salvo cuando fue primera dama. Pero Xiomara tuvo la virtud y la osadía, después del golpe, de no irse a exiliar con toda su familia, sino que se quedó en el país. Luego hizo algo que significó valentía en su momento, sin imaginarse que después iba a ser presidenta, se puso al frente de las protestas. Era como el símbolo que representaba al gobierno derrocado. Y enfrentó a los militares, hay muchas fotos con la gente de a pie, con los campesinos, con los pobladores, gaseada, lanzada a empellones por los militares. Entonces ganó mucho cariño de esta gente que estaba en la lucha del pueblo. Y finalmente, cuando le toca a LIBRE ir a elecciones, había una tendencia cuasi natural de que ella debía ser la candidata y ella ha sido la candidata única de ese partido desde 2013.
¿La victoria de Xiomara Castro cierra el ciclo político que se abrió con el golpe de Estado a Zelaya?
La gran expectativa que teníamos es que cerrara este ciclo donde hubo un retroceso democrático en libertad de expresión, en derechos humanos, que se han violentado como nunca antes. Quizás parecido a la época de la Guerra Fría. Mucho asesinato de ambientalista y una violencia que no termina de controlarse. El país pasó de ser considerado como democrático en el ranking de los organismos internacionales –que no son ni tan exigentes, basta con que haya elecciones– a ser un país considerado como híbrido, semidemocrático, autoritario, etcétera. Entonces la idea es que debe cerrarse este ciclo y debe abrirse un ciclo nuevo de reconstrucción de la democracia, de refundación dice LIBRE. Pero en todo caso, la ciudadanía sabe que hay que volver a repensar la democracia. En Honduras, la justicia se convirtió en una obscenidad. Y diría que de alguna manera simbólica hay una especie de cierre al saldar eso del golpe, porque han retornado los Zelaya al gobierno. Sin embargo, con lo que ha estado pasando en el congreso y con las propuestas que piensa llevar a cabo el gobierno, creo que en el horizonte político hondureño no estaría lejos que se abra un ciclo de inestabilidad política o de confrontación o de lucha política.
¿Qué significa para las organizaciones sociales y ambientalistas la salida de Juan Orlando Hernández del gobierno?
El movimiento social popular y en gran medida la ciudadanía está sintiendo un respiro después de estos doce años de gobierno. Sobre todo por los últimos, los años de Hernández, porque hay una leve diferencia entre él y Porfirio Lobo Sosa. Para el movimiento social popular estos años significaron persecución, muerte y exilio. Además este gobierno no tuvo ni la más mínima rendija de diálogo con ello. Normalmente le encantaba tener una o dos oenegés que le aplaudieran y tuvieran convenio para para legitimar un poco lo social, pero realmente fue hostil a la sociedad civil, hostil a los medios alternativos, hostil a la opinión pública alternativa, hostil a las organizaciones sociales y a los luchadores por la defensa de los derechos humanos y de diferente tipo. Entonces, ahora, ¿qué es lo que tienen? Una enorme expectativa de que haya un respiro, que haya mayor diálogo. De hecho, el congreso –aquí dirían: el congreso de Luis Redondo– a petición del gobierno hizo decreto de amnistía para los perseguidos en el golpe, pero también para los luchadores por la soberanía y la defensa de los recursos. Hay que ver qué efectos tendrá, pero eso permitiría descriminalizar a centenares y probablemente algunos miles de defensores de los derechos humanos.
Este lunes Estados Unidos incluyó a Juan Orlando Hernández en la Lista Engel por corrupción y vínculos al narcotráfico, ¿cómo recibió esta noticia la ciudadanía hondureña?
La ubicación en la Lista Engel no es necesariamente lo que se estaba esperando. El pueblo hondureño e incluso sectores internacionales esperaban que avanzara a un requerimiento para ser juzgado de manera directa por la justicia estadounidense, que fuera pedida su extradición. Creo que es importante que incorporen a Hernández en esta lista, pero esta lista estaba desde 2021 y no se dio a conocer en ese momento. ¿Qué significa eso? Que Estados Unidos aunque una persona tenga alto grado de corrupción no actúa, juega a la diplomacia. Sobre todo cuando son presidentes que siguen la postura de Estados Unidos los terminan tolerando. Hernández tiene pocas posibilidades de salir bien librado, probablemente no ha negociado con los Estados Unidos, que podría ser una de las opciones. La otra opción más probable es que comparezca ante la justicia estadounidense o que huya a un país que no tenga un tratado de extradición con Estados Unidos, como Nicaragua.
¿Cuál debería ser el paso siguiente de las organizaciones sociales con una presidenta que se presenta como su aliada?
Xiomara tuvo reuniones en la transición con las organizaciones sociales, no solo con los empresarios y los grupos de poder, que es lo típico. Como nunca se había dado, eso entusiasmó mucho a las organizaciones sociales. Y es que producto del golpe y de la polarización política de la sociedad, algunas organizaciones no habían vuelto a juntarse desde 2009. Entregaron a la presidenta una lista de peticiones de cada sector. Por la experiencia de América Latina y conociendo los movimientos sociales con bastante propiedad, creo que siempre hay un riesgo, aún cuando tienes un gobierno aliado, y es jugar una agenda más político-partidaria, incluso, posteriormente, una agenda electoral. Si el otro gobierno era hostil, ahora, con la puerta más abierta, el riesgo es la cooptación que les desmovilice. El movimiento social tendrá un ambiente político de mayor respeto y tiene que aprovecharlo para fortalecerse organizativamente y tener mayor capacidad de movilización para apoyar el gobierno en aquellas cosas que realmente son vitales para la sociedad y para ellos, pero también para estar claros que más allá del Gobierno, también el forcejeo es de los sectores sociales que demandan una política versus grupos de poder económico que no están a favor de esa política.
La presidenta Xiomara Castro usa palabras como “refundación” y “socialismo”, ¿qué significan estas en el contexto hondureño?
El partido LIBRE es muy diverso, tiene como dos combinaciones: algunos más vinculados a la izquierda –izquierda social, izquierda popular, porque en Honduras la izquierda política o insurgente nunca fue tan pesada como en el caso de El Salvador o de los países donde mayor desarrollo guerrillero revolucionario hubo– y otra gran parte es la que fue el ala social del Partido Liberal, porque el Partido Liberal siempre fue conservador, pero hubo adentro como pequeños movimientos, de centroizquierda, pero el Partido Liberal, cuando hubo la transición democrática en los años ochenta para acá, se derechizó y entró en una indiferenciación con el Partido Nacional. LIBRE se funda en la euforia postgolpe y colocan lo de refundación en su nombre y empiezan a hablar del socialismo democratico. En esencia, lo de refundación o lo del socialismo democrático en el ámbito político, básicamente lo que plantea es poder avanzar a una democracia más participativa, más plebiscitaria, donde los gobiernos estén obligados a hacer muchas más consultas a la gente. Y flexibilizar algunos mecanismos, porque aquí plebiscito nunca hemos tenido, está en la ley, pero nunca lo hemos tenido, porque si no lo aprueban 90 de los 128 diputados no se puede hacer. Lo que logro captar en el discurso tanto de Xiomara y de LIBRE es que buscan mayor participación ciudadana. ¿Cuál es la arquitectura democrática para esa participación? No está claro. Y en términos de Estado también hay una enorme aspiración de avanzar en el estado de derecho. Es decir, ese socialismo no tiene que ver con nacionalizaciones, no tiene que ver con confiscaciones, no tiene que ver con ataque a empresa privada, básicamente tiene que ver con poner un poco de justicia social, poner atención a lo social en salud, en educación, en el tema de violencia, en el tema anticorrupción. Si Xiomara atiende las necesidades sociales básicas, garantiza una democracia participativa y combate la corrupción, Honduras va a sentir que está en una revolución. Es decir, hay tanta carencia, el país está tan mal que a pesar de que la expectativa es altísima, si Xiomara hace cosas claras pero que sirvan a la gente va a mantener el apoyo popular y hasta puede crecer.
Una de las primeras crisis que enfrentó Xiomara Castro, incluso antes de asumir la presidencia, fue porque el congreso eligió a dos juntas directivas. Ella apoyó a Luis Redondo, para cumplir con el pacto hecho con su aliado, el ahora vicepresidente Salvador Nasralla. Este conflicto llegó a su fin en los últimos días, ¿qué le parece la forma en que fue resuelto?
La salida de la crisis finalmente fue una salida política, como tenía que ser. El enfrascamiento en una discusión de legalidad o ilegalidad no tenía perspectivas de solución, debido a que hubo problemas de origen desde el momento en que se pretendió instalar el congreso el primer día y que los disidentes se unieron con el Partido Nacional. Se cometieron muchos atropellos legales relacionados con el procedimiento legal. Entonces desde la perspectiva legal no había posibilidades de solución. Lo otro es que desde la perspectiva de legitimidad y el apoyo popular, los disidentes tenían muy pocas posibilidades de imponerse: tanto por un rechazo amplío de la opinión pública como por la presidenta, que aunque no es parte de ese poder, tenía un mandato de que se cumpliera el Acuerdo Bicentenario, un acuerdo que los diputados saben que fue importante para el triunfo de LIBRE y sus aliados políticos. Y bueno, desconocerlo los dejaba en una situación bastante complicada. Xiomara Castro como presidenta salió fortalecida de la que pudo ser su primera derrota política, porque logró sortear esa situación y creo que será muy difícil que este grupo disidente o el Partido Nacional y el Partido Liberal, que han gobernado el país, se opongan a iniciativas de ley que tienen un amplío apoyo popular.
Cuando Xiomara Castro dio a conocer su gabinete de gobierno uno de los grandes señalamientos fue por la inclusión de su hijo y de un sobrino en este. Sus simpatizantes han argumentado que es algo necesario debido al nivel de confianza y por los antecedentes del golpe de Estado de 2009. ¿Le parecen válidos estos argumentos?
Hay algo que aquí no se puede esconder y es que en el partido LIBRE –y por lo tanto ahora en el Gobierno– hay una presencia grande, cuasi hegemónica de la familia Zelaya. Esto es complicado porque en muchos países de América Latina, analizados desde los años sesenta, hay una reproducción de relaciones de poder, donde existen estructuras familiares muy fuertes. Esta de los Zelaya es bastante visible, pero si tú revisas gobiernos anteriores, hay mucho de eso siempre. En el caso de Hernández –que no estoy comparando directamente– la estructura era local, casi todos los funcionarios eran de un mismo municipio. Pesan mucho esas redes de amistad, redes de origen territorial o de familias. He escuchado a algunos abogados –abogados serios, simpatizantes del gobierno, pero serios– que han revisado esos cargos de la familia Zelaya y hasta el momento lo que han dicho públicamente es que ninguno de los cargos significa una violación a lo que la ley te prohíbe, que tiene que ver con el grado de consanguinidad y el grado de afinidad, ni siquiera al que más han criticado, que es el sobrino del presidente Zelaya, hijo del cuñado de Xiomara, que hasta lleva el mismo nombre del presidente, José Manuel Zelaya Rosales y es secretario de Defensa. Ya en términos políticos, creo que seguimos reproduciendo el peso de estructuras familiares o estructuras territoriales o estructuras de redes de amigos en los gobiernos y eso tiene que ver con las dificultades de nuestro proceso de democratización, de ampliación del estado de derecho y de modernización política.
¿Esto no riñe con la expectativa que tiene la ciudadanía de mayor respeto a la institucionalidad y que las personas más aptas lleguen a los puestos claves de gobierno?
Creo que es un riesgo. Creo que la reproducción de estos sistemas basados en estructuras familiares son un riesgo para que los gobiernos puedan decantar en abusos, etcétera. Lo veo como un riesgo, como una amenaza y que en perspectiva de futuro, una democracia consolidada y de cambio sí debería evitar ese tipo de cosas.
Para la región centroamericana, ¿qué significa este cambio de gobierno?
La democracia centroamericana está experimentando serios problemas, está experimentando serios retrocesos. Nicaragua no es el mejor ejemplo de democracia, conozco menos detalles de El Salvador, pero entiendo que hay serios problemas sobre cómo se mueve la institucionalidad democrática, y Guatemala, a pesar de que la CICIG estuvo ahí, a pesar de que se han enjuiciado presidentes y han ido presos, es un país con una democracia bastante secuestrada por los grupos de poder y hasta por estructuras criminales también, y con mucha corrupción. Entonces, para la región, Honduras es visto como una oportunidad. Hay que ver si el gobierno lo logra entender y aprovechar para avanzar en la democratización de la región. Así se le ha visto. Creo que Honduras tiene la oportunidad y las condiciones nacionales y regionales para ser un modelo de país democrático, que busca justicia social y tener una buena relación con los países hermanos de Centroamérica y con otros países como Estados Unidos.
Durante la toma de posesión de Xiomara Castro los asistentes recibieron a la delegación de El Salvador coreando “¡Bukele!”. Luis Redondo se fotografió con el presidente de la Asamblea Legislativa salvadoreña, Ernesto Castro. ¿Nayib Bukele representa un paradigma político para Xiomara Castro?
Yo creo que no. Confesamente Bukele representaba una especie de paradigma para [Salvador] Nasralla, el primer designado presidencial. Lo que pasa es que el pueblo hondureño tiene agradecimiento con Bukele y mucha simpatía, ¿por qué? Primero, porque Bukele en sus tuits atacó directamente a Hernández, que era como el político más odiado en Honduras. Eso generó mucha simpatía a Bukele. Segundo, porque también el pueblo hondureño ha sabido que es un presidente con mucha popularidad en El Salvador, entonces eso también hace cierto encanto. Entonces la gente lo ve como ejemplo de buen gobierno, además de las vacunas que donó a los alcaldes, fueron allá y todo eso. De hecho, Jorge Calix [el otro presidente del congreso Hondureño elegido por los disidentes de LIBRE y el Partido Nacional] en algún momento tuvo aspiraciones presidenciales y dentro de LIBRE le llamaban “El Bukele hondureño”, porque estaba joven y podía irrumpir en la política. Aunque los sectores más críticos siempre vieron con distancia a Bukele, con reserva, pero yo diría que Xiomara no lo ve como un referente, tampoco a Nicaragua. Yo creo que buscará alguna arquitectura propia. Pero es seguro que si él [Bukele] viene aquí a saludar a la presidenta como lo prometió, va a tener mucha ovación del pueblo hondureño.
¿Entonces descarta que haya un efecto Bukele en Xiomara Castro?
Además de que lo descarto en buena parte, creo que no tiene las condiciones tampoco. El congreso realineado con Redondo a la cabeza debe elegir una corte independiente, que sería lo mejor; o aún pactada entre los partidos. Ahí va a haber mucho contrapeso. Creo que aunque ahora puedan verse como límites esos contrapesos, en otro momento pueden jugar un papel importante para avanzar en una cierta democratización. Y lo otro es que en Honduras tenemos una especie de maldición, porque nos ha hecho mucho daño, pero hay mucho peso de la política estadounidense en nuestros asuntos internos. De hecho, los gringos se han decantado con todo el deseo de apoyar este gobierno, pero creo que esperan que no reproduzca ni el modelo nicaragüense ni el modelo de Bukele.
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1 Responses to ““Xiomara Castro no ve como referente a Bukele ni a Ortega””
Si Los hondurenios ponen como Marco de referencia a bukele estan literalmente perdidos.