Carlos Ernesto Santos Abarca desapareció el 1 de enero de 2022. Desde entonces, su familia lo busca. Todos los días, su madre y su tía salen a las calles de San Salvador a pegar y repartir volantes con el rostro del joven universitario. Esperan una llamada que les indique dónde encontrarlo.
Eneida e Ivetti caminan sobre calles dañadas. Las aceras no existen. Se escucha el bullicio de los automóviles que pasan a centímetros de ellas. Con el sol golpeando sus rostros, y usando un par de zapatos cómodos porque no saben cuántos kilómetros recorrerán, cargan un bolsón donde llevan tijeras, cinta adhesiva y volantes con el rostro de Carlos Ernesto Santos Abarca, quien desapareció el 1 de enero de 2022.
Carlos es hijo de Eneida y sobrino de Ivetti. El día de su desaparición dijo que iría a correr y no volvió. Salió de la colonia Monserrat en dirección al Parque Lito Barrientos, que está a 250 metros de distancia.
El joven estudiaba psicología en la Universidad Francisco Gavidia e idioma inglés en la Escuela Americana. Su madre cuenta que practicaba natación y que le gustaba jugar básquetbol. Por esa razón estaba creando un proyecto para enseñar el deporte a niñas y niños. Formó parte del grupo Scout 93. Lo recuerdan como un amante de la música de los 80, como su padre. La pandemia fue una etapa difícil para él, por ese motivo ingresó en un tratamiento psiquiátrico, según cuenta Eneida.
Su familia no deja de buscarlo. Su padre lo hace de noche y su madre y su tía, durante el día. Juntas peregrinan colocando afiches y preguntando por él. Lo han buscado entre fincas, cañales, en pueblos y hasta en colonias consideradas peligrosas. Ivetti, la tía de Carlos, recuerda la vez que entró a la comunidad Tutunichapa, antes de que allí se instalará un cerco militar. “Lo hice con un perfil bajo”, dice. El miedo no la ha frenado. Dice que iría a cualquier lugar para obtener noticias de su sobrino.
Ambas mujeres realizan sacrificios a diario. Eneida, de 40 años, dejó de trabajar cuatro meses para dedicarse únicamente a la búsqueda de su hijo, pero tuvo que regresar cuando los gastos familiares y de rastreo se volvieron insostenibles. Ivetti, de 57 años, también lo ha dejado todo por su sobrino. Ella tenía un emprendimiento que tuvo que abandonar por la misma causa.
Cada tarde, ambas salen en busca de Carlos y ejecutan “la pega masiva”, como le llama Eneida. Eso consiste en colocar anuncios en postes, paradas de autobuses o árboles. Calculan que gastan alrededor de $140.00 en alimentación y transporte por semana. Ese monto no incluye el desembolso por los materiales que imprimen, según cuentan.
Las familias que tienen un familiar desaparecido reciben diferentes impactos: sus relaciones familiares y sociales se ven afectadas; se deteriora su situación económica al realizar la búsqueda con recursos propios; y también se enfrentan al desgaste emocional y físico, de acuerdo a Zaira Navas, jefa de Estado de Derecho y Seguridad de Cristosal.
Es viernes 6 de enero. Eneida e Ivetti salen desde las cercanías del Zoológico Nacional con rumbo a Los Planes de Renderos. Entre los dos lugares hay 11.3 kilómetros de por medio. Caminan, caminan y caminan la mayor parte del tiempo sin detenerse. En ocasiones muestran el retrato de Carlos a personas que encuentran en el trayecto.
Cerca de uno de los postes donde pegaron un cartel hay una venta de cocos. Las hermanas se acercan y enseñan la fotografía mientras explican qué fue lo que pasó. En esa conversación las otras mujeres responden con la historia de un conocido que se perdió en Rosario de Mora y apareció en San Vicente. Después de esa platica, Eneida e Ivetti hablan con esperanza. Comentan entre ellas la posibilidad de que eso suceda. Es la razón por la que buscan a Carlos fuera de San Salvador.
En el informe La desaparición de personas en El Salvador: el continuum de la impunidad, presentado el 15 de noviembre de 2022 por el Observatorio Universitario de Derechos Humanos (OUDH), se expusó que la Policía Nacional Civil (PNC) recibió 4,060 denuncias sobre personas desaparecidas entre enero de 2020 a junio de 2022. 1,309 casos corresponden a casos activos. El grupo más vulnerable son los jóvenes de 18 a 30 años, de acuerdo a datos de la PNC y de la Fiscalía General de la República (FGR).
Eneida inició una campaña, desde agosto de 2022, en las plataformas de Twitter y Facebook para visibilizar la desaparición de su hijo. Ambas cuentas tienen el nombre completo de Carlos. Allí comparten fotografías y videos de él; y también los lugares dónde las ha llevado su búsqueda.
En la ruta del viernes hay una parada singular. Encuentran a una amiga de Eneida que recién se había enterado de lo ocurrido y la contactó. Ella compartió la noticia en su perfil de Facebook y alguien le respondió en un audio que había visto a Carlos por Los Planes de Renderos. Eneida e Ivetti tuvieron que ir para escucharlo ellas mismas, pero al llegar al lugar no se encontraba quien aseguró haber visto a Carlos. Aún así aprovechan para preguntar por él a otras personas que se acercan. Un hombre analiza la fotografía y también les da esperanzas: “Yo a este muchacho lo he visto por acá”, les dice. Se queda con las fotos y les promete llamarles en caso de tener novedades.
Frente a ese lugar hay un gran árbol donde las hermanas deciden dejar un afiche con la ilusión de recibir una llamada. Eneida ha habilitado el número +503 72933150 para que le envíen informes sobre el paradero de Carlos. Esa llamada todavía no llega.
“El Salvador tiene una gran deuda con las familias que sufren la desaparición, porque no se avanza en materia penal, pero tampoco existen mecanismos para la búsqueda”, señala Zaira Navas, de Cristosal.
A Eneida las autoridades le han dicho que su hijo está vivo, pero no le presentan pruebas. “No hay un video o una foto para afirmarlo”, sostiene. Agrega que lo considera contradictorio pues al momento de ubicar a “un delincuente” lo hacen rápido. Pero no quisieron revisar las cámaras donde un testigo afirmó haber visto a Carlos antes de desaparecer.
“La obligación de las instituciones estatales es buscarlo. No es prioridad investigar los casos de personas desaparecidas. No se asume con responsabilidad y eso es un desprecio a las víctimas”, comenta la abogada Zaira Navas y agrega que para el caso de esta familia no ha existido acompañamiento.
Eneida señala que no hay buena comunicación con las instituciones pertinentes. Cuenta que el investigador del caso no le responde y tampoco le entrega avances sobre el proceso de búsqueda. “Nosotros nos hemos convertido en una familia investigadora empírica”, comenta.
Ella forma parte del Bloque de Búsqueda de Personas Desaparecidas en El Salvador. Surgió en febrero de 2022 como resultado del abandono y descriminación de las autoridades hacia los familiares de personas desaparecidas. Actualmente lo conforman 45 familias que se dividen en tres comisiones: búsqueda, fondos e incidencia y vocería en las instituciones.
En esa labor, la familia Santos Abarca ha buscado a Carlos Ernesto en San Vicente, Ilobasco, Tecoluca, San Rafael Obrajuelo, Cojutepeque, Zacatecoluca, Lourdes Colón, Jayaque, Sacacoyo, Nejapa y más de 15 delegaciones en la capital. La lista no termina allí.
Seguirán buscando y esperando esa llamada que responda la interrogante con la que salen todos los días: ¿Dónde está Carlos?