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Una reciente encuesta de Latinobarómetro, la casa encuestadora chilena, mostró una realidad que es difícil de digerir y que es muy parecida a caminar sobre lixiviado sin saber que estamos en un basurero.
En Latinoamérica, es muy popular que las sociedades aclamen a déspotas, dictadores y autoritarios a cambio de que, supuestamente, les resuelvan sus problemas.
Los dictadores que un futuro, con total certeza, decepcionarán. Y como paso seguido intentarán callar, encarcelar y aniquilar.
Podríamos apuntar y buscar culpables en muchas partes pero este ejercicio no sería autocrítico si no incluyéramos al periodismo.
El periodismo, como lo entendemos en Factum, es un oficio que solo tiene sentido si sirve a la ciudadanía. El periodismo, por tanto, debe ser útil, un ejercicio constante de revelar información que la población no podría conocer de otra manera.
Y es ahí donde desde el periodismo hemos fallado.
En las últimas décadas no fuimos lo suficiente constantes para mostrar un mejor retrato de las pandillas que nos han gobernado. Que nos siguen gobernando.
Ha sido, en parte, culpa nuestra. No hemos sabido mostrar que le rezamos a cualquier charlatán porque no hemos conocido, todavía, qué implica vivir en una verdadera democracia.
Pero nada conseguimos lamiendo las heridas de nuestros males recurrentes, de nuestros errores.
Debemos tomar acción. Debemos proponer y promover un cambio en nuestro oficio. Cambios que no serán efectivos si no rompemos paradigmas.
En Factum asumimos que vendrán más críticas, pero hemos decidido mover ficha, atrevernos a proponer cambios. En tiempos irracionales necesitamos irreverencia.
Este 31 de julio, cuando se conmemora el día de los y las periodistas en El Salvador, refrendamos nuestro compromiso para ir más allá. Para mostrar la película completa. Para ser más profesionales en un ambiente cada vez más precario. Para ser más útiles y relevantes que nunca. Este país lo merece.
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