Periodismo malcriado

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El presidente de la Asamblea Legislativa nos llamó periodistas malcriados. Nos dijo así después de que una periodista de Factum le pidiera una entrevista y luego lo cuestionara por la falta de transparencia en la aprobación del presupuesto de la Asamblea y sobre los financistas del partido Nueva Ideas. 

El poder público emana del pueblo. Esa frase, que aparece en el artículo 86 de la Constitución salvadoreña, sirve de base para entender las implicaciones de la reacción de un empleado público como Ernesto Castro.

Esto va más allá de lo obvio, de lo que a veces se reduce el concepto de democracia, del deber de ir a votar; esto también significa que los funcionarios públicos, y en particular aquellos que llegan a las alcaldías, a la Asamblea o a la presidencia, son nuestros delegados, aquellos que deberían gestionar nuestras decisiones.

Y precisamente porque son nuestros empleados, delegados del pueblo, es que están obligados a darnos explicaciones. A rendirnos cuentas. No solo a las periodistas: a cada uno de los habitantes de El Salvador. A decirnos qué hacen con el dinero que no les pertenece, que es nuestro.

¿O hemos renunciado a nuestro derecho a pedir cuentas? ¿O estamos dispuestas a dejar que nos sigan robando como ocurrió en el pasado mientras aplaudimos desde las gradas? Solo los insensatos estarían de acuerdo con algo así.

Las periodistas tenemos el privilegio -cuando no nos bloquean- de acercarnos a los empleados públicos, como Ernesto Castro, para preguntarles, para cuestionarlos, para saber qué hacen con los recursos del pueblo. Negarse a dar explicaciones, huir cobardemente de las entrevistas, esconder información, poner bajo llave las decisiones importantes del país es estar contra el pueblo.

El presidente de la Asamblea está contra el pueblo. Como lo ha estado cualquier empleado público, como el resto de diputados de Nuevas Ideas o el señor Bukele, que le niega el derecho a saber a la ciudadanía. Como lo estuvieron los políticos del pasado, como Sigfrido Reyes, que como Castro también fue presidente de la Asamblea, cuando llamó “pobres periodistas de sueldos miserables” a los que lo cuestionaban. Los enemigos del pueblo, los mismos de siempre, de ayer y hoy.

Así que si malcriados significa no renunciar a nuestro derecho a saber, entonces seguiremos haciendo periodismo malcriado.

Si malcriados significa buscar las explicaciones de cómo se gastan el dinero para contarle a la ciudadanía, entonces somos periodismo malcriado.

Si malcriados significa cuestionar al poder aunque este se incomode y luego aproveche su púlpito para burlarse con matonería, con gusto somos malcriados.

En Factum seguiremos haciendo las preguntas necesarias. Seguiremos haciendo un periodismo ético, útil e irreverente. Seguiremos haciendo periodismo malcriado.

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