Los héroes que no lo eran

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Ha pasado una semana desde la caída del helicóptero donde viajaba el director de la policía, Mauricio Arriaza Chicas, otros jefes policiales y el principal señalado en el millonario desfalco de la cooperativa Cosavi. Y las preguntas y dudas después del incidente se multiplican.

¿Qué pasará con el caso Cosavi después de la muerte de Manuel Coto, quien fuera el gerente de la cooperativa, capturado en condiciones anómalas en Honduras y acusado de malversar 35 millones de dólares? ¿Por qué la cúpula policial acompañó ese operativo? ¿Cómo se reestructurará la Policía después del fallecimiento de Arriaza Chicas y de uno de los subdirectores, Douglas Omar García Funes?

La opacidad y falta de transparencia tiene un precio muy alto. En El Salvador se está imponiendo la práctica institucional de no ofrecer información de interés y relevancia pública. Buena parte de los ciudadanos ha normalizado la reserva de información como una práctica tolerable, cuando en realidad se trata de un derecho negado.

En materia de seguridad, así como hemos desconocido los detalles del presunto Plan Control Territorial publicitado por el gobierno de Bukele en 2019, también nos han querido ocultar la improvisación del Régimen de Excepción. Y cómo su ejecución fue, en realidad, un remedio efectivo para maquillar el destape de la negociación con pandillas.

Ahora también enfrentamos un escenario de incertidumbre en relación a los inminentes ajustes que Bukele deberá implementar en relación a los mandos policiales.

“Esta mesa se quedó sin una pata. Hoy por hoy, no sé cómo voy a reemplazar (a estos funcionarios) en la institución”, dijo Bukele. Y esto es preocupante, pues se trata de una decisión trascendental que afectará al manejo de la seguridad pública en El Salvador. Es también desalentador porque no se ven señales de que habrá transparencia en el manejo de estos asuntos.

No resulta extraño que a partir del incidente aéreo, gran parte de la población haya reaccionado construyendo teorías de conspiración. A eso nos han acostumbrado: a no saber nada y, por ende, a imaginar posibles explicaciones desde el sentido común de las convicciones y afinidades políticas.

El mismo presidente de facto, en su primera reacción, alimentó estas teorías. Eso es lo que sucede cuando a la gestión pública se le maneja como un tablero de ajedrez sujeto a los designios de una estrategia publicitaria.

A media semana, fiel a sus intereses propagandísticos y al deseo de levantar una imagen que cada vez se muestra más golpeada, Nayib Bukele aprovechó el montaje de un acto fúnebre –con alfombra roja– para realizar un mítin en el que buscó construir e instalar una narrativa de heroísmo alrededor de los funcionarios fallecidos.

Los buitres de la política nunca desaprovechan las oportunidades. El presidente se parará en todos los ataúdes que sean necesarios para seguir escalando.

Pero lo que omite esa narrativa de heroísmo es que ese alto mando policial optó por jugar un papel decisivo y protagónico en distintos pasajes oscuros de la historia reciente del país, como en la imposición de un Régimen de Excepción que continúa negando derechos humanos.

También fueron piezas fundamentales en otros sucesos que restan lustre a su servicio a la nación. La historia deberá recordar que –al igual que como ocurrió con gobiernos anteriores– estos mandos policiales también participaron en una comprobada negociación con las pandillas.

No se podrá borrar la displicencia e inoperancia exhibida en casos como el de las víctimas del expolicía Hugo Osorio en Chalchuapa; o con el caso del asesinato de la agente Carla Ayala en un lugar que estaba repleto de policías.

Tampoco se podrá pasar por alto los intentos por ocultar la liberación de líderes pandilleros que purgaban cárcel y la decisión de recurrir a grupos de narcotráfico para lograr su recaptura.

La historia no puede omitir que estos mandos policiales aportaron la  fuerza y el sostén que posibilitaron la imposición de una reelección presidencial inconstitucional. O la toma ilegal de la Asamblea Legislativa.

Hace unos años, Bukele llamó “héroes” al personal de salud que se sacrificó en la pandemia… hasta que dejaron de ser útiles para sus intereses políticos.

Ahora la construcción del heroísmo es diferente. Pero como fue antes con el personal de salud que verdaderamente trabajó en condiciones lamentables, como ahora con los funcionarios de dudosas credenciales, la intención sigue siendo la misma: la manipulación de las masas.

El heroísmo no puede ser construido desde una agencia publicitaria.

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