Dictador no come dictador

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Venezuela fue a elecciones presidenciales y el resultado, aunque esperable dentro de un régimen autoritario, permitió quitar varias máscaras a miles de kilómetros de distancia. Permitió mostrar que, aquí y allá, las élites políticas que nos gobiernan, carentes de ningún valor e ideología, actúan como buitres del poder.

En El Salvador, donde un séquito de oportunistas  venezolanos disfrazados de asesores se lamenta, un decadente partido de izquierda celebra y un presidente de facto da saltos mortales para transformarse, las elecciones de Venezuela desnudaron la incoherencia diaria de nuestra podrida clase política.

No importa cuándo vean o lean esto.

El robo de las elecciones no ocurrió el día de las votaciones. Ocurrió meses antes, cuando el régimen, que controla todas las instituciones, dio forma a un proceso oscuro, poniendo todas las condiciones a su favor.

Comenzó mucho antes, cuando la policía y las fuerzas armadas decidieron dejar de ser apolíticas y se convirtieron en guardias pretorianas. Comenzó mucho antes, cuando el Congreso y la Corte Suprema actuaron como títeres del presidente que intenta forzar su estadía en el poder.

Hablamos de Venezuela, pero también hablamos de El Salvador. Porque en el fondo, salvando las particularidades de cada país, los dictadores actúan de la misma manera.

No dependen del país donde nazcan; dependen de sus acciones: de lo mucho que amen el poder y el dinero para ser capaces de subyugar a cualquiera.

Las elecciones venezolanas mostraron que el grupo de venezolanos que asesora a Nayib Bukele es un fraude. No para los intereses de la familia presidencial, si no para sí mismos y para los que, en su país, alguna vez les creyeron que luchaban por la democracia y no por sus bolsillos.

Las elecciones venezolanas también comprobaron que el FMLN, que alguna vez gobernó a El Salvador, es un manojo de oportunismo e incoherencias. Es una vergüenza. Y que el ostracismo lo tiene más que merecido.

A los asesores venezolanos y al FMLN no les molestan las dictaduras; lo que les molesta es no encabezarlas.

El caso de Bukele es aún peor. En un pasado que quisiera borrar, como los tuits donde antes alababa a Hugo Chávez, Bukele tuvo (o tiene) una enorme conexión con Venezuela. Más allá de los asesores que lo alentaron a convertirse en Maduro.

No hay que olvidar que Bukele recibió dinero de Venezuela. La oscura diplomacia del petróleo lo tocó cuando era alcalde de Nuevo Cuscatlán y sus ambiciones de poder ya eran ilimitadas. Bukele recibió casi 2 millones de dólares a través de una empresa de Alba Petróleos.

Factum publicó la información cuando Bukele ya había llegado a la presidencia, en 2019. Y el presidente no tuvo más que aceptarlo. Aunque nunca dio explicaciones de esos fondos.

Ni de sus vínculos con José Luis Merino ni el resto de efemelenistas que lactaron del petróleo venezolano.

Así que cuesta mucho creer las palabras de Bukele. En general, pero en específico cuando se refiere al fraude en Venezuela. No porque no sea cierto, si no porque sus acciones dicen otra cosa.

Porque es imposible no verse a sí mismo en el espejo venezolano. Porque el manual autoritario ya está inventado y les aplica a todos. Porque dictador no come dictador.

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1 Responses to “Dictador no come dictador”

  • Estoy empezando a formarme una percepción un tanto sospechosa de FACTum. El problema central del prrroyecto Guaidó 2.0 es por la posesión de los recursos naturales de los países del sur global. Agradecería que analizaran las estrategias mediáticas y golpes blandos del occidente colectivo y neocolonial. ¿Por qué no hubo revolución de colores en el golpe de estado en honduras? o la toma de posesión inmoral, ilegal y espuria en El Salvador donde Las Macorinas Machado antigolpistas han sido asesinadas o enviadas a prisión. Por favor, para seguir creyendo en ustedes, ¿cuál es su verdadera agenda? ¿Es limitada la profundidad de los análisis? Saludos fraternos.