Los antiimperialistas iberoamericanos tenían una expresión para aquel hispanoamericano que se arruga ante el imperialismo yanqui. Le decían “sí, buana”, es decir, “sí, señor”.
Ante la cesión total que acaba de hacer el presidente de México al órdago a la grande que le ha hecho Trump de aumentar los aranceles un 5% al productor que importaba de México hasta llegar al 25% si no corregía el flujo de migrantes hacia los Estados Unidos, ya hay quienes dicen que Andrés Manuel López Obrador, AMLO, acaba de hacer un cipayismo impresionante.
Nadie puede negar que es impresionante el flujo que en el mundo está habiendo de personas que se trasladan de sus países de origen a otras zonas para poder vivir o, si se quiere, subsistir con una calidad de vida mejor, a causa del hambre, las guerras, la violencia, el asesinato, la esclavitud. Eso ocurre en Iberoamérica, en donde miles y miles de verdaderos ríos humanos se desplazan desde el sur hacia el norte, convirtiendo a México en una zona de paso que difícilmente puede aguantar tal presión. El mes pasado había aumentado un 200% la afluencia de emigrantes hacia los Estados Unidos.
Trump, harto de ver que su promesa estrella, el levantamiento de un muro inmenso en la frontera mexicano-estadounidense, no podía cumplirse, ya que todas sus decisiones han sido cuestionadas por la ley o han sido imposibles de llevar con aprobación del Congreso, ha usado la carta que le es más favorable y que está dándole resultado: hacer ver al que se le pone enfrente “o haces lo que te pido o esto es la guerra total de formas diversas”.
Es lo que ha hecho con China y el desarrollo de la tecnología de la inteligencia artificial, y del 5G, o lo que acaba de decir en el Reino Unido: no se preocupen, ustedes sálganse de la Unión Europea y pónganse bajo nuestra protección, les irá mucho mejor.
El papa Francisco claramente ha dicho que el mundo actual vive una coyuntura muy difícil en donde se está jugando no solamente el trabajo del ser humano y su supervivencia, sino los valores que han servido de mejora en los años que se han vivido.
El papa Francisco, en reuniones que ha desarrollado en Europa —la cual sufre a su vez un inmenso chorro de emigrantes que vienen del continente africano huyendo de la guerra, el hambre, la desolación y que convierten el mar Mediterráneo en un pavoroso cementerio de náufragos que dejan su vida en sus aguas—, ha exclamado que en Europa la persona humana “se reduce a principio abstracto”, que no puede ser que “no hay ciudadanos, hay votos; no hay migrantes, hay cuotas; no hay trabajadores, hay indicadores económicos; no hay pobres, hay umbrales de pobreza”.
A AMLO quizás no le ha quedado otro remedio que ceder ante la que le podía caer si no hacia lo que Trump le señalaba, que, por otra parte, debe reconocerse que la manera de hacer política de Trump ya tiene serias críticas en su propio país, pero tristemente para los demás su éxito por ahora es evidente en los Estados Unidos. Cierto es que hay políticos y organizaciones que claramente señalan a Trump lo que ha comentado la líder de los demócratas Nancy Pelosi: “Las amenazas y berrinches no son forma de negociar con nuestros aliados”.
Pero Trump, ya se sabe, ha roto todas las normas de la diplomacia internacional. Es impensable en sentido de educación y buenas maneras que un político se permita, en un viaje de Estado en donde las normas diplomáticas son andar con sumo cuidado, diga como ha hecho y dicho a los ingleses, que lo que deben hacer con la Unión Europea es no pagar nada, mandarlos al cuerno y, además, que deben elegir al que él cree que es el mejor negociante para un acuerdo, al ultraderechista y xenófobo Farage, y elegir primer ministro al conservador Ben Johnson, político que se enfrenta a un juicio por haber mentido a sabiendas de su propaganda a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea durante la campaña del referéndum sobre el Brexit del 2017.
Con todo esto, debe reconocerse que AMLO lo tenía difícil en su enfrentamiento con Trump, cuando la economía de México depende en un 70% de sus exportaciones a los Estados Unidos y a su vez le compra 100,000 millones de dólares anuales.
Lo que es más que evidente es que Trump, con sus puñetazos en la mesa del comercio mundial, ha logrado con la guerra con México, con China, con la Unión Europea, que el comercio mundial que en los años anteriores con un intercambio de bienes y servicios pasó del 36% del PIB mundial al 61%, según un ensayo del último boletín del Banco Central Europeo (BCE), se haya ralentizado (hasta el 58% del PIB), “mientras el proteccionismo ha aumentado”, señala ese texto. Las guerras comerciales desatadas por Trump precipitaron una caída del comercio del 3% a finales de 2018 y “harán de 2019 el peor año desde la crisis financiera”, según los analistas de Banco ING.
Tristemente a Trump eso no le importa nada, ya que su norma es “hago lo que me da la gana”. Una buena prueba de ello es el dato ofrecido por The Washington Post: Trump, el presidente de los Estados Unidos, en 832 días ha mentido 10,111 veces.
AMLO podía haber optado por una política diferente antes de ceder tanto terreno, ya que podía haber presionado a Trump comentando los 17,000 millones de dólares que el arancel antimexicano del 5% que ponía a los productos mexicanos costaría a la economía estadounidense unos 80,000 millones de dólares; y el de 25%, una barbaridad, y que tuviera en cuenta que varios estados norteamericanos como los fronterizos Arizona y Texas dependen de los trabajadores mexicanos y sus exportaciones de un 40% de lo que importan del exterior. Y que hay un variopinto intercambio de relaciones personales y empresariales entre los dos países y que él es parte de la economía de los estados fronterizos mexicano y estadounidense. Y que esos estados no serían lo que son sin el recurso humano, comercial y económico de México.
Es difícil imaginar cómo va a negociar, manejar, atender a los 150,000 migrantes que ingresan a México, cada mes, desde Centroamérica, buscando una vida mejor en los Estados Unidos, cómo esos miles van a ser atendidos por las autoridades mexicanas garantizándoles sanidad y educación y empleo. Es difícil de entender esa parte del acuerdo y es más que obvio que eso no se arregla con 6,000 soldados más en la frontera con Guatemala y que los guatemaltecos pongan 1,000; que El Salvador ponga 2,000 y otros tantos en Honduras.
Malos tiempos los que acontecen ante el pavoroso flujo de migrantes que está habiendo en el mundo que tiene un motivo común: salvar sus vidas y, como mínimo, poder lograr un mundo un poco mejor, ya que las alternativas de quedarse en sus países son guerras, violaciones, hambre, pobreza, miseria.
*Luis Fernando Valero es doctor en Ciencias de la Educación. Fue profesor y primer director del Centro de Proyección Social de la UCA, de 1976 a 1980. Fue profesor titular en la Universidad Rovira y Virgili de Tarragona, España, y profesor invitado en varias universidades de Iberoamérica: Venezuela, Colombia, Argentina y Brasil.
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