Los cantos de Nayib Bukele a la derecha estadounidense

Nayib Bukele muestra estar satisfecho con su primera visita a Washington, D.C. Entre el 13 y 15 de marzo vino a la capital a dar su primera ronda en los círculos de poder estadounidense. Dice que vino a mejorar la relación con su mayor y mejor socio y asevera que con eso ya cumplió su primera promesa de campaña.

Al parecer, Bukele y sus asesores entienden lo sofisticado de la telaraña política estadounidense. Comprenden el peso de la retórica populista que hoy avasalla a Estados Unidos. Por eso, supongo, escogieron a la Fundación Heritage para su primera parada y único discurso.

Heritage es un centro de pensamiento o, como la traducción literal de “think tank” sugiere, un tanque de pensamiento. Estas instituciones son animales con vida propia. Muchas son puntales filudos del enorme capital económico detrás de la política.

Heritage es una de las entidades más poderosas en el país: cultiva y fomenta a la derecha más reaccionaria y conservadora, en lo moral y lo económico. Eso explica su interdependencia con la administración del presidente Trump.

En un trabajo investigativo de la revista del New York Times, el periodista Jonathan Mahler concluyó que hacia 2018 la Heritage había introducido a cientos de  personas en puestos claves de la burocracia del gobierno de Trump, decenas de miembros en el gabinete ministerial, secretarías, embajadas, e incluso el último juez de la Suprema Corte.

Es por eso que se debe entender que el mensaje del recién electo presidente salvadoreño en la Heritage fue dirigido a la clase política estadounidense, más que a sus propios electores.

En su discurso, Bukele usó frases que caminan por la delgada línea del bipartidismo norteamericano y priorizó enamorar el oído de quienes hoy ostentan el poder, la derecha más recalcitrante de Estados Unidos.

Bukele intentó colocar a El Salvador como un aliado confiable y distinto a sus caóticos vecinos centroamericanos. Un país que en vez de dar dolores de cabeza será un país que se enrumbará al éxito. Pero el éxito según la definición y al estilo de quienes hoy deciden en el país del norte.

Creo que Bukele y su equipo también saben que en Washington ningún país centroamericano alza la voz. Los países del triángulo norte brillan por su silencio y ausencia.

Guatemala y Honduras van tras bastidores buscando algo de apoyo político a sus cuestionadas democracias. Y Nicaragua pasa aislada con su retórica ideológica. Seguramente Bukele vio todo el escenario y supo que no tomaría mucho para diferenciarse.

Bukele se presentó con la frescura que caracteriza a cualquier presidente electo. No tiene la carga de errores ni aciertos de pasadas gestiones. Se presentó como una tabla rasa. Esto le permitió quedarse en generalidades y coquetear a sus anfitriones.

Arrancó echando la culpa a los partidos Arena y al FMLN por las desgracias de las últimas décadas. Agradeció a la comunidad internacional por haber escuchado su advertencia de que era posible un fraude en su contra y gracias a ellos esto se evitó.

Luego describió la fórmula de su gobierno, que, según él, es muy simple: un gobierno limitado, libertad de expresión, democracia. Un gobierno que promueva la inversión, donde no se les cambien las reglas a los empresarios y, sobre todo, que tengan la facilidad de meter y sacar sus dineros cuando les plazca. Dijo que esta es la forma de salir adelante y dejar atrás a esos partidos que hicieron la guerra.

Esto cayó como poesía romántica para la Heritage, que minutos antes presentó a Bukele haciendo notar el paupérrimo desempeño de El Salvador, medido bajo su indicador de libertades, por supuesto. Indicador que premia al libre comercio, el libre flujo de capital, el libre albedrío empresarial, la ausencia de Estado y la libertad de los dueños de la imprenta.

Bukele decidió curarse en salud en cuanto a la migración. Frente a los conocidos insultos de la Casa Blanca hacia los centroamericanos, prefirió depositar toda la culpa en los países donde se genera la migración y entonces lanzó su primera promesa: para el final de su mandato acabará con la migración forzada. Recibió aplausos.

Segunda promesa: que para el final de su mandato no habrá tráfico de drogas. Más aplausos y ovaciones.

Dijo que El Salvador no viene a pedir regalos, sino comercio. Y para asegurar que los aplausos continuaran, procedió a colocar en la misma bolsa de dictaduras a Venezuela, a Nicaragua y a China, y añadió su pesimista visión al caos político de sus vecinos centroamericanos.

Sabiendo que después de su discurso se reuniría con el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, Bukele dedicó algunos epítetos adicionales para China, lugar donde, dijo, no había democracia ni libertades, país que no jugaba con reglas justas, que manipulaba su moneda y que amenazaba a soberanías en lugar de cooperar.

Por momentos, las frases de Bukele parecían haber sido generadas en la misma Heritage. Y solo de vez en cuando ensalzaba al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como para recordar que también puede ser el joven progre que algunos esperan.

La mayoría de la audiencia en la sala eran salvadoreños migrantes. Bukele recalcó que un 70 % de los migrantes votó por él y que quiere que regresen. Una señora dijo: “¿Sí vio lo guapo que es? ¡Qué lindo que habla inglés!”. Muchos ven a Bukele como alguien que les devuelve el orgullo de ser salvadoreños. Ese orgullo que fue extirpado al ver años de una clase política que no respondió a las necesidades.

Pero también estaba una pequeña audiencia de estadounidenses. Varios de ellos de instituciones que siguen de cerca a Centroamérica y que aún ven con escepticismo al nuevo mandatario.

Un corredor de bolsa que estaba sentado en la ultima fila dijo que vino a escuchar a Bukele porque El Salvador tiene algunos yacimientos de plata y otras minas, pero que desafortunadamente las ONG ambientalistas no han permitido explotarlas como es debido. Tiene esperanza de que Bukele dé luz verde a esto, pero es escéptico.

Las reuniones que Bukele tuvo después de su discurso en la Heritage, tanto con el Banco Interamericano de Desarrollo, Overseas Private Investment Corporation y Millennium Challenge Corporation, resultaron más de protocolo. Para “hacer presencia”, como se dice en el ambiente washingtoniano. Estas reuniones sirven para alimentar la imagen del uno al otro. Pero a la hora de poner los dólares, esto poco cuenta.

Bukele regresó a El Salvador satisfecho de su visita. Dijo que Washington, D.C., es su ciudad favorita, que le impresionaba su majestuosidad.

Sin duda a Bukele le impresiona esta ciudad. Hasta su foto de perfil en Twitter la cambió por una con gafas obscuras mientras recorre las calles de la capital del que ahora llama su mayor y mejor aliado.


*Luis Ortiz es cofundador de Voces, un podcast sobre política latinoamericana. Con el auspicio de la Escuela McCourt de Políticas Públicas de la Universidad de Georgetown. @VocesLatamerica www.VocesLatinoamericanas.com

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