Sép7imo Día: crónica de un zoom al ‘Planeta Soda’

Cirque du Soleil es la compañía circense de mayor prestigio en el mundo. Durante 33 años, la empresa canadiense ha capturado y expuesto la imaginación, el talento y la fantasía del arte más exquisito exhibido bajo una carpa en espacios terrenales. Su incursión entre la fanaticada de otras deidades —como por ejemplo, las musicales— también es notable. The Beatles (“Love”), Elvis Presley (“Viva”) y Michael Jackson (“One”) fueron objeto de la adaptación al estilo del Cirque. Pero sería su apropiación del culto a Soda Stereo lo que durante este 2017 cautivaría a Latinoamérica. La siguiente es una crónica del espectáculo que la semana pasada se estrenó en Ciudad de México y que pronto llegará a Centroamérica.

Fotos Cortesía de OCESA/Lulú Urdapilleta y César Vicuña


Hay nombres y apellidos dentro de la extensa tradición de la música popular argentina que merecen más pleitesía que el de Soda Stereo. Está Gardel. Está Spinetta. Está Piazzolla. Está Atahualpa Yupanqui. Está Charly García. Todos y cada uno de ellos han hecho de la música un reflejo automático del orgullo gaucho, una estampilla postal que identifica a Argentina por el mundo más allá de la usual y sempiterna devoción a un esférico de cuero. Y sin embargo, en cuanto a música popular en las últimas dos décadas, nadie alcanzó el nivel de veneración entre las masas que Soda Stereo, un culto que se vería potenciado por el fallecimiento de Gustavo Cerati, líder creativo de la banda. Soda es la banda del rock argentino, ese grupo al que Coldplay tuvo el detalle de rendirle homenaje en su reciente paso por aquel país; la música de Soda fue usada como símbolo de fuerza después de los terremotos en México de septiembre pasado; y Soda Stereo tiene un orgullo con el que pocos músicos (en el mundo) pueden alardear: su protagonismo representa apenas la cuarta ocasión en la que el mejor circo del mundo, Cirque du Soleil, decidió orquestar un espectáculo inspirado en música y que lleve su sello de calidad.

Desde la Patagonia hasta Ciudad Juárez, Soda Stereo es el soundtrack de la vida de muchas personas de nuestro continente. Por eso, la experiencia de encontrar su música revisitada y alimentando un espectáculo circense de la más alta calidad resulta impactante. Desde marzo del presente año, el “Sép7imo Día” se ha paseado por Buenos Aires, Córdova, Lima, Santiago, Bogotá, Monterrey, Guadalajara y Ciudad de México. La compañía canadiense ha confirmado que el show también llegará a Centroamérica: del 23 al 28 de enero se presentará en Ciudad de Panamá; del 14 al 25 de febrero estará en San José, Costa Rica; y del 10 al 18 de marzo se presentará en Guatemala.

Revista Factum estuvo presente en la función de la noche del 29 de noviembre pasado, en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México. La siguiente es la crónica de lo que pronto verán los fans de Soda en suelo centroamericano.

Bienvenidos al rito

El acto inició con el riff de “En el séptimo día”, en una referencia clara al track de apertura de “Canción animal”, el álbum más exitoso de la discografía de Soda Stereo. Se entiende entonces por qué el espectáculo también posee como apellido la frase “No descansaré”, que forma parte de esta canción.

“En definitiva [“Séptimo Día]” habla de la creación. Creo que tiene que ver con eso, ¿no? Con crear un nuevo mundo, crear estas nuevas experiencias y darle a la gente esta nueva versión de Soda Stereo interpretada o entendida por el Cirque du Soleil”, explicó Charly Alberti, baterista de Soda Stereo, en el documental “SodaCirque”, producido por la cadena HBO.

Al ingresar a la Zoom Zone —que es el área general, donde el público disfruta del show estando de pie, como si de un concierto se tratara—, el visitante es recibido por jóvenes que lucen atuendos roqueros y tribales y que se hacen llamar “Ángeles eléctricos”. Su función es orientar acerca de qué áreas de la locación serán ocupadas por los artistas, pues en “Sép7imo Día” el público también interactúa con distintos actos.

El show inició justo en el área donde yace el público general. Una jaula inmensa mostró la liberación del personaje conocido como L’ Assoiffé, quien hacía malabares con un diábolo mientras montaba una rueda gigante que se desplazaba hacia el escenario principal. Esto ocurría mientras un astronauta simulaba desafiar la gravedad e insertaba en la esfera del escenario principal una bandera con la imagen del disco “Dynamo”, la bandera oficial de bautizo al Planeta Soda. El acto continuó con una transición al tema “Cae el sol”, que impregnó de una sensación de grandilocuencia al acto, mientras en la esfera del escenario principal se proyectaban luces neón de corte psicodélico.

“Imaginamos que teníamos este planeta de Soda Stereo y que está compuesto de toda la energía de la banda. Nos encontramos con un planeta muerto y para devolverle su vida usaremos las vibraciones de la música de Soda y eso traerá vida al planeta, y será un planeta muy especial, porque será un planeta de libertad, tal como cuando tienes quince años, eres un adolescente, porque esa es la edad en la que te enamoras de un grupo y este grupo estará contigo para toda la vida”, explicó Michel Laprise, escritor y director de “Sép7imo Día”.

Al transcurrir la función se agradece mucho la selección de los temas. Aquí no hay solamente grandes éxitos radiofónicos. Hay mucho Lado B. Esta fue una decisión que tomaron Zeta y Charly Alberti en compañía de los productores del circo. La intención, se entiende, fue capturar el mood correcto para cada acto y para cada transición. “Está pensado para que esto sea una comunión con un acto, con una acrobacia. Entonces, muchas veces la atención de la gente no debe estar en la música, sino en lo que están viendo”, explicaba al respecto Charly Alberti.

Fue así como fueron apareciendo en escena más y más personajes. Bufones, acróbatas, trapecistas, bailarines. Todos fueron contagiando energía en la sección más vigorizante del show, que  transcurre entre las canciones “Picnic en el Cuarto B”, “Te hacen falta vitaminas” y “Mi novia tiene bíceps”. Aquí vimos un acto de cuerdas de saltar bastante creativo, que cede espacio a las acrobacias sobre unos revólveres  aéreos, para el tema “Ella uso mi cabeza como un revólver”.

En seguida el espectáculo vuelve al contacto directo con el público del Zoom Zone. Una acróbata emerge de los pétalos de una flor al ritmo del tema “En remolinos”, que se mezcla luego con “Crema de estrellas”. Ambas son canciones espaciales, de notable manufactura, de las que suelen esconderse de las grandes audiencias y que aparecen en los discos “Dynamo” y “Sueño Stereo”, respectivamente.

Y entonces llega el momento de escuchar “Cuando pase el temblor”, un tema para el cual el acto requiere de que el público cante la canción mientras en pantalla gigante se ven imágenes de cómo se ha vivido el espectáculo en otras ciudades de Latinoamérica.

L’ Assoiffé —”el sediento”— es el personaje principal del mundo que Sép7imo Día quiere presentar como un escape de la realidad. “Es el hombre que tiene sed… sed para la poesía, sed para la música, sed para la justicia social, sed para todo”, explica Michel Laprise acerca del dominio con el diábolo que realiza Noah Nielsen, un actor callejero canadiense que entendemos como la personificación de Gustavo Cerati en este mundo extraño. “Es un adolescente deseoso de estimulación, muy emocionado respecto a la vida, pero que se siente atascado porque la sociedad le impide alcanzar lo que pudiera ser. Sabe que puede ser más y por eso está frustrado”, explicó sobre su personaje Nielsen, en una entrevista con la revista Rolling Stone Argentina.

Su acto principal ocurre entre las canciones “Planeador” y “Persiana Americana”, a mitad del recorrido de noventa minutos que dura toda la función.

Luego llego momento de contemplar las acrobacias de alguien que jugaba de local en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México: la artista mexicana Zendra Tabasco, quien presenta un espectáculo de danza aérea en la que su cuerpo cuelga totalmente de su cabello. Su rutina de suspensión capilar fue una de las más aplaudidas en la función y ocurre durante el tránsito de la canción “Luna roja”, otra más del disco “Dynamo”.

Zendra también forma parte del elenco que para la canción “Té para tres” se mezcla entre el público, guitarra en mano, para llenar de una atmósfera más íntima la función.

También en medio del público se realiza otro de los actos más impresionantes de “Sép7imo Día”, una escena acuática protagonizada por el estadounidense Derek Broussard y la japonesa Yuka, quienes se sumergen en un pequeño tanque de agua, una especie de pecera en la que sostienen la respiración durante todo el tiempo que dura la canción “Hombre al agua”. Todos los actos de la función son espectaculares, pero quizás sea este el más espectacular de todos y el que mejor encaja con el sentido de la canción que desarrolla su danza acuática.

Derek y Yuka contienen la respiración por casi cinco minutos dentro de una pecera gigante en la que danzan al ritmo de la canción “Hombre al agua”.
Foto cortesía de OCESA.

Otro momento destacado es el que corresponde a la canción “Sobredosis de TV”, en la que vemos en pantalla las imágenes que va dejando la estela de un actor que muestra su obsesión esquizofrénica por la proyección de un televisor antiguo.

Llegados a este punto, el show se aproxima al final. Para entonces ya se han presentado los actos de Rueda con Marco Ruso, Dibujo de Arena, Cuerda Lisa y Mástil Suspendido. Todos ellos pertenecen a canciones como “Primavera Cero”, “Sueles dejarme solo”, “Corazón delator”, “Zoom” y cierra con “De música ligera”, para la que se le pide al público que participe encendiendo sus teléfonos celulares e iluminen la noche, mientras se escucha la voz de Gustavo Cerati diciendo que aquello “parece una lluvia de estrellas”.

“Séptimo Día” cerró con una pasarela por la que desfiló el elenco completo de artistas. Cada quien fue demostrando sus mayores habilidades, mientras el público los despidió con una ovación total.

Puede decirse que el show mantiene el estándar altísimo de calidad que caracteriza al Cirque du Soleil, pero que alcanza otra dimensión cuando armoniza con las canciones de una banda que penetró tanto en la psiquis de una generación completa en Latinoamérica. Sin duda se trata de un espectáculo de primer mundo que conduce a Soda Stereo a un estrellato que merecían en sus años más productivos, pero que debido a las barreras del lenguaje no pudieron llevar al resto del mundo. Ahora, a través de una adaptación circense, pueden asegurar que sí lo han conseguido.

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