Casi a manera de sumario de 2020, Revista Factum habló con Mariano di Cesare, guitarrista, vocalista y principal compositor de la banda Mi Amigo Invencible, uno de los proyectos musicales más notables del nuevo rock argentino.
Fotos FACTUM/Cortesía
La renovación del rock argentino lleva ya varios años y cuenta con diversos exponentes que han logrado hacerse de un nombre dentro y fuera del país. Uno de estos es Mi Amigo Invencible, banda originaria de Mendoza y que ahora se ha establecido en Buenos Aires. El grupo nació en 2007 y a la fecha han publicado siete álbumes, aunque han alcanzado mayor repercusión para la música independiente de la región gracias a los tres últimos: “La nostalgia soundsystem” (2013), “La danza de los principiantes” (2015) y “Dutsiland” (2019).
El año pasado, la banda no dejó a sus seguidores sin un nuevo material, ya que publicaron algunos sencillos y, finalmente, un EP titulado “Nuestro mundo”.
Mariano di Cesare es el músico que lidera a Mi Amigo Invencible, pero además cuenta con un proyecto personal llamado El Príncipe Idiota. Con él conversamos acerca de temas como la pandemia, el confinamiento, la producción a distancia, los conciertos en línea, la industria musical, literatura, identidad y, por supuesto, la música de Mi Amigo Invencible.
Casi al cierre de 2020 publicaron el EP llamado “Nuestro mundo”. ¿Sirvió el nuevo material como terapia durante el confinamiento por la Covid-19?
Sí, claramente. Terapia de resistencia. La verdad es que, para nosotros, haber hecho estas canciones fue muy importante. Fue el año más difícil de todos… Lo sabemos… [Fue] un año muy extraño en el que, cuando pase el tiempo, podremos entender de qué se trató. En este momento estamos intentando surfear una ola. Medio que estamos tratando de escapar de esa ola, un poquito, buscando la tabla que está perdida por ahí. Estas canciones fueron un poco reflejo y válvula de seguridad, descarga. Y, sobre todo, respuestas a nuestra situación como grupo. Saber que… quizá suene un poco… no sé cómo sería la palabra… pero bueno, somos invencibles.
“Algo no ha terminado” es una colaboración con la mexicana Marian Ruzzi. Imagino que esta, al igual que el resto del EP, fue trabajada a distancia. ¿Cómo fue la experiencia de grabar de esta manera?
Todo se fue armando así. Todas las canciones las fuimos armando así. Vivimos todos en la misma ciudad, pero las tres primeras canciones del EP se trabajaron bajo un sistema obligatorio de cuarentena en el que no podíamos cruzar la ciudad, no podíamos cruzar los barrios y teníamos 500 metros de libertad. Entonces, todo era a puro WeTransfer y Google Drive. La distancia se acortó: ya sea México con Ruzzi o Estados Unidos con Luke Temple, que fue el productor y quien también sumó algunos sintetizadores y guitarras. Y bueno, entre nosotros, trabajarlo así también fue una especie de práctica. Ya habíamos hecho algunas cosas así, pero ahora se afianzó el método. Y un poco que también llegó para quedarse.
Siguiendo con las condiciones particulares del 2020, ustedes han tenido shows bajo las únicas dos modalidades que se pueden en la actualidad: conciertos en línea y conciertos bajo protocolos de distanciamiento. ¿Cómo han vivido esto?
Hemos tenido el privilegio y la suerte de poder transitar esas dos posibilidades. La primera fue la más intensa, que fue el streaming, porque era realmente nuevo para nosotros. Fue el primer reencuentro con un escenario después de tantos meses. Para nosotros, poder haberlo hecho con el grupo significó una especie de celebración única, única, única. Y, sobre todo, trabajamos un desdoblamiento personal que pensamos que nunca iba a suceder. Yo pensaba antes: «Nunca voy a poder ver a mi grupo», «nunca voy a poder ser espectador de mi banda». Es como algo fuertísimo de poder sentirlo, digo: «¿Cómo será Mi Amigo Invencible desde afuera?»… Y esta vez pudimos experimentar algo de eso. Porque grabamos todo en toma única; también bajo ese régimen, que fue propuesto políticamente por la banda de «no vamos a hacer algo perfecto. Seamos lo que somos: rec, plano secuencia, y que salga lo que salga». Para eso ensayamos mucho, también. Grabamos y no sabíamos qué era lo que se grabó, qué sucedió, hasta el día de la proyección general. Y estábamos tan nerviosos, como que íbamos a salir a tocar ese día. Y vernos fue encontrarnos con un grupo nuevo. Yo podía ver al baterista, a la bajista, al tecladista, a todos.
¿Y qué te pareció? ¿Te gustaste?
No, nunca me gusto. Siempre me parezco patético. Pero lo disfruté mucho. Coreábamos, saltábamos, nos emborrachamos como si fuéramos público. Fue impresionante, realmente. Me pone la piel de gallina poder recordar ese momento. No sé si volverá a suceder… y no importa. Pero cumplimos una especie de sueño utópico: poder vernos.
Como romper varias dimensiones…
Claro. Y sobre todo compartir el mismo instante con el espectador. Porque una cosa es ver un video grabado en YouTube y la otra es ser parte del público, porque lo estábamos viendo en el mismo momento, en la misma franja horaria.
En ese show hubo algo que me llamó bastante la atención: en “Desayuno continental” hicieron un guiño a “Estoy verde”, de Charly García, que a su vez hace un sampleo de James Brown. Lo traigo a colación porque muchos los mencionan a ustedes como parte de la punta de lanza de la renovación del rock argentino. Generalmente, esos relevos generacionales incluyen el parricidio. Ja, ja. ¿Cuál es la relación que tenés vos con todos estos iconos y leyendas del rock argentino?
Hablaste de parricidio. Yo soy antimonárquico. ¿Y el parricidio creo que es justamente asesinar al rey?
Ja, ja. No, al padre.
Ah, claro. En la música no podría incorporar esos términos porque… es música. Nadie le hace mal a nadie. Al contrario, todos nos hacemos muy bien entre ‘todes’. Mi relación siempre va a ser —suena aburrido el término— pero… es mi religión. Siempre voy a ser devoto de esas personas. Voy a aprender de sus errores y de sus virtudes. Voy a estar siempre agradecido de lo que me dieron y de cómo me nutrieron. Es como estar agradecido del alimento. Ellos son mi alimento. Sobre todo Charly y Spinetta. Spinetta me ha ayudado muchísimo, emocionalmente, anímicamente. Y a Charly le agradezco que haya dejado huella de locura en mí. Sin embargo, también estoy muy orgulloso de las nuevas generaciones y orgulloso de que puedan aceptar el cambio y la renovación. Que no todo debe seguir como debería de seguir. Nada es estable y cada vez es menos estable. Y las cosas que van saliendo, sobre todo este año, este día, a cada minuto hay algo nuevo. Me gusta mucho, la verdad. Estoy escuchando mucha música nueva.
¿Qué es lo que más te ha gustado de lo que estás escuchando?
No puedo evitar estar pegado por lo urbano. Lo urbano y el bombardeo de Nathy Peluso. Y Louta, por ejemplo, me gusta mucho. A Louta al principio le tenía cierto rechazo, como conservador que soy. Soy del ’85 y vengo de una provincia. Entonces, como que me cuesta un poco. Y ahora lo estoy entendiendo y me está gustando mucho. Y Nathy Peluso me vuelve loco. Pero también hay grupos más del estilo que me gusta mucho, que son Las Edades, Los Besos, bandas de aquí. Bueno, Dromedarios Mágicos de allá [México], tengo muy buena relación con ellos. Ayer estábamos hablando de hacer algo juntos. La Ruzzi, Vanessa Zamora, Isla de Caras me gusta mucho también, de aquí. Bueno, hay de todo, la lista es interminable.
Ahora que mencionás lo urbano, cuando se habla de lo latino, de la música latina generalmente es en referencia a la música de baile, ahora lo urbano; o aquella que tiene elementos tradicionalistas. ¿Vos sentís a Mi Amigo Invencible en lo latino o te da igual esa categoría que se usa, sobre todo, en Estados Unidos?
No. Sinceramente no. Porque la mayoría de la música que escucho viene de Estados Unidos. Y yo creo que los primeros discos de Mi Amigo Invencible sí tenían un guiño un poco más folclórico a lo argentino y latino. No tan latino, sino más que todo Argentino. Pero la rama rítmica que tiene Mi Amigo Invencible —que quizá se puede llegar a conectar con lo latino, en cierto sentido— es más que nada afro. Es como que lo que más nos gusta y lo que más nos nutre para llevar un ritmo, un groove o un mood es lo africano, lo jamaiquino. Sin embargo, crecí tocando punk rock y California es todo para mí. Entonces, como que no me siento latino, más que acompaño la fuerza latina desde otro lugar. Pero ya está todo tan globalizado que también es como que no hacemos folclore, entonces, ya no me siento latino. Nunca me sentí parte de nada.
Entonces, ¿cómo consigue su identidad Mi Amigo Invencible? ¿Es algo que sale natural o es algo que buscan decididamente?
Son todas decisiones que vamos tomando en el camino. Estamos hechos a base de decisiones y experimentación. La experimentación, para mí, es como el motor principal porque ahí surgen elementos que uno no espera. Y, sobre todo, surgen errores. En la experimentación imaginate a un químico mezclando líquidos y que explota de repente todo su laboratorio. Y ese error, esa explosión es única, nadie la repitió en otro lugar. Entonces, creo que dentro de lo que nosotros estamos tratando de experimentar ahora es justamente eso: darle vida a lo improvisado y a sacar de nosotros ese lugar de no planeamiento ni fórmula. La identidad medio que la hemos estado construyendo desde ahí. Pero no desde hace mucho tiempo, sino desde hace muy poco tiempo. Hemos descubierto esta nueva manera que también vino de la mano de la experiencia que tuvimos con Luke Temple, el productor de nuestro último disco, “Dutsiland”. Él nos trajo esa forma de ver la música. Nos cambió mucho la forma de ver la música y encontramos mucha personalidad. En el último disco descubrimos qué éramos nosotros y en los discos anteriores éramos pruebas de querer hacer algo que nos gustaba por afuera de la banda. Queríamos parecernos a estos, a los otros.
¿Así de difícil es lograr identidad? Porque “Dutsiland” es su disco número siete. O sea que hay seis discos de experimentación previa.
Sí, sí. Siempre fueron muy de experimentación y de laboratorio. El primer disco fue un experimento solista mío. Yo vivía en Mendoza, a 1,200 kilómetros de la capital. Me iba a venir a estudiar cine [a Buenos Aires]. Entonces, antes de irme de Mendoza quería grabar unas canciones que tenía guardadas por ahí y que no entraban dentro del género que estaba haciendo, que era punk rock. Entonces, las grabé y me vine a Buenos Aires. Entonces, la banda creció en un terreno ajeno. Todo era alquilado. Nuestro departamento, nuestra sala de ensayo. Con el correr del tiempo estuvo bien, pero después nos fuimos fijando que íbamos perdiendo personalidad, porque estábamos alquilando salas de ensayo y no eran nuestras, no era nuestro tiempo, sino que era el tiempo de una agenda, de un ser que nos ofrecía su espacio y no era nuestro sonido, sino que eran los amplificadores y la batería de esa persona. Entonces, fuimos poco a poco perdiendo personalidad y casi llegamos a separarnos por esta misma situación. Que no nos dimos cuenta de que era por perdida de personalidad, sino que por aburrimiento en ese momento. Hasta que en un momento el baterista —cuando habíamos parado la banda, es decir que no nos habíamos separado pero estábamos en planes de terminar— dijo: «Amigos, encontré un espacio nuestro». Y empezamos a armar la sala nosotros, a ‘acustizarla’ y en tres semanas tuvimos nuestro propio espacio y de repente no teníamos dos horas para ensayar sino que teníamos todo el tiempo que queríamos. Y eran nuestros propios instrumentos, nuestros propios equipos, y nos dimos cuenta que ahí realmente estábamos nosotros con nuestro tiempo y nuestro sonido. Es muy importante el tiempo y el sonido. Entonces ahí recuperamos la personalidad y la identidad.
Respecto a la personalidad e identidad, tengo la impresión de que hay mucho de literatura en las canciones que escribís. No solo por las referencias que se pueden hacer a esta, sino a las estructuras de los discos y los EP. Me recuerdan a estos collage que eran muy comunes en la literatura de los sesenta: en un mismo libro podías encontrar prosa, poesía, narrativa, etc. Y así veo la estructura de sus discos, con palabras que se repiten, ideas que abren en una canción y cierran en otra. ¿Es vital ese ejercicio completo en un álbum, que tengan como un cuerpo entero?
Sí, cuando se logra, agradezco mucho y celebro. Cuando se logra eso el concepto viene solo, no viene buscado. Por lo menos de mi parte. Nunca inicio un disco pensando: «Tengo una idea y voy a hablar sobre esto». Porque nunca sé de qué hablar. Sin embargo, cuando voy creando las canciones voy encontrando elementos que dialogan entre sí. Y que aparezcan guiños de una canción a otra; o a otro álbum nuestro; o un álbum de un tercero, de otra persona. Para mí, eso arma un tejido muy interesante. Y cuando hablo de tejido siento como dinámica. No siento como partes aisladas, sino con algo medio cósmico, en cierto sentido. Como algo que teje y nos rodea, nos envuelve. La verdad es que cuando aparecen esas cosas me divierto mucho. Tratar de usar palabras o la misma palabra o concepto en distintas canciones. Porque también lo tomé de la literatura, sobre todo de Juan José Saer, un escritor argentino, que los mismos personajes transitan en distintas novelas y es bastante divertido. Divertido es la palabra. Esto tiene que estar divertido. Que es justamente lo que trato de hacer y no sé si me sale. A veces me gana mucho la melancolía y lo aburrido. Pero bueno, trato de que sea lo más divertido posible. Ja, ja.
Esto a su vez exige un tipo de escucha que pueda reposar el disco, que pueda escucharlo completo, o el EP en este caso. Y ahora se habla mucho de que no hay tiempo para escuchar música, que tenés que hacer canciones cortas que inicien con el coro, para que puedan ser un éxito o ser escuchadas. ¿Valorás mucho al público que tiene y que da tiempo a que un disco se desarrolle y entenderlo?
Es una lucha constante. Yo creo que hay que tener un poco y un poco también. Hay que adaptarse un poco a los nuevos oídos. Porque no me gustaría que la gente deje de escuchar tampoco. Entonces hay que trata de engañar a los nuevos oídos con estos elementos. Esconder estos elementos en las nuevas formas. Sin embargo, no me sale hacer cosas de las nuevas formas. Me gustaría, pero Mi Amigo Invencible casi no tiene canciones con estribillos. Hay muy pocos estribillos, siempre es una canción que avanza y termina. Siempre me di cuenta de eso y dije: «Qué loco, no me salen los estribillos». Porque siento que es algo forzado y a mí me gana mucho la honestidad. Y me abruma, me aburre la honestidad ya, en cierto sentido, porque si no lo siento, no lo puedo hacer. Pero la música que escucho también está hecha con base a estas nuevas fórmulas, la música que disfruto. Me gustaría poder hacer eso, pero no me sale. Pero bueno, qué sé yo. Trato de jugar un poco como pueda y experimentar. Siempre estoy tratando de hacer canciones un poco más populares, porque también elijo esto como parte de mi vida y quiero que siga creciendo. Y no es venderse y secarse como una pasa de uva. Sino que simplemente son las reglas del juego. Es un juego. Es lúdico esto.
Cada disco es una propuesta de sonido diferente, como con una intención de expandir su sonido. A estas alturas, creo que huyen de ser encajados en una etiqueta. ¿A dónde corren? ¿Buscan un sonido imaginado o solo disfrutan cada etapa de experimentación?
Primero que nada, nos planteamos disfrutar cada etapa de experimentación y dejarlo grabado. Tipo un tatuaje de ese momento. Porque sino no tendría sentido. Nos dedicaríamos a otra cosa. Yo estudié cine. Me dedico a filmar y listo. Tratamos de que sea una experiencia única. Por eso también estoy pensando que ahora el próximo disco quiero tratar de grabarlo sin computadora, cosa que lo dudo que podamos llegar a hacerlo. Pero quiero que sea algo muy improvisado y grabarlo en vivo y que sea solo ese momento y ofrecer esos 30 o 40 minutos de experiencia de banda. Arrojarlo al mundo. A mí hay una banda que me gusta mucho, que es Khruangbin. Ellos son un referente muy grande para mí porque creo que sus discos los deben grabar un poco así, improvisados. Arrojándose al sonido y la performance. O por lo menos eso es lo que me gusta a mí. Cuando ya empiezo a escuchar una música muy trabajada y muy producida, me aburre. Pero, como hablábamos recién, no es lo que garpa. La gente acá espera otra cosa y vivimos en este país. Si viviéramos en otro lugar, en otro país, quizá sería distinto y estaríamos mas relajados. Pero acá hay que sostener también un poco la industria. Es todo una mezcla de cosas. No podemos ser 100 % libres.
¿Cómo encontrás el equilibrio para eso?
Yo no me quiero escapar, como dijiste vos. Estoy trabajando con un grupo que se llama PELS, que para mí es uno de los mejores grupos de aquí y que no son muy conocidos. Estoy produciéndoles el disco y me dicen ellos: «Le estamos escapando a la popularidad con tus ideas». Y les digo: «¿Tienen miedo». Y me dicen: «No, no, porque es muy bello lo que sale de los parlantes». Y bueno, entonces les digo: «Confiemos en que si es bello es una caricia que se encuentre con esa música». No sé, el equilibrio es tratar de que lo que suena sea lindo y nada más. Si es lindo y nos gusta a nosotros ya ganamos. Y listo, ya está. Confiá.
Hay otros elementos que acompañan a los discos, como las portadas, los videoclips, etc. Parece que es algo que cuidan mucho, incluso en sus videos más antiguos. ¿Qué tanta importancia tiene para vos en el producto final de las canciones este acompañamiento visual?
Es tan importante como el plato de comida: si el plato no se ve bien, te va a costar comerlo. Y sobre todo en este momento en el que primero entra todo por la vista, porque nosotros publicamos desde las redes sociales y las redes sociales no son sonoras, sino que son visuales. Lo pensamos un poco desde ahí. Es muy importante. No podemos hacer una portada que se escape en un scrolleo. Tiene que tener cierto impacto. Y ese impacto tiene todo un trabajo para nosotros, un trabajo muy cuidado y muy delicado. Y más allá de ese impacto que se busca —sinceramente, no te voy a mentir, buscamos ese impacto— no se tiene que escapar del concepto de la música, de lo que está proponiendo la canción. Y lo venimos trabajando siempre a la par. Una vez que nosotros tenemos una idea de lanzamiento, ahí ya me contacto con Federico Calandria, el dibujante, y le digo: «Amigo, este es el boceto de la canción. Empecemos a trabajarlo desde ahora». Porque ya sabemos que el último día estamos corriendo con esto. Empezamos a crear juntos y le digo: «Empezá con el dibujo porque todavía tengo que cerrar la letra y quizá algunos de tus elementos me ayude a completarla».
A veces te alimenta, entonces.
No a veces. Siempre. Los títulos los saco de ahí.
Finalmente, ¿cómo recomendarías escuchar y vivir este microuniverso que nos has presentado en “Nuestro mundo”?
Empiecen por el final. Je, je. Empiecen por la canción acústica. Empiecen por “Jardín secreto” acústica, que es un poco la semilla de lo que sucedió después. “Nuestro mundo” es un EP de cuatro canciones; un poco reflejo —sin querer— de esta cuarentena. Costó mucho escribir estas canciones, tratando de escaparle a la cuarentena. Pero bueno, no pudimos evitar hablar sobre esto. Sin embargo, no estábamos hablando solo de la pandemia. Estamos hablando de nosotros. Por eso también se llama “Nuestro mundo”.
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