Doce años después de su último disco, Pamela Robin, cantante chileno-salvadoreña, presentó a mediados de julio “Mi equilibrio”, su álbum más reciente. Apelando al amor propio, la artista reaparece con una entrega decididamente pop, que roza su lado más íntimo. La exploración, sin embargo, no logra llegar tan profundo.
Fotos cortesía de Pamela Robin
Hay bebés que parecieran no querer salir de la panza de mamá. Luego de un largo proceso de creación, a Pamela Robin le tomó, cuando menos, siete años dar a luz a “Mi equilibrio”, su disco más reciente. Para hacerse una idea: el primer single de la producción –llamado “Quiero más”–, fue lanzado en 2013. La artista dice haberse enfocado más en presentar una propuesta fresca, renovada y detallada, con temas que giran alrededor del amor propio en medio de un mundo caótico.

Esta es la portada del nuevo disco de Pamela Robin, llamado “Mi equilibrio”. Foto cortesía de la artista.
Esta producción no renueva significativamente el sonido ni los temas de la cantante. No busca una salida a su zona de confort. Sin embargo, lo que sí representa una novedad es que se trata de una apuesta mucho más cercana al pop en relación a sus trabajos anteriores, con la madurez adquirida y la experiencia del camino recorrido. Comparado a la despreocupación con toques latinos de su disco homónimo, el desenfado y melódico “E.S. Pamela” o la melancolía pesada de “Transición”, este nuevo disco es el hermano mojigato de la familia.
“Mi equilibro” está compuesto por once canciones modestas en cuanto a experimentación; la mayoría de ellas, baladas aderezadas con toques de funk, blues y electrónica. El sonido del disco tiene un sello de calidad internacional, pues se grabó en México y la producción estuvo a cargo de Iván Barrera, quien ha trabajado con artistas como Alejandra Guzmán, La Quinta Estación y Franco de Vita, entre otros.
Esta dirección creativa avejenta a Robin, que siempre ha proyectado una audacia y una potencia vital. La desconexión es evidente en canciones como “Miente”, “Lo normal no aplica aquí”, “Soy terrible” y “Complicidad”, canciones que sonarían mejor para artistas con un concepto cercano a, por ejemplo, Luis Miguel. Debe entenderse, entonces, que la voz de Robin es demasiado joven aún para estar atrapada entre límites tan convencionales. Las letras conservan el estilo que Robin ha mantenido a lo largo de los años. Retratan estereotipos, lugares comunes y, en ciertos puntos, convenciones que no terminan de cuajar en las melodías que les acompañan.

Imagen promocional de Pamela Robin, en ocasión de la publicación del disco “Mi equilibrio”.
Al ser evidente que se trata de un trabajo que ha demandado mucho esfuerzo en producirse, resulta imperativo resaltar que hay canciones que destacan entre la propuesta general, canciones en las que Robin establece de mejor manera el balance entre sentimiento y composición. Es el caso de “Te esperé” –tanto en la versión original como a dueto con el guatemalteco Álvaro Aguilar, de Alux Nahual–, un tema que proyecta un reencuentro tierno construido con una letra sencilla y honesta.
A través de un blues apasionado, “Mi equilibrio”, la canción que da nombre al disco, es una celebración al amor propio. No es casual que haya sido elegida para conceptualizar a todo el disco. “Tú” y “Lo normal no aplica aquí” son también baladas pop bien logradas.

Publicado en 2013, “Quiero más” fue el primer sencillo que se dio a conocer del “Mi equilibrio”. Foto cortesía de Pamela Robin.
Sin embargo, las piezas que evidencian lo que pudo haber llegado a ser este disco son tres: “Golpe bajo” es melancolía perfecta. En ella encontramos a Robin dominando su elemento. “El Amor” recuerda a las fases más roqueras y dramáticas de Robin, pero esta vez con un tratamiento más maduro. Y, finalmente, “Quiero más” es un guiño electrónico al pop de los noventa, una canción que de haber sido más depurada le habría dado un color interesante al disco.
En alguna entrevista, Pamela ha manifestado que no le interesa hacer música a la moda, pero considero que es importante distinguir entre perseguir tendencias ‘porque sí’ y adaptar aires nuevos en el proceso creativo de una artista con la trayectoria de Robin. Me parece intrigante que sus discos anteriores suenen más frescos, emotivos y ricos en detalles; sobre todo si consideramos el tiempo que tomó la realización de “Mi equilibrio”.
La introspección de este disco no tiene un propósito definido y, en consecuencia, no supera la superficie: no conocemos mejor a Pamela Robin, ni tenemos –a diferencia de antes– el peso musical necesario para escarbar más profundo. Si bien deja brillar a la cantante en algunas baladas, al final la ahoga en su banalidad. Es una lástima que este sea un disco que resulte bastante cliché y poco sorprendente. En especial cuando se trata de una compositora del calibre de Robin, quien ha demostrado ya su madera y pagado su derecho de piso.
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«Esta producción no renueva significativamente el sonido ni los temas de la cantante. No busca una salida de su zona de confort. Sin embargo, lo que sí representa una novedad es que se trata de una apuesta mucho más cercana al pop en relación a sus trabajos anteriores, con la madurez adquirida y la experiencia del camino recorrido» |
Tal vez este sea el caso de una artista competente bajo una dirección equivocada. Tal vez Robin, en este momento de su vida, está mas enfocada en sus otras actividades artísticas como guionista, productora y cineasta. Tal vez el pastel estuvo tanto tiempo en el horno que terminó por perder su sabor. Lo cierto es que el talento sigue ahí. Diluido, sí, pero proponiendo nueva música.
Cabe esperar que este retroceso sea momentáneo y futuras producciones, cuando aparezcan, encuentren a una Pamela Robin dispuesta a bucear más hondo dentro de sí misma, con mayor decisión para experimentar de nuevo. Para esto no es necesario que vuelva a ser la de antes, pero es imprescindible que retome la pasión de ayer para dejarnos conocer a la Pamela de hoy.
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