Cumplir once años haciendo periodismo independiente en El Salvador no es una historia de celebración. Es una historia de resistencia. Porque hacer periodismo de manera libre en este país no es sencillo. Supone riesgos, sacrificios personales y económicos, incertidumbre y, muchas veces, precariedad. Significa vivir con cautela y, aun así, seguir preguntando.
Significa perder cosas —amistades, comodidad, la tierra— y seguir creyendo que vale la pena.
Durante estos once años hemos contado muchas historias. Hemos revelado importantes casos de corrupción de los tres últimos gobiernos. Hemos documentado violaciones a derechos humanos y narrado la vida de quienes resisten desde el anonimato. Hemos hecho documentales, podcasts y reportajes que cruzaron fronteras y recibieron premios, pero, sobre todo, hemos mantenido intacta nuestra independencia, sin someternos al poder ni vender nuestra voz.
Mantener esa coherencia —esa terquedad— es nuestro mayor logro.
Este último año ha sido, sin duda, uno de los más difíciles en la historia de Revista Factum. Un año que marcará nuestro futuro. Ha sido un año de duelos. El duelo económico, por la pérdida de financiamiento que nos obligó a contraernos, a hacer más con menos, a sobrevivir con lo justo.
Y el duelo emocional de hacer periodismo en el exilio, lejos de casa, lejos de donde pertenecemos, como respuesta inevitable al autoritarismo que vive El Salvador.
Hacer periodismo en una dictadura es una tarea muy complicada. No hay acceso a la información pública. No hay transparencia. Hay un régimen de excepción que pisotea derechos, un militarismo sin control, leyes diseñadas para silenciar y una maquinaria de propaganda que busca borrar la realidad.
Pero aunque algunos digan que no es posible, nosotros decimos que es necesario. Es la única manera. Es un acto de rebeldía consciente. También es un acto de congruencia con el compromiso de nuestros principios, que planteamos desde nuestro nacimiento, un 28 de octubre de 2014. Y, sobre todo, un acto firme para perseguir la verdad.
Este año nos dieron por acabados. Muchos se olvidaron de nosotros. Pero aquí seguimos.
Seguimos publicando, investigando, documentando. Seguimos porque creemos que el periodismo no se hace desde la comodidad ni desde el aplauso y la complacencia, sino desde la convicción de que contar lo que pasa todavía importa.
Once años después, seguimos siendo tozudos: los que creen que la verdad incomoda, pero también libera. Seguimos porque no hay libertad sin periodismo. Y no hay periodismo si no hay quien se atreva.
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