Lolabúm y un disco forjado desde la tragedia y el caos de la pandemia

Con “Verte antes de fin de año”, la banda ecuatoriana Lolabúm ha compartido observaciones punzantes que pueden conectar con escuchas de América Latina, una región que pareció tener momentos turbulentos este año; como también otros de calma y aprendizaje. 


2020 no ha sido un año fácil. Ha resultado un año de cambios, de adaptaciones repentinas y ocasionadas por una situación que está fuera del control del habitante promedio del planeta. Esta sensación se traslada al plano auditivo en el nuevo álbum del grupo ecuatoriano Lolabúm: “Verte antes de fin de año”, que podría ser la banda sonora de este tiempo en América Latina; un tiempo que emerge de las entrañas de una generación joven que tiene más dudas que certezas respecto a su presente, y que debe aprender a manejar los reveses que se plantean ante los acontecimientos. El disco es una colección de himnos caóticos para quien tenga menos de 40 años y aún cuestiona su posición en un planeta que, en el lustro que corre, no cede con su ritmo atropellado y sorpresivo.

La banda está integrada por Pedro Bonfim en vocales e instrumentos varios; Joaquín Prado, en guitarra; Miguel Erazo, quien toca el bajo; y José Miguel Fabre, en batería. Lolabúm es una de las bandas jóvenes de Ecuador que ha presentado y consolidado su propuesta en los últimos años. De ese país destacan, además, otros proyectos como La Máquina Camaleón y La Madre Tirana, entre otros. Juntos le inyectan nuevos flujos de frescura a la música que se produce desde este país sudamericano. En 2016, Lolabúm debutó con el álbum “El Cielo”. Dos años más tarde presentaron un disco que tiene un perfil casi mitológico, debido a la riqueza de sus contenidos y sonidos. Se trata de “Tristes Trópicos”, un retrato seudoonírico de las cuestiones de ser joven y latinoamericano.

Y así fue como este año llegó “Verte antes de fin de año”, una evolución directa desde su trabajo anterior y con el valor agregado de un enriquecimiento estético notable. Según comentó Pedro Bonfim al medio ecuatoriano Primicias, la banda empezó a componer los temas del disco en diciembre de 2018. Es decir, meses después de lanzar “Tristes Trópicos”. Las canciones del álbum llevaban un avance en el estudio para el momento en el que la pandemia se estrelló contra las ciudades de América Latina y, con ese colapso, se generó el catalizador de la forma final del LP: el confinamiento.

Sin poder asistir al estudio, la banda comenzó a llevar sus canciones por otro rumbo.  Algunos temas fueron reescritos y adaptados a las nuevas sensaciones que los miembros experimentaban y a los nuevos estímulos a los que se veían expuestos debido a las situaciones ocasionadas por el entorno. Los retratos de Ecuador que nos llegaban a través de la prensa internacional nos presentaban una imagen dolorosa. “Aprendimos de un nuevo miedo/Ese miedo que hace decir:/«Dios mío, ya no veo noticias»”, aseveran en el tema que lleva por título el lamento de su coro. “Dios mío, ya no veo noticias” es una canción en la que se reflejan dos nuevas preocupaciones humanas durante la actualidad pandémica: no sobrecargarse de información y cuidar la salud mental.

Resulta curioso el título de esta canción, que también fue utilizado para un nuevo sencillo, al que titularon “Dios mío, estoy inlov”, que recién fue publicado el pasado viernes 18 de septiembre.

El álbum tiene un estilo atropellado que, sin embargo, se vuelve coherente a la escucha. No es easy listening. Requiere atención, sumergirse, comprensión y tiempo. Esto queda claro desde el primer minuto de reproducción. En “Tatobien”, el tema que abre el disco, hay 29 segundos de guitarra acústica y canto lírico borroso, cortados de forma abrupta por la voz de Bonfim y una base que juega con la melodía de los versos del tema. Luego, se sostienen otros 35 segundos así y la percusión completa se hace presente. La canción progresa su cadencia hasta el coro y, de nuevo, como el golpe inesperado de un tumbo de mar, al minuto 1:51 aparecen unos sintetizadores acompañados del golpeteo de un bombo frenético. Juntos se toman la canción.

Este disco es así: inesperado a la primera escucha, intrigante. En una canción puede haber dos o tres secciones. Luego de escuchar el primer corte, queda la sensación de que hay que tener los oídos bien abiertos ante el ánimo de experimentación de Lolabúm. Dejan la sensación de que nos van a contar a qué suena el 2020.

Los temas del disco conforman un desfile de personajes de esta época: parte desde los sad boys de “Cuando quieres jugar conmigo”, el tema con mayor proyección pop del álbum, interpretado junto a la cantante Neoma; pasando por el tipo adolorido y acongojado de “Sustitos”; hasta llegar a los entusiastas y trabajadores del like en redes sociales que aparecen al final, en “Pero cambié mi estilo”, la persona que le gusta a chicos, chicas y chiques, pero que disfruta más de gustarles que de cuánto gusto puede recibir.

Al centro del álbum, nos encontramos con “171/Después de qué”, un tema como ningún otro del catálogo de la banda; una rapsodia de siete minutos llena de anotaciones del autor sobre su entorno, sobre no haber sabido lo que se avecinaba, y llamadas no contestadas. Todo esto puesto en una base de disco/pop con un sonido electrónico y profundo del bajo, que remarca la intención semibailable de la pieza.

La perspectiva de Bonfim como compositor resulta sorprendente y extraña dentro de la historia del pop y el rock de América Latina. Se plantea como un observador que habla desde lo común, desde una juventud que observa la grandeza desde lejos. En tiempos en los que la figura del rockstar del siglo XX parece irse desvaneciendo, su discurso es –como ya lo ha afirmado en medios ecuatorianos– la del joven que lee a Borges y escucha a Bad Bunny; el joven que no tiene el garbo estilístico del roquero más empedernido y orgulloso de su propio taste, y que se abre a las diversas manifestaciones que su época tiene la facilidad de entregarle.

Las canciones más personales se vuelven joyas, cartas directas y honestas. “El sonido imperceptible de escribir por celular” es una descripción de sensaciones del siglo XXI: emociones causadas por interacciones de whatsapp, contactos digitales y el crisol de sentimientos que se despliegan a partir de ahí:

“Yo solo quiero tu atención/me importa poco lo demás”

A los tres cuartos de tema, la ansiedad cambia por una tranquilidad casi anodina, como cayendo por un túnel, sin alterarse y con pasividad. Un piano acompaña la escena y aparece la voz de Neoma, de nuevo, cantando un coro en portugués a la distancia:

“O dia todo chato, chato/Eu estou apaixonado”

Los otros dos temas con características personales son “Casi 20 en el 2016” y “Qyy”. La primera es una canción con una reflexión de guitarra juguetona sobre el personaje que analiza una versión más joven de sí mismo desde el presente; que se muestra receptivo respecto a la idea de haber crecido desde entonces y trae a cuenta imágenes de la época de la que habla. A la mitad del tema, falla la conexión de su cable. Y al conectarlo mejor, nos lleva a un coro acelerado, al mejor estilo del indie rock de los años 2000. Esto parece un guiño a alguna influencia estilística de esa temprana adolescencia de la que habla. «A muchos, a los 16, nos impresionó el sonido de Interpol», podría decirse acá.

“Qyy”, por su parte, es el pasaje más flotable del disco: una bella reflexión sobre el momento actual del autor. Un momento en el que pone una perspectiva melancólica al presente; en el que debemos aislarnos y separarnos de las demás personas ante la situación de una enfermedad que “nos abraza y nos engaña, y nos dice no”. La canción cuestiona si esta situación se encuentra “en el aire y en el corazón”. La duda acá es que Bonfim no sabe si vale la pena sacrificar la belleza de sus emociones ante una situación áspera, como puede serlo una pandemia que parece ineludible, y en la que nuestros apegos más fuertes debieron ser puestos en espera por un momento, por prevención:

“Si es que debo irme esta tarde y salvarme, perder la ilusión/de mirar tus pies descalzos sin razón/de tocar tus labios con esta canción”

Parece que los integrantes de Lolabúm se plantean a sí mismos como constructores intrépidos de canciones: compositores cada vez más alejados del indie rock purista de su primer disco y más cercanos a una expresión plena de sus emociones, de sus dudas y de su época. Con “Verte antes de fin de año” han compartido observaciones punzantes que conectan con escuchas de América Latina, una región que pareció tener momentos turbulentos este año; como también otros de calma y aprendizaje. La de Lolabúm es una impresión sonora tan natural y tan apegada a los hechos, de una forma que tiene honestidad en sus cuestiones y planteamientos. Esto genera en esta pieza un valor de representatividad, para un tiempo y un lugar: para 2020 en Latinoamérica.

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