Korn en concierto (o mecanismos alternos para borrar veinte años de un plumazo)

Veinte años atrás el mundo tenía rabia. Pero no una rabia cualquiera. Hablo de ese tipo de rabia que brota de generaciones inconformes con todo lo que les rodea. Rabia de ser, de existir, de subsistir o de todo lo contrario. Rabia de chucho. Rabia repelente. Rabia, coño, impaciencia, impaciencia… Y de aquel sentimiento nacieron bandas de rock que decidieron que para darle sentido a sus miserables existencias había que encontrar una manera de bajarle varios tonos a las cuerdas de sus escopetas sin que aquello espantara a las grandes audiencias masivas. Llegaron con fuerza, sacudieron la escena y el mercado que aún no se reconocía a sí mismo como un moribundo insolente aprendió a sacarles todo el oro que pudieran generar. Le apostaron a los dreadlocks, los piercings, las zapatillas Vans y a los riffs saltarines de barras con dos dedos. Su máximo exponente fue Korn, una banda de alcance masivo y que persiste girando por el mundo, celebrando los veinte años de su existencia. Y en uno de esos conciertos, en el de la Ciudad de México, estuvo presente Revista Factum, para narrar la experiencia de borrar veinte años de un plumazo y volver a sentir aquella rabia.


Bastaba llegar al Pepsi Center de la Ciudad de México la noche del pasado martes 26 de abril para enfrentar de nuevo las carcajadas del paso del tiempo. El remanente de una generación que ya consumió sus mejores mieles se congregó para celebrar la llegada de la banda más importante del Nü Metal. Estaban los que lucían camisetas de antaño —medallas de honor de giras que yacen solo en la memoria— con el orgullo flamante de haberlas sudado en no pocos moshpits; pero también estaban ahí sus hijos, primerizos polluelos, infantes, cuasi adolescentes, que observaban atónitos por primera vez lo que son capaces de gestar cinco músicos fósiles: Jonathan Davis (en la voz), James “Munky” Shaffer (guitarra), Brian “Head” Welch (guitarra), Reginald “Fieldy” Arvizú (bajo) y Ray Luzier (batería).

Luego de dos décadas transcurridas, los fans de Korn han vivido el sinuoso camino de un rock que transitó del mainstream masivo a la oscuridad de algo muy parecido al olvido. Vivieron el abandono de “Head” gracias a su revival con Cristo, pero también atestiguaron su regreso como hijo pródigo del rock ¿de la mano de Satán?; vivieron los inicios complicados, con la búsqueda de identidad y perfección en su propio sonido, de la mano del productor Ross Robinson; vivieron la metamorfosis de una banda que vio cómo el bus de su primer tour fallaba por desperfectos mecánicos hasta convertirse en un producto que cruzaba los cielos en jets privados; y fueron parte de los diez millones de discos que Follow the leader logró en el apogeo, un éxito rotundo ilustrado en aquella bala ansiosa de protagonismo, la que irrumpía escenas en el video clip de Freak on a leash.

Fue que iniciara el concierto y evaporarse el tiempo.

Veinte años.

Veinte fucking años encapsulados en una dosis de 120 minutos de música rabiosa y en directo…

El concierto

Terror Universal, una banda liderada por Dave Chavarri (fundador de Ill Niño) y Ahrue Luster (Machine Head, Ill Niño), fue la encargada de dar apertura al espectáculo. Muy en el estilo de Slipknot, pero más compacto, los teloneros no defraudaron y dieron un gran show.

Pero fue a eso de las diez de la noche cuando dio inicio lo que todos habíamos llegado a contemplar: el timbre exacto de la campana del ride en la batería, signo inequívoco de que estábamos a punto de escuchar “Blind”, la primera canción de la noche y, quizás, la primera canción que catapultó a Korn como un fenómeno en todo el planeta. El rugido de “Aaaaaare you reaaaaaaaaady” desató un vendaval de histeria. El suelo se estremeció con los saltos en sincronía y mucha cerveza voló por los aires (pese a que la vendían muy cara). Era el espíritu de volver a capturar un rezago de juventud.

Sin demasiadas pausas le siguió el tema “Right now”, del disco Take a look in the mirror, una canción furiosa, perfecta para continuar la descarga emocional que ya había cobrado vida en la multitud. Esta es una canción de la que Jonathan Davis una vez dijo lo siguiente:

“Esa canción trata sobre levantarse y tratar de matar a todo el mundo… Realmente tengo un problema con la gente”.

¿Recuerdan que les hablaba sobre la rabia? Pues…

Llegó el momento de escuchar “Here to stay” (del disco Untouchables, 2002, con el cual la banda volvió a la actividad después de un período de tres años de pausa) y enseguida ubiqué mi atención en los movimientos de “Fieldy”, con esa manera tan peculiar de tocar el bajo en posición vertical, una imagen que es ya un sello en la banda. Quizás lo grave del sonido en esta canción es la que hace que el bajo se lleve el protagonista. Una canción que va engordando de energía hasta liberarla con el grito de “Briiiiiing it down!!!!!!“.

Había que escuchar también material de épocas más recientes. En específico de la etapa en la que Jonathan Davis escribía sobre los problemas que vivía al tratar de desintoxicarse de los medicamentos antidepresivos. Sonó “Love and meth” (del disco The Paradigm Shif, 2013), una canción que no fue tan bien recibida por el público y que, en cierta manera, bajó la vibra que traía el concierto.

Luego el track qué más tolerancia exigió de los asistentes: “Narcissistic Cannibal”, la muy criticada colaboración de Korn junto a Skrillex y Kill The Noise, publicada en el disco The Path of Totality, de 2011. De la mano del dubstep (que en realidad no se distinguió demasiado en la versión en vivo) habíamos viajado desde los orígenes hasta el Korn moderno.

Uno de los mejores momentos ocurrió con el arribo de “Falling away from me”, con su loop en el fondo que tararea en voz aguda el nombre de la rola y ese coro que revienta en las frases:

“Beating me down
beating me, beating me
down, down
into the ground
screaming so sound
beating me, beating me
down, down
into the ground”

Esta canción del Issues (1999), que tenía aquel video dirigido por Fred Durst (Limp Bizkit) y que giraba su temática en torno al rechazo al abuso doméstico. Korn nos llevaba de vuelta a la rabia del pasado.

Le siguieron “Coming undone” y, en especial, la rola “Shoots and ladders” en la que recordé cuántas veces habré escuchado esta canción en Radio Astral, fantaseando con la posibilidad de vivirla en pleno concierto. Pues ahí estaba Jonathan Davis y su gaita escocesa, dándole vida a la realización de aquel anhelo. Por si fuera poco, para el final de la canción la banda preparó una sorpresa: la ejecución de un extracto de “One”, original de Metallica.

Sonó entonces “Hater”, quizás como un mensaje para los que aún no admiten a Ray Luzier en la batería y que todavía extrañan a David Silveria. Cualquier argumento al respecto debía hacerse luego de escuchar el impecable solo de batería que Luzier ejecutó para permitirle a sus compañeros hacer una pausa, descansar y prepararse para el sprint final del show, que llegó de la mano de canciones como “Twist”, “Did my time”, “Y’All want a single”, “Faget” y, en especial, el cover de “Another brick in the wall” (original de Pink Floyd), muy adaptada al sonido de Korn (como ya lo percibimos en en el disco Greatest Hits Vol. 1), pero respetando la línea musical.

Y así llegó el encore, el abandono y regreso al escenario para ofrecer dos de sus mayores éxitos: “Got the life” y “Freak on a leash”, que causaron la mayor histeria de la noche.

Korn regaló un gran concierto. Celebró sus 20 años de existencia con la gente que los ha acompañado durante todo el camino. Quizás se extrañaron algunas otras canciones como “A.D.I.D.A.S.” o “Clown”, pero en la mayoría de asistentes salimos satisfechos del profesionalismo del máximo exponente aún con vida de un género musical ya (casi) fallecido.


La foto destacada es obra de Ana Tello, cortesía de Reactor 105.7 (en México). Su galería completa puede apreciarse en el siguiente enlace.

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