House of the Dragon: Véala

Nunca ganará un Nobel. Tampoco inventará haber sido nominado a uno. Eso es propio de acomplejados. Nuestro autor nunca ganará el Nobel de Literatura porque sufre la maldición de ser popular.

George R.R. Martin se crio en Nueva Jersey con cómics y libros de fantasía y ciencia ficción. Luego pasó a escribir algunas historias. Comenzó a ganarse el pan escribiendo guiones para la televisión. Algunos capítulos de La Dimensión Desconocida se los debemos a él. Pero quienes ahora estrenamos canas aquí y acullá recordaremos más su trabajo en aquella serie que transmitía el canal 4: La Bella y la Bestia. Con Hellboy y Sarah Connor, Martin nos enseñó a los niños de los años ochenta la verdadera naturaleza del amor.

Nuestro autor no tiene la sofisticada y presuntuosa apariencia de los artistas. Parece un redneck viejo y gordo. Nadie imaginaría que esa estampa esconde a un hombre sabio.

Cuando iniciaban los años noventa, nuestro autor tuvo una epifanía. Se le presentó la revelación de un hombre que caminaba en la nieve junto a sus hijos y encontraba abandonados a unos cachorros de lobo. Era 1993 y George R.R. Martin escribió la visión.

No imaginó que era el primer capítulo de una obra que, treinta años después, aún no termina. Una pieza que escruta la naturaleza del poder como pocas lo han logrado. No dudo que Aristóteles y Maquiavelo esperan con ansias el infarto que nosotros tememos. Así podrán abrazar a nuestro gordo (hasta donde logren abarcarlo) y darle la bienvenida al paraíso de los hombres que no pretendieron cambiar el mundo, sino explicarlo; pero que, explicándolo, lo cambiaron.

Canción de Hielo y Fuego lleva cinco libros. El último lo publicó hace doce años. Faltan dos para que Martin complete la obra. El azar nos es desfavorable si en la ruleta gira un viejo de 74 años, con problemas de sobrepeso, que escribe lento por el cuido que procura a cada palabra y cuyos libros son de mil páginas.

En 2011, HBO hizo una gran negocio y una buena obra. Llevó esa pieza de arte a la televisión (hoy a las tabletas, teléfonos y quien sabe qué mas habrán inventado en los últimos cinco minutos). La serie Juego de Tronos fue un éxito. Nos llevó a muchos a entender mejor la dinámica del poder de una manera entretenida (que es la única manera efectiva de explicar las cosas).

Por la serie comencé a leer los cinco libros. Luego pasé a los cuentos de Dunk y Egg, que se desarrollan unos noventa años de la historia de Juego de Tronos; y luego a la novela Fuego y Sangre, que relata acontecimientos desde trescientos hasta ciento cincuenta años antes del momento en que Ned Stark encuentra los cachorros de lobo en la nieve.

Después pasé a leer el Mundo de Hielo y Fuego, la mejor enciclopedia del mundo de Martin. Jugué varias veces el juego de mesa, compré (sin jugar aún) el juego de cartas, y por ahí sigue acumulando polvo el libro de las recetas de Juego de Tronos. Sí, hasta hay un libro de recetas, pues la comida es un personaje en los libros de Martin (la figura del genio no obedece a problemas en la tiroides).

Cuando en 2019 dieron la última temporada de la serie, también creí que tuvo un mal final. Pero es razonable que así haya ocurrido. Como Martin no ha terminado la obra, las últimas temporadas no fueron producto de su autoría, sino de guionistas que hicieron su mejor esfuerzo. Alcanzar a un autor que nuestros tataranietos leerán como un clásico de la literatura universal no es tarea fácil.

No me entusiasmó cuando surgieron rumores de nuevas series de HBO que contarían lo que pasó después de Juego de Tronos. Martin no ha escrito nada de eso. Pero fue distinto cuando anunciaron que la próxima serie de ese mundo sería sobre la Danza de los Dragones. La titularon House of the Dragon.

La Danza de los Dragones fue la mas cruenta guerra civil que azotó Poniente (sí, eso, Westeros). Se desarrolla 170 años antes de los hechos que nos contaron en Juego de Tronos. Y la buena noticia es que, a diferencia de lo que vimos en la serie anterior, esta historia sí fue escrita de inicio a fin por George R.R. Martin. Aparece en su libro Fuego y Sangre.

La Danza de los Dragones es una guerra entre miembros de la familia Targaryen. Cuando ocurre, tenían ya ciento treinta años controlando Poniente. En ese mundo, el año uno se cuenta a partir de cuando Aegon I llegó con sus dos hermanas-esposas y sus tres dragones a conquistar Poniente.

Los Targaryen y sus dragones eran los últimos que quedaban de los valirios, esa poderosa civilización que controló el otro continente (Essos). Ese imperio fue destruido por un misterioso cataclismo conocido como la Maldición de Valyria. Los Targaryen lograron sobrevivir y se instalaron en Rocadragón, una isla cercana del continente que mejor conocemos: Poniente (sí, eso, Westeros).

Ya en ese entonces, Poniente se dividía en los siete reinos que conocimos en Juego de Tronos: El Norte, gobernado por los Stark; la Montaña y el Valle, por los Arryn; las Islas y los Ríos, en ese entonces controlados por los Hoare; la Roca, de los Lannister; los Gardener en el Dominio; las Tormentas, en esos años gobernados por los Durrandon; y Dorne, de los Martell.

Un día, el rey de la Tormenta, Argilac Durrandon, ofreció a su hija en matrimonio a ese extravagante extranjero que habitaba en la isla de Rocadragón. Aegon Targaryen, fiel a sus tradiciones valirias, mantendría la pureza de la sangre casándose con sus propias hermanas; así que envió a un mensajero al rey de la Tormenta para rechazar su oferta y proponerle que, en su lugar, fuera su hermano Orys Baratheon quien se casara con la princesa. Argilac tomó el rechazo como una humillación y devolvió a Aegon las manos del mensajero.

Ese fue el casus belli que Aegon esperaba. Envió cuervos a todo Poniente anunciando que desde ese momento el continente tendría un solo rey. Aegon y sus hermanas-esposas montaron sus dragones y conquistaron Poniente. Así inició la dinastía Taragaryen.

House of the Dragon inicia ciento treinta años después de esa conquista de Poniente. La dinastía Targaryen está en su esplendor. Gobierna el rey Viserys I. Rhaenyra es la hija mayor de su primer matrimonio y Aegon, el hijo varón de su segundo matrimonio. Viserys dio el título de princesa de Rocadragón a Rhaenyra, ungiéndola así como la heredera al trono de hierro.

Pero la decisión del rey contrarió el criterio que, treinta años antes, se había adoptado en el Gran Consejo, una reunión extraordinaria de todos los señores de Poniente. Ahí se acordó que el trono no podía ser heredado por una mujer.

Así, los Targaryen, los señores de Poniente y los dragones se dividirán en dos bandos: los negros, que apoyarán a Rhaenyra, y los verdes que consideran que el trono debe ser heredado por Aegon, el hijo varón. Los ingredientes están listos para que, a la muerte del rey, se desencadene la mas sangrienta guerra civil que jamás vio Poniente: la Danza de los Dragones.

Con House of the Dragon vienen diez episodios que nos contarán una historia tan buena como la que vimos en las primeras temporadas de Juego de Tronos. Al menos eso se espera, si los guionistas siguen la ruta que Martin ya escribió.

A partir del 21 de agosto, se vienen diez noches de domingo no solo entretenidas, sino muy pedagógicas. La historia de Martin trasciende de la fantasía y nos ayuda a entender las leyes que rigen el poder y la naturaleza humana. Veámosla, y ojalá que con ella aprendamos a ver a los líderes de nuestro mundo, de nuestro país, con la necesaria desconfianza con que ven los hombres libres a quienes les gobiernan. Es cierto, nuestros personajes son menos encantadores que los de Martin, y peligrosamente más ridículos. Pero es lo que hay.

Veamos House of the Dragon porque nos conviene saber cómo funciona ese juego de tronos que está ocurriendo aquí y ahora. Y si por asco, temor o desidia preferimos no participar, luego no nos sorprendamos por encontrarnos siendo la simple pieza en el tablero de un juego que otros juegan.


*Daniel Olmedo es abogado salvadoreño. Máster en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha trabajado en gremiales empresariales, firmas de abogados y en la Sala de lo Constitucional. Fue profesor de Derecho Constitucional, Derecho Administrativo y Derecho de Competencia. Ha sido directivo del Centro de Estudios Jurídicos y del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional-Sección El Salvador. Escribió el capítulo La Constitución Económica en la obra conjunta Teoría de la Constitución, editada por la Corte Suprema de Justicia.

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