El triste arte de transcribir la nada

La última columna de Fernando Romero me dejó pensando. Fernando decía que nuestros políticos han aprendido el fino arte de hablar mucho y decir casi nada. En resumen, los políticos nos dan mensajes de superación personal y nos cuentan anécdotas pero nunca nos proponen soluciones ni mucho menos nos dicen cómo y con qué fondos las llevarían a cabo si ganaran en las elecciones.

Lo triste es que nadie o casi nadie les pregunta por estas soluciones y los medios de comunicación se llenan de notas tipo novelas sin análisis alguno. Alguna vez, cuando todavía ejercía el periodismo en un medio de comunicación, hablábamos con un colega sobre cuál es el deber ser del periodista. Lo resumimos idílicamente como la persona llamada a desvelar las cortinas del poder para poder contar lo que hay detrás de ella y brindar a las audiencias la posibilidad de tomar mejores decisiones a futuro con base a hechos fácticos. ¿Los medios de comunicación en la actualidad nos están contando lo que pasa realmente o son simples transmisores de discursos electorales vacíos, de esa “nada”? ¿Los periodistas están contando información previamente analizada con todo el contexto necesario o solo lo que dice el político?

“Pregunten siempre ‘por qué’ como si fueran niños de 4 años, pregunten ‘por qué’ hasta el cansancio”, nos decía don Francisco Andrés Escobar, en la magna VI de la Universidad Centroamericana. Pero parece ser que el periodismo salvadoreño muchas veces ha olvidado preguntar por qué. Lo veo en notas hechas enteramente desde  tuits en los que el periodista se limita a tomar las declaraciones y redactar una nota apresurada para crear tráfico. Fulanita en redes dice que “….”; y sutanito le responde esto otro “….”; ¿Contexto? Nada… Foto subida desde el celular porque se necesita una imagen para ser más viral. ¿Y una entrevista en la que se pueda cuestionar el porqué de las cosa? No, no hay tiempo; hay que publicar porque el medio dejó de lado el método pero apuesta a la generación, likes, clicks y rotación de contenidos en portada. En ese proceso podría ganar circulación el medio, pero no gana la sociedad.

El resultado es que tenemos funcionarios electos que nunca mostraron públicamente sus plataformas electorales, si es que acaso existían. ¿Los periodistas cuestionaron por ellas? ¿Le dieron a sus audiencias (lectores, oyentes, televidentes, usuarios) las herramientas para tomar la mejor decisión en las elecciones? Para la primera pregunta no tengo respuesta: no estaba en ningún medio de comunicación entonces pero a la luz de lo publicado, como lector, me quedaron muchas preguntas sin contestar.

Así, en general, pienso que no. Lo triste es que no aprendemos de ello. Esto no es nuevo. Yo vivía fuera del país para la segunda vuelta presidencial y traté de recordar la poca o nula información que entonces circuló en medios para tomar decisiones electorales. Recuerdo un Ferrari, la novela de una modelo que dicen que murió en un hospital de Guatemala mientras el presidente cojeaba porque  se cayó ¿de una grada?, y luego alguien recicló el llanto por Naila -perdón, por un Nylon- y alguien más recordó a los matavacas, comeniños, botapostes… Pero nadie me dijo por qué era incoherente que el entonces candidato exvicepresidente, hoy presidente Salvador profesor Sáéchez Cerén, llamó a la “Nueva Derecha” a votar por su partido y qué significaba esta alianza a futuro en la Asamblea Legislativa. La “agenda setting” impuesta desde el discurso vacío.

En una época hipercomunicada, y con notas falsas circulando por doquier, el deber ser del periodista es un punto que sigue pendiente de análisis. Pero un buen punto de partida sería dejar de ser simples tomadores de dictados y empezar a cuestionar cada hecho y cada declaración. Para transcribir los discursos de los políticos, ellos ya tienen medios Ad-Hoc, troles y gabinetes de comunicaciones para servir de megáfonos en múltiples cuentas ficticias e institucionales. Una vez, un editor que tenía me dijo que para tomar dictado prefería una buena secretaria y no un periodista. La primera por lo menos no haría notas con dedazos ni errores de ortografía y gramática, pero haría del medio de comunicación un panfleto propagandístico.

El problema, de nuevo, es que el no decir nada es ya una postura comunicativa. Y escribir sobre esa nada, también lo es. Y ninguna de ellas le brinda a la sociedad la información que necesita para tomar decisiones, las que sean, a futuro.

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