El miedo como única campaña

 

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Hace veinte años, el principal eje de campaña del partido oficial era que Schafik Hándal, el entonces candidato del opositor FMLN, convertiría a El Salvador en Cuba. A los niños se los comerían y a los ancianos los volvería jabón. No es una exageración: así de burda era la campaña de Arena. 

Hace diez años, el principal eje de campaña del partido oficial era que Norman Quijano, el entonces candidato del opositor Arena, fomentaba la violencia porque, al romperse la tregua que el gobierno de Mauricio Funes mantenía con las pandillas, eso provocaría una victoria de la oposición. “Más muertos, más votos”, repetía el expresidente, el prófugo más famoso de El Salvador. No es una exageración: así de básica era la campaña del FMLN. 

Después de casi cinco años en campaña, el actual partido oficial demuestra que no dejarán morir los éxitos del pasado. Que el miedo sigue siendo más rentable porque apelar a las emociones siempre será más barato que invitar a pensar. En las últimas semanas, el principal spot de la campaña de Nuevas Ideas gira alrededor de la seguridad, bajo la falacia de que si Nuevas Ideas no consigue la mayoría legislativa el país será controlado por criminales. 

Nuevas Ideas no sólo comparte con Arena y el Frente el gusto electoral de pactar con criminales, con pandilleros; como hemos podido constatar en los últimos días, también comparte la necesidad de armar campañas de miedo. 

Apelar al miedo es aferrarse a las emociones más primitivas del ser humano, la necesidad de reaccionar ante un peligro supuestamente inminente, aunque este, como ocurre en las campañas políticas, no sea real. Pero apelar al miedo es, fundamentalmente, quitarle a los electorales toda capacidad de raciocinio, verlos como objetos y no como sujetos, seres incapaces de pensar y tomar una decisión informada. 

Apelar al miedo es insultar a la población que vota. Y el problema no es solo de los partidos políticos: la historia salvadoreña nos ha mostrado que no importa el color de la bandera; los partidos, y en particular los que gobiernan y exprimen al erario público, siempre nos insultarán de esa manera. El problema es que tenemos instituciones de adorno, como el Tribunal Supremo Electoral, que deciden cerrar los ojos ante las ilegalidades. El problema es también de la sociedad, que campaña a campaña, permite que la insulten con spots desprovistos de propuestas y llenos de mentiras. 

Falta una semana para las elecciones. Y el miedo, hasta ahora, ha sido la única campaña. Del lado del partido oficial no ha existido una sola propuesta de las personas que intentan llegar a la Asamblea Legislativa. Lo único que ofrecen es convertirse -o reelegirse- en la servidumbre cuya única gracia es apretar un botón. 

Los diputados, según la Constitución salvadoreña, representan al pueblo y no están ligados a ningún otro mandato. Pero la realidad muestra una cara diferente: hasta ahora, y como pinta la próxima legislatura, con funcionarios incapaces de enfrentarse a su capataz para defender las leyes, la Asamblea volverá a ser un fraude para la población. ¿Hasta cuándo el miedo y el odio serán las únicas propuestas que estemos dispuestos a tolerar?

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