Lo que hizo J.J. Abrams con “La guerra de las galaxias: Episodio IX – El ascenso de Skywalker” fue regresarnos a nuestra infancia para despedirnos para siempre de Luke, de Leia y de todo ese universo que, después de ver “La guerra de las galaxias”, imaginamos mientras crecimos mirando las estrellas. El cierre de esta trilogía, no tengo duda, está dedicado a esa generación.
—¿Qué estás haciendo ahí, C3PO?
—Mirando por última vez, señor, a mis amigos.
Es indescriptible el esfuerzo que hoy en día requiere no ser contaminado con spoilers cuando una película se estrena en el cine o en cualquier servicio de streaming. En estos días de ruido digital y redes sociales, cualquier comentario o crítica en Facebook o en Twitter revela detalles que van creando prejuicios antes de sentarse frente a la gran pantalla. Para “La guerra de las galaxias: Episodio IX – El ascenso de Skywalker”, eché mano de mis dotes de ermitaño para no informarme de nada sobre la película. Excepto un comentario negativo que medio leí, sin entrar en minucias, logré mi cometido. Así esperé una semana para poder estar en una sala menos llena de bullicio. Mi suerte me sonreía. Mi juicio estaba virgen hacia el último episodio de una saga que es parte de mi vida, en una sala un poquito más llena que vacía. Estaba listo y cómodo para la última cita. Hasta que una niña se sentó a mi lado con sus palomitas de maíz y sus mil comentarios para su hermana mayor de lo que esperaba ver.
Respiré hondo. “Paciencia, Fer, todo va a salir bien”, me repetí. Y al final todo salió bien.
Ahora me toca a mí hacer el spoiler, así que, queridos lectores, si no quieren que les arruine la experiencia de ver la película sin que se la cuenten antes, este es el momento oportuno para dejar de leer. El último episodio de “La guerra de las galaxias” es, definitivamente, un llamado a la niñez de los que rondamos entre los 40 y 60 años. Es decir, esa generación de niños y jóvenes que vieron aquella primera trilogía que revolucionó el cine de ficción entre 1977 y 1983. Y aunque por tramos dudé de si Abrams apeló con morbo a explotar esos recuerdos o si lo hizo como una especie de tributo final, de lo que no tengo duda es que la historia se dirigió para los ojos de esa generación.
Y no lo hizo con simpleza. Utilizó elementos dramáticos como las muertes de los personajes icónicos de la saga. Con eso Abrams nos hizo chantaje durante toda la película. El primer golpe bajo del director es la muerte de Chewbacca a manos de Rey. Maldita chamaca, dije, cuando su descontrol de la fuerza hizo que la nave en la que supuestamente iba Chewie explotara. Sí, una joven acabando con todo un personaje transversal de “La guerra de las galaxias”. Como repito, no estoy seguro de si Abrams lo hizo con morbo, sabiendo de los conflictos generacionales de la actualidad, pero sí que la escena conmociona. Y en la sala donde vi la película la mala sorpresa se tradujo en murmullos y lamentos. Es el primer gancho al hígado, que dura poco, pues luego vemos que el peludo no está muerto.
«El último episodio de “La guerra de las galaxias” es, definitivamente, un llamado a la niñez de los que rondamos entre los 40 y 60 años»
El siguiente chantaje para nuestros sentimientos viene con la despedida de C3PO, esa misma que les coloqué al principio del texto. C3PO es como aquel amigo que no para de hablar, que te desespera, que comenta cosas inoportunas, pero que es parte imprescindible de tu vida. Y aunque esté en la línea de los personajes “cae mal” –junto al campeón, Jar Jar Binks– “La guerra de las galaxias” sería una cosa distinta sin C3PO. La niña de mi lado dejó escapar un «¡nooo, nooo!», casi sollozando, cuando el androide pronuncia su línea para decirles adiós. ¡Qué bajo este director Abrams –y su comparsa y guionista, Chris Terrio– que juegan con nuestras emociones!
Pero ¿por qué, para mí, es un llamado a nuestra niñez y juventud? Porque es el cierre de un ciclo. Porque los personajes, como nosotros mismos en la vida real, están más viejos y, en la película, muriendo, como nos tocará a nosotros, irremediablemente. Porque es un gran tributo y despedida de más de dos horas a todo lo que significó “La guerra de las galaxias” en las vidas de nosotros los geeks, los fans de la saga. A mis mañanas de vacaciones del colegio viendo aquel programa “Gente chica” donde pasaban religiosamente cada año los tres primeros episodios. A las tardes con los amigos en la casa de Chepe, donde nos reuníamos para ver esas mismas películas en Betamax. A las noches de VHS viendo las películas remasterizadas. A experimentar en el cine, en los años noventa, cuando George Lucas lanzó el Episodio IV digitalizado y con nuevas escenas. A la noche de cine con mi novia para ver el estreno del Episodio I. A mi espada de Luke, de plástico, pero con sonido de sable láser. A la fiesta de Halloween vestido de Obi Wan-Kenobi. Al estreno del Episodio II sin mi novia. A mis videojuegos, a Luke, a Leia, a Han, a Obi Wan, a Chewie, a R2, a 3PO, a Lando, a Vader, al Emperador, a una historia ficticia que dejó muchas lecciones de vida entre sus líneas.

Anthony Daniels, Carrie Fisher, Billy Dee Williams, Keri Russell, Oscar Isaac, Jimmy Vee, Adam Driver, John Boyega, Kelly Marie Tran, Naomi Ackie y Daisy Ridley forman parte del reparto de “Star Wars: Episode IX – The Rise of Skywalker (2019)”.
Y a esta última película no le faltaron esas líneas de inspiración que también son reflejo de lo que sucede en la vida real. “No rendirse nunca porque no estamos solos” es la moraleja de este último episodio. Aquí nuevamente vuelvo a sospechar que Abrams hace una lectura de los tiempos actuales de nuestras sociedades, como lo hizo Lucas en los años setenta y finales de los noventa y principios de los dos mil. Me explico: mientras que en la saga setentera hay alusiones tremendas a los movimientos rebeldes o guerrilleros contra la hegemonía de los regímenes dictatoriales militares en muchos países, en la segunda trilogía pudimos ver cómo se tradujo el “si no estás conmigo, estás contra mí”, que profesó en esos mismos años el presidente estadounidense George W. Bush con su invasión a Iraq.
Y en esta última película de Abrams se deja en evidencia el sentido de “mayoría absoluta” que tienen hoy en día los gobiernos populistas, reflejado en los momentos en que el Emperador Palpatine lanza su Orden Final: “quien se oponga o simplemente desoiga, será destruido” es la advertencia. El mensaje con que se acuerpa la Resistencia es categórico y Abrams hace que repique en su película: “Ellos ganan cuando nos hacen creer que estamos solos, pero en realidad somos muchos”. “Somos pocos, pero nos tenemos el uno para el otro”. Cada sociedad sabrá leer los mensajes que están latentes en las cintas, y principalmente en esta última, que se complementan con la realidad.
«Es un gran tributo y despedida de más de dos horas a todo lo que significó “La guerra de las galaxias” en las vidas de nosotros los geeks, los fans de la saga»
No puedo obviar lo técnico, a lo que no le debo mayor crítica, excepto algunos vacíos en su guion: Rey es nieta de Palpatine. Pero, ¿cuándo carajos supimos que Palpatine tuvo hijos? Otra: ¿Quiénes son los seis guerreros vestidos de negro que no hablan, que aparecen un par de veces en toda la película y que son derrotados por Kylo? ¿Para qué los pusieron allí? ¿Para qué existen? Otra: ¿Por qué se dan un beso romántico Rey y Kylo si nunca se alimentó esa posibilidad en las dos películas anteriores, ni en esta última? Definitivamente estas líneas del guion no cuajan con nada. Esos vacíos son comunes en películas de entretenimiento y “La guerra de las galaxias”, por cierto, es una saga de entretenimiento. De hecho, siempre he visto con ceño fruncido a quienes pasaron exigiendo de esta serie que se hicieran películas de hilos finos, como si se buscara que también las de Marvel o las de DC Comics apuntaran al Oscar. Vamos, gente, solo es un cuento para dormir de hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana.
Por lo demás, el uso de la tecnología es genial. Lograr hacer verosímil a Carrie Fisher como Leia y, más aún, mostrarnos a los dos hermanos Skywalker en su juventud con tanta sencillez como si no hubiera truco detrás de ello, son sorpresas gratas de cuánto le sirven las computadoras al cine. En definitiva, estamos ante la mejor película de la última trilogía de “La guerra de las galaxias”. Y estamos también ante una mejor trilogía que la de los episodios I, II y III. Esta última obra de Abrams no tiene la pretensión de ser la mejor, pero sí logra con creces su intención: hacernos un guiño a los que somos niños viejos y hacer que nuestros personajes entrañables nos despidan.
Al finL, Rey resuelve su conflicto, se encuentra a sí misma y le da estabilidad, por fin, al universo, con el respaldo de toda la orden Jedi que ahora son parte del todo. Rey vivirá en la que fue la casa de Luke en Tattooine, como un símbolo que nos alecciona sobre la distinción entre lo que queremos ser y lo que, aparentemente, estamos destinados a ser. Un mensaje valioso: ser por voluntad, no por un supuesto destino. Rey tiene sangre de un Sith, y no lo negará nunca, pero ella representará, porque así lo decidió, la casta de los Jedi.
“Se me salieron las lágrimas, qué nostálgica”, le dijo la niña que estuvo a mi lado a su hermana cuando terminó la película.
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