Tres cuartos de luna con Guns N’ Roses

Ver tocar en vivo a Axl Rose y a Slash bajo la bandera del grupo que los encumbró a la inmortalidad del rock no es cosa de todos los días. Guns N’ Roses, una de las bandas más importantes de la música popular, se presentó el pasado martes 19 de abril en el Foro Sol de la Ciudad de México. Ahí estuvo presente Revista Factum para atestiguar el regreso (ahora sí, casi con todos los integrantes originales) de quienes tienen su huella tatuada en el Salón de la Fama del Rock & Roll.


Lluvia, frío, piel, una luna entrometida… ¡Y mucho hard rock! La gira “Not in this Lifetime” hizo su primera presentación en Latinoamérica y dejó claro porqué era diferente esta vez. Desde 1993, para el tour del “Use you Illusion“, no se veía en escenario a Axl Rose compartiendo eso mismo, ilusiones, junto a los denostados Slash y Duff McKagan. La reunión no estaba completa. Faltaba, principalmente, Izzy Stradlin en la guitarra rítmica. Apenas eran tres cuartos de la luna que, desde lo alto, nos decía que tampoco se quería perder esta parte de la historia… aunque la asumiéramos todavía incompleta.

Atender un concierto como este es asimilar cosas que no quisiéramos. Entre ellas, la principal e ineludible: el fucking paso del tiempo.

Era obvio. Muchos asumíamos que no sería lo mismo. Que sí, que Axl está gordo (aunque menos gordo que cuando visitó a El Salvador, en 2010); que encima tuvo el mal tino de fracturarse el pie izquierdo apenas en el show sorpresa de Los Ángeles, con el que dieron el banderillazo de salida para el tour actual; que Slash ya no corre por el escenario dando saltos por doquier; que el alcoholismo en el que se sumergió Duff McKagan durante el reinado de Guns casi le roba la vida, cuando un día su páncreas activó una mina…

En fin, que ya no es lo mismo, ni es igual. Ya ni Canal 23 pone sus videos un día sí y el otro también, como en 1993.

Pero a veces la memoria tiene la capacidad de viajar en un DeLorean.

Axl Rose yace sentado en un trono de mástiles de guitarras, mientras Slash empuña la verdadera. Foto de Lulú Urdapilleta. Cortesía de OCESA México.

Axl Rose yace sentado en un trono de mástiles de guitarras, mientras Slash empuña la verdadera. Foto de Lulú Urdapilleta. Cortesía de OCESA México.

Más de 50 mil personas acudieron al concierto de Guns N' Roses en la Ciudad de México: Foto de Lulú Urdapilleta. Cortesía de OCESA México.

Más de 50 mil personas acudieron al concierto de Guns N’ Roses en la Ciudad de México: Foto de Lulú Urdapilleta. Cortesía de OCESA México.

Slash (izquierda) y Duff Mckagan (derecha) volvieron al redil de la banda que les puso el mundo a sus pies en los años noventa. Foto de Lulú Urdapilleta. Cortesía de OCESA México.

Slash (izquierda) y Duff Mckagan (derecha) volvieron al redil de la banda que les puso el mundo a sus pies en los años noventa. Foto de Lulú Urdapilleta. Cortesía de OCESA México.

El concierto

Primero fue la lluvia y tocó soportarla. A veces hay que pagar penitencias. Y quizás fue eso, el sentirse empapado por la granizada que desde el cielo mandaba Tláloc lo que hizo que el show de The Cult (una banda con larga tradición y elegida como telonera oficial) se sintiera un tanto largo y tedioso.

Esta vez no tocó esperar a GNR por horas. Estaba pautado que la banda saliera a escena a las 9:20 p.m. y apenas se retrasó diez minutos, un récord para los hábitos de Axl Rose. El intro llegó con la clásica melodía de los Looney Tunes y todos supimos que era la manera con la que la banda nos decía:

“Hmmmmm… ¿qué hay de nuevo viejo?”.

Había poco de nuevo, sin que aquello fuera necesario. La gran mayoría buscaba los clásicos, no las canciones de “Chinese Democracy”. Se agradeció entonces la explosión de pirotecnia con la que inició el tema “It’s so easy”. Era otro mensaje cifrado, lo fácil que resultaba echarse aquel público a la bolsa.

Axl se ubicaba apenas en el “trono de hierro” y le obsequiaba un “hola” a la fanaticada. Eso de sufrir lesiones previo a una gira demandante comienza a volverse una extraña costumbre en los rockstars. Pregúntenselo a Dave Grohl (líder de los Foo Fighters) quien le ha prestado a Axl su propio trono del rock and roll (con mástiles de guitarras eléctricas en lugar de espadas) y que el ex Nirvana utilizó también después de sufrir una fractura en su pierna, previo a la gira del año pasado.

La respuesta de la gente, 22 años después del rompimiento entre los dos líderes de la banda, fue tal y como aquella pelea: apoteósica. GNR quiso agradecerlo con dos canciones de su disco más exitoso, “Appetitte for Destruction”. Fue “Mr. Brownstone” la siguiente en ser escuchada. Tres bailarinas seductoras realizaban movimientos exóticos tras bambalinas. Sonó entonces “Chinese Democracy”, para desmentir a los que nunca creyeron que Slash tocaría canciones de un disco en el que no tuvo ninguna participación. Lo que no ocurriría fue el morbo de escuchar el cover de “Sympathy of the devil”, la canción que trastocó las fibras más sensibles entre Axl y Slash en 1994.

Fue hasta este momento que la histeria realmente estalló. El comienzo del riff de “Welcome to the jungle” fue el causante. El primer “gran éxito” de la noche hacía aparición y los fans supieron apreciarlo. Pero en la noche sonarían muchos más, en especial “Estranged”, una de las canciones más extensas y complejas de la producción de la banda, de la época de los “Illusions”, cuando Guns trascendió a banda de estadios y giras mundiales.

Curioso era ver a Axl Rose consumido por las ganas de poder saltar y correr por el escenario sin poder hacerlo. Duff se acercaba constantemente a Slash. Entre ellos había mucha química, como también la había con los músicos menos rimbombantes: Richard Fortus (guitarra rítmica), Dizzy Reed (teclados), Melissa Reese (teclados y sintetizadores) y Frank Ferrer (batería).

La noche depararía seis covers, algo inusual para una banda que posee un catálogo tan respetado como el de Guns N’ Roses, pero algunos de ellos fueron muy sorpresivos, como un jamming de guitarras que dio vida a “Wish you were here” (original de Pink Floyd). Sonarían otros covers emblemáticos como “Live and let die” (original de Wings), “Knocking on heaven’s door” (Bob Dylan) y “Speak Softly Love (el tema de “El Padrino”, de Andy Williams); así como otros inesperados, como “Attitude” (de Misfits) o “The seeker” (original de The Who).

Pero no fueron estas las canciones que más emocionaron al público, sino las originales, como “Sweet child of mine”, “Civil war” y “November rain”. Ellas transportaron a la gente dos décadas atrás.

El encore del concierto trajo también la oportunidad de escuchar dos de las canciones más esperadas: “Patience” y “Paradise city”. Así llegó, entre fuegos artificiales, el final de una noche nostálgica, donde el hard rock noventero volvió a cobrar vida con la banda más importante de aquella época, una banda que girará por el mundo con tres cuartos de luna, hasta que todos los verdaderos integrantes originales —los que aún faltan— se integren al mito viviente.


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