Trece tuits para Nayib Bukele

  1. Una nueva escuela de líderes políticos, candidatos y presidentes reniega del acuerdo de convivencia democrática que postula que los líderes han de tolerar el escrutinio público. No pondré la lista, pero miren por izquierda y derecha y encontrarán políticos descalificadores.

 

  1. Quien ocupa una posición de poder para la cual ha sido elegido debe aceptar que su puesto viene cargado: el apoyo y el cuestionamiento van con el territorio. Pero parece que tenemos toda una nueva generación de líderes de piel hecha con pétalos y nervios de cristal fino.

 

  1. Se ensañan con la prensa. Y han encontrado que las redes favorecen sus ladridos. Los primeros que lo intentaron (por hacer un corte pronto: T***p) vieron que la sanción social por atacar al periodismo era inocua. No bastaba para descalificarlos. Y se animaron a más.

 

  1. T***p y otros han pasado de la descalificación y el irrespeto a la mentira descontrolada y el insulto. Y no les ha faltado ánimo para sugerir o impulsar agresiones contra la prensa en general o medios en particular. Es un clásico: descalificar al mensajero para anular su mensaje.

 

  1. Son, claro, síntomas de intolerancia. No una casual, sino cultivada: han contenido la rabia hasta que llegaron al poder. Y una vez en él, ya asegurado el viento a favor, pueden morder a quienes se opusieron a ellos o los cuestionaron. Es intolerancia grave: tienen el poder de la presidencia a su favor.

 

  1. Esos gobernantes y líderes actúan a sabiendas. No por ingenuidad, menos aún por ignorancia: es un acto calculado. Si logran descalificar a la prensa se quitan de encima una voz independiente. Cuando la sociedad civil se queda sin prensa independiente, su desamparo es mayor.

 

  1. Por las condiciones propias de la sociedad civil (desarticulada, espontánea, sin líderes permanentes, sin organización), el desprestigio de un canal como los medios, que legitiman, organizan y reconducen agendas, desprovee a los ciudadanos de capacidades, ay, contrahegemónicas.

 

  1. Los partidos políticos opositores tienen agenda clara (tomar el poder, desplazarlos) y un líder los acusará a diario con campaña sucia (o no) para mantenerlos controlados. Pero apuntar a la prensa, que no pretende tomar el poder sino controlarlo, busca eliminar fiscalías sociales.

 

  1. Una prensa débil afectará a la sociedad. Una prensa independiente firme es una alerta para la vocación tanática de los políticos en general y de los autoritarios, populistas, demagogos y autócratas en particular: el chequeo civil, no partidario ni legislativo ni judicial.

 

 

  1. Cuando veo a esos políticos refugiarse en Twitter para vociferar descontrolados y sin contralor efectivo, yo me preocupo en serio. Esos hombres/mujeres no están preparados para liderar sociedades que necesitan transparencia.

 

  1. Esos hombres/mujeres quieren control absoluto, creencias ciegas, fanáticos, una fe irreductible en el líder, ser La Voz del Pueblo porque el Pueblo Soy Yo, seguidismo acrítico: la masa obediente. La demonización de la prensa es SIEMPRE un paso más hacia una menor calidad democrática.

 

  1. Sobran las evidencias, y no haré notaría de ellas. Cuando un dictador quiere controlar el discurso, cierra medios, ocupa salas de redacción, corta las señales de TV, bloquea internet, disuelve parlamentos: canales y plataformas de información, comunicación, diálogo, debate.

 

  1. La sociedad no debe hacerle el juego a este comportamiento, pardon my French, de mierda. Los aprendices de autócratas parecen inofensivos al inicio. Pero buscarán acabar con la prensa y en el camino acabarán con la verdad. Quieren ser ellos La Única Voz, La Verdad Última y, entonces sí, exigir todas las obediencias.

*Diego Fonseca (Argentina, 1970) es periodista y editor. Su último libro es “Perdimos: ¿Quién gana la Copa América de la corrupción?”, en coedición con Martín Caparrós.

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