Tener una buena banda sonora para tu película o para tu serie es una gran estrategia, más si estás en los años ochenta y sabés que a la par de tu producto pop viene el disco con el soundtrack que va a sonar en las radios y MTV va a pasar los videos día y noche. Un éxito redondo. Pero hasta en aquellos años se sabían medir: un álbum de banda sonora tenía dos o tres canciones significativas y lo demás era un buen relleno. En la segunda temporada de Stranger Things nos topamos con más de cincuenta canciones y no menos de quince fueron hitazos en aquellos años. Toda una pasarela de canciones memorables que juntas terminaron haciendo un gran ruido.
[¡Alerta spoiler!]
Time After Time, de Cindy Lauper, o Every Breath You Take, de The Police. Esa sería la respuesta fácil si les preguntara cuál es la canción de esta segunda temporada de Stranger Things. Son las dos canciones del final. Encajan bien con la trama. Las letras hablan de promesas de amor y precisamente es lo que vemos entre Mike y Jane, alias Eleven. Lo vemos también de Dustin hacia Mad Max, solo que en versión rechazo. Fue un final de película adolescente ochentera, al estilo Pretty In Pink: el baile, la música, los fracs.
Pero hay un pequeño problema. Antes de ese capítulo final, pasaron ocho más en los que cualquier canción, de las decenas que captaron nuestros oídos, pudo quedarse con el título de la pieza símbolo de la temporada. Incluida la simbólica de la primera: Should I Stay Or Should I Go, de The Clash, que volvió a sonar en un momento muy pertinente. Y es que en realidad la comezón que tengo con la banda sonora de la segunda temporada de Stranger Things no tiene que ver con el timing. Cada canción, en realidad, fue colocada en los momentos precisos. Punto a favor. Pero el punto en contra es que la rocola se llenó de tantos grandes hits que terminó con distorsión.
El mejor ejemplo está en el primero y segundo episodio. En un poco más de una hora que duran los dos juntos, me confundieron completamente de si se trataba de Stranger Things o de Glee. Y aunque fue una buena sorpresa toparme con The Romantics, Devo, Scorpions, Gary Paxton, Ted Nugent, Mötley Crüe, Duran Duran y hasta Ray Parker Jr con su inolvidable Ghostbusters, temí que la serie se fuera a convertir en un musical.
Y eso sería un desastre. Porque Stranger Things, hasta este momento, tiene una propuesta sólida, un guion coherente y una trama que, de verdad, no necesita más que un poquito más de un par de buenas canciones que queden en la memoria y que terminen de comprimir todo el paquete.
Lo dicho: por mí, se pasaron de pesetas con la rocola.
Distinta fue la gran expectativa que generó el primer avance de la segunda temporada. Todo se pintaba emocionante. La edición de escenas para presentar la serie estaba bien hecho y la cereza en el pastel fue ese sintetizador tímido del principio que terminó dando las notas del inicio de Thriller, de Michael Jackson. Y apenas en un avance de tres minutos y tres segundos, la producción se lució. Se deja escuchar la voz grave del legendario Vincent Price -ya saben, el que da las palabras de introducción y la carcajada final de Thriller-. Y sigue el avance al puro ritmo de Jackson. Saber además que se iba a estrenar en vísperas del Halloween era para erizar la piel. La estrategia de marketing para presentar la segunda temporada fue excelente. Pero creo que se emocionaron demasiado con la música. Al menos en los dos primeros episodios.
Luego, para los siguientes capítulos bajó la intensidad de la pasarela musical y el peso de la historia se hizo sentir sin tener que recurrir a poner canciones recordadas de esos años. Quizás la producción comprendió que iba a resultar una combinación muy mala seguir llenando de buenos hits la trama. Por eso, entre los capítulos tres y ocho, lograron estabilizar la musicalización y salieron de la sobredosis de los dos primeros episodios.
La dosificación musical de la serie hizo que los oídos descansaran al menos en un par de capítulos. Por eso ya no molestó escuchar a Queen, Roy Orbison y Ratt hacia el sexto. Bon Jovi se deja oír en el séptimo. Y en el octavo hay una pequeña cucharada de The Four Horsemen, de Metallica, y de repente aparece uno de los momentos más entrañables entre Will y su hermano Jonathan cuando se vuelve a escuchar el hitazo de The Clash Should I Stay Or Should I Go, la canción emblemática de la primera temporada.
En el último episodio vuelve a haber un abuso musical pero la historia trepidante lo hizo perdonar todo. Donna Summer, Pat Benatar, Olivia Newton Jon, Cindy Lauper, The Police… La casa por la ventana. Pero la consecuencia está a la vista: en realidad no hay una canción de la segunda temporada de Stranger Things que quede en la memoria, porque en realidad son demasiadas.
Ahora solo queda esperar que ojalá a la producción le quede la lección de no abusar de la música y no llegue al filo de convertir a Stranger Things en una de esas series vacías con muy buena música. Todavía hay buena historia. Esperemos que no vayan a decepcionar.
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