La nueva expansión de la MS13 en la costa este de Estados Unidos

Agentes y fiscales federales y locales están seguros de que la MS13 se ha fortalecido en la Costa Este de Estados Unidos. No son solo los cadáveres de jóvenes desmembrados y asesinados con una crueldad que los policías no veían desde la década pasada. Son también investigaciones que hablan de una comunicación más activa entre las clicas de la MS13 en Massachusetts, Virginia, Nueva York, Nueva Jersey y Maryland con sus pares en las cárceles salvadoreñas, y de órdenes explícitas provenientes del liderazgo nacional de la pandilla en esas prisiones para volver a correr el llamado Programa de la Costa Este. 

Este texto se publicó originalmente en inglés en Insight Crime y se reproduce con autorización.

Foto FACTUM/Insight Crime

El 13 de diciembre de 2015, José Adán Martínez Castro, alias “Chucky”, dirigió una reunión que él y otros líderes de la pandilla habían convocado en Richmond, la capital del estado de Virginia, a unos 175 kilómetros al sur de Washington, DC. Al menos dos docenas de miembros de varias clicas de la Mara Salvatrucha (MS13) estaban ahí para oír a Chucky, el palabrero nombrado por el liderazgo de la pandilla en El Salvador, la ranfla, para trasladar instrucciones precisas.

Chucky se ocupó de asuntos muy concretos, como intermediar en un pleito entre dos líderes de una clica de Massachusetts, pero también de hacer llegar la orden más importante que desde mediados de 2015 empezaba a salir de la cárcel de máxima seguridad de El Salvador en la que estaban presos entonces la mayoría de líderes de la MS13; esa orden era clara: expandir la pandilla, hacerla crecer de nuevo en toda la Costa Este de Estados Unidos para que, con más fuerza en las calles, fuese capaz de mandar más dinero a sus contrapartes salvadoreños.

No todos estaban de acuerdo con el plan. En la reunión, Chucky pidió a los mandos medios de la MS13 a su cargo que pusieran en orden a Herzzon Sandoval, alias “Casper”, un jefe de clica que, resistiéndose a lo dispuesto por la ranfla en El Salvador, se negaba a que una clica que se llama la East Side Locos Salvatruchos (ESLS) estuviera dentro del programa y, así, se rindiera a las órdenes del palabrero de la ranfla. La solución sugerida por Chucky fue sencilla, acorde a los preceptos generales de la MS13: matar al traidor. La orden nunca fue ejecutada.

“¿Por qué no lo matan? ¿Por qué no se juntan todos y lo matan?”, sugirió Chucky a otros miembros de la ESLS hablando de la forma de resolver la disputa de liderazgo y la reticencia de Casper a seguir las órdenes de la ranfla. “Este chamaco los está haciendo ver mal”, insistió Martínez Castro, quien ahí mismo dijo que se comunicaría con los jefes de El Salvador para que autorizaran la “luz verde” para matar a Sandoval.

A aquella reunión en la capital de Virginia asistieron, además, jefes de clicas en Maryland, Ohio, California, Texas, Massachusetts y Arizona. Los récords de agentes federales que han investigado a la MS13 en la Costa Este de Estados Unidos indican que no había habido encuentros de este tipo desde mediados de la década pasada, antes de que la pandilla centroamericana, entonces muy fuerte en Nueva York y el área metropolitana de Washington DC, quedara mermada por arrestos masivos de varios de sus líderes.

Antes de la reunión entre Chucky con líderes de clicas, cinco asesinatos atribuidos a al menos dos clicas de la MS13 en Boston y sus suburbios indicaban a las autoridades federales en Estados Unidos que algo estaba pasando con la pandilla, una de las más grandes del hemisferio. Durante años la MS13, que tiene presencia en al menos 40 estados de acuerdo a la Oficina Federal de Investigación de Estados Unidos (FBI por sus iniciales en inglés), había estado en una especie de hibernación en la Costa Este. Pero algo había vuelto a cambiar.

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Las órdenes llegan de El Salvador

La reunión masiva de Richmond, así como la presencia de un palabrero que se jactó ahí de ser intermediario directo de los líderes de la MS13 encarcelados en El Salvador, terminó de encender alertas en oficinas distritales del FBI en la Costa Este de Estados Unidos. Las luces rojas, que habían empezado a surgir tras los asesinatos de finales 2015 en el área de Boston, hablan de una especie de renacimiento de la MS13 luego de que a mediados de la década anterior varios casos judiciales la dejaran mermada en sitios en los que hasta entonces había sido fuerte, como el área metropolitana de Washington.

“Hubo esfuerzos significativos contra la MS13 en Maryland y en el norte de Virginia […] Creo que hubo un periodo desde 2010 hasta 2014 en el cual la MS13 en esta área tenía dificultades importantes en cuanto a su operatividad porque se les estaba arrestando y su liderazgo estaba destruido por algunos de estos casos”, dice David LeValley, hasta el 8 de noviembre pasado jefe de la división criminal de la oficina distrital del FBI en Washington, DC.

LeValley, quien ha investigado a la MS13 por al menos 15 años y ayudó a montar varios de los grandes casos que fiscales federales presentaron contra miembros de la pandilla centroamericana en tribunales de Virginia y Maryland, se refiere, sobre todo, a acusaciones multitudinarias hechas por oficinas distritales del fiscal general de Estados Unidos en Maryland y Virginia contra varias clicas de la MS13 entre 2004 y 2006.

Con esos casos quedaron expuestos los nexos históricos entre la Costa Este y los líderes en Centroamérica. En uno de esos casos, por ejemplo, fue acusado y condenado en ausencia Saúl Ángel Turcios, alias “El Trece”, uno de los miembros más visibles de la ranfla nacional encarcelado en El Salvador. Ángel Turcios fue señalado en 2012, por el Departamento de Tesoro de Estados Unidos como capo internacional del crimen organizado junto a otros cinco miembros del liderazgo de la MS13.

Las reuniones parecen haber sido el colofón de un esfuerzo por revivir el programa Costa Este que ya se había notado en las circunstancias de varios asesinatos previos: en la crueldad plasmada en cadáveres de apuñalados que aparecieron en meandros, en bosques o en parques urbanos, o en la presión sobre escuelas secundarias llenas de poblaciones vulnerables. Todo hablaba del esfuerzo más reciente de la MS13 por volver a plantar su macabra bandera en la Costa Este de Estados Unidos.

Entre septiembre 2015 y en la reunión de Richmond, en enero de 2016, los asesinatos atribuidos a la pandilla aumentaron en número y en crueldad. El flagelo no se limitaba a Massachusetts, Virginia, Maryland, Nueva Jersey, Nueva York. Todos hogares de importantes comunidades latinas donde la MS13 ha echado raíces vieron un incremento de actividades delictivas y actos violentos.

Los asesinatos de Massachusetts

El lunes 7 de septiembre de 2015, sobre las arenas de Constitution Beach, una pequeña playa frente a una entrada de mar que separa el este de Boston de las pistas del Aeropuerto Internacional Logan, las autoridades recogieron el cuerpo de un adolescente con rasgos latinos.

Wilson Martínez tenía múltiples puñaladas y detrás de él, en los recuerdos de quienes lo conocieron vivo, una historia muy común entre migrantes centroamericanos; una versión lúgubre del sueño americano que tiene, en estos barrios latinos de las grandes urbes estadounidenses, mucho que ver con la marginalidad, con la exclusión, con la migración y, sí, con las pandillas.

“Once días después de que Wilson celebró su 15 cumpleaños su sueño americano había acabado. Su cuerpo fue encontrado el lunes con varias puñaladas, solo un día antes de que empezara su segundo año de secundaria en la East Boston High School”, dijo el Boston Globe.

En Boston, las órdenes que el FBI atribuye a los líderes en El Salvador fueron acatadas por los jefes de clicas como Noé Salvador Pérez Vásquez, alias “Crazy”. Pérez Vásquez es un líder de la Molinos Locos Salvatruchos, originaria del este de Boston, y uno de los que impartió la instrucción girada por el liderazgo de la pandilla de incrementar los asesinatos para imponer respeto en los territorios bajo su control.

La muerte de Wilson Martínez  parece obedecer esa lógica. En una acusación formal del gobierno de Estados Unidos contra 57 miembros de la pandilla, la presentada ante un gran jurado en enero de este año, dice que cuatro miembros de la MS13 asesinaron a Martínez “con extrema atrocidad y crueldad”, luego de que Crazy “alentara [a los acusados] a asesinar a pandilleros rivales y a sus asociados para probar que merecían una promoción en la organización criminal de la MS13”.

Era la culminación de la serie de asesinatos atribuidos a la MS13. El 21 de octubre de 2014, Katerin Gómez, una dominicana de 35 años y madre de tres, fue ultimada por una bala perdida en su balcón de la ventana de su apartamento, en el segundo piso de un pequeño edificio en Chelsea, Massachusetts. Por el crimen la policía detuvo a Héctor Ramírez, alias “Cuervo”, un joven a quien la policía de Chelsea tenía fichado como posible miembro de la MS13.

Poco menos de dos meses después, el 14 de diciembre de 2014, otro asesinato relacionado a la pandilla centroamericana ocurrió en Chelsea, en la avenida Chester, a pocos metros del edificio donde Katerin Gómez había sido asesinada. Esta vez la víctima fue un hombre, Javier Ortiz, de 29 años. Las investigaciones de la policía del condado de Suffolk, en Massachusetts, apuntaban de nuevo a otro supuesto miembro de la MS13, Héctor Enamorado, alias “Vida Loca”, un hondureño de 26 años.

Los dos asesinatos parecían una premonición de la actividad de la pandilla centroamericana, que un año después dejaría un manojo de asesinatos como el de Wilson Martínez en ciudades y barrios del extrarradio de Boston, suburbios obreros con importantes poblaciones de latinas.

La crueldad, las puñaladas, la rabia impresa en el cadáver por los asesinos… todo indicaba que se trataba de la MS13. Y todo hacía recordar a viejos crímenes, a los días de finales de los noventa y principios de 2000 en que la pandilla centroamericana llegó por primera vez a las ciudades de la Costa Este.

Además, había claras muestras de tráfico de drogas y armas, y señales de que el grupo intentaba reforzar su reclutamiento en las escuelas públicas.

En total, la acusación del gobierno federal de Estados Unidos tenía 17 cargos contra miembros de nueve clicas de la pandilla que estuvieron relacionados con cinco asesinatos, 19 homicidios tentados, pero también intentos de distribución de 5 kilos de pasta base de cocaína y de 600 gramos de heroína, y posesión ilegal de tres armas de fuego y municiones.

De nuevo, todo apuntaba a El Salvador como centro de operaciones.

“Miembros de la MS13 en Massachusetts vendieron cocaína, heroína y marihuana, y […] participaron en robos con el fin de generar ingresos para pagar el tributo mensual a los líderes encarcelados en El Salvador. Este dinero, se supone, es utilizado para pagar por armas, celulares, zapatos, comida y otros pertrechos para los miembros de la MS13 libres en El Salvador”, dice el comunicado que el Departamento de Justicia.

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La acusación federal en Boston contra la MS13 no da cuenta solo de las tendencias de expansión apuntadas por el agente especial LeValley del FBI o del aumento en la actividad criminal que despertó las alarmas en el área metropolitana de Washington. Aquella investigación también arrojó indicios de la interconexión entre las clicas de la pandilla a lo largo de la costa.

Y permitió a los federales utilizar indicios recogidos en esa investigación para atacar cabos de actividades criminales en condados y ciudades ubicados a miles de kilómetros de distancia de Boston. Esa historia se cuenta bien desde una casa en Wheaton, una ciudad de Maryland aledaña a Washington en la que la MS13 tiene huella desde la década pasada.

Fue en una casa de la Randolph Road de Wheaton, por ejemplo, que agentes de Inmigración y Aduanas encontraron recibos de pequeños envíos de dinero a El Salvador que permitieron conectar a miembros de la clica Normandies Locos con Moisés Rivera Santos, alias “Viejo Santos”, miembro de la ranfla en El Salvador.

Fue en Wheaton donde trabajadores sociales del condado de Montgomery, a cuya jurisdicción pertenece la ciudad, descubrieron una casa de prostitución administrada por la pandilla y poblada por jóvenes mujeres que habían huido de sus casas.

Y fue en Wheaton donde, gracias a las pistas recabadas en Massachusetts, los federales ubicaron otra casa, una especie de refugio para pandilleros de todo Estados Unidos que han huido de sus ciudades para evitar responder por homicidios que se les atribuyen.

“Un tipo de la oficina del FBI en Boston permitió el arresto de un sospechoso de homicidio cometido en esa ciudad, localizar a otro pandillero conectado a un homicidio en Dallas y otro relacionado a varios asesinatos en Houston […] Todos habían estado en la misma casa de Wheaton”, dice un informe de la Policía de Montgomery al que InSight Crime tuvo acceso. Y agrega: “Los pandilleros que han cometido delitos con frecuencia acuden a clicas en otros estados para que los refugien.”

Nacida en Los Ángeles, criada en El Salvador

La MS13 nació en las calles del este de Los Ángeles en los años ochenta. Era época de guerra civil en El Salvador y cientos de miles de refugiados huyeron hacia Estados Unidos. El destino preferido era la ciudad angelina donde encontraron otro tipo de guerra: la de las pandillas callejeras.

Los salvadoreños recién llegados se agruparon con pandillas latinas ya existentes como Barrio 18y construyeron las suyas, entre ellas la Mara Salvatrucha Stoners, un grupo más social que delictivo que se constituyó alrededor de la música rock y la marihuana. Con tiempo, por el enfrentamiento constante con otras pandillas, la MS se radicalizó, incrementó su respuesta violenta e hizo nacer una ideología basada en la aniquilación del contrario.

En los noventa, cuando la guerra civil salvadoreña llegaba a su fin y se negociaba la paz entre las partes, Estados Unidos comenzó a deportar más salvadoreños a su país de origen. El proceso se aceleró con unos cambios importantes en las leyes sobre inmigrantes exconvictos, muchos de ellos pandilleros de la MS13 y el Barrio 18.

Devueltos a El Salvador, miembros de ambas pandillas encontraron tierra fértil para expandir su membresía. Aparecieron clicas con nombres de calles y barrios de Los Ángeles: Hollywood y Normandie, entre otros.

Entre 1999 y 2009, gobiernos populistas en El Salvador aplicaron medidas represivas, conocidas como “Mano dura”, que puso a miles de jóvenes en las cárceles. Fue ahí donde se consolidó la organización y el liderazgo de ambas pandillas. En la cúspide de la cadena se estableció el liderazgo que hoy en día se llama la ranfla histórica, formada sobre todo por veteranos deportados y encarcelados que controlan los recursos financieros de la pandilla, dan las líneas generales de conducta criminal y recolectan los tributos que la membresía está obligada a pagar.

Para el año 2011, las pandillas estaban presentes en los 14 departamentos de El Salvador con cerca de 30.000 miembros. La violencia entre ambas, y entre ellas y el Estado nacional, también incrementó y fue identificada como una de las causas principales de la migración creciente de niños no acompañados (Unaccompanied Alien Children – UAC) a la frontera de Estados Unidos. Su poder llegó hasta tal punto que pudieron negociar con el gobierno una especie de tregua en 2012, que duró poco tiempo, pero mostró que la pandilla tenía control sobre sus soldados en la calle y un poder político enorme que podía influenciar hasta las elecciones nacionales para la presidencia.

Fue durante ese periodo que autoridades de Estados Unidos y Centroamérica creen que comenzaron a reordenar sus tropas y a embarcarse en esfuerzos más ambiciosos de expansión. Como explicó InSight Crime en un informe, algunos líderes de la MS13 en El Salvadormandaron a emisarios a lugares como Honduras, donde han explorado las posibilidades de entrar en el negocio de transporte de drogas por Centroamérica.

Luego hubo una especie de reordenamiento en California donde intentaron organizar un “proyecto” de distribución de drogas al nivel nacional en Estados Unidos y una forma de cobrar tributos de todas las pandillas.

El plan, como refiere el agente especial LeValley de Washington, DC, se trasladó a la Costa Este a mediados de la década de 2000, pero quedó en suspenso tras varios golpes judiciales al liderazgo local de la pandilla. Hasta que las nuevas dinámicas de 2015 y 2016 empezaron a arrojar sospechas de la nueva expansión.

“Creo que ahora si hay un esfuerzo real por reconstruir los programas de la costa este. La manera en la que eso está sucediendo entre las diferentes clicas, como en Virginia y Boston, por ejemplo, eso no está aún del todo claro. Sí sabemos que hay comunicación entre ellas. Hemos visto reuniones en las cuales algunos de los líderes de la pandilla viajan para reunirse en Boston o en Richmond”, dijo LeValley a InSight Crime. “Lo que no sabemos específicamente es si eso se coordina aquí o si se coordina en El Salvador. Y lo que sí sabemos es que ha habido esfuerzos por reconstruir algunas de estas clicas que por una u otra razón ha estado debilitadas recientemente”.

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Vuelta al pasado más sangriento

LeValley asegura que lo que está pasando ahora, la crueldad de los asesinatos o la agresividad en el reclutamiento de jóvenes incluso en las escuelas del sistema público, se parece mucho a lo que pasaba a finales de los noventa y durante los primeros años del 2000, cuando la MS13, y en menor medida el Barrio 18, emigraron a la Costa Este de la Estados Unidos.

El asesinato de Brenda Paz, una pandillera de origen hondureño, en julio de 2003, es uno de los casos a los que policías y trabajadores sociales en el área metropolitana de Washington acuden para explicar cómo, a principios de la década pasada, la escalada de violencia asociada a la MS13cambió patrones de prevención y combate a la criminalidad juvenil en los condados aledaños a la capital y el distrito de Columbia mismo. El recuerdo de la muerte de Brenda Paz también sigue sirviendo para ilustrar la violencia y crueldad asociadas a la MS13.

El cadáver de la joven, de 17 años y embarazada, fue encontrado en las riberas del río Shenandoah, al sur de Washington, un día de julio de 2003, después de que su novio de ese entonces la había llamado para un encuentro. Trece años después, en 2016, signos similares de crueldad han aparecido en algunos de los asesinatos perpetrados en ciudades de Maryland cercanas a Washington o en otras zonas de la Costa Este con presencia histórica de la MS13, como Brentwood en Long Island, Nueva York.

La referencia a Brenda Paz reapareció, por ejemplo, en notas periodísticas posteriores al 7 de julio de este año tras el asesinato en Gaithersburg, Maryland, de Cristian Antonio Villagrán Morales, un joven de 19 años.

Aquella mañana, Vanesa Alvarado, una joven de origen salvadoreño nacida en Silver Spring, también en Maryland, y asociada a la MS13 según la Policía del Condado de Montgomery, llamó a Villagrán Morales para ofrecerle un paseo al parque y algo más. “La joven lo llevó al Malcom King Park de Gaithersburg con la promesa de sexo […] Ahí lo encontraron tres miembros de la MS13 […] Uno de ellos, Juan Gutiérrez Vásquez, de 16 años, lo agarró de las piernas mientras los otros lo apuñalaban”, dice un acta de la policía del condado agregada al expediente judicial 1D00358772, abierto el 28 de julio de 2016 en Greenbelt, Maryland.

Entre septiembre y octubre de este año, cuatro jóvenes de Brentwood, Long Island, fueron asesinados en tiroteos o ejecutados por miembros de la MS13. Una escalada que un el director interino del FBI del distrito este de Nueva York describe así: “Estos casos y la historia de la MS13ilustran de forma vívida que esta pandilla simplemente no tiene respeto alguno por la vida. Como se detalla en este caso, estos acusados mataron personas que no conocían y también a otros que sí eran sus objetivos”, dice Diego Rodríguez.

En el condado de Montgomery, en Maryland, las cifras de crímenes relacionados a transgresores juveniles y a jóvenes relacionados con pandillas hablan de la expansión y recrudecimiento de sus actividades. De acuerdo a un reporte de la policía de Montgomery en 2015, por ejemplo, en el condado se duplicaron los asesinatos atribuidos a estos grupos; también aumentaron los asaltos agravados, los robos y los incidentes con armas ilegales.

La alarma era tal que, en junio de 2016, el gobierno de este condado convocó a una reunión extraordinaria para tratar, de nuevo, el asunto de la MS13, el incremento en los delitos y, algo nuevo en la ecuación, la situación creciente de violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras), de donde proceden, según el FBI y las policías y gobiernos locales consultados, las órdenes de expansión de la pandilla en la Costa Este de Estados Unidos.

En aquella reunión, tres analistas legislativos presentaron un documento sobre el tema a tres comisiones del gobierno local. En ese informe, el Departamento de Recursos Humanos y Salud del condado (HHS por sus iniciales inglés) atribuye el “crecimiento sin precedentes” de las actividades de la MS13, como el reclutamiento de jóvenes y de homicidios violentos a causas que están directamente relacionadas, entre otras cosas, con la evolución política y criminal de las pandillas en Centroamérica.

Una de las razones, dice ese informe, es “el clima de inestabilidad política y criminal en Centroamérica generado por el desmoronamiento de la tregua de 2012 en El Salvador y por el ataque frontal a las pandillas.” Otras razones tienen que ver, directamente, con las tendencias migratorias de los llamados menores indocumentados sin compañía, quienes terminan siendo poblaciones vulnerables al reclutamiento de las maras.

“Cuando llegan […] están aislados, rotos, no pueden hablar inglés y son objetivos de la MS13”, dice el reporte de HHS.

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Sigue la expansión

Saber de la reunión de Chucky con los múltiples palabreros de Estados Unidos para impartir órdenes provenientes de El Salvador llevó un momento de lucidez a las autoridades estadounidenses: les permitió entender mejor cómo está funcionando la MS13 en la Costa Este. La organización dispersa y desorganizada que conocieron hace una década estaba mostrando su madurez.

“Hay comunicación entre los líderes de aquí y los líderes de las pandillas en El Salvador, particularmente algunos de los líderes veteranos”, dice LeValley. “Se están comunicando y dando instrucciones y direcciones sobre los programas de las pandillas aquí. Algunas son instrucciones específicas acerca de qué hacer con algún problema en particular, ya sea un informante […]”.

De hecho, la reunión de Richmond, los cinco homicidios de Massachusetts, así como 19 intentos de asesinatos atribuidos a al menos seis clicas afincadas en ese estado norteño eran suficientes para establecer el patrón.

“Se requirió a los líderes, miembros y asociados de la MS13 que mandaran ciertas cantidades de dinero cada mes a los líderes en El Salvador; ese dinero es usado para, entre otras cosas, comprar armas, drogas y teléfonos celulares […],” dice el requerimiento que los fiscales Peter K. Levitt y Christopher Poll presentaron a principios de este año a un gran jurado en Massachusetts.

El agente LeValley dice que ese tipo de órdenes y acciones se aprueban en El Salvador, lo cual es también una reiteración de algo que parecía haberse debilitado: el vínculo directo entre las clicas de la MS13 y los líderes históricos en el país centroamericano.

“Es muy usual ver a las estructuras de las pandillas buscando aprobación de los líderes en El Salvador antes de hacer algo. También existen instrucciones provenientes de algunos de esos líderes relacionados a ciertos programas en particular aquí en Estados Unidos, ya sea en Boston, Maryland, DC o Virginia. Esas instrucciones se dan cuando los líderes perciben que la pandilla no se está desarrollando […] o si creen que la clica aquí no está produciendo suficientes ingresos. Ellos [en El Salvador] deciden incluso quién va a estar al mando de ciertas clicas,” reiteró LeValley.

Las órdenes atribuidas a Chucky de Richmond, por ejemplo, así como las reuniones de pandilleros pretenden, dicen los agentes del FBI consultados por InSight Crime, volver a establecer con claridad la jerarquía de la MS13 en las calles de Estados Unidos, con la ranfla al tope de la pirámide de poder y sus interlocutores, los palabreros, con responsabilidades sobre importantes números de reclutas en vastas porciones de territorio de Estados Unidos.

“Dejar clara la jerarquía permite que el orden, desde los jefes más importantes en El Salvadorhasta las calles de Boston, fluya con normalidad,” escribió en un testimonio anexo a la acusación de Massachusetts Jeffrey E. Wood, uno de los agentes especiales del FBI que participó en la investigación masiva contra miembros de la MS13 en ese estado.

La pretendida expansión, no obstante, recibió un golpe importante cuando Chucky y otros jefes de clica, sobre todo de Massachusetts, fueron arrestados y llevados ante una corte federal acusados por los cinco homicidios, 19 homicidios tentados, asociaciones ilícitas, tráfico de drogas y tenencia ilegal de armas en enero de este año. A pesar eso, ese mes Chucky viajó los casi 900 kilómetros que separan su casa en Richmond de un taller de automóviles en Everett, en las afueras de Boston, para dar continuidad a las reuniones sobre el “Programa Costa Este”.

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