Joaquín Sabina en El Salvador: sin pena y con gloria

“Feliz sin pena ni gloria” exclama Joaquín Sabina en una de las canciones que integran su último disco: “Lo niego todo”, el mismo que lo ha llevado de gira por Centroamérica en las últimas semanas. Como ocurre en cada uno de sus conciertos, Sabina obsequió al público salvadoreño una noche sin motivos de vergüenza. En cambio, de gloria sí que hubo mucho. “Desde que el ictus lanzó su globo sonda”, los conciertos de Sabina representan siempre la posibilidad de ser una última oportunidad de encuentro. Aunque lo niegue todo, Joaquín así lo entiende. Y su público también.

Fotos FACTUM/Gerson Nájera


En El Salvador, quienes llegaron a la música de Joaquín Sabina en el siglo XXI tuvieron como única interacción colectiva los tributos a este que se presentaban rutinariamente en La Luna Casa y Arte, entre otros lugares. La bohemia de Sabina encontró refugio en los nichos de la bohemia capitalina. No sobran los motivos para decir que La Luna era un lugar especial. El artista andaluz es el protagonista de un mito verdadero ocurrido el 25 de Febrero del año 2000, cuando después de su concierto coronó una de 500 noches con una visita sorpresa a la casa artística de la colonia Buenos Aires. Ahí pisó las mismas tablas que por entonces pateaba un salvadoreño originario de San Rafael Obrajuelo: el cantautor Juan Mejía, quien solía compartir canciones originales junto a su sempiterno homenaje a la música de Fito Páez y Charly García. Tanto Sabina como Páez, enemigos íntimos, visitaron el país entre 2000 y 2001 y no volvieron por más de una década; pero curiosamente —y sin que se pusieran de acuerdo— cada quien han retomado la conexión salvadoreña.

Juan Mejía, el salvadoreño, ha dado apertura a sus shows.

Hoy La Luna ya no existe, aunque Sabina ha presentado su espectáculo en El Salvador en dos ocasiones más. La última —y más reciente— fue la del pasado sábado, la noche del 10 de marzo de 2018, cuando Mejía tocó algunas de sus canciones como telonero de Joaquín. “Voy a matar la soledad” y “Cementerio Next Station” fueron algunos de los temas que los presentes reconocieron, muchos de ellos exparroquianos de La Luna.

El cantautor salvadoreño Juan Mejía, compositor de temas como “Blues en la ciudad” y “Qué hago con tanto amor”, fue quien dio apertura al escenario en el que más tarde se presentó Joaquín Sabina, en San Salvador.
Foto FACTUM/Gerson Nájera.

Mejía estuvo acompañado por un contrabajo y una guitarra. Javier Gómez e Iván Demetrio fueron sus escuderos. Modificó la letra de “Voy a matar la soledad” para ganarse al público, y cantó: «Voy a comprarme unos discos de Bob Dylan, de Sabina y de Fito».  Pasaban dos minutos de las nueve de la noche cuando el salvadoreño se despidió entre aplausos. Luego, a través de las redes sociales, Juan publicaría imágenes del gesto que Sabina tuvo al saludarlo y agradecerle su presentación.

La pausa tardó poco más de un cuarto de hora y la selección musical para la espera no fue muy atinada: Electronic Dance Music (EDM). El público fue paciente y finalmente sonó una melodía familiar. Era la pista de “Y nos dieron las diez”. Poco a poco fue subiendo al escenario cada uno de los músicos y, finalmente, Sabina, quien vestía un traje púrpura y su icónico sombrero de bombín. En sincronía con el frac del artista, las luces impregnaban también la penumbre de una tonalidad violeta. Era evidente que cada detalle estaba muy bien cuidado.

“Cuando era más joven” fue la canción elegida para abrir el show. Un tema original de 1985, extraída del álbum “Juez y parte”. Un regalo para sus fanáticos más aguerridos y poco coreada por la mayoría de asistentes. Continuó el tema que da título a su último disco, “Lo niego todo” (2017), que arrancó gritos y provocó un eco masivo. En la pantalla divida en tres que estaba atrás de los músicos aparecían todas las versiones (y todas las negaciones) de Joaquín. Como abriendo brecha entre los aplausos, el cantante que recientemente acaba de alcanzar la edad más erótica (69 tacos) saludó a “las salvadoreñas y los salvadoreños” y contó que estuvo cerca de cancelar las presentaciones en Centroamérica por una gripe. Además agradeció la amistad y complicidad de sus seguidores.

A diferencia de su concierto de 2013, donde la interacción fue escasa, esta vez Sabina extendió sus comentarios y bromeó sin pena. Lamentablemente, estas intervenciones solo fueron claras para la parte VIP y Platinum, porque en la localidad más lejana, Grada Preferencial, la voz llegaba con dificultad.

Joaquín Sabina presentó su tour “Lo niego todo” en San Salvador la noche del sábado 10 de marzo.
Foto FACTUM/Gerson Nájera.

Anunció que las canciones del primer bloque serían de su producción más reciente y que después tocaría las clásicas. Bromeó:

«Se van a joder porque tendrán que escucharlas».

“Canciones con vocación” llamó a las seleccionadas de “Lo niego todo”  para esa noche. Inició el bloque con el corte que abre el disco: “Quién más, quién menos”. Manteniendo el orden del álbum, eligió “No tan de prisa” para continuar, a la que describió como “una canción mestiza” que tiene todas esas cosas que él ama y que “no le gustan al señor Trump”.

Joaquín llegó a sus 69 años de vida el pasado 12 de febrero, número que describió entre bromas como “precioso” por su connotación sexual. También narró como un logro no haber pasado por la madurez y que saltó de la adolescencia a viejo verde, autodefinido como un superviviente. Luego mencionó que tiene tres amigos en El Salvador, dos de ellos mártires: Monseñor Romero y Roque Dalton. El público respondió con gritos y aplausos que estallaron cuando mencionó al restante “que afortundamente está vivo”: Mágico González. A ellos dedicó “Lágrimas de mármol”.

Entre el público “sabinero” en El Salvador también hubo una cantidad nada despreciabe de hondureños, quienes constantemente ondeaban su bandera hasta conseguir un saludo de Sabina.
Foto FACTUM/Gerson Nájera.

El concierto continuó con otro corte del nuevo álbum, “Sin pena ni gloria”. Luego introdujo “Las noches de domingo acaban mal”, maldiciendo a los Estados Unidos y solidarizándose con los inmigrantes, porque él también fue uno durante la dictadura de Francisco Franco. Además la dedicó a su guitarrista, Jaime Asúa, quien fue integrante de una banda que Sabina admiraba mucho en sus primeros años de carrera: Alarma!!! Para esos años, él tenía un pie en el rock y otro en “Son tus perjúmenes mujer” (canción de Carlos Mejía Godoy y Los de Palacagüina). La anécdota provocó que el público lo orillara a cantar parte del tema.

El bloque clásico inició con “Donde habita el olvido”. Sabina reconoció que el escenario es su casa y sus músicos su familia. Además aseguró que es la única banda del mundo donde todos los integrantes cantan mejor que el vocalista. Los presentó uno a uno, iniciando por Asúa. Le siguieron Paco Beneyto (batería), Laura Gómez Palma (bajista argentina invitada para la gira), José Miguel Sagaste (saxofón y clarinete), Antonio García de Diego (guitarra, teclados y voz), Pancho Varona (guitarra y voz) y Mara Barros (coros). De Barros contó que por años insistieron en que tuviera un disco propio y que finalmente hizo: “Por Motivos Personales” (2017).

Sabina desapareció del escenario y quedó Barros a la cabeza para cantar el tema “Hace tiempo que no”, escrito por Joaquín, inspirado en la última plática que tuvo con Gabriel García Marquéz, cuando el escritor respondió el “¿cómo estás?” con “hace tiempo que no me hago caso”. El intermedio continuó con “La del pirata cojo”, cantada por Varona.

El cantautor reapareció en escena con otro sombrero, esta vez blanco, y solo acompañado por su corista y pianista para “Una canción para la Magdalena”. Siguió con “Por el bulevar de los sueños rotos”, que dedicó a Chavela Vargas y José Alfredo Jiménez. Después Mara inició “Y sin embargo te quiero”, dando cuenta de su gran registro vocal en un ambiente bastante ceremonioso que Sabina cortó de golpe con una broma: “Des-pa-ci-to”. Continuó “Y sin embargo”, como dicta el guion.

Las dedicatorias no habían terminado. “Peces de ciudad” fue ofrendada a los hondureños presentes y a su telonero de esa noche, “el maravilloso cantante, Juan Mejía”. Explicó que no sabe muy bien de qué trata la canción. La selección de éxitos siguió con “19 Días Y 500 Noches”. Con esta de nuevo desapareció con el resto de músicos para dejar solos a Antonio y Pancho para la balada “A la orilla de la chimenea”.

Sin Sabina, los músicos cambiaron radicalmente el ambiente de nuevo con la rocanrolera “Seis de la mañana”, cantada por Asúa. En la última parte de la canción, el andaluz se reintegró al escenario para hacer un medley con “Noches de boda” y la muy conocida “Y nos dieron las diez”. Para el “cierre”, uno de los temas más versionados del español: “Princesa”.

El público no dio señales de retirada. Como manda el protocolo, gritaban: “Otra, otra”. La respuesta la dio Antonio, quien cantó solo “Tan joven y tan viejo” para abrir el encore que continuó con Sabina y el resto de músico tocando “Contigo”, donde modificó parte del coro por “chera de ojos tristes”. Luego Joaquín tomó dos platillos en sus manos e inició la canción de despedida: “Pastillas para no soñar”. Antes de despedirse mostró la camiseta de la selección salvadoreña de fútbol con el número 11 del Mágico.

Sabina se despidió con mucha gloria de El Salvador y su gira Centroamérica entre aplausos, gritos y silbidos de agradecimiento que tuvieron como fondo “La canción de los buenos borrachos”,  tema que en otros años sus fanáticos corearon en bares como La Luna.

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