Hoy no hay canción que valga

Los albos protagonizaron, en la grada norte, una final soñada contra la barra aguilucha. La última vez que el Cuscatlán vio un partido así en la última instancia del campeonato salvadoreño fue en 1987. Aquella vez ganó Alianza. Hoy la alegría se afincó lejos, al otro lado del estadio. 

Fotos FACTUM/Salvador Meléndez


La final empieza a las 11:50 de la mañana. Es la hora de la música y los aplausos. Estalla una secuencia de bombos. Los aficionados ondean sus banderas y hacen lluvia con papel picado. Empieza la final, porque aunque el partido iniciará a las 3 de la tarde, hay dos barras que este día se disputan el campeonato. “Ya vas a ver… no somos como los putos de San Miguel”, arrancan los aficionados blancos. Y la barra del Águila le responde: “Cómo no te voy a joderrrr… si te odio tanto qué le voy a hacer”. Reciben un largo aplauso de sus vecinos que después se desquitan, o así lo creen, llevando las manos a sus bocas, un gesto con el que toda la vida han querido decirles indios, y sentencian su provocación con un “hijos de puta”. Es oficial: también ha empezado el “bullying”.

Solo el palco permite juntar en un metro a los aficionados del Águila con los de Alianza. En sol general es imposible. Hay dos lazos y dos cadenas humanas con antimotines dispuestos a expulsar a los más salvajes. Pero esos 40 policías no alcanzarán para contener las mutuas provocaciones. No ha empezado el partido y ya expulsaron a un aficionado de los graderíos de la barra de los albos.

Estampas de los aficionados en la zona de sol General del Estadio Cuscatlán, en San Salvador, el 26 de mayo de 2019, durante el partido de la Final de Fútbol  entre Águila y Alianza. Foto FACTUM/ Salvador Meléndez

Son las 2:51 de la tarde. Es la hora de cantar el himno nacional. La barra blanca no perdona y, como siempre, sustituye el consagrar por alianza en el estribillo. Llueven más papeles. El Cusca y los aficionados del Águila bendicen a su equipo con humo naranja. “Apaguen la ladrillera, pendejos”, responden sus vecinos. Esta, a diferencia de la final pasada entre Alianza y Santa Tecla, no tiene actos previos al partido, pero tiene a las dos barras que no se juntaban en una final desde 1987. Dos barras que se creen buenas cantando, gritando. O chiflando.

“Vengo del barrio de los albos,
barrio de droga y carnaval,
te juro que en los malos momentos,
siempre te voy a acompañar,
Dale dale dale, albo.”

Empieza el partido. El mundo se detiene y se divide en dos. En el sector norte estamos los de blanco; los de naranja ocupan el sur. Hay distancia, pero también un punto donde convergemos: las dos barras queremos el campeonato. El pitazo inicial impone respeto. Hay silencio y concentración en los graderíos. Todos los sentidos están puestos en los 22 hombres que persiguen la pelota. Los negro -naranja hacen el primer intento. Luego hay un enorme ´oleee´ para Óscar Cerén que nos devuelve la paz a los del norte: el 9 blanco ha sorteado a dos aguiluchos. Fallan ellos y nosotros también fallamos. Los primeros 45 minutos son intentos, pases, desvíos, tiros de esquina, pocas llegadas y pocos aplausos.

El maestro de ceremonia nos distrae desde el altoparlante. Le pide a los aficionados que ocupan los palcos que se abstengan de seguir tirando objetos a los de sombra o tribuna. De lo contrario, ellos, que sí tuvieron derecho a ingresar con vuvuzelas al estadio, se exponen a recibir el mismo trato que los aficionados de sol reciben de la policía. O al menos les quedará el regaño.

Un joven aficionado del Alianza observa solitario sobre los graderíos, que horas antes retumbaban de aficionados, el momento en que su equipo recibe el titulo de subcampeón, en el Estadio Cuscatlán, en San Salvador, el 26 de mayo de 2019. Foto FACTUM/ Salvador Meléndez

Son las 3:42 de la tarde. Y ahora hay disturbios en sombra norte. Dos mujeres se agarran de las greñas y, de nuevo, tiene que intervenir la Policía. Las separan y expulsan a una de las dos. Faltan 45 minutos de juego y ya nos estamos odiando. Las barras intentan lo que los jugadores no logran en la cancha. Los del norte, de nuevo, quieren fastidiar a los del sur: “Y ya vas a ver… No somos como los putos de San Miguel”.

El intermedio llega a las 3:45 de la tarde, y llega con un anuncio en el altoparlante: el presidente electo Nayib Bukele está entre la afición. Se asoma al palco 109, vistiendo una chumpa azul y una gorra blanca, y saluda a los aficionados en platea. Sonríe, saluda, y luego firma unas camisetas a sus aficionados: una blanca, una gris, una naranja. Le aplauden tanto en el norte como en el sur.

Las cuatro de la tarde. Arranca el segundo tiempo. Ahora el pleito es en sol preferente norte. La Policía, de nuevo, apaga el fuego y saca a dos aficionados más. La atención está en los graderíos y no en el engramado. Hasta que alguien grita “culo a tierra” y todos volvemos a nuestra posición inicial para devolverle la atención al partido. Más llegadas, abucheos, otro chance perdido. Han pasado apenas 20 minutos y, de nuevo, nos desvanecemos. Pero volvemos a cantar.

“Movete, Alianza, movete. Movete, dejá de joder
Porque esta barra está loca, y no podemos perder”.

Despertamos a las 4:36 de la tarde. Hay caras afligidas, pero también contragolpes y oportunidades. No llega ese gol que tanto anhelamos. El pitazo final del árbitro nos sentenciará a tiempo extra de aflicciones. Ahora tendremos a un equipo intentando hacer en 30 lo que no hizo en 90 minutos, y nosotros seguiremos cantando: “Cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer. Alianza yo te quiero, antes de ser rojo yo me muero”. Casi gritamos gol, casi, pero no.

Llegamos a los penaltis. Los veremos desde la meta de los del norte. Falla el primer intento Andrés Quejada, del Águila, pero también nos falla Herbert Sosa y con eso nos pone a temblar. Desde entonces todo será tristeza: los nuestros fallan dos más. Nos hundimos. Iván Mancía es el único que nos devuelve, por unos segundos, la ilusión, los abrazos y la sonrisa. Pero Águila se consolida con otro gol y entonces nos apagamos. No hay canción que valga. Hoy la gloria les pertenece a los del sur.

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