Las nueve víctimas confirmadas del Cuscatlán

El 20 de mayo de 2023 será recordado como la peor tragedia en la historia del fútbol salvadoreño. Al menos nueve personas murieron en una estampida previo al juego entre Alianza y FAS. Las autoridades reportaron 12 fallecidos. Sin embargo, no hay rastros de tres de las víctimas. La acusación fiscal contra los capturados por la tragedia fue por el delito de homicidio culposo de nueve personas. Esta es una reconstrucción de aquella noche.

Foto Factum/Natalia Alberto


Unas horas antes de la estampida, Mardoqueo González inmortalizó su pasión por Alianza, el equipo que había seguido desde niño, en una breve entrevista. “Mi Aliancita siempre sale adelante”, dijo el hombre de 66 años afuera del estadio Cuscatlán, en San Salvador, y envió un mensaje a los jugadores del equipo con la esperanza de que remontaran la derrota sufrida tres días antes en Santa Ana: “Pónganse las pilas, cabrones. Hay que demostrar que somos cachimbones en donde sea”. 

Era sábado 20 de mayo de 2023. El calor asfixiaba: la temperatura rondaba los 32 grados centígrados, según el historial meteorológico. Eran los cuartos de final de la Liga Mayor de Fútbol. El partido contra FAS estaba por comenzar. 

Mardoqueo fue una de las personas que fallecieron durante la estampida de aficionados de Alianza en el portón sur de Sol General. “Él no se perdía los partidos”, recuerda su hijo Alexis durante el funeral, realizado una semana después de la tragedia debido a que algunos de los familiares viajaban desde el extranjero. 

A la pequeña funeraria La Bendición de Dios, en donde apenas caben algunas personas además del ataúd, no solo llegaron familiares y amigos de Mardoqueo, también acudieron aficionados y algunos de los jugadores de Alianza como Rodolfo Zelaya e Iván Mancía.

Los aliancistas abarrotaron la sala de velación ubicada en el municipio de Soyapango. Los que pudieron se mantuvieron dentro. El resto ocupó la acera de uno y otro lado de la calle. Tenían banderas, camisetas y tambores que lucían los emblemas de Alianza.

Junto al ataúd, Alexis recuerda la emoción con la que Mardoqueo le avisó que asistiría al estadio. El joven pensó que aquel partido sería como anestesia para su padre. “Él estaba un poco triste porque hace un mes había perdido a mi tío. Asistir al partido le serviría para olvidar su muerte de su hermano, ocurrida un mes antes”, cuenta.

Pero Mardoqueo se encontró con un portón cerrado. Junto a él, más de 600 personas, algunas alcoholizadas, estaban dispuestas a entrar al Cuscatlán. Como fuera. 

Cerca de la taquilla estaba Rudy Alas con sus dos pequeños hijos, de 7 y 11 años; su hermano Néstor Alas; y su amiga Leslie Fermán con su hija de 14 años. Rudy cuenta que son hinchas del Alianza desde que tienen memoria. Seguían al equipo donde fuera: incluso en los estadios fuera del país, así que el partido contra FAS era imperdible. 

Sol General es el área más numerosa del estadio. Ha sido tan hostil con los aficionados del fútbol que desde la década de los 50 fue bautizado popularmente como Vietnam, en alusión al conflicto iniciado en 1955. Tiene dos portones, pero para este partido solamente fue habilitado el del lado sur. 

Los fanáticos se aglomeraron y el acceso era cada vez más lento. “Hay que intentar entrar ya, después nos va a costar”, sugirió Néstor, a las 7:00 de la noche. Entre el tumulto, lograron llegar a cinco metros del portón. Escucharon los fuegos artificiales que indicaban que el partido había iniciado y su desesperación por verlo aumentó. Pero, repentinamente, cerraron el portón.

Los aficionados empujaban el portón. La hija de Rudy empezó a ahogarse. Se puso morada y se desmayó. Él alcanzó a soplarle el rostro para que reaccionara, pero también le faltaba el aire porque cargaba a su hijo en sus hombros. Y el portón finalmente cedió. Entonces las personas corrieron y cayeron unas encima de otras. Rudy, Néstor, Leslie y los niños quedaron atrapados. 

Algunos hinchas volvieron para auxiliarles. Rudy gritó que se llevaran al niño, que lo iba a buscar después. Estaba debajo de unas cuatro personas. Intentó tomar fuerzas y pidió que jalaran a la niña. Cuando ella estuvo a salvo, alcanzó a pedir que lo sacaran a él también. 

Leslie, mientras tanto, protegía con su cuerpo a su hija. No podía moverse porque tenía a otras personas encima. Tampoco podía respirar, así que gritó que salvaran a su niña. Cuando lograron sacarla, casi inconsciente, la niña volteó y vio a su madre desplomada en el piso. Como pudo, se acercó, observó que no tenía pulso y que sus labios estaban morados. “Te amo, todo va a estar bien”, alcanzó a decirle al oído. Una señora la alejó y la abrazó. 

Rudy salió mareado. Tenía a su hija enfrente, pero no la veía. Le lanzaron agua en la cara hasta que se recuperó. La trasladó a las gradas para que pudiera respirar, y pidió ayuda a la barra para buscar a su hijo. Luego los llevó a ambos donde el personal de socorro. 

Si la cancha de fútbol no estuviera ahí, justo al lado, aquel lugar hubiese pasado, sin dificultad, por un campo de batalla. Había lágrimas, pedazos de tela manchados con sangre, y la sensación de que ahí se luchó por salvar la vida. Había, también, un terreno engramillado lleno de zapatos.

A las 8:37 de la noche, la Policía reportó que nueve personas habían fallecido en la estampida. Al día siguiente, en conferencia de prensa, el Ministerio de Gobernación y Protección Civil afirmaron que el número de muertos ascendió a 12. 

Hasta la publicación de esta nota, sin embargo, únicamente se conoció la identidad de nueve personas. No hay rastros de las otras tres víctimas.

Aficionados de Alianza F.C. usaron una de las paredes de la fachada del estadio Cuscatlán para hacer un altar en conmemoración a las víctimas de la estampida ocurrida el 20 de mayo, en un partido de este equipo contra el Club Deportivo FAS. Foto Factum/Gerson Nájera

Revista Factum llamó a los familiares y corroboró los nombres y las edades de nueve fallecidos: Kevin Mauricio Linares Méndez, de 26 años; Angélica María Ramírez, de 33;  Leslie Ferman; Néstor Geovanny Alas Flores, de 36; Francisco Roberto Ochoa, de 37; Alberto Antonio Cortéz Palacios, de 43; Germán Fernando Chávez Pérez, de 47; Jorge Emilio Cruz Panameño, de 57 y Mardoqueo González, de 66.

Angélica, una de las víctimas más jóvenes, trabajaba como cajera en una Maxi Despensa. Era madre de un bebé de un año y cuatro meses. El sábado 20 de mayo fue la primera vez que asistía al estadio. Llegó acompañada de su hijo, su pareja, sus hermanos y primos. Iban emocionados, tanto que compraron camisetas de fútbol antes del partido. 

Cuando la avalancha de gente pasó, Angélica se desplomó. Su compañero de vida le dio respiración de boca a boca, pero fue inútil. “Era alegre, graciosa y trabajadora”, describió su hermano Julio a Revista Factum.

Alberto fue empleado de Avianca por 14 años, aunque durante su juventud fue jugador del Alianza. Su esposa Guadalupe contó a esta revista que siempre iban con sus dos hijos al estadio, y que a Alberto no le importaba gastarse el sueldo para estar en los mejores asientos. Gritaba y le salían lágrimas cuando veía los partidos en el estadio. 

En julio iban a cumplir 20 años de casados. “Todos los días me decía te amo”, mencionó Guadalupe. Esas fueron, según recuerda ella, las últimas palabras que le dijo, seguidas de un beso y un fuerte abrazo. 

Jorge era mecánico de obra en un banco. Su hijo estuvo en la barra brava, pero durante la pandemia falleció por Covid. Jorge decidió ir al estadio en su memoria. “Estaba entusiasmado porque decía que iba a ganar Alianza. Había puesto la bandera del equipo en su cuarto, todavía está ahí colgada”, dijo su compañera de vida.

Las víctimas desconocidas

Luego de la tragedia, los aficionados estamparon camisetas en memoria de las víctimas de la estampida del 20 de mayo. Foto Factum/Gerson Nájera

El vocero de Comandos de Salvamento, Carlos Fuentes, aseguró a esta revista que ellos también constataron nueve víctimas: “Nosotros vimos nueve fallecidos nada más. Las autoridades mencionan 12, pero las otras tres las desconocemos”. 

Alianza lamentó en redes sociales “la pérdida de nuestros aficionados”, en un comunicado en el que enlistan solamente a nueve personas. El club deportivo envió a sus jugadores a los velorios y entierros de nueve víctimas, porque “nosotros tenemos investigados y visitados únicamente a nueve (fallecidos), de los otros tres no sabemos nada”, afirmó un empleado del área de comunicaciones del equipo. 

Cinco días después de la tragedia, el 25 de mayo, la Policía capturó a cinco supuestos responsables de la tragedia: el presidente de Alianza, Pedro Hernández; el gerente de Seguridad del equipo, Edwin Abarca; la gerente financiera, Zoila Córdova; el gerente general de Edessa, Reynaldo Avelar y el encargado de las llaves del estadio, Samuel García. Fueron acusados por los delitos de homicidio culposo, lesiones culposas y estragos públicos.

La Fiscalía General los acusó del homicidio culposo de nueve personas, según Luis Servellón, el abogado defensor de Abarca. Ese fue el número de reconocimientos forenses, a pesar de que las autoridades aseguraron que fueron 12 víctimas, dijo el abogado. 

El pasado 29 de mayo, Revista Factum llamó tres veces a la oficina del director de Protección Civil, Luis Antonio Amaya, para consultar porqué informaron en conferencia de prensa que hubo 12 fallecimientos a pesar de que solamente se conocen las identidades de 9 personas, pero las secretarias contestaron que estaba ocupado y que se volviera a realizar la gestión a través de la dirección de comunicaciones.

Esta revista también buscó al director de Medicina Legal, Pedro Hernán Martínez, pero no respondió las llamadas ni los mensajes de WhatsApp. También se contactó a otro empleado forense de esa institución, pero cuando se le preguntó cuántos reconocimientos forenses hicieron, únicamente respondió: “no sé”.

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El día de la estampida, Rudy deseó partirse en dos. Quería quedarse con su hermano, pero también debía ir con sus hijos en la ambulancia. “Pero lo vi tirado, y me dije, ya no lo logró”, cuenta dos días después de la tragedia, a medio metro del ataúd de Néstor, sobre el que hay camisetas de fútbol, flores blancas y amarillas y el retrato del aficionado albo con su camisa del Alianza. 

Néstor era padre de una niña de 10 años. Hasta el 1 de diciembre de 2022, trabajó en el área de mantenimiento del Ministerio de Hacienda. Su pasatiempo era jugar fútbol en la colonia 22 de abril, en Ciudad Delgado.

“Cuando llevé a los niños a la cancha, volteé a ver a mi hermano, tirado en la grama. Le pusieron una mascarilla y le apretaron el pecho, pero ya no reaccionó”, relata Rudy.

Su hermano, de 36 años, había sido fanático de los albos desde 1994. “Desde la cuna hasta la tumba”, resume Rudy. El fútbol es esencial en esta familia. Los hermanos Alas crearon uno de los doce bloques que conforman la Barra Brava, Los Kilomberos. 

A dos cuadras de la casa de los hermanos Alas, velaron a Leslie, quien desde pequeña  fue fanática del Alianza por herencia de su padre. Ella también era madre de un niño de 4 años. Trabajaba como vendedora de granos básicos en el mercado de Ciudad Delgado. 

“Te amo, eres mi vida. Eres perfecta, mami, eres bella. Sé que te voy a volver a ver en el cielo”, se despidió su hija, minutos antes de que su madre fuera enterrada.  

Yanira, Wilmer y Alexis, hermanos de Leslie, relataron a Revista Factum que vieron la transmisión del partido por televisión desde Houston, en Estados Unidos. A la medianoche, supieron que su hermana había fallecido. Yanira viajó inmediatamente a El Salvador. 

“Sus hijos van a estar en buenas manos. Quiero que su alma descanse en paz”, dijo entre lágrimas, durante el entierro, la hermana de Leslie. 

***

Un retrato de Mardoqueo González, una de las víctimas del estadio Cuscatlán, fue colocado sobre su ataúd. Foto Factum/Natalia Alberto

La noche del partido, Alexis, el hijo de Mardoqueo, manejaba un vehículo, junto a su pareja e hijas, cuando se enteró de lo que ocurría en el estadio Cuscatlán. Jamás pensó que su padre estuviera entre las víctimas. Una llamada telefónica de su tío lo alertó:  “Mi hermanito, mi hermanito, mi hermanito falleció”, decía el hombre al otro lado del teléfono. 

“Me puse mal y tuve que salir de la carretera. Fue un duro golpe en el pecho”, relata Alexis.

El parte médico que recibió indica que su padre murió a causa de asfixia y que tenía golpes en el rostro. “Yo creo que cuando la muerte nos toca, nos toca”, se resigna Alexis, pero también cuestiona la seguridad del evento y a quienes debieron garantizarla: “Se pudo haber evitado si ahí hubiera estado más personal de la policía”.

 

 

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