Hillsong United X Young and Free: la divina fórmula pop

Hay quienes piensan que ‘los caminos del Señor’ son inescrutables, pero cuando se trata de música religiosa para jóvenes, la clave es sencilla: una experiencia pop. En el paso de su tour “X” por El Salvador, Hillsong United y Young & Free, ministerios de alabanza juvenil de la mega iglesia Hillsong, entregaron exactamente eso, para bien y para mal.

Fotos FACTUM/Andrea Maida


El 16 de agosto pasado, más de tres mil personas, entre lluvia y tráfico, llenaron buena parte del anfiteatro en Cifco. Un público amplio, pero decididamente joven, coreó entusiasta a dos agrupaciones religiosas hermanas –la una nacida de la otra– que por primera vez se presentaban en El Salvador: Hillsong United y Young & Free, ambas populares dentro del circuito evangélico nacional.

Como es natural en una organización religiosa con un alcance masivo, la apuesta musical de estos grupos está orientada a himnos de estadio y beats de festival. Ambos no fueron tímidos durante la conferencia de prensa del día anterior para señalar las oportunidades que la música secular ofrece a nivel de calidad, diversión y conexión con un segmento más joven, incluso haciendo énfasis en reconocerse como “jóvenes normales” a sí mismos, y cómo la experiencia de adoración Hillsong responde a esa mentalidad.

Con 20 años de historia y nacida en Sidney, Australia, Hillsong United comenzó como una banda de culto que trasladaba a sus primeros discos la energía de sus conciertos. La banda creció y discos de estudio, como “Look to you” y “All the above”,  alcanzaron una repercusión mundial. Pero fue en 2013, cuando el grupo lanzó “Zion”, su tercer álbum de estudio propiamente dicho, que alcanzaron el número uno en Australia (del chart de música cristiana) y el top five de los Billboard 200 en los Estados Unidos.

Young & Free, en cambio, es otro elenco artístico de la iglesia Hillsong, pero que apunta a un mercado más juvenil, ya que presenta una propuesta de pop contemporáneo –muy en la onda de artistas seculares como Troye Sivan o Ariana Grande–, aunque también con mucho énfasis en la producción electrónica.

El concierto en El Salvador

Una vez iniciado el show en Cifco, fue evidente cómo la experiencia de adoración Hillsong se reconoce a sí misma dentro de la normalidad propia de la juventud. Su compromiso con esa visión fue innegable. Con una calidad de producción superior, trabajo de sonido impecable, visuales cuidadosamente curados y sets de luces en gradientes de colores envolventes y juveniles, el reducido espacio del anfiteatro se volvió repentinamente un pequeño festival de electrónica. Intérpretes con evidente talento y años en el camino, ambas agrupaciones se alternaron, ejecutando temas cruzados o de manera conjunta. A primer vistazo –o mejor dicho, durante la primera hora– propusieron canciones con un dejo de rock de estadio, baladas contemplativas y pistas electrónicas que se entremezclaron de manera consistente, agradable y hasta emocionante, musicalmente hablando.

Aun así, el tiro seguro corre el riesgo de volverse un truco fácil para quien no los conoce o espera algo más. Durante la conferencia, confrontados con la pregunta de cómo adaptarse a una generación más abierta a temas sensibles como el aborto o la diversidad sexual, la repuesta fue determinante en su vaguedad:

“La música puede variar; la Palabra no”.

Sin embargo, no solo son los temas los que resultan estáticos. Musicalmente, un set de tres horas con mitad baladas de estadio (United) y mitad electrónica de festival (Y&F) deja de sentirse honesto y libre para rayar lo formulaico. Tres horas de fórmula serán sabrosos para un fan empedernido, pero cansinos para atrapar a alguien no familiar.

En tres ocasiones, el setlist fue pausado para acomodar pequeñas prédicas, todas bajo la misma lógica usual evangélica:

  • El propósito divino
  • La ausencia de la casualidad
  • La aceptación incondicional
  • Entrega al amor cristiano

Las letras de las canciones, aunque adaptadas de citas bíblicas similares en una manera sensible y poética, resultaron por momentos indistinguibles de estos momentos, y especialmente en el caso de Y&F, repetitivas; al punto de cuestionar cuántas variaciones de una canción electrónica se pueden hacer en el mismo espíritu y con el mismo mensaje. 

¿Pero no es el mismo género formulaico? ¿No es la Palabra repetitiva también? En ese sentido no hay una inconsistencia grave que señalar. Más bien, desilusión, tanto con las agrupaciones, como con la institución religiosa detrás de ellas, que evidentemente tiene un rol de control prominente. Con recursos, audiencia y calidad de intérpretes, no solo se pierde la oportunidad de magnificar cualquier objetivo evangelizador, sino también crear un producto musical más experimental, sensorial e icónico.

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