¿Es usted corrupto?

¿Me permite hacerle varias preguntas?

Empiezo con una sencilla: ¿Es usted corrupto?

No, ¿verdad que no?

Usted no tiene nada que ver con aquel señor de los saquitos con millones de dólares; ni con el otro que le regaló un pasaporte diplomático a la que entonces era su amante; mucho menos ha puesto a su hijastra o a su hermano en un cargo en la oficina de gobierno donde fue elegido. No, usted no viajó en aviones prestados por empresarios, ni ocupó de seguridad privada a policías nacionales cuando lo deportaron de Estados Unidos o tiene una empresa constructora que se ha echado a la bolsa millones de dólares por los “problemitas técnicos de última hora” en cada obra pública que construye.

No, para nada. Usted no es de esos.

Tampoco es de esos empleados públicos de los que aprovechan la disponibilidad del material de su oficina para cuando les piden a sus hijos una resma de papel o una docena de lapiceros nuevos en la escuela. Mucho menos es de esos que están detrás o frente de una ventanilla o de un escritorio en una oficina pública en el momento de dar un reconocimiento en forma de “diezmo” o de “algo por la molestia” cuando hay que firmar o sellar un documento oficial.

¡Ni que hablar de que ocupa un posición laboral, cualquiera que esta sea, por “conecte” con el partido político de turno que tiene el poder de alguna institución del Estado!

No, usted, como yo, es una persona proba. ¿Verdad que sí?

Hasta podría ser de los que todavía tienen el hígado para ver o escuchar las noticias de la mañana y se molesta con lo casos de corrupción de la honorable clase política salvadoreña. ¿A que aquellas noticias de la papaya legislativa o las tortillas ministeriales le amargaron el día? ¿Verdad que se atragantó el café cuando supo que aquel ministro está haciendo “servicio social” después de que se perdieron millones de dólares de fondos públicos de la oficina que manejaba?

Por favor, ¿dígame si no la pasó muy mal cuando un candidato presidencial se llenó la boca diciendo que perseguiría la corrupción del gobierno anterior y luego lo vieron de cachete embarrado con personeros de ese gobierno? ¿No le parece reprobable que un partido político, cualquiera que sea, diga que lucha contra la corrupción, contra los verdaderos corruptos, y luego pacte en silencio con ellos para mantenerse en el poder?

¡Malditas pieles de serpiente! ¡Cárcel para toditos los corruptos independientemente del color partidario con que se vistan!

Porque usted, como yo, será de los que no ven izquierdas, centros o derechas políticas a la hora de distinguir los casos de corrupción y aplaude por igual, de donde venga esta vez el esfuerzo, cada caso que se hace público y espera que se haga justicia, según sea el caso y la gravedad.

¿Verdad que sí? Dígame que sí…

Es de esos que quieren que los grandes casos de corrupción lleguen a los juzgados, que se endurezcan las penas de cárcel para corruptos y corruptores, dando señales claras de que la justicia siempre llega.

Y es de los que quiere que existan verdaderos controles para que no se pierda un millón de dólares o una docena de lapiceros en cualquier oficina estatal, por igual, con sanciones administrativas y judiciales reales para los responsables.

Dígame que sí… pero antes, solo conteste unas preguntas más.

¿Alguna vez pidió un favor a un “conecte” en alguna oficina pública? Un favorcito pequeño, de esos simples que no lo obligan a respetar con el turno en la fila o cumplir con los larguísimos plazos de la burocracia estatal.

Sí, definitivamente, usted es de los míos.

De los que más de alguna vez preguntó si alguien tenía un “conocido” en “x” institución que le hiciera menos engorroso cualquier trámite. Lo entiendo, es que la burocracia estatal saca canas verdes. ¿Pero entiende, así como me ha costado entender a mí, que eso también forma parte del círculo corrupción? ¿Entiende que el combate a la corrupción empieza con que nosotros rompamos con la vieja tradición del amiguismo y el compadrazgo? ¿No?

Ahora conteste de nuevo: ¿Es usted corrupto?

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