Marcela Zamora presentó hace un par de semanas Comandos, su nueva película documental. Se trata de un asomo en la cotidianidad de los Comandos de Salvamentos de El Salvador, una peculiar institución de socorro sanitario que está conformada exclusivamente por voluntarios, unos 3,500 dice el film, que operan en todo el país y atienden eventos que ponen en riesgo la vida de salvadoreños y salvadoreñas de todas las edades y circunstancias, pero, tal como muestra la película, la mayoría de las emergencias que atienden son de gente empobrecida que de otra manera no podría conseguir una ambulancia, ni atención de primeros auxilios en el justo momento en que está en juego la vida. Se trata de gente necesitada ayudando a gente necesitada, desde una institución necesitada, en un país necesitado.
Los Comandos solo le sirven a Zamora para hablar, de nuevo, de un país sangrante y cínico en el que la ausencia del Estado se hace evidente en el preciso lugar y momento en donde corre riesgo de muerte gente pobre que vive en medio de la violencia criminal. La ausencia del Estado es apenas compensada por un grupo de bienintencionados y heroicos ciudadanos que desde hace medio siglo han hecho del altruismo una profesión indispensable para que haya menos muertos de los que ya abundan en este país.
Zamora cuenta este país contando fragmentos de la vida cotidiana de los Comandos y lo hace en una narrativa coral; nunca se individualiza del todo la voz de ningún personaje, cada historia individual suena ligada a la de los Comandos a coro, no hay nombres propios, solo Comandos: es una decisión conceptual válida pero arriesgada que podría confundir momentáneamente al espectador poco entrenado. Sin embargo, consigue el objetivo de presentar una institución como un organismo vivo y vivaz en el que el todo se intenta explicar por algunas de sus partes. Esta vía es efectiva y muy eficiente para desarrollar un discurso aunque la historia se quede corta en su alcance, pero consigue un arco dramático efectivo que logra transitar el argumento del heroísmo que recorre el impacto de la realidad, la necesidad del héroe, la perseverancia y esperanza de futuro.
El concepto narrativo es válido y bueno, el pero está en la realización y el montaje que devienen en un resultado poco interesante para una película documental, aunque funciona muy bien como un reportaje para un buen noticiero, pero queda en deuda con la ambición cinematográfica. Voy a aprovechar la metáfora musical del coro para profundizar en estas ideas a partir de la construcción y desarrollo de personajes en relación al ritmo del filme. Se trata de un coro con buenas voces que sigue una partitura arrítmica que se mantiene entre el andante y el moderato, que baja el tempo hasta un lento adagio, sin alcanzar nunca el prestissimo, apenas un allegro. Hablo del ritmo como la suma del juego con el tiempo narrativo, del fraseo visual y el vaciado discursivo. Y lo que digo es que uno de los problemas que aprecio en esta película es precisamente el ritmo: lento y cansado, salpicado de remansos con poco contenido y con pocos valores estéticos. Al inicio y al medio nos receta lentas secuencias que más parecen uno de esos reportaje on the road que vemos en televisión, en los que hay largas entrevistas con cámara al hombro en espacios muy cerrados –la cabina de una ambulancia, o un minúsculo dormitorio– para que los personajes hablen de las circunstancias de sus vidas entrelazadas con sus razones y motivaciones para ser un Comando. De pronto hay secuencias de acción, pero la más emocionante resulta ser un ejercicio de simulacro de los que montan los Comandos para entrenar a sus voluntarios nuevos. Luego hay momentos emotivos de convivencia y camaradería que cumplen su cometido, y destacan los episodios dramáticos de casos reales con pocas acción visual pero mucha intensidad humana, y se agradece la contención frente al tremendismo de la sangre y el dolor. Todos los tonos están presentes, pero a la partitura le falta una arquitectura narrativa que logre entretener al espectador con el lenguaje cinematográfico y no solo valerse del tema para conseguir empatía y complacencia, porque si bien es cierto que el tema queda claro y el mensaje es bien recibido –uno sale con un profundo respeto por los Comandos–, como pieza cinematográfica debe cumplir requisitos que a lo mejor el gran público no exija, pero que un cineasta ambicioso debe estar dispuesto a considerar.
No hay que olvidar que en un documental no hay un guión dramático, ni se elaboran artificialmente las escenas, ni hay actores entrenados, ni situaciones creadas, por lo tanto no hay manera de asegurar la situación perfecta o garantizar que quede bien grabada en un solo tiro porque todo va pasando y no vuelve a pasar. Ahora bien, la valoración crítica no puede ser condescendiente ante la decisión previa de usar el género documental para contar una historia, así como tampoco puede dejarse de ponderar el trabajo y el gran esfuerzo técnico y humano, que en este caso se ve en una destacable fotografía y se oye en la producción y posproducción de sonido, así como en la musicalización –pero ya asomamos a la etapa de evaluar los resultados y ya no solo los esfuerzos, porque de esforzados está lleno el purgatorio.
Este es el cuarto largometraje documental de Marcela Zamora, que cuenta con varios cortos y mediometrajes en su filmografía, y una retahíla de premios internacionales en festivales especializados de mucho prestigio que le configuran una carrera sólida que levanta muchas expectativas a nivel internacional. Esta es la primera producción con su nueva casa Kino Glaz, en asocio con el productor Julio López, y que nace con el capital semilla del fondo estatal concursable Pixels, del ministerio de Economía. Hasta donde sé a Comandos le fue muy bien en taquilla las semanas que estuvo en cartelera, y ojalá vuelva pronto. Menciono esto último como colofón noticioso porque me parece destacable que por fin asoma la posibilidad de una industria cinematográfica salvadoreña –interregional, internacional– que tiene sobre la mesa varios proyectos tanto documentales como de ficción que prometen sus estrenos durantes los próximos dos años, muchos también con financiamientos de otras fuentes. Así que esperemos atentos el trabajo que avecina.
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