El sueño de una noche de verano con Coldplay

La gira del disco “A head full of dreams” pasó por México el fin de semana anterior y en Revista Factum comprendimos porqué el espectáculo de la banda inglesa Coldplay es uno de los más cotizados y valorados en todo el mundo. Chris Martin, Jon Buckland, Guy Berryman y Will Champion cautivaron a un público que los venera tanto como para colocar en tres días seguidos el cartel de sold out y reunir así a más de 150 mil personas. El concierto fue una explosión de luces y música impecablemente ejecutada y sincronizada hasta el mínimo detalle. Quedará como un archivo incrustado en la memoria de los presentes, justo ahí donde yacen las mejores experiencias… y también los dreams cumplidos.


No es casualidad que el espectáculo de Coldplay haya sido elegido para amenizar el medio tiempo del Super Bowl 2016. Su oferta es la de un show que se postula entre lo mejor que el mundo puede producir. Así me lo decía el rostro de las miles de personas que se atiborraban a mi alrededor, armadas con celulares y cámaras que registraban la emoción de cazar un sueño esquivo, el de formar parte del colectivo que entiende que amar aquellos trozos de música no es un disparate, porque representan una parte esencial de su vida. Es un rostro que he visto (y he dibujado) tantas veces en la vida, con distintos públicos. Lo novedoso aquí era la sensación de rasgar con las uñas esa experiencia que pareciera estar reservada para privilegiados de estirpe divina.

Coldplay es un pop sencillo. Su show, complejo.

Esa complejidad arranca desde la operatividad del equipo de producción. Previo a ingresar al Foro Sol de la Ciudad de México (lugar que albergó el concierto del pasado viernes 15 de abril), el público recibía un brazalete con el logo de la banda y una especie de chip que luego adquiriría sentido. Previo hubo que apreciar la propuesta de las cantantes Ximena Sariñana (muy conocida por el público mexicano) y Lianne La Havas, cantante de soul y folk, además de compatriota de quienes la eligieron como acto de soporte para toda la gira latinoamericana. Ambas presentaciones generaron la ansiedad necesaria. Sin llegar a impactar demasiado, tampoco sufrieron rechazo.

Luces out. Momento para transmitir un video en el que tres fans mexicanas presentaban “a la mejor banda del mundo” y para que sonara la pista de “O mio babbino caro” (de María Callas) como soporte a un discurso de Charlie Chaplin. Cincuenta mil corazones comenzaron a bombear sangre en estampida. Entre la penumbra se divisaba la figura de cuatro músicos sobre el escenario. Y al instante exacto se activaron las pulseras que la producción había repartido previo al concierto. Cada una de ellas iluminaba con un rojizo ardiente. Aquello ya no era un concierto. Era un volcán activo.

La canción que causó la erupción fue “A Head Full of Dreams”, introducción también al nuevo disco que la banda llegaba a promocionar y cuyo concepto estético propone un polvorín de colores, donde predominan el rosado, el azul y el amarillo.

Enseguida una guitarra acústica dio paso a la distorsión que presentaba a “Yellow”, una de las canciones más populares del catálogo de Coldplay, un tema que habla sobre el compromiso que adquiere una persona dedicada en cuerpo y alma a otra. Muy acorde selección para cantársela a una masa de gente que movió cielo y tierra para estar ahí, gente que incluso viajó de países centroamericanos, sabiendo que la experiencia es muy difícil de que ocurra en nuestros pastos. El coro de la gente era ensordecedor y al fondo del escenario, la silueta de la nube que también aparece en el arte del nuevo disco proyectaba las imágenes de los músicos.

Chris Martin lucía su típica vestimenta casual de camiseta sobre unas mangas largas y blancas. Aunque, a decir de la apabullante concurrencia femenina, era la vestimenta la que lo lucía a él.

Con “Every teardrop is a waterfall” y “The scientist” fue palpable que la emoción también contagiaba al cantante de una banda acostumbrada a domar a monstruos tan impactantes como el que frente a ellos se postraba. “Tenemos el mejor público del mundo”, llegó a decir en algún momento Chris Martin, en la primera muestra de su manejo mal masticado del castellano, y que se repetiría con entusiasmo e insistencia a lo largo de la velada.

Le siguieron temas como “Birds” (del nuevo disco, que fue más escuchada que cantada) y “Paradise” (en donde nuevamente se encenderían las luces de las pulseras, esta vez en distintos colores, dándole así más variedad a la experiencia visual). Todo ello para que luego los músicos caminaran juntos al Escenario B. Porque hay que decirlo, el concierto incluía una pasarela que conducía hasta dos escenarios además del principal. La pasiva melodía de “Everglow” (también del nuevo disco) funcionó para que Martin presentara a los miembros del grupo, bromeando incluso al afirmar que su nombre era “Ricky Martin”.

“Princess of China” nos mostró la interacción de Coldplay con una de múltiples pistas que subyacen junto a lo que realmente ellos ejecutan en vivo. Un video (y la voz) de Rihanna acompañaba a la canción, mientras los músicos se acoplaban al juego. “Magic” —del disco “Ghost Stories”— sirvió para apreciar las habilidades del bajista, Guy Berryman, pues esta fue la canción del set list donde más profundidad alcanzaba el sonido.

Chris Martin corre entre papelina multicolor sobre la pasarela del escenario en su concierto. Foto de César Vicuña/cortesía de OCESA México.

Chris Martin corre entre papelina multicolor sobre la pasarela del escenario en su concierto. Foto de César Vicuña/cortesía de OCESA México.

Panorámica del concierto de Coldplay realizado en el Foro Sol de la Ciudad de México. Foto de César Vicuña/Cortesía de OCESA.

Panorámica del concierto de Coldplay realizado en el Foro Sol de la Ciudad de México. Foto de César Vicuña/Cortesía de OCESA.

De vuelta al escenario principal para disfrutar de una seguidilla de siete canciones, incluido el cover de “Heroes” (original del recientemente fallecido David Bowie). Estas canciones fueron “Clocks” (con un efecto de barrido rojizo en las imágenes de las  tres pantallas gigantes), “Charlie Brown” (una de las más emocionantes de todo el concierto), “Hymn for the weekend” (con el video oficial en pantalla y la voz del feat de Beyoncé), “Fix you”, “Viva la vida” y “Adventure of a lifetime” (para la cual, además de pirotecnia, las luces en las pulseras, las luces láser sobre el escenario, también se liberaron muchas pelotas inflables, para que el público jugara y bailara como primates al mismo tiempo.

Por un espacio de cinco minutos, la banda desapareció del radar y vendría a aparecer en el Escenario C, que estaba instalado sorpresivamente casi en la parte de General B, casi en contacto con locaciones generales del público. Muchos, que hasta entonces solo les habían visto en la lejanía, pudieron acercarse a los músicos y tomar las mejores fotos posibles. Ahí se escuchó la versión acústica de “Kaleidoscope”, “Ink”, “The hardest part” (solicitada por el público, a través de un video proyectado en pantalla) y “See you soon” (interpretada únicamente por Martin).

Se acercaba el final, por eso fue una buena decisión que la banda colocara en esta parte del set list la canción “Amazing day”, con una animación 3D muy simbólica de la fantasía que en la noche se había vivido hasta el momento.  El concierto finalizó con los temas “A sky full of stars” y “Up & up”. Entre confeti, pirotecnia y las palabras de agradecimiento de Martin, el concierto encontraba su final. “Estamos con el grupo más fuerte del mundo… porque tenemos los mejores fans. Quiero decir: ‘muchísimas gracias a todos’. Y sé que este es un momento doloroso, pero tenemos que decir adiós. Muchísimas gracias, con todo mi corazón. Hasta la próxima”, dijo Chris Martin para despedirse, mientras tocaba el piano y la gente asimilaba que el sueño de aquella noche de verano agonizaba con el grito infructuoso de “otraaaa…. otraaaaa… otraaaaa”.

Atrás quedó un gran concierto, una noche inolvidable para quienes pudieron empaparse de primer mundo en el tercero. Coldplay le cumplió el sueño a mucha gente y lo hizo con elegancia y un palpable espíritu de fiesta y optimismo.


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