American Sniper: elogio de un asesino

Este no es el mejor Clint Eastwood. Es uno de los peores. Llegué a American Sniper como casi todo el mundo, cuando ya estaba en redes, revistas y periódicos la polémica por el contenido político de la cinta y los reclamos de quienes vieron aquí una apología de los asesinatos perpetrados por las tropas estadounidenses en Iraq. Pero llegué optimista: cómo no serlo cuando me impresioné hasta el tuétano con el poder dramático de Mystic River o la honestidad de Million Dollar Baby, con la sobrecogedora sencillez de Gran Torino o la sincera exploración interna del personaje protagonista en Letters from Iwo Jima. Parecía de entrada, eso sí, que el señor Eastwood se la jugaba aquí con un riesgo mayor: rebasar la frontera de la patriotería.

Me enfrenté a la pantalla con la fe que me merece este grande del cine gringo, que me atrapó desde sus apariciones en el Spaguetti Western y me terminó de ganar con Unforgiven, su tributo al más estadounidense de los géneros cinematográficos.

Pero ni mi inmensa fe me blindó. Sniper falla en sus intenciones dramáticas de retratar a Chris Kyle, el francotirador más letal de la Marina estadounidense en Iraq; falla en construir una narrativa que, aun evitando la discusión política sobre el rol de Estados Unidos en Oriente Medio, vaya a los traumas que causa la guerra en los soldados; y, por lo anterior, falla en el cometido de darnos un estudio de personaje, que es lo que el filme pretende ser.

Esta película se basa en el libro de memorias escrito por Kyle antes de ser asesinado por otro veterano de guerra. No he leído todo el libro; lo intenté, pero me aburrí sobremanera tras las primeras ¿30? páginas de “que buenos somos y que malos son ellos”. De esas páginas y de la docena de artículos que leí sobre Kyle una cosa saqué en claro: su muerte es, por mucho, más interesante que su vida. Me explico: en vida, Kyle es un asesino entrenado para matar a sangre fría a cualquier “objetivo” que ponga en riesgo a las tropas de las barras y las estrellas; en su muerte, el francotirador es un poderoso reflejo de una historia mucho más macabra, la de las decenas de miles de veteranos de las guerras de Iraq y Afganistán que han vuelto a la Unión Americana deshechos en cuerpo y alma y, en muchos casos, renegando del discurso maniqueo y facilista que vendió la administración Bush. Esta última es una historia no contada, que yo creí Clint Eastwood exploraría aquí.

Pensé por un momento, al ver el trailer y, luego, las primeras secuencias de American Sniper, que Eastwood usaría su arte para profundizar más en esa historia del veterano que vuelve devastado de una guerra sin sentido; o al menos que iba a retratar los dilemas morales que agobian a cualquier hombre con licencia para matar. Pues no.

Lo que hace Clint Eastwood es intentar dotar de contradicciones, de profundidad, de humanidad al francotirador, interpretado por Bradley Cooper, magnífico en American Hustle, mediocre aquí, no por falta de esfuerzo, sino más bien porque la construcción del personaje no da para mucho ni en el papel. Desde que Eastwood decidió permanecer fiel a la biografía de Kyle no tenía mucho de donde escoger. Chris Kyle es bastante unidimensional: un texano que creyó a pie juntillas en que la armada de su país tenía todo el derecho de invadir Iraq después del 11 de septiembre de 2011 y que, como una versión-espejo del más radical yihadista, entendía como suya la prerrogativa de asesinar para vengar el oprobio (no importa que hoy estemos todos claros que nunca hubo armas de destrucción masiva en Iraq).

Bradley Cooper (izquierda) y Clint Eastwood durante el rodaje de "American Sniper". Fotos tomadas del kit de prensa del sitio web de la película.

Bradley Cooper (izquierda) y Clint Eastwood durante el rodaje de “American Sniper”. Fotos tomadas del kit de prensa del sitio web de la película.

Eastwood intenta, con esa base, construir una película con significados ulteriores, pero no puede: ¿cómo construir algo interesante sobre un prefabricado? Distinto hubiese sido si el señor Eastwood se hubiese atrevido a cuestionar más, a mostrar más la parte siniestra del asesino; en lugar de eso su guión busca, en la relación del francotirador con su familia, los vestigios de humanidad sobre los que quiere construir un dilema moral que no existe: Chris Kyle nunca le puso reparos a matar. Por eso es que algunos recursos visuales que pretenden retratar ese dilema nunca llegan a tener sentido dramático en la pantalla, como ese en que el francotirador, después de haber matado a la mayoría de los 160 enemigos que la Marina le atribuye, titubea frente a cámara a la hora de matar a un niño que parece dispuesto a recoger un lanzacohetes de la calle para atacar a las tropas estadounidenes. Eastwood resuelve la escena sin comprometerse: hace que el niño, en el último segundo, desista de recoger el arma, y evita al francotirador la desagradable tarea de volarle la cabeza.

Buena parte de American Sniper se le va al director en intentar construir la pretendida humanidad del francotirador; en retratar la relación con la mujer que será su esposa; en construirle la imagen de padre; incluso en intentar retratar un síndrome de estrés postraumático que termina apareciendo bastante light.

La humanización del asesino es, pues, un callejón sin salida.

American Sniper también se entretiene en la entrega visual de la guerra hecha en buena medida desde la mirilla del francotirador. Aunque en esta parte hay pases interesantes, muy poco es original. Ya habíamos visto a través de la mirada del sniper, por ejemplo, en Enemy at the gates, de Jean Jacques-Annuad, la historia de un francotirador ruso que enfrenta a los nazis en la devastada ciudad de Stalingrado. Lo de Eastwood, en el tramo de la estética de guerra, se parece mucho a lo de Annuad, y está bien; pero, de nuevo, al ser solo un acompañante a la pretendida y no lograda elaboración multidimensional del francotirador Kyle, la buena factura de los tramos que nos muestran la guerra en Iraq no es suficiente para dar sustento a todo el filme.

Dicen las revistas especializadas que American Sniper se ha convertido en un serio contendiente al Oscar el próximo 22 de febrero. No lo creo. Boyhood y Birdman, menos estruendosas, son muestras de un cine estadounidense que huye de los convencionalismos y de las apologías fáciles; me parece que en los últimos años la Academia ha sabido apreciar ese tipo de cintas. Por lo demás, aunque esa polémica entre quienes ven en Sniper -como yo lo hago- un exceso apologético y quienes ven un gran biopic ha servido a la película para ganar atención en la recta final del Oscar también puede, al final, causar malestar a los votantes.

Me quedo con el señor Eastwood que desafió las convenciones sagradas de Hollywood para darnos vaqueros farsantes e irredentos en Unforgiven y con el que se contruyó para sí ese entrañable personaje que es Walt Kowalsky, el veterano de guerra de Gran Torino, vecino de inmigrantes e hijo de un Estados Unidos mucho más rico y profundo que el de Chris Kyle.

Bono: Abajo, el tuit de Michael Moore, el documentalista de Michigan, que desató una guerra en Twitter a propósito de American Sniper.  Dice: “Mi tío asesinado por un francotirador en la Segunda Guerra Mundial. Nos enseñaro que los francotiradores son cobardes que te disparan por detrás. Los francotiradores no son héroes. Y los invasores son peores”.

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