La historia que nadie quiere contar

Cuando la comunidad se organiza y habla de sus problemas, eso conmueve. Pero conmueve aún más la forma en que se da tratamiento a temas socialmente delicados como es el recurso agua. Más que un negocio —de quién tiene y quién hasta la fecha no tiene este servicio— lo que debería preocuparnos es saber si, con el agua que consumimos, ¿estamos comprando salud, calidad de vida, larga vida?


En febrero 2016 tuve la oportunidad de asistir al VI Encuentro de Jóvenes Líderes de Latinoamérica, movimiento coordinado por la asociación SERES, Guatemala. Uno de los objetivos del encuentro fue socializar y visibilizar los esfuerzos que las instituciones medioambientalistas están haciendo desde los lugares más remotos del país. A continuación detallaré un poco acerca de la experiencia de una comunidad en específico, en donde se ha llegado a una situación impactante: Jujutla, en Ahuachapán.

Dos hallazgos

SERES, en coordinación con organizaciones juveniles de la zona de Ahuachapán, en El Salvador, realizó un estudio de agua, en junio 2015. Lo más preocupante resultó ser que las familias están consumiendo agua con alta cantidad de coliformes fecales (bacterias que se encuentran en las heces de los humanos y otros animales de sangre). A esto ahora se le añade otra situación: el agua de otras fuentes están contaminadas por tóxicos, y el uso intensivo de agroquímicos que el cultivo del algodón dejó en las tierras, algunas de ellas que ahora son ocupadas para el cultivo de caña.

Desde hace unos pocos meses, el testimonio de una municipalidad se acerca con hechos actuales y precisos sobre un problema: el agua contaminada por estos químicos ahora está ganando la vida de decenas de personas. En palabras de un empleado público de la zona, la gente está tomando agua que, según el Ministerio de Salud, no está apta para el consumo humano, pero como no dieron alternativas de solución, algunas personas han muerto y otras, desde muy jóvenes, están en tratamiento especial por sufrir insuficiencia renal crónica.

Pese a que no es el primer caso de muertes por este tipo en el país, vemos cómo la falta de atención por parte del Estado cierra oportunidades de crecer, oportunidades de desarrollo, oportunidades de vida. Pero enfermos estamos todos, sino hacemos prácticas del buen vivir y no exigimos una calidad de vida.

¡Me duele mucho ver cómo la esperanza de vida se nos está agotando cada vez más rápido! Y lo más triste de todo es que a las personas no les queda otra opción más que exigir ya cuando el mal está avanzado.

Fuente: estudio de agua realizado por la asociación SERES, con la coordinación de la Red Juvenil Torogoz y la Juventud 4,0, 1; conversación con personal de la municipalidad de Jujutla.

 

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