“Is not good or bad; it´s fishing.”
– Dick Cheney, en ‘Vice’
“Teoría de la conspiración”. Definitivamente suceden cosas en el manejo político y económico del mundo más allá de nuestra moral comprensión. Procesos sospechosos asociados a grandes catástrofes de la historia contemporánea se comunican exclusivamente de acuerdo a las agendas de los medios de comunicación. “Vice” (traducida como “El vicepresidente: más allá del poder”) es una cinta nominada a ocho premios Óscar cuya irrupción no es casual, pues está inscrita en un debate público motivado por los tumbos políticos del país más poderoso del mundo.
[Alerta spoiler: la siguiente reseña expone algunos detalles de la película “Vice”]
El 9/11 (el gringo, porque no hay que olvidar el chileno), uno de los eventos más impactantes del mundo para toda la humanidad y del cual no nos hemos recuperado aún en nuestros días, ha sido motivo de escrutinio desde distintas perspectivas debido a que las explicaciones son inverosímiles. En “Fahrenheit 9/11”, del 2004, el documentalista Michael Moore ya comenzó a señalar las inconsistencias evidentes en las versiones oficiales que condujeron a la “guerra por la libertad”, a la invasión y al bombardeo de gran parte de Medio Oriente; también al derrocamiento de Sadam Hussein, en aras, supuestamente, de la retribución por los hechos atroces de las Torres Gemelas y en defensa del estilo democrático de la vida occidental.
Cabrones.
En medio de la obscura danza, hay personajes que, de alguna forma, consiguen mantenerse en un perfil suficientemente bajo para no protagonizar encabezados ni horarios prime time de la televisión. Sin embargo, su autoría se hace casi indiscutible al buscarle sólo un poquito más.
En los albores de los Premios Óscar de este año, una audaz película expone y exhibe a uno de estos personajes grises y sombríos, personajes que, presuntamente, fueron los autores intelectuales de los hechos históricos antes mencionados. “Vice” tiene ocho nominaciones para ganar la estatuilla más codiciada del cine y, entre ellas, se le considera candidata a “Mejor película” del año.
Dick Cheney ha sido (medio) ubicado en la historia de Estados Unidos por haber sido el vicepresidente durante la administración de George W. Bush, un cargo percibido como “honorario” y carente de toda influencia. Cheney estuvo en la mesa con el resto de los secretarios de Estado en el mismo momento en que los habitantes del resto del mundo vimos a esos aviones estrellarse y a esas torres multimillonarias colapsar. Su influencia, descubriremos más adelante en la película, fue fundamental para desatar esa serie de acciones atroces que no se han terminado de aclarar en la actualidad.
A Cheney se le representa como un underdog, como una especie de hijo de la Generación Beat, un Jack Kerouac borracho y peleador sin ningún quehacer ni proyección alguna y, sin embargo, casado con una mujer dura y ampliamente inteligente, quien le diera el ultimátum de vida que lo llevó a las más altas esferas del poder.
“’El Poder’. De eso se trata esta película. De eso y de cómo actúa la gente antes, durante y después de conseguirlo”.
Dick se fue escurriendo en la escena política de Washington hasta convertirse en jefe de staff de la Casa Blanca. Absolutamente rudimentario y falto de carisma, jamás logró posicionarse en ningún cargo de elección popular. Además, siendo republicano, la “desgracia” de tener una hija homosexual lo detuvo de exponerse al escrutinio público, por lo tanto, se replegó a sus habitaciones hasta que fue llamado por el chiste de personaje público que siempre reconocimos en W. Bush. Al ganar esas elecciones, de alguna manera, la cantidad de poder en sus manos “reivindicó” el papel infame del vicepresidente y le confirió atribuciones muy peligrosas de manejar para cualquier mortal, lo que se llama “The Unitary Executive”; y le dio autoridad para torturar, indagar en la privacidad de los ciudadanos, aprehender y señalar a quien sea necesario –de manera justa o injusta–, entre otras cosas.
De acuerdo al guion, Dick Cheney es el responsable directo por la invasión a Irak y a Afganistán, en las que se persiguieron fines, si no privados, absolutamente inhumanos y antidemocráticos. No obstante, lo maravilloso de esta cinta es su habilidad para huir del retrato infantil del villano peliculesco: se habla de una persona con luces y tinieblas, digno símil de Darth Vader o Rasputin.
Christian Bale está nominado por esta película al Óscar. A pesar de que estemos ya acostumbrados a las impresionantes transformaciones físicas para sus personajes, en esta ocasión, más allá de haber engordado 40 kilos para convertirse en Cheney, Bale nos ofrece una amplia gama de sutilezas actorales necesarias para la construcción de un personaje orgánico, aunque eventualmente hable como Batman.
“En una misma película, donde se manejan distintos espacios temporales, Christian Bale representa a la misma persona durante toda su vida. El paso del tiempo es deslumbrantemente notorio”.
Una vez más, Amy Adams, en el papel de Lynne Cheney, la esposa, demuestra que sus años de comedias románticas fueron solo la puerta de entrada hacia proyectos más serios y más trascendentes, como este. Su personaje es tan fundamental para el desarrollo del vicepresidente como lo fue Evita para Juan Domingo, Grace para Rainiero, Michelle para Barak o, Angélica para Enrique… Se pone frente a frente con Bale en la transformación de Lynne a lo largo del tiempo y representa el trabajo que, como socios en la política, han hecho innumerables parejas en la historia.
Steve Carrell siempre ha sido un gran actor, independientemente de su inclinación por la comedia. Él representa a Donald Rumsfeld, uno de los personajes más malévolos de la historia contemporánea de Estados Unidos, y deja claro el carácter histriónico que comparten tanto las celebridades como los políticos. Sam Rockwell, por su parte, encarna –con un aterrador parecido– a Bush, bobo y pequeño.
¿A quién se le demanda en caso de retratar tan desventuradamente a un expresidente de ese tamaño?
Casting es sólo uno de los departamentos exitosos de esta producción: lo más interesante de la película es todo el tratamiento narrativo de la misma. Adam McKay, director, tuvo sus orígenes como guionista y director de Saturday Night Live, uno de los shows cómicos gringos más longevos. Ese sentido del humor tan ácido y cínico se imprime de una manera muy fina en una historia que requiere de seriedad.
“El humor negro es uno de los protagonistas más sabrosos del filme; así también la vida misma; así, las ridículas situaciones que aligeran la carga de la cruenta realidad”.
“Vice” propone de manera sólida una narrativa paralela con la edición B-Roll, es decir, una especie de analogía visual en la que funciona al mismo tiempo como el flujo de conciencia de los personajes y como lo que en literatura se llama «el subtexto», lo que se encuentra debajo de lo dicho explícitamente, un subtexto audiovisual inscrito en una estética similar a las películas de Serie B de los años setenta. Por momentos planteada como ficción documental, “Vice” se orilla también de manera frecuente hasta el drama más teatral: desde el uso de material de archivo hasta un soliloquio escrito en lenguaje de Shakespeare; pasando por créditos finales aparentes justo a la mitad de la película, donde la historia cambia radicalmente de rumbo.
Por si esto no fuera poco, la vida de Cheney está narrada por un veterano de guerra que ve directamente al público y que cuenta su versión de los hechos. Este detalle le da voz al ciudadano de a pie que, coincidentemente, también será el donador del corazón trasplantado a Cheney para alargar su vida en la vejez.
“Vice es una fiesta de metáforas visuales, auditivas y audiovisuales”.
Sumado a las nominaciones de alto impacto, la película también tiene en su lista varios “patitos feos” y, no por eso, menos interesantes. Sorprende el numeroso equipo de maquillaje y cómo consigue las finas caracterizaciones de todos los personajes a lo largo de su vida, mientras el montaje la dota de un ritmo vertiginoso que hace casi imperceptibles las dos horas de duración de este drama político.
Es una película muy compleja y muy poderosa. Echa mano de casi todos los recursos audiovisuales a su disposición. Lo más importante es que logra hablar de un tema extremadamente serio al mismo tiempo que atrapa al espectador comunicándose en su lenguaje y con sentido del humor.
De vez en cuando recibimos una oleada de “cine patriota” de Estados Unidos y nunca es casualidad: el cine se sigue usando como una de las formas de propaganda más influyentes en la opinión pública. La aparición de “Vice” tampoco es casual, pero está inscrita en un debate público motivado por los tumbos políticos del país más poderoso del mundo. Producida por Brad Pitt a través de Plan B y Will Ferrell –que podría dedicarse mejor a producir y dejar de ser tan ridículo–, la vida del verdadero presidente de George W. Bush en tiempos tan tumultuosos representa una advertencia sobre las ansias de control y el peligro de esos personajes grises, tan cerca del poder y a pesar de todo, nunca de frente, moviendo los hilos fundamentales de los títeres conspiranoicos que somos los habitantes de este mundo.
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