Rebeca Lane: “Políticamente no me voy a tragar las cosas para poder estar recibiendo un premio”

Rebeca Eunice Vargas Tamayac, conocida como Rebeca Lane, es una rapera guatemalteca de 31 años que poco a poco ha granjeado reconocimiento y seguidores, no solo a nivel regional, también internacionalmente. Muestra de esto es que recién finalizó su ‘Gira Ibérica’ y está por embarcarse a Suramérica. La razón es la presentación de su último álbum: “Alma Mestiza”.


Esta nueva producción muestra una mujer con ideas más complejas que en sus anteriores trabajos y sin miedo de cuestionar dogmatismos de corrientes en las que se suscribe, como el anarquismo y el feminismo. También estira el rap para explorar nuevos matices musicales.

Rebeca es lista y amable para conversar, su capacidad argumentativa no es gratuita, profundizó en el rap por la academia. Se trata de una socióloga que realizando investigaciones sobre culturas urbanas e identidades juveniles se enamoró del hip hop. En esta entrevista que brindó a Revista Factum habló sobre “Alma Mestiza”, el hip hop, el feminismo, el anarquismo y sobre sus raíces.

¿Cómo llegaste al hip hop?

Fue un proceso largo porque yo inicié como fan. Yo iba a todos los eventos, era voluntaria. Llevaba y traía a los artistas cada vez que llegaban a Guate pero, para mí, como chava, al estar en eventos de la cultura hip hop, solo miraba chavos, entonces nunca me pasó por la mente que yo pudiera hacer algo también. A mí me gustaba mucho la música, me fascinaba estar en los eventos, los disfrutaba muchísimo pero nunca me posicioné a mí como «yo podría estar haciendo algo de eso». Hasta que empezó “Trasciende”, que fue una academia de hip hop en Guatemala, muy importante porque daban muchos talleres y compartían bastante conocimiento. Empecé a recibir clases de new style y en ese momento conocí más chavas dentro de la escena que estaban haciendo rap, que estaban bailando, que estaban haciendo otras cosas. En ese momento se me abrió a mí la mente y vi que las mujeres también podíamos. No sé, es algo que no se te ocurre hasta que no lo ves. Luego yo empecé a hacer mis estudios en mi último año en sociología y me estaba especializando en estudios culturales. Cuando me pidieron un tema para desarrollar, yo elegí el hip hop. Empecé a meterme más y entender más. Al principio yo solo miraba los eventos, pero no entendía que era una cultura, qué significaban los elementos, por qué existía, cuál era el contexto político en el que todo se desarrollaba. A través del trabajo académico empecé a adentrarme en la filosofía del hip hop en la historia, en las razones políticas de ser del hip hop. Yo en ese momento ya hacía poesía, pero de tanto escuchar rap, mi poesía empezó a fluir más con cierta métrica, entonces era más spoken word. Yo empecé escribiendo poesía, pero yo decía: «quiero que la gente lo escuche como yo quiero que lo escuchen, yo no quiero que lo lean, yo quiero que lo escuchen». Y empecé a participar en lecturas de poesía y todo y ya conocí a Última Dosis, porque a raíz de que yo empecé a investigar y todo eso ya me empezaban a invitar a hacer foros, a hacer más una parte del hip hop que se llama conocimiento, que es recopilar historia, técnica, etc. Ahí conocí a los chavos con los que formaríamos Última Dosis, que aún no existía, pero tenían un estudio y tenían una radio en línea, solo de hip hop. Me invitaron a tener un programa de radio y empecé a llegar. La radio quedaba en el mismo estudio de grabación y así empecé a conocer a Kontra, a otros raperos y a los productores. Y dijimos: «bueno, muchá, hagamos un colectivo». Y se formó Última Dosis.

¿Vos ya te autodefinías como feminista en ese momento?

Ajá.

¿Cómo conciliaste tus ideas feministas con un mundo generalmente machista, como el del hip hop?

Al principio cuando las mujeres empezamos a cantar era como «ay, mírenlas cómo cantan, qué bonitas». Nos invitaban a los eventos, yo era la única mujer en un grupo de dos chavos, era algo que llamaba la atención. Pero cuando me empecé a dar cuenta del machismo y de los privilegios que tienen los hombres de estar en un cartel o tener buen posicionamiento para que la gente te escuche, entonces empecé a hacer música que cuestionaba más. Y en ese momento, básicamente, se me cerraron las puertas. Fue como: «¿Para qué vamos a invitar a esta maje que solo viene a putearnos y a decirnos lo que estamos haciendo mal?» En ese momento me di cuenta de que repercutía. Yo empecé a decir «mi rap no es femenino, es feminista» cuando saqué la canción “Bandera Negra”. Fue como un statement de cuestionar por qué nos llamaban “rap femenino”, porque era como que yo te dijera que lo que vos hacés es periodismo, pero si lo hace una mujer es periodismo femenino. Entonces cuestionaba por qué nos ponían esos calificativos. Entonces era una forma de decir: «lo que yo hago es hip hop y lo que tú haces es otra cosa». A veces podés ver en un cartel que solo hay una participación femenina. A un chavo le pueden dar una hora para echar su set y pueden ser seis chavas y les dan el mismo tiempo para todas. Era como una forma de quitarnos el protagonismo y la importancia de lo que estábamos haciendo. Lo que sucedió fue que mi música la empezaron a escuchar las feministas. Ya no fue la escena hip hop. Así empecé a viajar, a conocer otros lugares y me empecé a dar a conocer. Fue a través de las chavas feministas que escucharon la música y les gustó y la empezaron a compartir. En los viajes me he conectado con las escenas hip hop locales y todo. Y de alguna forma hay un poco más de credibilidad cuando hacés cosas fuera de tu país que cuando las hacés dentro de tu país. En estos momentos en Guatemala no es que la gente me abra espacio ni nada, porque en espacios propiamente de hip hop nunca me invitan, a menos que sea para dar una charla o algo así. Siempre te relegan al papel de educadora o de cosas así y no de artista, por así decirlo, pero me respetan, que era algo que no ocurría antes. Porque yo ya abrí brechas para que el rap de Guatemala se conozca en otras partes, no solo a nivel feminista, sino a nivel de hip hop. Lo metí en el The Cypher Effect, por ejemplo, en batallas de México, en cosas que ya son propiamente de hip hop, entonces ya dicen: «ah, bueno, sí está representando». Pero eso no se traduce en mejores espacios o reconocimiento del trabajo que estoy haciendo. Dentro de la escena hip hop en Guatemala, underground, sobre todo, el criterio es que yo no soy hip hop y te pueden inventar mil formas. Primero dicen que no soy hip hop porque no soy barrio; después que yo no era hip hop porque yo cantaba; y después que yo no era hip hop porque yo cantaba reggae. O sea, se inventan cualquier cosa para quitarle la legitimidad a lo que yo estoy haciendo.

Mencionaste que la red que más te movió fue la feminista, no el hip hop. ¿Cómo llevás eso? Porque también se puede volver una carga ser como la portavoz del feminismo en el hip hop de Centroamérica, cosa que también te puede limitar.

Es difícil y me conflictúa muchas veces. Yo soy feminista, pero hay muchas posiciones dentro del feminismo que no comparto, sobre todo las dinámicas que se generan, como en cualquier otro grupo. Porque no es algo que me he encontrado solo en el feminismo, me lo he encontrado en los grupos anarquistas, que si te vestís de otro color que no sea negro sos diferente. Me lo encontré en todos lados, como que la gente dentro de lo alternativo genera un modelo de cómo debés ser. Eso me ha conflictuado mucho porque yo, la verdad, soy muy libre. Desde mi sexualidad, mi expresión de género es muy fluida, digamos. Yo hace un año estaba muy masculinizada y me lo estaba disfrutando mucho, pero ahorita no y tampoco me lo estoy sufriendo, como que vivo muy fluida esa parte.

Dentro de los grupos más radicales dentro del feminismo te exigen un deber ser, que tenés que hablar de ciertos temas, que tu pareja tiene que ser de tal forma, que tu estética debe corresponderse con esto y esto, entonces sí es una carga. De hecho yo me lo he cuestionado muchas veces de decir: «bueno, pero yo no quiero que mi música se use para validar ciertas formas de actuar», que sobre todo es como encasillarte, decir «tenés que ser así». Lo que hablábamos con una amiga hace poco que me dijo que es gracioso que en los movimientos alternativos te dicen que podés ser lo que querrás, pero no podés ser así. Podés ser lo que querrás si sos mujer, pero si vos elegís la maternidad, por ejemplo, sos una heterosexual al servicio del patriarcado y el capitalismo. Ja, ja. Entonces me es muy difícil trabajar sobre todo cuando los feminismos vienen desde esa perspectiva.

Me identifico muchísimo más con el feminismo comunitario. Para mí esa es la corriente dentro del feminismo que más me identifica, porque siento que es muy fluido, porque tiene que ver con tus energías, con los deseos que tenés en tu corazón, más que cómo ideológicamente te posicionás ante el mundo es cómo vos querés fluir. Así definen ellas la libertad, podés fluir y ser feliz en el proceso. Me gusta mucho encontrar la fuerza erótica, no solo en tu cuerpo, sino en tu relación con la naturaleza, en tu relación con otras personas. Yo creo que me ha ayudado mucho identificarme con el feminismo comunitario, porque a veces sí que es un poco cansado querer… algunos grupos, que son los menos, quieran encasillarte o te pidan o te exijan, incluso, que te posiciones respecto a ciertos temas. Cuando yo empecé a hacer música tenía la necesidad de posicionarme como feminista, pero ahora ya no hablo solo de eso, ahora tengo muchos temas de muchas más cosas. Al final yo voy a hablar de lo que yo quiera, de lo que a mí me nace, de mi contexto y de lo que me está pasando por la cabeza, no de lo que la agenda de ciertas personas quieran que yo haga. Trabajo con mucha más independencia, he trata de moverme en mucho espacio mixto, también, que antes me dedicaba a hacer eventos solo para mujeres. Ahora estoy tratando de moverme en ambos espacios. Por ejemplo, a veces me escuchan chavos que nunca se hubieran acercado a un evento feminista, pero yo necesito que lo escuchen. Así como también hago eventos solo para mujeres porque yo entiendo lo bonito y la seguridad que se siente estar solo entre mujeres, de verdad. Pero hay que equilibrar los espacios, porque al final lo que nosotras queremos, las mujeres feministas, es que en estos espacios mixtos las mujeres estemos cómodas y nos sintamos seguras. Mi espacio y militancia es ese, también. No es solo crear espacios seguros para las mujeres, entre mujeres, sino que los espacios mixtos también lo sean. Entonces hay que ir a dar batalla ahí también, aunque es más cansado y más difícil.

En este nuevo material veo varios temas: identidad, cultura, feminismo y el combatirte siempre a vos misma. ¿Esas fueron las ideas principales? ¿Qué pretendías comunicar?

Por lo menos hay cinco temas que ya habían salido sueltos, digamos, pero los metimos en un mismo disco porque todo está trabajado con el mismo productor. Pero eran cinco temas que habían salido para campañas, coyunturas, como el juicio por genocidio, por ejemplo, cosas muy específicas pero que no estaba en ningún disco. Entonces fue agarrar estos temas y nutrirlo más. Para mí “Poesía Venenosa” (2015) fue incluso más que en el contenido del disco, en la imagen del disco, en las fotos y en todo lo que esa estética suscitó dentro de mi acercamiento con mi propia identidad, fue un proceso de empezar a adentrarme en el tema identitario y de empezar a ser nómada. Porque ahora mi casa está en Guate, pero yo ya tengo mucha experiencia de muchas culturas más, ya conozco otros países, otras experiencias, otros contextos y también de ver cómo la identidad puede ser una cuestión impuesta, pero también pueden ser identidades dentro de un contexto hegemónico que sirven como resistencias, como son los pueblos originarios o los chicanos y chicanas dentro de un contexto gringo, por ejemplo. O allá en Alemania les llaman personas de color, que son todas las personas migrantes que no son blancas. Eso me empezó a mover mucho, no solo el mestizaje identitario sino musical.

El hip hop tiende a ser muy purista, cuando te dicen que tiene que sonar como en los ‘90 en New York. Y a mí me da mucha risa eso porque los ’90 es la fase más comercial del hip hop, entonces todos los que quieren ser como en los ’90 realmente no se dan cuenta que esa fue una etapa donde el hip hop ya estaba cooptado por la industria cultural y ellos quieren ver los ‘90 como una etapa prístina del hip hop y no. Realmente si querés eso te tenés que ir a los ‘70 y a los ‘80, sobre todo en los ‘80, porque en los ‘70 surgió pero en los ‘80 tenía una clara militancia política y comunitaria. Pero es muy así, te dicen: «tenés que sonar como en los ‘90». Incluso el sonido que nosotros escuchamos ahora del hip hop fue creado por Rick Rubin, que es un hombre blanco, judío, que estaba pensando en vender discos, no estaba pensando en la cultura. Entonces para mí era agarrar el mestizaje en términos de sonido desde donde estoy yo en Guatemala. Entonces evidentemente el hip hop tiene raíces afro de la diáspora, tanto africana, afroamericana y, sobre todo, caribeña. Entonces agarré que en Centroamérica también hay caribe, hay étnicamente una diversidad, en términos de descendencia afro, musicalmente. Entonces también fue irme a buscar esos sonidos. Meter cumbia, meter unos sonidos que no sabría cómo describirlos, qué etiquetas ponerles. Entonces busqué recuperar también ese mestizaje con raíces afro que tiene el hip hop en su esencia.

En “Reina del Caos” hablás de un pueblo que se toma las calles pero no lee historia. Estas protestas en Guatemala de 2015 fueron aplaudidas por la prensa internacional y vos las ves con un ojo crítico, cuando fácilmente pudiste unirte al coro y sacar réditos.

Sí, hombre. En 2015 hubo un paro nacional donde participaron como 100 mil personas y fue como una de las fechas más importantes en estas movilizaciones que hubo. Todo mundo decía «Guatemala despertó». Ese era como el lema, y un amigo publicó: «Guatemala despertó para apagar el despertador y volverse a dormir». Y así, tal cual. Porque realmente lo que pasó es que hubo una movilización por cuestiones coyunturales y dentro de eso yo cuestioné mucho el papel de la música, porque vos mirabas grupos que en manifestaciones ciudadanas iban a montar escenarios y se iban a presentar. Un chavo que ni vive en Guatemala empezó a hacer música sobre eso y se hicieron virales los videos y todos que se llamaban «Basta Ya», que agarró un montón de las frases que había de las protestas. Y ahí grabó su video dentro de la manifestación y se hizo viral. Yo cuestionaba mucho eso porque era aprovecharte de la coyuntura para vos construir una carrera. Yo siento que hay que saber diferenciar en qué momento es necesario que vos agarrés ciertas cosas y las convirtás en arte y en qué momento te estás aprovechando del contexto para ganar voz. Yo de hecho no quise participar en ninguno de esos espacios. Cuando participé fue en una plataforma que armaron jóvenes vinculados a temas políticos, en las protestas mismas, en la plaza, pero ya en un contexto muy politizado. Ya era un posicionamiento más radical. La mayoría de artistas solo se sumaban al «Basta Ya». Yo no quise aprovecharme del momento, digamos. Incluso grupos de mucho respeto, como Alux Nahual, presentaron su disco en una de las manifestaciones. Para mí no hay que hacerlo así. En ese momento mi postura era como alguien que estaba viviendo ahí y dar lo que podía aportar más allá de lo que yo pueda ganar haciendo música. Incluso en una de las manifestaciones que hubo nos pidieron abiertamente que no mencionáramos el tema de la guerra, porque a la par iba a haber una concentración de familiares de militares y no querían que hubiera enfrentamientos. Yo ni iba a presentarme ahí, pero me indigné y ahí empezó la idea de “Reina del Caos”. Ahí me gané un par de enemigos porque yo los mandé a la mierda. La segunda parte de “Reina del Caos” es una respuesta a eso. O sea, yo no vine aquí a complacerlos ni a repetir las frases que supuestamente tenemos que decir y a tomarme la foto para que miren que estoy en el parque protestando, yo vengo a hablar aquí de lo que a mí me molesta y es esto y lo voy a decir. Es una posición que te incomoda, te pone un poco al margen, pero no quiero estar en otro lugar. Lo cual no quiere decir que yo no quiera construir una carrera musical, que es otro pedo. Pero políticamente yo no me voy a tragar las cosas para poder estar recibiendo un premio.

Otra cosa que me llama la atención es que te definís mestiza. ¿Por qué?

En Guatemala hay una palabra que tiene origen colonial que es ladino, o ladina, en mi caso. Una persona ladina es no indígena. Eso implicaba en términos de la colonia que eras una persona libre, porque las personas de un pueblo indígena estaba obligadas, por ley, a prestar horas de trabajo para las fincas. Entonces no ser indígena en esos momentos significaba ser una persona libre que podía vender sus servicios, ser contratada, no ser esclavo. Ahí se empieza a generar esta bipolaridad que existe en términos de identidad en Guatemala que a pesar de ser un país 70% indígena, es un país dominado absolutamente por la ideología ladina, que es «no soy indio». Y es bipolar porque por un lado es «somos descendientes de los mayas, miren la pirámides», pero el indígena que está tapando la carretera para exigir tierra y trato digno es un indio vago que no tiene nada que hacer. La identidad de la clase media y alta en Guatemala está basada en la negación del otro.

Para mí, ser mestiza es reconocerme étnicamente diversa. No es negar mis raíces étnicas. La familia de mi mamá es indígena, pero incluso hablando con ella hace unos días me dice que no sabía que su familia era indígena hasta que entró a la universidad, porque antes era una cosa que daba vergüenza, era algo de lo que no se hablaba. Entonces pensé cómo venir y agarrar esta onda del apellido de mi familia indígena y de incorporarlo a mí sin querer convertirme en algo que no soy, sino entender y comprender que he sido criada de forma occidental, que también tengo una mentalidad racista, que tengo privilegios. Es decir, yo tengo privilegios que una mujer indígena no, aunque mi origen sea indígena. Para mí, el mestizaje tiene que ver con aceptar esas contradicciones que existen en uno y enfrentarte con tu racismo internalizado y enfrentarte con tu clasismo y construir puentes con otras culturas sin ver a una cultura como superior.

Para mí, ser mestizo también es destronarte a vos de esos privilegios que tenés porque has leído, porque fuiste a la universidad, porque tu piel no es negra, porque no trabajás en una finca, porque no utilizás un traje tradicional, es decir, confrontarte con lo que implica vivir en un país con un choque étnico cultural violento y estructural. Entonces, ¿desde dónde te vas a posicionar? ¿Desde el privilegio? Que para mí, es la posición ladina. Y el mestizaje una posición de cuestionamiento, porque no puedo decir así nada más que porque yo me posiciono desde ahí no soy racista, porque yo vivo bien gracias al privilegio que he tenido por no ser indígena.

A vos lo polémico se te da como natural, ¿no? Porque está la otra línea de «yo no soy underground, tampoco soy comercial». No sé qué tan agradable sea para un anarquista radical esa declaración. Y bueno, vos te autodenominás anarquista. ¿Cómo hacés para mover tu música desde esa filosofía?

Sabés, varios anarquistas me han escrito preguntando por qué en la portada de mi disco salgo con una Virgen de Guadalupe y que no lo entienden. Lo bueno es que ha sido preguntando, no atacando. Yo les digo que un símbolo del mestizaje absoluto es la imagen de la Virgen de Guadalupe. Porque es una adaptación de ciertas creencias que ya existían. Incluso, Tonāntzin y Coatlicue son energías distintas. Coatlicue es una energía de mujer, pero es violenta, no es calmada; luego está Tonāntzin que es la madre. Entonces dentro de la misma cosmovisión prehispánica existen contradicciones entre quienes adoraban a Coatlicue y quienes a Tonāntzin. Y Tonāntzin se transforma en la Virgen de Guadalupe a través del proceso violento colonial. Para mí ella es un símbolo de esto, porque detrás de ella existen muchas mujeres mitificadas de distintas formas.

Sí hay mucho choque, porque yo me considero una persona bastante espiritual y dentro del anarquismo eso no cabe. En Europa me topé con eso, que supone que la intelectualidad de la Ilustración es un sistema de conocimientos superior sobre todos los demás; todo el pensamiento místico y mágico es inferior. Y para mí es «no jodan, es que a mí mi abuela me curaba con tés y con cantos». Acá si a vos te da un empacho, te dan no sé qué yerbas y te soban. O si tenés el mal de ojo, te pasan un huevo. Somos pueblos que tenemos arraigado lo mágico, por eso es que acá lo católico funciona tanto, porque somos seres muy ritualistas y muy mágicos. Entonces en mi etapa de militancia de izquierda yo negué mucho esa parte mía, pero después fue como «no jodan, esto es parte mía y me hace sentir bien». Yo estoy posicionando mi fe en los elementos identitarios que yo quiero. Para mí es importante que dentro del movimiento intelectual se acepte lo subjetivo, que es algo que yo pongo también en una canción. ¿Cómo le vas a eliminar lo subjetivo a los modelos teóricos, si la teoría está hecha desde lo subjetivo de una persona? ¿Cómo voy a eliminar yo de mi pensamiento político mi pensamiento mágico? No lo puedo eliminar. También es un choque con el pensamiento occidental puro. Y para mí eso es el anarquismo: romper. El anarquismo epistemológico hacia donde va es que ningún sistema de pensamiento sea superior a otro. Por lo tanto la teoría y la ciencia no son superiores al pensamiento de nuestros pueblos originarios.

Para cerrar, ¿cuál es tu objetivo con este disco?

Yo siento que este disco está un poco más consolidado que los demás. Tanto en lo musical como en el contenido. Yo siento que los discos anteriores no pude explotarlos en términos musicales en la forma en que una carrera musical se lleva. Sí hice varios videos y todo, pero yo no sabía muy bien qué estaba haciendo. Yo estaba siguiendo la inercia de lo que estaba sucediendo. Pero en este momento yo siento que estoy un poco más en control de mi carrera artística, de lo que digo y cómo lo digo. Este disco lo quiero mover de forma estratégica para posicionar la música de tal forma que yo pueda seguir viviendo de ella, no solo de manera instintiva, sino sabiendo en qué lugares sueno más y en qué espacios y dónde quiero sonar y cómo quiero hacerlo. Este es el primero que empiezo a tirar en plataformas digitales que antes no tenía. Ya estoy registrada en BMI, ya estoy haciendo otras cosas para proteger mi trabajo. Yo antes era: «soy anarquista, no creo en la propiedad intelectual», pero ahora sé que si alguien más se adjudica la autoría de tus cosas vos ya no vas a poder ni tocar tu canción en vivo. Es decir, entrar en el mundo de la música sin tanta ingenuidad, sabiendo cómo se mueve.


*Foto de portada, tomada del fan page de Rebeca Lane.

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