Monterrey 1 Alianza 0: Rocky encuentra el karma

Acostumbrado a ser cabeza de ratón en el campeonato doméstico salvadoreño, Alianza Fútbol Club se paró con una categoría impropia de la realidad del fútbol al que debió representar. Fue dominado en la mayor parte del juego celebrado en la cancha del estadio BBVA Bancomer de Monterrey, pero las diferencias económicas de los duelistas dignifican la imagen del vencido. Alianza cayó 1-0 en un juego en el que “Los Rayados” necesitaron de cuestionables decisiones arbitrales para vencer –vía penalti dudoso– al subcampeón salvadoreño. Acostumbrados a jugar con viento a favor en la rutina doméstica, ayer por la noche los albos pagaron las deudas con el karma al luchar contra una tempestad en su contra. Y como el barco pesquero de Forrest Gump, sobrevivieron con honra. Su osadía les representa una derrota que, sin embargo, debería dolerles menos.


El destacado periodista salvadoreño, Rodrigo Arias, lo describía muy bien a través de su cuenta de twitter: «Alianza es Rocky. Monterrey es Creed. Gane o pierda, Rocky es figura». Faltaban apenas diez minutos para la conclusión del juego y Alianza estaba forzando a Monterrey a una tanda de penaltis. Arias hacía referencia a la primera de aquellas películas, en la que un voluntarioso –pero rústico– boxeador (Rocky Balboa) pelea con poco más que su corazón desafiante y lleva al límite al adinerado, petulante y ultrafavorito campeón (Apollo Creed). Siempre he pensado que el guion de aquella película de 1976 fue más digno porque no se rindió a las tentaciones del típico final feliz. Rocky no ganó aquella pelea. Y justo así le ocurrió a Alianza ayer en Monterrey, donde terminaron cayendo (1-0) por cuestiones que ya no estaban en sus manos: una serie de decisiones arbitrales controvertibles que terminaron inclinando la balanza a favor del gran favorito, el equipo regio.

Debe decirse, no obstante, que al igual que como ocurrió en el juego de ida (0-0), el de ayer tampoco fue un espectáculo agradable a la vista. Y ese fue, de nuevo, mérito de Alianza, que obligó a Monterrey a ensuciarse, a luchar de manera atrabancada y hasta a recurrir a dos penaltis –los dos dudosos– para, por fin, anotar el gol que le clasificaría a los cuartos de final de la Liga de Campeones de la Concacaf. Lo consiguieron hasta el minuto 176 de la eliminatoria. Y eso debe tomarse como una gesta para una plantilla como la de Alianza, la más cara de El Salvador, pero la más barata de la “Concachampions”. Tan cerca y tan lejos. Ayer volvieron a jugar 1,6 millones de dólares contra 84,3 millones. Y ambos estuvieron apenas a cuatro minutos de tiempo regular para definirlo todo en una ruleta rusa.

Los planteamientos

Mucho del mérito albo partió desde la estrategia de su técnico, Jorge “El Zarco” Rodríguez. Alianza jugó con un 4-4-1-1 que se mantuvo con orden incluso en los momentos más apremiantes del partido. La mayor virtud del equipo estuvo, como era de esperarse, en su portero. Rafael García no solo paró un penal que alimentó de espíritu a su equipo cuando la cosa comenzaba a torcerse; también le paró un tiro libre a Miguel Layún y un disparo de Rodolfo Pizarro que pintaban para romper el embrujo albo.

El mérito, sin embargo, fue colectivo. Se distinguió, al igual que en la ida, la ya conocida línea de cuatro en el fondo defensivo. Rubén Marroquín por derecha, Romero y Mancía como centrales y Jonathan Jiménez por izquierda. Al trabajo de hormigas se le sumaría la contención de Narciso Orellana e Isaac Portillo; mientras la misión de Marvin Monterroza, Diego Benítez y Óscar Cerén fue la de cerrar las bandas y cortar la circulación fluida del balón en la salida de Monterrey. Solitario en punta, la función de Irving Herrera sería la de convertirse en una válvula de escape ante el acoso rayado que ya se intuía, que se presentó desde el comienzo del juego y que, poco a poco, se fue empapando de una frustración contagiosa.

Por su parte, Monterrey salió con su equipo de gala. No se guardaron ni a Rogelio Funes Mori, quien encabeza en la actualidad la tabla de goleadores en la Liga MX. El acoso total de los primeros diez minutos sirvió para entender que por las bandas el más peligroso sería el colombiano Avilés Hurtado. Este fue un lapso en el que Alianza apenas cruzó la mitad de campo. La velocidad regia era superior, pero no alcanzaba para crear oportunidades con claridad.

Apenas a los cuatro minutos, Henry Romero se llevó una tarjeta amarilla por una infracción de poca trascendencia. El central salvadoreño suele confundir gallardía e intimidación con una actitud de matón que lo convierte en blanco fácil de las amonestaciones. Y más cuando se juega en escenarios donde los árbitros no le conocen o no le respetan de más. Romero debió jugar casi todo el partido bajo amenaza de expulsión, pero al final logró ponerle una camisa de fuerza a su ímpetu.

En los primeros 15 minutos, Alianza defendía mal algunos espacios, principalmente los de la banda derecha. Marvin Monterroza también sería amonestado. Alianza apretaba, pero recurría a demasiadas faltas que en México no le perdonarían.

A los 18 minutos, llegó el primer ataque albo. Un buen centro de Óscar Cerén que no encontró rematador. Poco a poco los albos se iban sintiendo más cómodos. Monterrey seguía intentándolo sin profundidad, pero en todo el primer tiempo solo consiguió inquietar con una oportunidad de gol realmente clara, un cabezazo producto de un tiro de esquina.

Fue un buen tercer tiempo el de Alianza. Lograron que el partido se mantuviera a un bajo nivel y con un Monterrey aletargado. Los albos le bajaron el ritmo poco a poco, aprovecharon al máximo toda infracción para quemar minutos y hasta se animaron a lanzar algunos ataques esporádicos. Lograron, incluso, tener una de las dos mejores oportunidades en el minuto 29, cuando una combinación entre Cerén y Monterroza habilitó a este último, pero su disparo fue muy apurado.

El castigo del karma

En todas las ligas de fútbol suele pasar. Apollo Creed suele contar con beneficios arbitrales que no están al alcance de Rocky Balboa. En muchas ocasiones, Alianza –y algunos equipos más– han gozado de esta prestación en la historia del fútbol salvadoreño. Ayer, en cambio, a nivel regional, frente al Gulliver mexicano, el papel de pequeño le correspondió a los albos. Y eso comenzó a ser evidente cuando el árbitro canadiense, David Gantar, sancionó el primero de dos penaltis muy discutibles.

En el minuto 50, un centro rayado fue interceptado por la sobrepoblada defensiva aliancista. El árbitro vio una carga sobre Funes Mori y sancionó el tiro de penal. Al repasar la acción, se ve como tres jugadores albos van por el balón, mientras que Funes Mori decide no pelear por él. El fútbol tiene estas cosas: castiga al que más se esfuerza y premia el estatus y el cartel de algunas figuras.

Si era penal, a lo mucho, fue un penal muy baratito.

Así le pareció a Rafael García, quien tenía otros planes. Paró el penal utilizando una estrategia que no siempre suele funcionar. El portero uruguayo se movió en repetidas ocasiones sobre la línea de meta –algo que está permitido por el reglamento–, dando brincos y favoreciendo su costado izquierdo. Era una invitación a patear al lado adverso. Sin embargo, justo en el momento en el que Nico Sánchez se aproximaba a patear el penal, García se posicionó más hacia el centro y volvió para lanzarse decididamente de nuevo sobre la izquierda. Penal desviado y una inyección moral para los albos.

Alianza no se descompuso. Incluso se envalentonó más. Llegó a los 60 minutos y a partir de ahí la duda era saber si el estado físico del equipo le sería suficiente. Al fin y al cabo, se había mantenido en competencia jugando a un ritmo al que no está acostumbrado.

La respuesta no pudo ser más clara. Al minuto 65, llegó un disparo de Óscar Cerén que la afición aliancista no podrá olvidar en mucho tiempo. El número 9 celeste remató con decisión y obligó al exseleccionado argentino, Marcelo Barovero, a estirarse al máximo. El portero de Monterrey logró desviar justo lo necesario el balón para que éste chocara contra su poste izquierdo.

Monterrey ya no solo sufría por buscar el gol. Ahora también se preocupaba por no recibir una anotación que, por haber ocurrido en condición de visitante, hubiera obligado a los regios a anotar dos.

A partir de ahí, Alianza llevó el partido al terreno de los pelotazos. Monterrey comenzó a desesperarse y el miedo de llegar a la tanda de penaltis comenzaba a invadir tanto a sus futbolistas como a los 35 mil aficionados presentes. Diego Alonso ya había mandado a Dorlán Pavón a sumarse al batallón de ataque, para sumar más músculo y velocidad.

“El Zarco” Rodríguez olfateó ese miedo y mandó a la cancha a Bladimir Díaz en lugar de Herrera. La apuesta era aferrarse a su velocidad para cazar un contragolpe que liquidara el pleito. Sin embargo, lo que llegó fue otra imprecisión arbitral. En una jugada enredada dentro del área de Alianza, Juan Carlos Portillo arriesgó de más al barrerse por atrás de Pabón. Tocó balón y también pierna. El beneficio de la duda resultó, más bien, maleficio. David Gantar volvió a entregarle un penalti a Monterrey y esta vez Nico Sánchez no lo fallaría.

Quedará para Alianza –y en especial, para Portillo– la experiencia de saber que hay escenarios donde no se cuenta con viento a favor, que hay momentos en los que vos sos el humilde y no conviene arriesgar las cosas al someterlas al juicio de un árbitro. Esos detalles deciden cosas importantes.

Alianza estuvo a seis minutos de la tanda de penaltis. A partir de aquí  solo queda la evaluación de lo sucedido y lo obtenido. Alianza fue eliminado, pero obtuvo un respeto que va más allá del escenario local.

Conviene entonces hacer un ejercicio de ubicación de las apiraciones del fútbol salvadoreño. ¿En realidad el equipo albo aspiraba a  la corona de la Liga de Campeones de la Concacaf? Me animo a afirmar que ni sus aficionados más optimistas –¡y vaya que los hay!– lo hubieran pensado así. Más bien, Alianza buscaba dejar una buena imagen. Eso lo ha logrado en apenas una ronda de eliminatoria. Puede decirse que es un objetivo alcanzado. Comercialmente, la marca Alianza crecerá a partir de esta actuación. Sin embargo, debe pensarse también que un objetivo que implique derrota representa, a la vez, un ejemplo de mediocridad. Es claro que Alianza no se alegra por haber quedado eliminado, por el “simasito” o por el “casi casi”. Alianza debe reconfortarse porque su experiencia, su imagen y su aprendizaje ha crecido. Y eso no es poca cosa.

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