El movimiento social que sale a las calles a marchar contra el régimen bukelista mantiene causas dispersas. Incluso areneros y efemelenistas se han unido con el argumento de una oposición unificada. Pero no existe por hoy un partido político que congregue a esta nueva oposición, cuando las elecciones generales de 2024 se acercan y los números le son favorables a la continuidad del actual gobierno.
Las movilizaciones sociales de protesta contra el gobierno de Nayib Bukele en el segundo semestre de 2021 terminaron consolidándose en un nuevo frente de oposición. Cuatro marchas, incluida la última del 16 de enero pasado, han sido la mayor muestra de expresión de descontento con el desmantelamiento del órgano judicial, la imposición del fiscal general, el pacto del gobierno con las pandillas, la implementación del bitcóin como moneda de curso legal, el encarecimiento de bienes y servicios, la posibilidad de buscar una reelección del presidente, y, como lo más grave, la instalación de un régimen político autoritario.
Las causas contra el régimen de Bukele lograron convocar a miles de personas en los últimos meses. La capacidad de organización en las calles ha inquietado al gobierno. Y este ha tratado de deslegitimar las marchas por cualquier medio o de boicotearlas al usar a la policía para evitar que manifestantes del interior del país lleguen a San Salvador a sumarse a las marchas.
Este nuevo frente de oposición ha logrado reunir a salvadoreños que adversan el régimen de Bukele no solo en las calles, sino además en las redes sociales, un campo virtual de batalla política. Se llaman a sí mismos ciudadanos independientes de partidos políticos, aunque, inevitablemente, para las marchas, su capacidad de organización ha sido alimentada en parte por estructuras ya existentes de estos partidos.
En esas marchas han participado los derechistas Arena, Vamos y Nuestro Tiempo, y el izquierdista FMLN. Estos grupos políticos, minoritarios por completo ante el régimen bukelista, se mezclan en la maraña de motivaciones sociales y políticas de la nueva oposición, que todavía no encuentra una agenda única que la condense.
Pero si las agendas del remozado movimiento social aún son dispersas, el pegamento que une a todos estos colectivos es lo más obvio: retirarle el poder a Bukele por la vía democrática.
El crisol de causas en la nueva oposición social converge en un solo lema: “¿Cuál es la ruta? Sacar a ese hijueputa”. Esta expresión, vociferada a menudo en las marchas contra Bukele y referida a terminar con el régimen actual mediante las elecciones, es el destino convenido. Pero la nueva oposición carece de la herramienta más importante para su objetivo: un partido político fuerte.
“Es necesario que surjan nuevos partidos políticos y candidatos independientes. Mucho nos estamos tardando”, dice con preocupación Marvin Pleitez, uno de los rostros más emblemáticos de las marchas de la nueva oposición. Pleitez es un artista y fisicoculturista que interpreta a Lady Drag, un personaje que representa demandas ciudadanas y que confronta al régimen autoritario de Bukele.
Lady Drag cree que los salvadoreños descontentos con el gobierno bukelista no son todos los que se reúnen en las calles cada vez que hay marchas. Calcula que existen muchas más personas que, por comodidad o incluso por temor, no se expresan en público. Todos ellos, dice, esperan soluciones a sus problemas que los partidos políticos ya existentes nunca les dieron.
“¿De qué sirve que estemos haciendo tantas marchas si no les damos opciones a los ciudadanos que no salen a marchar? Ellos van a seguir viendo (en la política) al mismo lado, a las mismas personas, al mismo grupo, porque nosotros lo único que estamos haciendo es salir a las calles sin presentarles alternativas”, dice Lady Drag.
Las consideraciones de este artista coinciden con los resultados que arrojan las encuestas de opinión. En diciembre de 2021, la encuestadora LPG Datos reveló que un 38 por ciento de la población salvadoreña simpatiza con el partido de Nayib Bukele, Nuevas Ideas, y que el resto de partidos políticos, juntos, suman apenas un 10.6 por ciento de simpatías.
El dato notable, sin embargo, es que el 51.4 por ciento de los salvadoreños no tiene preferencias por ningún partido político. Ese es el océano de electores que apunta Pleitez y que, por el momento, la oposición en general aún no está capitalizando.
En la carrera hacia las elecciones de 2024, Nuevas Ideas lleva la delantera. Muy atrás se encuentran los partidos opositores. Con esas proyecciones y los resultados de encuestas sobre preferencias políticas, se puede prever que el gobierno de Bukele retendrá la Presidencia y conseguirá de nuevo una mayoría significativa de diputados en la Asamblea Legislativa. Hasta hoy, no existe en el país ninguna oposición política con suficiente fuerza electoral para evitar ese escenario posible.
La viabilidad partidaria
El profesor de ciencias políticas Danilo Miranda explica que el movimiento social puede respaldar un proyecto político o crear el suyo. En El Salvador, los movimientos sociales de los años sesenta y setenta apoyaron la lucha insurgente del FMLN, que luego se convirtió en partido político. Pero también un movimiento social puede tener una expresión político partidaria. “Podemos ver casos como el movimiento cocalero en Bolivia, que terminó conformándose en un partido político. O el sindicato Solidaridad en Polonia”, recuerda Miranda.
El nuevo movimiento social en El Salvador, que se ha visibilizado en las marchas de calle de los últimos meses, puede apostar a la conformación partidaria o a la promoción de candidaturas independientes, como sugiere Lady Drag. Sin embargo, para el director de la organización Acción Ciudadana, Eduardo Escobar, hay un riesgo de credibilidad en convertir a la oposición social en una opción partidaria.
“En mi opinión, no estoy seguro de que sea lo más saludable que desde este movimiento se propongan candidaturas o se conforme una nueva fuerza política. Creo que no hay que jugar con lo que se hace y con lo que la gente puede meterles en la cabeza. Se puede distorsionar o perder el objetivo de conformarse como movimiento social. Desde mi punto de vista, puede que luego se piense que al final alguien instrumentalizó toda la agenda social para promover su candidatura”, dice Escobar.
El director de Acción Ciudadana considera que el aparato comunicacional del gobierno de Bukele podría intentar deslegitimar al movimiento social si este busca una conversión hacia la política partidaria.
“Y es cierto que es válido que desde el movimiento social nazcan candidaturas, pero es que no es ese el objetivo de un movimiento. Creo que se va a tratar de desacreditar todo con el discurso de que la finalidad de todas las expresiones ciudadanas tuvieron el fin de lanzar a ciertas personas como candidatos”, dice Escobar.
Y es que la política partidaria tampoco está pasando por su mejor época como para lanzarse con entusiasmo al ruedo electoral, recuerda Escobar. Miranda, por su parte, añade que “el sistema de partidos está erosionado y en crisis en todo el mundo”.
“La expresión ‘partido político’ ya está bastante desacreditada”, señala Miranda. Y explica que las estrategias para buscar el poder político se basan actualmente en el populismo o en expresiones políticas teñidas de fascismo. Eso sí, recurriendo siempre al sistema deteriorado de partidos políticos, pero con una imagen de ser diferente a ese sistema.
De hecho, los partidos políticos salvadoreños sufren esta crisis de primera mano. Quienes llegaron a gobernar el país entre 1989 y 2019 con mayorías que sobrepasaron el millón de votos ahora son partidos sumamente minoritarios, despreciados a propósito por la nueva oposición social.
La encuesta de LPG Datos de diciembre pasado muestra que Arena, que gobernó de 1989 a 2009, ahora solo recoge un 4.3 por ciento de las preferencias de los ciudadanos. Mientras que un 2.1 por ciento simpatiza con GANA, un partido de renegados de Arena que se alió con los dos gobiernos del FMLN y ahora está subordinado a Bukele y Nuevas Ideas.
Y solo un 1.6 por ciento tiene preferencia por el FMLN, el partido de izquierda que gobernó de 2009 a 2019 y que de ser la primera fuerza política de El Salvador en los últimos años fue relegado por la población a un cuarto puesto.
Más abajo, casi con nulos respaldos, se hallan partidos como el PCN, PDC, Vamos y Nuestro Tiempo, entre otros.
Ni siquiera el de Bukele se salva de la crisis de los partidos políticos. Nuevas Ideas, si bien tenía a diciembre pasado un 38 por ciento de preferencias de la población, ese porcentaje reflejó una caída de 10.7 puntos desde junio, seis meses antes, cuando el partido gobernante gozaba de un 48.7 por ciento de las simpatías, según la misma LPG Datos.
En seis meses, en medio de las marchas del movimiento social, el partido de las Nuevas Ideas de Bukele también cayó en las preferencias.
Dentro del movimiento social, aunque está integrado en parte por ciudadanos identificados con partidos políticos existentes, también se mira con recelo la participación de esas estructuras partidarias. Lady Drag ha sido una de las voces que objetan la presencia de dirigentes efemelenistas y areneros en las marchas. Está seguro de que los partidos que ya gobernaron y fracasaron perjudican la imagen del movimiento social, aunque también pertenezcan a la oposición.
“La pequeña oposición, los que salimos a las calles y pretendemos hacer ruido, tenemos que entender que mientras gente de Arena y el FMLN sigan saliendo a las calles, nos restan. Mientras estos dos partidos no desaparezcan, deberían tener dignidad estos cabrones y decir: mejor dejemos que surja un nuevo movimiento social, porque ya mucho nos hicimos mierda este país”, dice Lady Drag.
A las puertas de 2024
La carrera electoral en El Salvador, para la oposición, es contra el reloj. Las elecciones de 2024 serán de carácter general, es decir, se elegirá a alcaldes, a diputados y al presidente. Y los cálculos preliminares le son favorables por completo a Bukele y a la continuidad de su régimen. No existe a la fecha un partido político de oposición capaz de destronar al presidente. Los más optimistas, como Lady Drag, creen en que es posible arrebatarle a Bukele algunos escaños en las elecciones de diputados en la Asamblea. Pero más nada.
El movimiento social, mientras tanto, sigue reforzando su articulación. El estado salvadoreño no ha optado por la represión violenta contra las manifestaciones en las calles, aunque intenta desvirtuarlas desde su aparato de comunicaciones. Esta exposición, en todo caso, le ha dado más presencia a la oposición.
El área para pescar votos contra el régimen está en un poco más de la mitad de salvadoreños que no tienen partido político. La incógnita es si existe el tiempo suficiente para presentar una propuesta partidaria para 2024.
Pero la nueva oposición salvadoreña deberá resolver antes la definición de sus demandas, que aún se encuentran dispersas. Lady Drag dice que para pasar de lo social a lo político se camina sobre un terreno escabroso: “Hay pleitos internos, búsqueda de protagonismo. Es desgastante. Discuten sobre liderazgos”. Sin embargo, cree que la definición es clave para consolidarse como alternativa opositora.
Danilo Miranda explica la importancia de que el movimiento social se defina para que gane autenticidad. Incluso, desde el lema de “la ruta”, la solución a los problemas del país no se dará de forma automática con la salida del poder de los actuales políticos.
“Dentro de la oposición hay diferentes horizontes. Para algunos, se trata de hacer una transformación total. Y hay quienes simplemente quieren regresar a beber de las mieles del poder, volver a tener los privilegios que perdieron. De esos también hay en la oposición. Entonces no hay que jugar al juego de meter a todos en el mismo saco. Hay diferencias en la oposición de carácter ético, político e ideológico”, dice el profesor de ciencias políticas.
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