La FIFA no pierde

Viejos patrocinadores se alejan, y llegarían otros. Los ratings no bajan y el negocio sigue. 

La FIFA depende de su apariencia, no de su transparencia. Su cara de dueña del primer hobby del planeta, reina de los ratings, da el lujo para esconder el resto de su reputación tras vidrios polarizados. Su fachada es tan atractiva que sus defectos estorban poco en sus ganancias.

Al menos por ahora. Este lunes, la aerolínea Emirates se convirtió en el primer patrocinador que se aleja de la FIFA culpando la permanente sombra de corrupción sobre sus oficinas en Zúrich. Al mismo tiempo se irá Sony, mas sin subrayar de forma oficial quejas sobre este tema.

Emirates, hasta ahora uno de los seis grandes patrocinadores de la FIFA (junto a Adidas, Coca Cola, Hyndai, Sony y Visa, que aportan entre 25 y 50 millones de dólares al año), dio un golpe de realidad en medio de un complejo flujo de acciones políticas. No cae de sorpresa. La propia Adidas lanzó un comunicado en junio sobre su malestar por la imagen pública de la institución.

A la FIFA la rodean permanentes polémicas, pero ninguna tan revuelta en la actualidad como la designación del Mundial de Qatar en 2022. Mientras desde Zúrich se bombardean discusiones sobre las fechas en que debería jugarse el torneo para evadir el fuerte calor del verano qatarí, flotan en los medios investigaciones sobre posibles sobornos a votantes de la sede.

En este contexto salta la diferencia entre declaraciones y acciones. La salida de Emirates abre la especulación por la posible entrada de Qatar Airways a la familia de la FIFA (un golpe que solidificaría la sede de la Copa 2022). Cuesta imaginar que Adidas o Coca Cola, por más quejas que declaren, cedan su lugar a Nike y a Pepsi al mayor imán de ratings televisivos de la humanidad.

La FIFA también flota entre conferencias pomposas por desterrar la corrupción (dio millones a la Interpol para combatir amaños de partidos, con resultados casi nulos) y estrategias mediáticas para adornar su imagen.

Este año, la FIFA invirtió 27 millones de dólares en la película que cuenta su historia. O parte de ella. En la obra “United Passions”, el gran actor Gerard Depardieu interpreta a Jules Rimet, en la era romántica del juego, mientras Tim Roth hace el papel de Blatter, como el negociante clave para dar salud económica a la familia del fútbol.

En el programa de televisión gringo “Last Week Tonight”, el comediante John Oliver lanzó la daga que retrató a la FIFA: “¿Quién hace una película donde los héroes son los directivos?”. El video de Oliver llegó a más de ocho millones de vistas en Youtube, mientras la FIFA mostró su producción cinematográfica en apenas unos países europeos y no tiene planes de lanzarla en América.

Pero este contexto no necesariamente asusta a una institución que no suele dar explicaciones a gobiernos (que tiemblan por amenazas de expulsiones ante el menor intento de intervención oficial en sus federaciones locales) ni a aficionados, cuyos aportes en compra de boletos son una minucia en su presupuesto. La FIFA vive (y muy bien) de los ratings televisivos y marketing.

El susto, por ahora, lo mostró Emirates. La FIFA sabrá en unos años si esto fue una anécdota o un síntoma.

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