“Honey Boy”: la reconciliación de Shia LaBeouf y su padre

«I´m trying my best for that kid but I´m in pain like a motherfucker, man…»
— James Lort, Honey Boy

“Honey Boy” es una película muy valiente cuyos protagonistas son el autoreconocimiento y la reconciliación. En ella no se demoniza a nadie, no se satiriza a nadie, no es en ningún momento pusilánime ni facilona. Sin embargo, es una película con un mood muy azul desde el principio y resulta muy difícil escapar de esa aura de tristeza y melancolía.

ALERTA SPOILER: el siguiente texto detalles del argumento de la película “Honey Boy”, disponible en la plataforma de Amazon Prime.


Los padres nos arruinan la vida desde nuestra infancia. Nunca a propósito, nunca con plena conciencia de ello. Tendrían que ser monstruos –de esos de los documentales de Netflix– para dañar o aniquilar intencionalmente a sus pequeños vástagos. Cierta es la afirmación de Sigmund Freud:

“Infancia es destino”. 

Los padres tuvieron, a su vez, sus propios padres y también fueron niños envueltos en su propia espiral de conflictos propiciados por esos padres, sin ninguna intención. Los seres humanos, en general, tratamos siempre de hacer lo mejor que podemos; no sólo como padres sino como esos seres humanos. Pero no siempre lo conseguimos. 

La corriente psicológica de Terapia Gestalt llama “linaje” a la serie de problemas internalizados y arrastrados desde nuestros padres –y de sus padres– que es necesario “resolver” para solventar los conflictos propios a través de diferentes estrategias como “el perdón” y el “dejar ir”. Ninguna película reciente logra transmitir este proceso como “Honey Boy”, escrita maravillosamente por el actor Shia LaBeouf y dirigida por la israelita Alma Har´el, conocida por haber dirigido videos musicales para bandas como Beirut y Sigur Rós; como también por el documental “Bombay Beach”, que trata sobre el sueño americano y las nuevas masculinidades.

Amazon Prime, con la producción de esta película, además de una cantidad amplísima de series y contenidos, se va fraguando como la principal competencia de Netflix, apostando de forma obvia por la calidad muy por encima de la cantidad.

A Shia LaBeouf lo conocemos como el protagonista de las taquilleras “Transformers”, aunque lo vimos también como el hijo de Indiana Jones en la última –y penosa– emisión de la saga. Más joven, también lo vimos morir prematuramente al lado de Keanu Reeves en “Constantine”. Y justo cuando su carrera se estaba volcando hacia el mainstream, comenzó a protagonizar tabloides en medio de escándalos asociados a la violencia, alcohol y chismes de romances fugaces. Se le empezó a conocer como “a cocky motherfucker”. Fue protagonista de numerosos gifs, memes y canciones de rap que lo parodiaban, hasta que lentamente desapareció del trabajo en el cine. Sin embargo, Shia LaBeouf fue niño actor, protagonista de múltiples comerciales y series de televisión, y poco se sabía de su tortuosa infancia, tal vez, cayendo en el cliché del niño celebridad atormentado. “Honey Boy” es la película que lo reivindica y no solamente por ser autor del guión sino por haber encarnado a su propio padre, lo que implica unos tamaños muy grandes.

Shia LaBeouf y Noah Jupe en una escena de “Honey Boy (2019)”, que se transmite a través de la plataforma de Amazon Prime.


Los siguientes cuatro párrafos presentan Alerta Spoiler:

La trama se centra en el período de rehabilitación del personaje de Otis Lort, un proceso que asume justo después de registrar su más grande éxito en una serie de películas de acción. Una vez recluido y en terapia, Otis es forzado a reflexionar sobre su propia vida y sobre las circunstancias originarias de su alcoholismo, violencia y ansiedad. Se le obliga a confrontarse consigo mismo y a hablar sobre su padre, la aparente fuente de todo su descontento.

Con algunas variaciones de nombres –para evitar un poco de descaro en la autobiografía–, se nos muestra a James Lort como padre del pequeño Otis, quien gracias a su condición de talentoso niño actor que sale y entra en el glamour de los sets de filmación, regresa al cuartucho de una vecindad barriobajera. James solía ser un payaso con un éxito relativamente sustancial que, después ir a la guerra, prisión y soltarse a las drogas y al alcohol, pretende convertirse en un cultivador de mariguana.

La madre de Otis lo deja al cuidado de este personaje rudimentario y violento, si bien, no siempre en el plano físico, mucho en el plano emocional. James se muestra ignorante en el trato con su hijo y a la vez lleno de culpa y de frustración, autor del primer cigarro de tabaco que Otis se llevará a la boca; luego, el primero de mariguana y coqueteándole a la vecina de 17 años. El niño, a los 12 años, vive en un limbo de adultos en el que no puede ser niño y tampoco es suficientemente grande. Solo esta misma vecina adolescente le proveerá de algún confort amistoso, al mismo tiempo de representar un prematuro despertar sexual.

Desde el confinamiento de la rehabilitación, Otis se enfrenta al peso de un recuerdo, a la memoria de alguna figura casi olvidada por el paso del tiempo, a un comentario insulso sobre la manera de orinar de los hombres, al refugio violentado que fuera una alberca en donde ahora debe abrazarse solo y salir gradualmente del pantano de ira que lo tiene prisionero. Encontramos en él al hijo lastimado de un padre lastimado que no sabía muy bien qué hacer porque no entendía cómo resolverse él mismo.

 

FKA Twigs y Noah Jupe en una escena de “Honey Boy (2019)”, película de Amazon Prime.

Viniendo de una directora del mundo del videoclip y del documental expuesto en festivales como Tribecca, el planteamiento visual y sonoro de la película se vuelve una especie de falso documental donde el naturalismo se encuentra con la narrativa mágica y expedita de los tres minutos de canción disponibles para que los directores puedan realizar su obra, si de videoclips hablamos.

Muchos momentos se plantean visualmente casi como si de polaroids se tratara. Enmarcan momentos aparentemente cotidianos, pero impresos para siempre en la memoria de sus protagonistas. Los saltos en el tiempo de la narrativa no se le pueden atribuir sólo a Shia LaBeouf como autor del guión, sino a movimientos de edición definidos en dirección que nos permiten sentir la intensidad del presente, asociada a cualquier momento del pasado.

Esta narrativa ligera y dinámica es enmarcada de forma bella por la musicalización de Alex Somers, pareja del vocalista de Sigur Rós y con quien tiene un proyecto independiente de nombre Jon & Alex. Ella sigue un estilo musical muy particular. Las atmósferas son construidas a partir del sonido y contribuyen en gran manera al tono de la película. 

En el plano actoral, es increíble la cantidad de maravillosos niños actores que se estrenan últimamente. En este caso, se ve un excepcional Noah Jupe, quien encarna al pequeño Shia (digo, Otis). Él protagoniza una extraña paradoja de sí mismo en el set, enfrentándose a crudas e ingenuas fantasías, creyendo una y otra vez en el padre del que necesita tanto. 

«Shia LaBeouf se consagra en este filme como uno de los grandes actores de nuestro tiempo, actor de carácter, y en este caso, muy osado, al compartir su catarsis personal en frente de todo el mundo, a través de una pantalla. Habiendo escrito su interpretación libre del personaje de su padre –y seguramente a la distancia– desde un lugar de resignificación, estamos frente a un personaje altamente orgánico y emotivo»

 

El Otis mayor, personificado por Lucas Hedges, es bastante inclusivo a lo largo de la película y, sin embargo, en los últimos minutos, durante el emotivo cierre del filme, despunta vertiginosamente para coronar una gran dirección de escena.

“Honey Boy” no es descaradamente lacrimógena, no busca la compasión de nadie, es una película cargada de empatía y de perdón, esta es la diferencia entre la realidad y la ficción, donde la realidad es capaz de expresar emociones profundas y auténticas, superando cualquier historia imaginada o inventada que se pueda filmar. 

Esta es la historia de un padre que tiene sus propios problemas, un adulto que no tiene la intención de ser un mal padre, pero que carga con demasiadas cosas en su cabeza. Y también es la historia de un hijo que cuenta con la fortuna de tener de su lado al cine para perdonárselo todo.

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