El salvadoreño que trabajó en “Aquaman”

Nació en Santa Tecla en 1987 y vivió toda su infancia y adolescencia en un hogar de clase media de El Salvador. Hijo menor de un ingeniero y una administradora de empresas, Lázaro Hernández fue forjado por una generación de posguerra. Ahora, lejos de su país, cosecha lo que sembró para cumplir un sueño: ser parte de la industria del cine en Hollywood, al más alto nivel. Lázaro trabaja para algunas de las empresas más importantes de previsualización cinematográfica y su aporte más reciente puede apreciarse en la película “Aquaman” (Warner Bros, 2018), a estrenarse en todo el mundo este próximo 14 de diciembre.

Foto cortesía de Lázaro Hernández


Hablar con Lázaro resulta entretenido. La velocidad con la que estructura oraciones está acompañada de un sentido del humor particular, lleno de referencias de cultura pop y conocimiento técnico. Lázaro es el reflejo de una vida llena de sueños, propósitos y, sobre todo, de planes para alcanzarlos. Es un tipo que se considera a sí mismo como una dualidad: el hijo de un profesor de matemáticas y de una administradora de empresas agradece de sus padres haber heredado el amor por la tecnología, por una parte; y la creatividad y el lado artístico, por la otra.

Cursó una licenciatura en comunicaciones en la Universidad Doctor José Matías Delgado. Luego llegaría una beca en la Universidad Veritas de Costa Rica y, más tarde, aplicaría a la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), donde estudió una carrera enfocada en dirección de cine.

“Mi familia se divide entre profesores y empleados bancarios. Y a mí el arte nunca me pareció un medio de vida. En el colegio Santa Cecilia descubrí a la danza como arte, pero jamás se me cruzó la idea que en El Salvador podías vivir de ella. Siempre te sentencian: «¡Del arte no se puede vivir!»”, explica al recordar sus primeros contactos con el arte como un medio de sustento.

Poco a poco, Hernández ha ido trazando su camino desde un país como El Salvador, al que considera un entorno en el que si bien la educación no es deficiente; sí es conformista.

En retrospectiva, Lázaro admite que el hecho de vivir en una época en la que creció influenciado por el cine de ciencia ficción –con películas de Star Wars, El Señor de los Anillos o Matrix–, sazonado con un catálogo igual de extenso de videojuegos, ayudó a forjar en él un gusto por este género. Su padre, un hombre de pocas palabras, pero dotado con una paciencia inmensa, le mostró el amor por “una tecnología tardía” –como ahora la define–, ya que a El Salvador las cosas de este tipo “siempre llegaban tarde”.

Fue este hombre quien compró una cámara casera de VHS con la cual Lázaro comenzaría su pasión por el cine. Junto a amigos de su infancia grabaría su primer corto, que fue más un juego que tomó la seriedad que unos niños de 13 años pueden darle. Aquello era un guion soso de mafiosos en guerra, combinado con “efectos especiales” arcaicos.

“Creo que una de mis principales motivaciones para hacer lo que hago es que mis papás siempre me dieron el chance de equivocarme. Nunca me detuvieron de hacer nada. Me dejaron explorar y eso ayudó a que, con tan solo trece años, ya supiera lo que quería ser”, recuerda Hernández.

Ahora este joven trabaja como previsualizador y animador en películas de Hollywood.

¿Qué hace un previsualizador?

En palabras del experto, “un previsualizador es el que hace un boceto en 3D en movimiento de las tomas [de una película], un boceto de cómo se va a ver una escena antes de que se grabe. Es una especie de storyboard [guion gráfico] avanzado”, explica.

De acuerdo a lo que cuenta Lázaro, la primera película que usó previsualización fue “El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo”. Su labor aún es un área emergente dentro de la industria del cine, ya que todavía se está luchando por crear un sindicato de trabajadores de esta rama de la cinematografía.

“Como animador, definís un plano o un close-up. La cámara hace lo que vos querés. El director lo va ver, así que tengo que especificar el movimiento, el bloqueo o posición del personaje e incluso los lentes que se deben usar […]. Me gustó este puesto porque tenés cierto poder creativo en la historia. Mi meta en general es ser director, así que esta es una buena aproximación”, comenta Hernandez.

Recientemente, Lázaro publicó en sus redes sociales que había trabajado como parte del equipo de previsualización para “Aquaman”, la más reciente película de Warner Bros y DC Comics. “Por más de un año –y debido a una serie de cláusulas de confidencialidad– guardé el secreto de que trabajaba para ‘Aquaman’, algo que quería contar al mundo. pero no podía”, explica el cineasta y animador salvadoreño.

“Cuando vea la película de ‘Aquaman’, voy a buscar las escenas que hice. Incluso en el primer trailer hay dos shots que son míos. Se siente un enorme orgullo ver tu trabajo en la obra final”.

— Lázaro Hernández

Lázaro cuenta que lograr la selección demandó de una espera larga. Cuando salió de la universidad –y al ser un área emergente de la cinematografía– descubrió que no había mucha información acerca de empresas dedicadas al área en la que quería trabajar.

“Tuve que ponerme en contacto con muchas personas; asistir a ferias de animación; hacer networking. Incluso hablé con compatriotas en el medio, como Simón Varela. Así fue como encontré a Halon Entertaiment, que es una de las mejores empresas de previsualización, actualmente. Me aprobaron para una película pequeña, de menor presupuesto y por pocas semanas. Al no ser un trabajo sindicado, éste se renueva casi semanalmente”, recuerda Hernández, quien además aclara que su portafolio, en dicha ocasión, no tuvo mucho valor. “Es algo que descubrí en las ferias de trabajo. Afortunadamente, fui junior sin ser interno o aprendiz, gracias a la educación que tuve. Comencé como junior en un proyecto de cinco semanas y, aparentemente, les gustó mi trabajo, así que me llamaron para ‘Aquaman'”, explica.

Sobre la experiencia, cuenta que sintió nervios los primeros días. “Era un grupo de puros seniors, gente que tenía en su lista 15 o 20 películas ya trabajadas. El ritmo, la experiencia, es bestial. Me costó agarrarlo, la capacidad de trabajar y la agilidad de producir masivamente. Yo venía de una enseñanza de arte final y lo que tenía que hacer era una especie de boceto con calidad de una película clase B. Lo entregábamos y, si quedaba, en algunas ocasiones, se rehacía ya con la calidad final. Todo esto cumpliendo con los tiempos estipulados de producción”, comenta.

Salir de El Salvador

“Soy una persona muy analítica, sobretodo conmigo mismo. Me he hecho FODA [análisis de fortalezas, oportunidades, amenazas y debilidades] muchas veces”, dice Lázaro acerca del momento de su vida en el que se encontró ante un dilema: si lo correcto era emigrar para cumplir su sueño. “La verdad, El Salvador no me ofrecía –en ningún sentido– lo que yo deseaba. Tampoco era que supiera exactamente lo que quería. Pueda que si lo hubiera tenido enfrente, me hubiese decantado. Si hubiese habido una escuela de cine después de bachillerato, me hubiese metido. Pero no existía y todavía no existe”, comenta Hernández.

Para alguien que tenía un interés marcado por el cine, la oferta académica en El Salvador podía resultar frustrante. Lázaro estudió una licenciatura en Ciencias de la Comunicación, pero cuenta que de 56 materias cursadas, solo dos tenían relación con el cine. Una era crítica de cine y la otra era producción de televisión. Entonces se interesó por la redacción creativa y publicidad. Trabajó en agencias. Y a esta etapa de su vida la llama como “el área de confort”.

“Yo no leí un cómic y… ¡pum! ¡Ya me enamoré del género..! No, en mi caso fue una serie de procesos de la vida que fueron cayendo para formar lo que me gustaba hacer. Fue una gran vuelta”.

— Lázaro Hernández

Mientras estudiaba, tuvo una tarea de hacer una animación en Stop Motion, una técnica de animación donde se toman distintos fotogramas y se unen por medio de programas de animación. “Me encerré un mes completo en mi cuarto, haciendo esta tarea. Convertí mi habitación en un pequeño estudio, donde pasé tomando cientos de fotografías a muñecos de plastilina que había creado para mi corto”, recuerda. Obtuvo una excelente calificación y fue ese mismo cortometraje el que le serviría para ganar el primer premio ICARO a la “Mejor Animación”, así como su primera carta de presentación para acceder a una beca de estudios en la Universidad Veritas de Costa Rica, de donde se graduaría.

El camino académico

Este salvadoreño es uno de los alumnos graduados con mención honorífica de esta universidad costarricense, un centro de formación que ha graduado a distintos profesionales de la animación, muchos que se desempeñan en distintas áreas, como publicidad y cine. De su estadía en Costa Rica, Hernández destaca que abrió su mente y su visión “más allá del conformismo del salvadoreño”.

“Cuando llegué a Costa Rica, en el 2009, había siete estudios dedicados enteramente a la animación. Recuerdo pensar que estaban por lo menos diez años adelantados a El Salvador. Cuando terminé comunicaciones en la Matías, salí pensando que era lo máximo. Me fui con el pecho inflado, algo que de alguna forma me ayudó a aventurarme a estudiar animación. Pero me di cuenta de que había gente tan talentosa en Costa Rica y que me bajó los zumos. La educación costarricense me cambió en muchas formas,  me ayudó a independizarme, a crecer. El viaje me formó como persona, pero también a entender que –a pesar de estar tan cerca de El Salvador– la filosofía es diferente. La enseñanza con la que me habían adoctrinado en mi país era casi obsoleta”, reflexiona Hernández.

Luego de terminar sus estudios en Veritas –y de desempeñarse como catedrático–, Lázaro decidió nuevamente analizarse y trazar un nuevo plan. Por entonces trabajaba como encargado del técnico de animación del Centro de Tecnología y Artes Visuales (CETAV) y la directora, Laura Pacheco –quien es una persona que puja mucho por instituir una industria de animación en toda Centroamérica– le ayudó a poner nuevamente las cosas en perspectiva.

“Me dije: «¿realmente quiero trabajar por forjar una industria de animación en Centroamérica?». Y sí, me parecía un buen plan, pero una parte de mí qué quizá es egoísta –o muy millenial– decidió que si me quedaba en Costa Rica haría una película quizá dentro de diez años. O me iba y hacia películas ya. En ese entonces combinaba mi trabajo haciendo animaciones para comerciales de TV. Y me dije: «no estudié casi doce años solo para hacer comerciales de televisión. Quiero hacer películas»”, recuerda Lázaro acerca de aquel momento en 2014, cuando se empecinó en que quería ser director. 

Entonces tuvo que identificar dónde estaba la industria de su interés. Le atrajo Suramérica –Uruguay o Argentina–, donde destacan trabajos de animación, pero principalmente publicitaria, así que lo descartó. Luego pensó en Alemania o  Francia. Y luego pensó si era posible trabajar en la industria más grande: Los Ángeles, California. Su hermana vivía allí, así que en 2015, aprovechando la conexión familiar, decidió lanzarse a perseguir el sueño angelino.

“Llegué a Estados Unidos a darme contra la pared porque pensé que mi portafolio de Costa Rica era suficiente. Como en The Legend of Zelda, llegué con la espada más pequeña y el escudo más débil a pelear contra Ganondorf… En cinco meses –de los que tenía autorizada con mi visa de turista– no logré ni un solo trabajo”, recuerda Lázaro, quien afirma que regresó a El Salvador derrotado. Había dejado un buen trabajo en Costa Rica y volvía con las manos vacías. Sin embargo, cuenta que tenía un plan B: entrar como estudiante. Si su portafolio no servía para entrar a trabajar directamente a los estudios, tal vez serviría para entrar a estudiar nuevamente. Así que le apuntó a la UCLA, donde estudió dirección de cine. “Ahí me dieron un buen brochazo para aprender a contar historias y definí que quería trabajar en previsualización, que es un área emergente en el cine”. explica.

Luego llegaron las oportunidades que ha sabido aprovechar. Lázaro comenta que su trabajo actual es algo que podría hacer toda su vida y a la vez ser feliz. Este tecleño incluso hace un inventario de los sueños por realizar. Habla que podría llevar a la par el sueño de mantener su trabajo actual y, a la vez, hacer sus propias películas; así como también sueña con regresar a El Salvador con premios y reconocimiento, para fundar una escuela de animación y desarrollar esa industria en el país. Pero también cuenta que está en un punto de la vida en el que logró parte de sus sueños y que es en un momento de ganar experiencia.

Actualmente trabaja en un cortometraje con el que espera participar de  festivales y que le abra las puertas como director. “Mi gran sueño es dirigir un largometraje de ciencia ficción y hacer un piloto a forma de previzualización. He pensado que para cuando yo diga: «tengo este guion; tengo este piloto; quiero venderlo», voy a tener la experiencia de diez películas o más que me respalden. No tengo años definidos, pero sí sé que quiero hacerlo antes de cumplir 35 años”, concluye.

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