“El mal querer”: Rosalía resignifica al flamenco

Al escuchar “El mal querer” (Sony Music, 2018) no asistimos a un álbum, sino a una tesis musical. Rosalía Vila, conocida simplemente como Rosalía, es su autora. Se trata de una cantante, música, productora y actriz de 25 años, originaria de Barcelona, España. 


El debut discográfico de Rosalía fue en 2016, con “Los Ángeles”, un álbum de flamenco, en el sentido tradicional, compuesto y producido por ella y el español Raül Refree. En esa etapa continuó colaborando con artistas propios del circuito de flamenco. Pero paralelo a esto, sus movimientos estuvieron lejos de los fundamentalismos musicales al colaborar con el trapero español C. Tangana, el reguetonero colombiano J Balvin e, incluso, con el reconocido productor estadounidense Pharrell Williams. 

Con “Los Ángeles”, la cantante dejó claro su dominio del flamenco, que no es gratuito, porque lo estudió en la Escuela Superior de Música de Cataluña. La resignificación del flamenco en “El mal querer” –al fusionarlo con elementos del trap– no es un resultado accidental, sino un acercamiento académico que, afortunadamente, es ajeno a la pedantería que de eso se podría suponer. El compañero de Rosalía en esta investigación fue El Guincho, un músico, compositor y cantante originario de Las Palmas y que reside en Barcelona. 

El trabajo está dividido en once capítulos que alcanzan una duración de media hora. Con un hilo narrativo inspirado inicialmente en la novela anónima “Flamenca”, escrita entre los años 1240 y 1270. Rosalía tomó el argumento de esta: un hombre enamorado de una mujer que, sumergido en un ataque de celos, termina por encerrarla. De eso partió para abordar las diferentes etapas de una relación, demostrando así que no han cambiado mucho las formas del mal querer. Sin embargo, en su versión de la historia, la mujer terminará por empoderarse. 

“Malamente (Cap.1: Augurio)” es el primer corte, un flamenco con la estructura del trap. El resultado minimalista no radica en la falta de ideas, sino en la claridad de estas. En el sentido narrativo: el augurio de una mala relación. Pero Rosalía es una artista integral y busca que sus ideas no solo suenen bien; también quiere que se vean bien. Y por eso recurrió a dos talentos: uno gráfico, Filip Custic; y el otro CANADA, autor del universo audiovisual que logra la potencia en los videoclips. 

El disco sigue con el momento de la unión de personajes en “Que no salga la luna (Cap.2: Boda)”. La autora, de nuevo, apuesta por la experimentación sin saturar: en los agudos, las frecuencias y los samplers. La música suena tétrica y se aleja de la celebración.

A esa pieza le sigue “Pienso en tu mirá (Cap.3: Celos)”, donde el personaje masculino romantiza sus celos y ella siente su mirada como una bala en el pecho. El tema cuenta con una especie de estribillo donde no termina las palabras y, nuevamente, arranca de su zona de confort al flamenco y al mismo pop mainstream, para conseguir una canción que actualmente es un éxito. Acá el papel principal está en su voz y los coros. 

“De aquí no sales (Cap.4: Disputa)” es el tema donde el personaje masculino termina por mostrar su violencia y donde encierra a su pareja. La voz de la mujer suena quebrada como recurso narrativo gracias al autotune, en la última parte de la canción. La experimentación es electrónica y basada en samplers. Por momentos recuerda a Björk.

El disco prosigue con un contrapunto orgánico, casi hollywondese: “Reniego (Cap.5: Lamento)”. El personaje femenino dirá: «Yo río por fuera y lloro por dentro». Reconoce su condición y da paso al tema “Preso (Cap.6: Clausura)”, en el que la voz de la actriz española, Rossy de Palma, da sentido al argumento, ya que cuenta su propia experiencia de bajar al infierno en una relación.

Rosalía retoma la idea para “Bagdad (Cap.7: Liturgia)”, en la que usa el coro de “Cry me a river” –original y autorizada por Justin Timberlake– pero lo recrea para cantar: «Y se va a quemar, si sigue ahí». Este giro es importante, ya que incorpora una voz externa a los personajes, una voz de advertencia, reconociendo que el problema narrado no es personal; es social. 

En “Di mi nombre (Cap.8: Éxtasis)”, el personaje femenino logra liberar su sexualidad, la independiza. El video hace un guiño a “La maja vestida” del pintor Francisco de Goya. Nunca se supo el nombre de la retratada. Algunos aseguran que se trataba de una amante. Esto daría sentido al «di mi nombre». Aunque, siguiendo el hilo narrativo, también podría interpretarse que el personaje femenino está tan acostumbrado al maltrato que lo confunde con el amor.

Pero en medio de la relación tóxica hay un embarazo. En “Nana (Cap.9: Concepción)”, la mujer le canta al hijo que vendrá con tristeza. Y este es un hijo que parece perder, quizá por la violencia que recibe. Acá Rosalía acompaña su voz con un repetición infinita de su vocalización en lugar de instrumentos, dando un matiz muy espiritual al tema, y recordando las técnicas de grabación de la mejor época de Kanye West.

En “Maldición (Cap.10: Cordura)”, el personaje femenino toma la justicia en sus manos –como lo ilustra la imagen que acompaña a la canción en YouTube–; mientras que el piano eléctrico recuerda a videojuegos como The Legend of Zelda, en donde la narración recibe el apoyo del sampler de una pelea samurái.

El trabajo cierra con “A ningún hombre (Cap.11: Poder)”, una canción en donde el personaje femenino está fortalecido y no olvida todo lo que vivió, con la finalidad de no repetirlo. El corte final, de nuevo, es minimalista. Sigue la lógica del disco y traslada la atención a su voz, que es la voz del personaje femenino de la historia, un personaje que, finalmente, se libera para vivir y amar con sus propias reglas. 

El camino de mezclar el pop contemporáneo y flamenco está bastante recorrido. Desde figuras como Camarón o Diego el Cigala hasta personajes propiamente del rock (Estopa o Seguridad Social) o del pop (Azúcar Moreno o Alejandro Sanz), han indagado en esta fusión. Sin dejar de recordar a toda la experimentación propia del circuito independiente. Por eso la fuerza de este trabajo no reside en ser pionero, sino innovador. Sobre todo en la música comercial, donde tan fuerte ha irrumpido. 

Rosalía sabe que todo está creado. Lo ha dicho en más de una entrevista. En esta tesis, ella da su propia versión del flamenco. En lugar de pelearse con la música moderna, retoma los elementos que le pueden servir para su propuesta. Al final, el flamenco también es el producto del sincretismo cultural. Esta experimentación no lo vulnera; lo enriquece. 

Más allá de las críticas por su excesivo mercadeo en España, “El mal querer” demuestra la capacidad de Rosalía y, a la vez, nos presenta una gran promesa de la música contemporánea. 

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