Hay tres tipos de personas en el mundo. Las ovejas, los lobos y los perros pastores. Algunas personas prefieren creer que el mal no existe en el mundo. Si la oscuridad llega a sus puertas, no saben cómo protegerse a sí mismos. Esas son las ovejas. Entonces están quienes maltratan al débil, los malvados; esos son los lobos. Y están aquellos benditos con el don de la agresión y la necesidad de proteger a los débiles, que vive para confrontar al lobo. Esos son los perros pastores.
El último filme del laureado actor y director Clint Eastwood, conservador in crescendo a medida pierde las pocas canas que le quedan, también es uno de los filmes de guerra que llamó la atención de la taquilla por su exitosa recaudación en las salas de cine durante enero, un mes que puede ser pobre cuando se acerca la ceremonia de los premios Oscar.
No es la primera vez que Hollywood fragua millones de dólares gracias a la guerra ni será la última vez que rinda tributo a sus campañas militares alrededor del mundo. Ni es la primera vez que Eastwood rinde homenaje de este calibre. Su estética la vimos en 2006 con la dupla “Banderas de nuestros padres” y “Cartas de Iwo Jima”. Pero ahora, Eastwood, retrata la vida del Chris Kyle, el francotirador texano calificado como el más letal en la historia del ejército de los Estados Unidos.
El éxito de la película, que recaudó 90 millones de dólares en taquilla durante enero, también vino con polémica porque sus críticos opinan que no se trata solamente de un filme belicista, sino de una historia que glorifica hasta el Parnaso la vida de un asesino profesional, gracias a cuya precisión milimétrica el ejército también ahorró la vidas de sus hombres en el campo de guerra.
El filme de Eastwood arranca con las claves clásicas del drama. Un niño iraquí de aproximadamente 12 años recibe de mano de una mujer una granada AKG de fabricación rusa (con un radio de acción significativo) y corre hacia un convoy de marines que vienen en avanzada. Entonces, el protagonista, quien es interpretado por un carismático Bradley Cooper, debe tomar la decisión en cuestión de segundos para fulminar la amenaza. Su compañero de al lado, le anima con una frase elocuente: “no temas, te sientes mal, pero debes hacerlo”.
¡Y bang!
La cinta pega un flashback hacia el origen de este texano que soñó con ser vaquero y estrella de los rodeos hasta que vio en las noticias las malas nuevas por el ataque terrorista contra la sede de la embajada de Estados Unidos en Nairobi, Kenia, y decidió enrolarse en la Marina.
Entonces, Kyle, que tiene el don de la precisión cuando tiene un fusil a la mano desde cuando iba de caza con su padre, decide convertirse en ese tercer grupo de la especie humana: perro pastor, aquel que está predestinado para enfrentar a los lobos, a los malvados. Con esa clave tan maniquea es que Eastwood va retratando los episodios más significativos de este miembro de los SEAL (la principal fuerza de operaciones especiales de Estados Unidos) y que estuvo destinado en ciudades como Ramadi, Anwar y Bagdag durante la Guerra en Irak, entre 2003 y 2009.
Kyle, apodado como el “demonio de Ramadi” y que mató a más de 160 personas durante la campaña en Irak, publicó un libro autobiográfico en 2012 y en el cual está basada la película.
Con seis nominaciones a los Oscar, incluida las de mejor película y mejor actor, la estrategia publicitaria del estudio Warner Brothers podría incidir en la noche de los galardones porque no hay éxito en taquilla sin una promoción inteligente, que aprovechó esa afinidad con medios conservadores como la cadena Fox para promocionar la última obra de Eastwood.
Pero hay algo fundamental para entender que la buena recaudación de “El francotirador” responde justamente a que la cinta no retrata esa guerra incómoda en Irak, de la que muchos estadounidenses no se sienten orgullosos, sino que busca yuxtaponer el conflicto de un soldado entre sus obligaciones militares para la que fue entrenado y el drama por ser un buen padre, un cabeza de familia modelo que acude a la iglesia cada domingo y que está dispuesto a pelear para defender a su país y sus valores.
Cuando la cinta llegue a las salas nacionales, sin duda será una de las favoritas para aquellos que sueñan con fulminar de una vez certera aquellas amenazas que se ciernen sobre esta sociedad de ovejas, lobos y escasos pastores, de esta sociedad centroamericana que vive un sálvese quien pueda, y que bien valdría una cuarta clasificación para describir nuestra tipología borrega o semoviente, según sea nuestro calado. Y para aquellos que gustan de barras y estrellas y la glorificación de las batallas gringas por doquier, pues es una película recomendable. Igual interesante es la puesta en escena y la estética marca Eastwood, al margen de las simpatías o antipatías que provoca el discurso patriotero que distingue a Hollywood.
Es importante acotar que la cabeza de Kyle tuvo el precio de 180,000 dólares como recompensa durante la guerra en Irak. Sobrevivió a seis atentados con explosivos y fue herido dos veces por francotiradores enemigos, pero una tarde de sábado otro veterano de guerra en Irak con desórdenes mentales logró lo que las milicias iraquíes nunca pudieron. El sujeto, identificado como Eddie Routh, mató a Kyle con disparos a larga distancia en un campo de tiro en su natal Texas.
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